29 diciembre, 2009

Un temor un Refugio (R)


Introducción:

Todos tenemos historias, todos tenemos recuerdos, algunos recordarán más que otros, pero en general todos portamos marcas que se alojan en nuestras mentes, que no se borran, y que mientras más ocultamos, más nos siguen. Este relato, es un extracto de la vida real, vivida en carne propia, que seguramente se repite de alguna u otra forma para muchos. La única diferencia, es si somos capaces de administrar, bajo el prisma de la comprensión, nuestros propios temores, más allá de nuestra propia historia.

Relato:

Fue un día como cualquier otro, le visitaba de vez en cuando, ella ya muy anciana, con más de noventa y cinco en el cuerpo, casi postrada, un rostro algo penoso, con la vista perdida en el horizonte de sus recuerdos. Aquel día yo me acerqué a ella, levemente eufórico tratando de ser amable y simpático, dije “Hola Máaaama”, estilo italiano, abrí mis brazos de lado a lado, y me acerqué a su lecho, ella empuño tímidamente sus pequeñas y delgadísimas manos, se aferró con todas sus fuerzas a sus sábanas y se arrinconó como pudo en una esquina. Sólo me dijo: - ¿Y quién es usted? Me miró con miedo, mucho miedo. Sus ojos muy abiertos, trataban de ver lo que ya no podía. Ya no me conocía, ella que fue para mí una madre en todo el sentido de la palabra, me cuidó por tantos años, a su manera claro, alimentación, abrigo y lecho que alguna vez dejé cuando muy niño.

Luego, me incliné despacio, cerré mis brazos, me acerqué, cogí su mano con cuidado y besé su rostro con total cariño y comprensión, entonces se calmó.

Fueron apenas escasos segundos, pero lo suficiente como para darme cuenta de su historia, un fragmento de su pasado que aún guardaba, estaba ahí en su mente y en su corazón, con mucho temor por cierto. Fue apenas un breve instante, suficiente como para comprender el porqué de muchas cosas.

Ella era una Leo, fuerte y vigorosa, llena de energía y voz de mando, era un matriarcado absoluto en su proceder, con sus propios egoísmos naturales y propios de cualquier ser humano, pero de un gran corazón, nunca salía a la calle, más allá de la puerta de la casa, tampoco dejaba que nadie lo hiciera.

Hacía rico pan, empanadas, dulce de membrillo, entre muchas otras cosas, constantemente teníamos visitas, a diario y sobre todo, cada fin de semana. Yo solía sentarme en sus pies, tal como alguien se refugia a la sombra de un árbol, mientras me pasaba un pedacito de la masa que preparaba con sus fuertes manos.

Siempre pensando en los demás, y que curioso, los demás le temían, le respetaban también, y le querían, pero su palabra era ley, una ley ineludible. Miró siempre con desconfianza al mundo “exterior”, y protegió excesivamente a quién “le pertenecía”, prácticamente aislándolos del mundo ajeno y corroído, a sus ojos, para que nadie le hiciera sufrir. Tal vez tenía razón, pero aún así, era excesivo el cuidado. Que curiosa es la vida, ahora ya nadie le visita, sólo yo.

En fin, ella siempre fue una buena persona, una persona a la cual le debo mucho, y que ahora en su soledad, se guarda en su refugio, con una historia jamás contada, pero que sin embargo, en un segundo pude leer, entre líneas, siendo toda una historia, de una vida que una vez fue.

Con mucho cariño, para mi viejecita.

24 diciembre, 2009

Una Navidad Diferente (H)


Introducción:

Esta historia, se basa en lo que imaginariamente puede suceder un día de navidad, donde muchos caminan presurosos, sumergidos en sus actividades, con la vista perdida, sin mirar a nadie, absortos en sus propias responsabilidades, pasando por alto muchas de las cosas que están más cerca de lo que podría estar un tangible regalo.

Historia:

Era un día espléndido, lleno de actividades para muchos, un día en vísperas de Navidad, donde todo el mundo marchaba al compás de las tradiciones de nuestra sociedad.

Era medio día 14:00 PM de un día viernes 24 de Diciembre, Marie guardaba sus cuadernos y libros con meticulosa prolijidad, ya que pronto debía volver a su actividad laboral. Entonces, sin dar más vueltas al asunto, se puso de pié, y se encaminó a su trabajo. Recorría varias cuadras de un lugar frondoso y bello, pese al ruido constante de los automóviles circundantes, no obstante, las aves y el colorido hacían grato aquel paseo.

Muy temprano en la mañana, 6:50 AM de un día jueves 24 de Diciembre, Guelie, solía trotar a solas, siempre estimulado por la rítmica música que siempre escuchaba. Era un muchacho potencialmente vigoroso, que siempre transitaba por las mismas calles, que lo vieron crecer. Muchos le conocían y le saludaban con cortesía al pasar. En magas cortas y pantalón deportivo, daba firmes pasos por el parque de su ciudad nativa.

Marie, había caminado al menos unas seis cuadras, cuando de pronto se detuvo. Sintió algo extraño en su pecho, que prontamente le revolvió el estómago, y un embriagador mareo se apoderó de su cabeza. Entonces se detuvo un instante, y miró a su rededor, sin detectar a nadie cerca.

Gulie mientras trotaba, no tuvo más remedio que parar en forma abrupta, tuvo una sensación que lo dejó paralizado, desconcertado y confuso. Todo estaba normal, nadie cerca de el, pero la sensación revoltosa en su estómago le hizo pensar que algo andaba mal. Sacó algunos implementos de medición que portaba, su presión, su pulso y temperatura, aparentemente todo era normal. No obstante parado se quedó un instante sin hablar.

Ambos personajes voltearon lentamente, Marie miraba levemente hacia arriba, Gulie con la cabeza se mi inclinada quedó frente a frente con Marie, casi tocando sus rostros.

Tanto Marie como Gulie, no podían ver nada al frente. Estaban solos, por lo menos nadie en la cercanía, más que el verdor de los árboles que les acompañaban en aquel día primaveral.

Marie extendió uno de sus brazos hacia arriba, soltando los libros y cuadernos que sujetaba, desparramándose en el suelo. Pudo sentir entre sus dedo la suavidad de una forma parecida a la de un rostro, pero sin poder tocarlo realmente y sin poder ver.

Gulie, sentía como si unos pequeños dedos tocaban sutilmente su rostro, cosa que no le produjo miedo, en lo absoluto, pero sí mucha extrañeza. Se quedó ahí, quieto, tratando de captar con mayor claridad algo que no podía ver, pero que sin duda podía sentir.

Marie dio un pequeño paso al frente, y volteó de lado su rostro, muy lentamente, su otro brazo parecía enrollarse en la nada, y luego de eso comenzó a sentir el bombeo de un latido muy cerca de su rostro, muy cerca de su oído. Podía escuchar, podía sentir, pero no podía ver lo que claramente percibía.

Gulie bajó aún más su rostro, y extendió ambas extremidades como queriendo atrapar el viento entre sus brazos. Muy lentamente cobijó en su pecho la sensación que percibía, para luego dejarse llevar por lo que sentía. Nadie había cerca, estaba sólo, y aún así podía respirar una dulce compañía.

Marie se aferró fuertemente a aquel latido, mientras que Gulie se aferró a lo que cobijaba. Sin saber, ambos se quedaron detenidos en el tiempo, que duró apenas unos breves segundo, pero que sin embargo, parecieron horas.

Luego de eso, la sensación desapareció, extrañados y confusos, cada uno en lo suyo, sin mayor explicación, prosiguió su camino. No obstante, lo sucedido no pasó inadvertido, y cada uno guardo en su mente, aquella grata sensación que les hizo sentir, que pese a todo lo que los rodea, existe algo, más allá de la comprensión, que les permite saber, que en este extraño mundo ficticio, no estamos solos, menos en Navidad.


Feliz Navidad.

21 diciembre, 2009

La Campana (R)

Prontamente...

Como en una jungla, muchos sonidos se pueden escuchar desde las alturas, quién sabe que o quienes estarán más abajo, solo escuchen... es hermoso.

17 diciembre, 2009

Esferas (H)


Introducción:

Vivimos en un mundo en que generalmente pasamos por alto muchas cosas, dónde ocasionalmente, ocurre lo insólito e inesperado, dónde ineludiblemente, algo en nuestro interior, nos señala que no estamos solos en este universo infinito, que las distancias no son como las creemos. Esta es la historia de un largo viaje a lo desconocido, un nuevo destino, un nuevo camino, que nos llevará donde no existe ni principio, ni fin, más allá de lo que imaginamos, mas allá de nuestros propios sentidos.

Historia:

Eran las 18:45 de una tarde de verano, temporada de vacaciones para muchos, días en que se acentúan lagunas actividades propias del período. Así estábamos, entre la muchedumbre, donde todo parecía fluir a un ritmo vertiginoso.

De pronto, aquel caluroso atardecer, se volvió multicolor, preponderantemente azuloso. El cielo se tornaba bello y hermoso, con curiosas esferas blancas de distintos tamaños y tonos que revoloteaban como fantasmas sobre nuestras cabezas. Muchísima gente se quedó atónita observando aquel fenómeno repentino, algunos trataban de filmarlo con sus cámaras portátiles, otros simplemente miraban atónitos. La atmósfera era absolutamente abrumadora y seductora.

La luz era intensa y fluctuante, las cámaras fotográficas eran incapaces de enfocar bien una buena imagen, dado que además, las figuras en el cielo se movilizaban con suavidad fluida a una velocidad increíble.

Con todo el alboroto, la mujer se desprendía de la mano que le intentaba sujetar. Aferrada fuertemente a ella, estaba la hija, una niña pequeña hermosa de cabello largo, y que por el mar de gente que comenzaba a entrar en pánico, ambas se perdían de vista.

Masivamente la gente continuó por un puente, dirigiéndose a un local comercial de robusta construcción, entre ellos yo iba siendo arrastrado sin más voluntad que la de una lucha inútil, tratando de recuperar a quienes había perdido. Entre la desesperación, y la amargura del momento, sin saber en qué dirección ir, para intentar buscarlas, lo más lógico fue continuar con los demás, hasta lograr cruzar el puente y llegar al portal del edificio, antes de ser alcanzados por las luces que cada vez se desplazaban a más baja altura.

Las puertas comenzaron a cerrarse, un sistema de seguridad automático activaba el cierre, mientras la turba comenzaba a luchar en forma descontrolada y desordenada, cual hormigas asustadas por la furia de un gigante.

Las luces se hacían cada vez más cercanas, y grandes, cambiando notoriamente la estabilidad del ambiente, y la temperatura, que a momentos, fluctuaba haciéndose caluroso e irrespirable.

A duras penas se avanzaba, esperando entrar en el último minuto, pensando en que debía hacer, ya que tenía que recuperarlas a toda costa. Entonces algo extraño sucedió, la respiración se detuvo por completo, y las voces del griterío se acallaron totalmente, volteé la cabeza muy lentamente, casi como si no pudiese tener movimiento, y la vista se clavó en ellas a lo lejos, pudiendo constatar que ya se encontraban dentro del local. Todo ocurría en fracciones de segundo que parecieron minutos, hasta que por fin el movimiento se restauró. Con desesperación y agilidad improvisada, pasé entonces por sobre unas cuantas cabezas, pisando hombros y espaldas ya sin importar más que un sólo objetivo, entrar.

Faltaban pocos segundos para que se cerraran totalmente las puertas, y en el último instante caía por sobre los demás, recibiendo un duro golpe en el hombro derecho.

Una vez logrado, las puertas se cerraron herméticamente. La turba que había logrado entrar sólo pudo constatar con asombro como las luces bajaban hasta el nivel del suelo, envolviendo a quienes quedaban en el puente, aún en dirección a donde nos encontrábamos.

Los que no lograron entrar, gritaba afuera con fervor, y adentro, todos enmudecían ante el increíble fenómeno. Hacia afuera, apenas se podía observar como poco a poco las personas se desvanecían en la claridad del entorno, perdiéndose totalmente de vista. Sólo se apreciaban algunas palmas de unas manos clamorosas que golpeaban el grueso vidrio de las puertas selladas. Nada se podía hacer, era un grueso ventanal de vidrio de seguridad, blindado, controlado por un ordenador.

Afuera, en ningún caso se observaba daño a las personas, pero lo inusual del panorama, producía un temor inquietante, acentuado por la turba.

Dentro del local, había muchas escaleras, y en una de ellas se encontraban a lo lejos las dos mujeres extraviadas, aún juntas, que sin poder evitarlo, seguían el torrente del fuerte empuje de la masa de gente que había logrado entrar, intentando encontrar algún lugar seguro.

Luego de mucho forcejeo, me pude reunir con la familia, siguiendo un camino alternativo, y más solitario, logramos llegar hasta la cima del edificio, donde nos quedamos perplejos observando a las esferas, parecían tener voluntad propia. Sus movimientos improvisados, denotaban inteligencia más allá de nuestra propia comprensión.

Hasta donde estábamos, una de las esferas, de menor tamaño se nos acercó sutilmente, con movimientos circulares, no pareciendo ser amenazadora. Era muy pequeña, y se posó en la mano de la pequeña, estableciéndose una especie de comunicación sin palabras, que no pudo comprender, no obstante la niña se observaba tranquila y feliz, así, sin más, la confianza se impuso. Todo era hermoso, e impresionante, todos los que nos acompañaban en la techumbre, que nos habían seguido por donde subimos, admiraban el cielo fluctuante que nos envolvía, mientras aún mucha de la gente no salía de su desesperación, dentro y fuera del edificio. Todo parecía como una clasificación muy bien demarcada, entre la paz interior de algunos v/s el conflicto irracional de la gran mayoría.

Esperamos pacientemente unos minutos, pocos se habían atrevido a subir al techo del edificio como nosotros, y ahí estuvimos por lo menos, unos pares de horas, sentados en el piso, abrazados admirando el lujoso paisaje.

En un instante dado, nuestra pequeña abrió su mano, y la diminuta luz que nos acompañaba se retiró tranquilamente. Nuestra pequeña nos indicaba que debíamos ser pacientes, que ya llegaría nuestro turno… Sin entender sus palabras, nerviosos esperamos, con una sensación curiosa en el estómago, esperamos.

Una esfera de enormes proporciones, de múltiples colores y tonalidades, preferentemente dibujada en blanco y celeste, se nos acercó lentamente, hasta lograr envolvernos por completo. Estábamos aún abrazados, pero tranquilos. La esfera prontamente se fue cerrando bajo nuestros pies, nos pusimos de pie, hasta que se cerró por completo, con lo cual fuimos desprendidos del piso. Estábamos completamente rodeados de su encanto y de su protección. En su interior había un silencio abrumador, una paz inimaginable que nos invitaba a reflexionar y a dejar de temer.

De pronto, comenzamos a ganar altura, y nos fuimos alejando del edificio poco a poco. Nuestros cuerpos parecían no tener peso alguno, y simplemente flotábamos en la nada. No había temor, no había dolor físico y todo parecía perfecto.

Eran por lo menos unos 30 pisos de altura, y la esfera, aún más alto, nos llevó por sobre las edificaciones aledañas. Todo era transparente, por tanto, podíamos mirar en cualquier dirección. Miramos hacia abajo, y sólo apreciamos a un grupo de personas, en nuestras mismas condiciones, curiosamente, todos iban de tres en tres, que también se desplazaban en la misma dirección que nosotros, ganando cada vez mayor altura.

En forma progresiva, cada vez más y más rápido las esferas se encausaba hacia el cielo, y prontamente estuvimos por sobre las nubes. El sol era intenso y brillante, pero no nos dañaba, el aire limpio y las nubes bajo nuestros pies, parecían ser una alfombra pomposa de diversas tonalidades.

El viaje continuó, más allá de la atmósfera, hasta que todo se volvió negro, iluminado gratamente por las luciérnagas de un espacio estrellado. Múltiples colores se vitalizaban a lo lejos como amebas en movimientos suaves y delicados, producido por el efecto de la gran velocidad que estábamos alcanzando. Ya casi podíamos apreciar el horizonte oblicuo, y todo parecía cada vez más distante y pequeño.

Aún más lejos estábamos, hasta el punto de poder ver la tierra, con sus majestuosos colores brillando en la inmensidad.

Pasamos la luna muy de cerca, pudiendo ver brevemente sus grandes cráteres. Sin saber nuestro destino, sólo podíamos contemplar la sutil maravilla de nuestro universo.

Cada vez acelerábamos más y más, alcanzando luego diversos planetas, algunos de cerca, otros desde lejos. Todo pasaba muy de prisa, e iban quedando tras nosotros, convirtiéndose rápidamente en un cúmulo de luces como espirales entrecruzadas izadas a son de nuestro rápido desplazamiento.

Luego todo se trasformó en líneas brillantes a nuestro rededor, como hilos estirados y tensados a mas no poder. Los más cercanos más largos, mientras que los más lejanos y tenues, parecían más cortos. Todo era cada vez más rápido, hasta que los hilos se fueron haciendo cada vez más delgados, y parcelados, convirtiéndose en destellos ocasionales.

En cuestión de minutos, todo se volvió negro y profundo, como si estuviésemos rodeados de una especie de líquido incoloro. La aceleración se dejó de percibir de momento, y a lo lejos solo pudimos constatar un punto brillante que no tardamos en alcanzar.

Luego de esto, el brillo de aquel punto nos iluminó por completo, tal como si se hubiese encendido una luz en forma repentina, dejándonos totalmente encandilados. No había daño, sólo se observaba blanco en todas direcciones, hasta el punto de ni siquiera poder vernos.

Obviamente el blanco uniforme nos indicaba que ya no estábamos en la esfera. La paz que se percibía era aún más intensa, algo inimaginable, donde los sentidos desaparecían por completo, pareciendo ser tan obsoletos e innecesarios, que sólo el estado de conciencia era lo único que bastaba en tan magno acontecimiento. La sensación era extraordinaria, y seductora, no había nada que temer, ni nada que nos pudiera dañar.

Estaba ahí, no se necesitaba nada más, todo y todos los que en algún momento dado habían sido importantes, y los que lo eran todavía, estaban ahí, los momentos, los instantes, segundos, horas, días y años vividos, todo ahí dentro de aquel gran espacio blanco. No era necesario verles, ni escuchar nada, parientes y amigos, todo se percibía tan nítido de una forma intensa y regocijante que no había conocimiento alguno que pudiese describir aquella hermosa sensación.

Todo se unificaba, todo se clasificaba, en grupos de diversos tamaños, algo inmedible, pero si perceptible. Nuevas esferas se iban configurando dentro de las cuales se podía percibir diversos estados de diversas magnitudes e intensidades.

El viaje proseguía y todo pareció tener un único propósito, una sola dirección, y como grandes competidores, viajamos como estampida en una carrera a lo inexplorado. Tras nosotros, un manto gigantesco nos empujaba con vertiginosos movimientos. Parecíamos flotar en un mundo acuoso que en la medida que avanzábamos, iba cambiando de tonalidad, que aunque no podíamos ver, sí podíamos percibir sus matices claramente.

El viaje fue largo, muy largo, parecía durar siglos, o segundos, el tiempo ya no importaba. Algunos iban quedando en el camino, otros se perdían en diferentes direcciones.

Finalmente muchos llegamos hasta tocar un muro de inmensurables proporciones. Muchos fueron desintegrados, otros no supieron que hacer y se perdieron al llegar sin poder traspasar el muro. Al parecer sólo uno o dos a lo mucho entrarían, y con mucho esfuerzo sólo yo entré.

En el interior, estaba totalmente solo, y la sensación guiaba aquella instintiva naturaleza de proseguir hacia el encuentro, con el centro de un núcleo que se fusionó como si todo fuese una única y nueva existencia.

Luego de eso, el llanto de un niño se forjó, tras unas túnicas blancas dio a luz, la criatura más hermosa que Dios nos dio.

14 diciembre, 2009

Caverna (H)


Introducción:

La vida está llena de riesgos, muchas veces nos enfrentamos a ciertas dificultades que no esperamos, sin embargo, por lo general sabemos sobreponernos, pese a que a veces la situación parece imposible, todo resulta bien, salvo un detalle, que al final, nos hace entender lo equivocados que estamos.


Historia:

El grupo estaba conformado por siete personas, entre ellos, tres mujeres. Cada uno bien provisto de los elementos necesarios para la osada travesía, internarnos en unas cavidades subterráneas en busca de un camino alternativo bajo el subsuelo.

Habíamos recorrido ya varios kilómetros de árido e inhóspito pedregal. Estábamos deshidratados, y con bajos recursos de agua y comida. Debíamos encontrar un camino alternativo, por lo que nos fuimos internando en un sector con aparente humedad.

Un amigo Jorge y yo, nos habíamos adelantado. Nuestras mochilas, más livianas y compactas, nos permitían un menor esfuerzo. Pero nos habíamos alejado mucho del grupo. No obstante, los tres, llegamos hasta la entrada de una oscura caverna de enormes proporciones, conformada por abundante roquerío, y gigantescas rocas que parecían estar definidamente talladas en forma de cubos muy simétricos.

Cuando bajamos, llegamos a la entrada de la cavidad principal, donde se habría antes nosotros un enorme espacio y un túnel en el otro extremo de donde estábamos. El suelo, y pese a la poca luz, se alcanzaba a vislumbrar el brillo de un poco de agua de baja profundidad, era totalmente oscura y turbia, de un hedor intenso, pero soportable.

Apoyados con unos bastones que usamos como garrocha, logramos aproximarnos.

Cuando llegamos al nivel del subsuelo, nos aproximamos a una orilla, había unas grandes posas de agua que se nutría con algunas vertientes subterráneas que se escurrían desde las paredes. Yo con un bastón, un poco más largo que el resto, no me atreví, a saltar, el lugar parecía incierto y de dudosa estabilidad.

Jorge mucho más avezado si se atrevió a ir un poco más allá, y de un brinco pudo alcanzar el otro lado de un charco que se encontraba justo bajo nuestros pies. Cuando lo logró, exploró un poco el lugar con su linterna. Un ruido constante nos acompañaba en todo momento, como si hubiese un gran movimiento de agua rodeándonos a cada instante. Mi compañero y yo, nos quedamos pendientes desde un poco más arriba, y observábamos a Jorge como se dirigía lentamente hacia el túnel.

Sólo transcurrieron unos pocos minutos, cuando nos percatamos de que el agua empezaba a subir tras el avance de Jorge, hasta dejarle totalmente aislado en el medio de la caverna. Sin más alternativa, Jorge empezó a internarse aún más en dirección del túnel, que se encontraba a una mayor altura, no obstante, el agua abruptamente comenzó a subir de nivel cada vez más rápido, llegando hasta el nivel de sus rodillas.

El ruido alrededor se hacía cada vez más intenso, el lugar más brillante, producto del drenaje que se apreciaba desde todas partes.

Jorge desesperadamente comenzó a desplazarse hacia el túnel, pero el agua ya llegaba a su cintura y comenzaba a tomar un espesor inmovilizante.

Desde donde estábamos era imposible alcanzarle, no contábamos con cuerdas, y los largos palos que portábamos, de unos tres metros aproximadamente, sólo nos permitían constatar la enorme profundidad de agua que se estaba formando.

La situación era desesperada, mi compañero partió en busca del resto de los integrantes, ya que algunos portaban mejores implementos de emergencias y podrían comunicarse con un equipo de salvataje, además. Yo mientras comencé a bajar hasta lo que más pude. Desde donde estaba, el roquerío me imposibilitaba acercarme más. Sólo podía contemplar casi en tinieblas lo inevitable.

Jorge a lo lejos, me hacía señales, y me indicaba que buscaría una salida por el túnel. De esa forma se fue alejando cada vez más, hasta perderse en la total oscuridad. Por más que le gritaba, en un momento dado, ya no contestó más.

Cuando el grupo llegó, había pasado por lo menos unas tres horas, ya mis baterías se estaban acabado, por lo que también me estaba quedando atrapado. El agua había inundado todo el lugar, incluso llegaba a cubrir la mitad del túnel. No había señales de Jorge, ni nada que nos pudiese indicar si aún seguía con vida.

Uno de los integrantes del grupo había llamado a un servicio de rescatistas de la zona, los cuales llegaron a las horas después en un helicóptero. Por lo menos ellos si contaban con equipo adecuado, unos trajes de buzo profesionales y buena iluminación.

Se improvisó una balsa, conformada por cañas de bambú, que flotaban bastante bien en la espesura del ennegrecido y viscoso líquido, y así lograron internarse con seguridad por el túnel.

Tres horas más tarde, volvían en la balza, con Jorge recostado de espaldas sobre ella. Estaba inconciente, pero vivo por lo que indicaban los paramédicos que le asistían.

Entre todos consensuamos, que en aquella travesía no estaba contemplado un riesgo tan inesperado. Todos éramos precavidos y cuidadosos. Sin embargo, estábamos ahí, y lo que observábamos, era a nuestro amigo, salvado milagrosamente.

Cuando salimos, todos nos abrazamos, en un gesto solidario, felices por haber recuperado a nuestro amigo Jorge, embarrado y empapado completamente, pero en una sola pieza.

Todos estábamos contentos, a su vez, Jorge estaba recuperando el conocimiento. Abrió sus ojos, y nos quedó viendo con un dejo de extrañeza, al parecer no escuchaba bien o no comprendía lo que decíamos. Entonces se produjo un silencio, y Jorge sujetó fuertemente mi mano, y sólo dijo: “Ne me laisse pas seul”.

Luego de eso, todo se desvaneció ante mí.

10 diciembre, 2009

La libertad de un sueño (P)


Introducción:

Muchas veces, nos negamos a aceptar ciertas cosas que nos suceden, y aunque no las comprendemos del todo, están ahí, y sin querer nos hacen sentir un dolor que no se quiere. Lo llevamos a veces por años, muchas veces sin darnos cuenta, incluso desde niños, hasta que aflora e inunda nuestros sentidos. Se acentúa con el tiempo, y no nos deja, quizás para enseñarnos que la vida es eso, un conjunto de cosas, donde queramos o no debemos aprender a convivir con ello.

Historia:

Que extraña sensación, me ha acompañado durante todo este día, desde que me levanté, me invade y me distrae. Es curioso, porque en cierto modo, embriaga mis sentidos. Sólo quisiera dormir y encontrar en mis sueños el anhelo de aquellos rotundos lugares donde todo parece verde, fresco, y vivo. Respirar el aroma del viento percibiendo los mensajes desde el cielo.

Aquel diálogo intenso, me acompaña, con mil argumentos, en profundo silencio, con cierto tino, con cierto acierto. Todo me parece tan abstracto, que a mi lado camina lo que tantas veces presiento. Hoy con mayor intensidad, hoy con mayor esmero.

Quizás, simplemente seamos seres egoístas, encaprichados con lo que tanto entrañamos, que no nos fijamos bien, en lo valioso que dejamos, por lo que creemos.

Habrá un después, no lo sé, no adivino, algunas cosas se podrán deducir, pero otras, sólo se escaparán por su propio camino.

Ahora entiendo porqué la vista se niega a ver, y los oídos a escuchar, aquello que tanto nos quita el sueño. Es como un mecanismo de defensa, para viajar a otros mundos, menos iracundos, y con más abrigo.

Dormir, dormir, dormir, sólo eso quiero, en este minuto, alejado ya de este cuerpo adolorido, aunque sea por un instante, en la inmensidad del descanso merecido.

Despertar luego, todo como nuevo, con más energía que nunca, que me haga ver la única verdad que quiero, aquella que no nuble mi visión, aquella que sigo con esmero.

Ojala todo fuese más sencillo, pero así son las cosas, no las gobierno yo, ni nadie las gobierna, unos pocos instantes despierto, otros, durmiendo.

Luego vendrán, aquellos momentos nuevos, quizás más atinados, quizás más serenos, espero.

Sólo entiendo, que en estos momentos, muy cansado me siento, y también muy adolorido, tratando una y otra vez, de encontrar consuelo a mi eterno conflicto.

Sólo sé, que debo aprender a convivir con ello, para cuando por fin esté, algún día, como un ave, volando libre en un sueño.

Pies descalzos (P)

Introducción:

Muchas veces, nos encontramos con situaciones que nos hacen meditar, que somos, que fuimos, y en qué nos convertimos. No obstante, siempre existirá aquella esencia básica que nos identifica, y nos permite ver más allá de nuestros limitantes sentidos, haciéndonos entender, que no estamos solos, que siempre habrá alguien a nuestro lado, y que depende de nosotros mismos el poder apreciar su desinteresada compañía.

Historia:

Sus pies descalzos se hundían en la tibieza de la arena, era de tarde, y un viento fresco acariciaba su rostro con total ternura. Nadie alrededor, por lo menos cerca, era tan solo un momento ameno y tranquilo que invitaba a meditar. Sus pensamientos viajaban lejos, y el portal abierto, claramente dejaba entre ver, aquello que no le abandonaría jamás.

Cerró sus ojos entonces, con suavidad, y con la embriaguez de sus recuerdos se quedo un instante de pie, inmóvil, abrió levemente sus labios, respiró profundo, y en un emotivo suspiro recogió las señales de su sentir. Una sensación extraña le acompañaba en su estómago, entonces plegó sus brazos entrecruzándolos casi tocando su hombros, mientas ladeaba inclinadamente su cabeza en un gesto de nostálgico cobijo.

De pronto, una gota se desplazó lentamente por su rostro, desprendiéndose de su mirada, hasta caer en las aguas de la inmensidad, las mismas que bañaban sus pies en su larga caminata. Pensó un instante, algunos segundos que parecieron eternos, y así los ¿por qué? fluyeron en su mente, sin todas las respuestas que necesitaba, y aunque tenía un don, no se convencía de aquella lejana realidad que le envolvía.

Quería volar, como las aves, libre en la inmensidad del espacio, y poder extender sus alas más allá de lo ya conocido. Ir y venir a su entero antojo, poseer la textura de su altura entre sus manos y escuchar aunque sea por un instante, el latido de su aparente control.

Dio dos pasos más, y reflexionó en su interior, que pese a su don, su esfuerzo, sus promesas de éxito y abundancia, su constante lucha de auto superación era lo que más importaba en esos momentos. Eso era lo correcto, la lógica por lo menos así lo indicaba.

Aún así, pese a sus esfuerzos, lo imborrable, por más que quisiera, perduraba, al lado de sus pies descalzos, que en cada paso, con su diálogo ameno, desde siempre, le acompañaba.

08 diciembre, 2009

Platos (R)


Qué curioso, son las 14:05 de un día feriado, una sensación extraña me inunda, todo ocurre mientras lavo unos platos, nada especial, dos puertas se cierran abruptamente y con desenfreno. Necesito salir, entonces que hago, no lo tenía planeado, pero saldré, presiento una presencia, debo moverme, simplemente porque la vida es movimiento.

Hay Dios, es inevitable, porque la vida es todo esto, y mucho más. La música que escucho mientras escribo, me tranquiliza y abre mi imaginación, haciéndome tocar aquellos otros mundos que a su vez me tocan en sigilo.

Partimos entonces, como siempre, mi señora manejaba, algo muy útil por cierto. Nos dirigimos a lo cotidiano, cuentas y más cuentas, luego de eso, a visitar a nuestros respectivos padres.

Cuando llegué, por fin encontré paz, habían varios integrantes de mi numerosa familia, y entre ellos mi preciada madre, que cada vez que me ve, con sus ojillos denotando un esforzadísimo vivir, me miraba con una júbila sonrisa, que me transportaba a mi ausente niñez.

Besaba sus labios, y en un dulce abrazo trataba de obtener los recuerdos de su aroma que cuando niño nunca tuve. Miraba a mi viejecita, tan sabia como ella sola, capaz de reconocer en una sola mirada, mis angustias y mis penas, pese a mi ausencia, pese a mi carencia.

Sentí alivio, al tocar sus pequeñas manos, que obviamente ya no tenían la suavidad, producto de su eterno trabajo, y me sentí agradecido de la vida, por tenerla aún, muy cerca, pese a todo lo sucedido.

La vida es así, nos lleva por distintos caminos, pero algo siempre nos une, es una regla universal que nos identifica de alguna manera, para señalarnos que nunca debemos asustarnos de volver a vernos, porque pese a los años, mi madre siempre será mi madre, y yo, por siempre su hijos.

Entre muchos hermanos, quizás ella me vea con ojos distintos, pues fuí el único lejos de su lado, desde los dos años, pero aún juntos, aunque sea a ratos. Es un cariño innegable, abierto y sincero, que jamás debe ser motivo de conflicto, mucho menos de cuestionamientos. La cuestión se dio así no más, y nada cambiará eso. Pero sí que la hechaba de menos en aquellos años, independiente de haber estado con buenas personas, con otras historias, y otros destinos.

Conversamos de todo, o más bien, la escuchaba, porque los diálogos evolucionan, y quién tuvo 40 ya no es lo mismo a los 70. Es totalmente comprensible, y lo acepto, pero no puedo evitar sentir pena, que pase así de rápido el tiempo. Es inevitable, es para todos por igual, unos antes otros después, nada que hacer, para allá vamos todos. Y no por eso, se deja de querer.

Mi madre... su pálido rostro reflejado en el mío, y yo disfrutando de los pancitos, de los quequitos y postres que con destreza aún hace con magistral habilidad. El amor hacia un hijo, expresado a la antigua, con el encanto de una buena comida.

Ella, una mujer increhíble, como muchas otras madres, única para mí, quién o pide nada a cambio, y sólo le basta un momento, un instante, con sus hijos, quienes libres vuelan y rebolotean a su antojo, pero a su vez, de vez en cuando visitan su nido.

Madre, hay una sola.

05 diciembre, 2009

Cada día (P)


Introducción:

La vida no tiene porqué ser tan nostálgica, ni tan rígida, muchas veces nos confundimos en nuestras propias obsesiones, nuestro empecinado orgullo, viendo muchas veces lo adquirido, dejando de lado lo obtenido. Y esto sucede, cada día.

Pensamientos:

Cada día, pensamos, incansablemente, inagotablemente, distendidamente, en lo más profundo de nuestro ser, sentimos y vivimos un mundo paralelo, donde otra verdad se gesta con total intensidad y sentido.

Cada día, sentiremos la motivación de querer saber más, pese a lo ya ampliamente conocido, siempre dispuestos, inquietos y tranquilos, desearemos un poco más, de aquel dulce sentido.

Cada día, será una necesidad imperiosa e innegable, como el respirar, como el tener sed y desear llenar nuestras manos con el vital elemento, para tratar de saciar una carencia, un deseo, un anhelo querido.

Cada día, nos encontraremos con situaciones que no esperamos, nos incomodarán, nos confundirán, y no porque sean malas, sino, porque simplemente son parte de un encuentro cercano, por sabido adquirido.

Cada día, caminaremos, ya sea en la misma dirección o en distintos caminos, que algún día convergerán como dos ríos en un mar pleno, que por siempre seguiremos.

Cada día, nos equivocaremos, como también así, acertaremos, y de nuestros errores aprenderemos que no hay mejor acierto que aquel error que reconocemos.

Cada día, vendrá la noche y en sueños veremos, parte de nuestras vidas, parte de nuestros existir, un perfil, un tema, unas manos extendidas, hasta tocar el cielo.

Cada día, amanecerá, con un sol brillante, como todos los días, como siempre, y un primer pensamiento será, aquel que nos dirá, el por qué existimos.

Cada día, durante la tarde miraremos al cielo, algunos lo harán con indiferencia, otros como un sueño, no importa el porqué, lo importante es ser el dueño, de ese único momento que nos hace comprender lo inmensos que somos por dentro.

Cada día, recordarás, aquello valioso, quizás breve y discreto, pero por siempre eterno, donde no obstante el tiempo, sabrás que fue hermoso.

Cada día, correremos una maratón de mil metros, jugando a ganar por sobre los demás y por debajo de nosotros mismos, una carrera que empieza donde tus pies te seguirán de lleno.

Cada día, existirá lo que no se menciona, porque muy propio es, y de nadie más, lo que tanto emociona.

Cada día, te mirarás en el espejo, y descubrirás que ni todo el oro del mundo puede comprar el paso del tiempo, más lo vivido es reflejo de aquellos surcos de sabiduría que la naturaleza nos provee con emotiva alegría, y sin dejo.

Cada día, verás tu reflejo, en distintos lugares, tan distintos, tan diversos, que entenderás de una buena vez, que todo lo vivido ha sido por algo, y ha sido bello.

Cada día, estaremos, cada uno en lo suyo, y a su vez cada uno en lo mismo.

Cada día, se van descubriendo cosas, con el más sabio, con el más ignorante que conocemos, de todos ellos podemos aprender, algo nuevo.

Cada día, tus pies descalzos se mojarán, buscando aquellos preciados momentos, de profunda paz serán, mirando hacia el horizonte, y mirando las piedrecillas esparcidas en el suelo.

Cada día, con furia y pasión te enojaras, hasta el punto de que la reflexión llegue, y todo se suavizará, en la medida de que la sabiduría no nos ciegue.

Cada día, escucharás, una música, entregada con total sinceridad y cariño, y la recogerás una y otra vez, porque así son los buenos recuerdos, perdurables desde niños.

Cada día, un aroma familiar estará presente, en algún momento, un lugar, o en un sueño, y lo guardarás con paciencia, bajo la quietud de un grato recuerdo.

Cada día, verás unos pasos tranquilos, sigilosos, llenos de paciencia, y cariño, que te acompañarán desde lejos, en tu camino.

Cada día, querrás gobernar, a tu pinta, a tu modo, a lo que crees correcto, pero descubrirás que no todo es lo mismo, porque en la variedad, está descrito el acierto.

Cada día, el orgullo te acompañará, a veces bien, a veces mal, y te confundirá hasta que se aleje y te deje ver la verdad, en otros mejores momentos.

Cada día, enfermarás, y mejorarás, porque así es la eterna batalla del cuerpo, a veces bien, a veces mal, pero siempre combatiendo.

Cada día, el vigor de la vida te guiará, por nuevos caminos, otros lugares, y nuevos anhelos, con la felicidad de haber encontrado la eterna respuesta a tus sentimientos.

Cada día, sentirás, en compañía, o en soledad, lo que quieras vivir en un momento, más todo tiene su tiempo, y más vale disfrutar y recordad lo bueno, con mucho atento.

Cada día, la nostalgia será parte de tu vida, por una buena razón o por un buen sentimiento, pero no dejes que sea sólo eso, hay mucho más, y por lo que más quieras, siempre rescata por sobre lo malo, lo bueno.

Cada día, alegre estarás, porque importante será el fruto de tu semilla, que esparcida quedará, como un millar de estrellas.

Cada día, inevitable será, pensar, sentir, respirar, mientras se viva, porque es parte de nuestra naturaleza, nuestra primicia, nuestro diseño, nuestra existencia, nuestra alegre fantasía.

Cada día, sentirás soledad, porque no siempre habrá compañía, por muchos que alrededor estén, atentos y pendientes, fugaces serán en su equívoca profecía.

Cada día, también sentirás compañía, porque quién la ha probado alguna vez, ya sabe que existe, y pese a su más profunda confusión, ahí estará disponible, para darte paz y alegría.

Cada día, libre serás, porque así lo quieres y no hay más.

Cada día, yo pensaré, y tú pensarás, porque en cada cosa que hagas, ahí estará, aquella parte intangible de nuestras vidas, que por siempre estará presente, una y otra vez, cada día, un poco más, cada día.

03 diciembre, 2009

Verdad? (P)


Verdades abstractas, verdades concisas y precisas, pero sin embargo, todos mienten. No es un tema menor, porque decir la verdad no siempre es grato y depende de muchos factores, la situación, el tema, el momento, el lugar, en fin.

Las personas por lo general sufren cuando la escuchan, y por bello que sea, también. Decir las cosas tal cual, expresar abiertamente una idea, un pensamiento, un delirio de pasión desenfrenado, puede generar revuelo. Lo curioso es, que cuando la verdad de expone en distintos matices e idiomas, aún así, hay veces que no se cree, porque siempre estará la propia verdad interna por sobre las demás.

Un hecho, un acontecimiento, nos hace creer, pero no siempre lo que vemos es cierto, no siempre el número de protestantes que se muestra en televisión es tan masivo como en el lugar mismo de los acontecimientos. No siempre la pena es tan grande como se muestra, o incluso puede ser aún mayor.

La única verdad que conozco es aquella que no se ve, alejada de los cinco sentidos, y más cercana a una sensación. Llámese percepción, presentimiento, conexión, imaginación, no importa, existe, y es tan nítida e intensa, que de vez en cuando nos permite ver aquella profunda realidad que nos negamos a aceptar como verdadera.

Un ejemplo muy bien logrado, se puede apreciar en la serie “Dr. House”, donde las parodias metafóricas de decir la verdad, son expresadas en forma directa, fluyendo libres de prejuicios, pero que sin embargo, pese a la molestia, rabia, melancólica o tristeza, que puedan producir, al final hacen de la reflexión, el entendimiento y la razón. Indudablemente esto no está exento del sentimiento, y en muchas ocasiones tiene su costo, con un resultado incierto. Una verdad por un progreso, o una verdad por una destrucción, riesgo valedero si se pretende saber que hay más allá, y pasar a un siguiente nivel. En esta serie, una de las frases del personaje principal que se repite con frecuencia, es: “Todos los pacientes mienten”.

La verdad nos aprisiona o la verdad nos hace libres, todo depende del punto de vista, y de cómo convivimos con la verdad. Recuerdo entonces una frase de una conocida de otra película, que dice: “No estamos aquí porque seamos libres, estamos aquí porque no somos libres” (Matrix, dicha por el personaje Smith).

Como olvidar también, otra frase que dice: “por si no los veo: buenos días, buenas tardes, buenas noches” (del Show de Truman), en donde un hombre vive inserto en un mundo prefabricado, y que es una verdad absoluta para el, pero que sin embargo, pequeños guiños, pequeños detalles, le permitían dudar de su verdad, hasta encontrar aquel mundo negado a sus ojos, fuera de los límites establecidos.

Bueno, ya nos daremos el tiempo para comentar algunas películas.

Muchos dirán que la verdad es una sola, sin embargo, en cada uno, vive una verdad propia, fruto del conocimiento, cultura, creencia, fe, esperanza, ignorancia, entorno, y cada punto de vista a su vez, seamos artistas o no, es una apreciación válida.

Entonces, ¿En qué crees?, ¿Por qué la masa busca en quién creer?, ¿Qué es Dios para ti? tal vez por inconformismo con tu propia verdad aún sigues ahí, o porque simplemente la incansable búsqueda nunca termina.

Dejamos gente invaluable en el camino, que fueron importantísimas en nuestras vidas, y que sin embargo aún les recordamos, muchos se reencuentran, otros menos afortunados, se visitan desde lejos, ya sea mirando una lápida, o buscando en una mirada perdida, algún indicio de aquella verdad que un día compartieron.

¿Por qué existe esta nostalgia entonces?, a caso, algo en nuestro interior, es lo que nos produce aquella sensación en nuestro estómago, como un revuelo que nos inquieta, y nos hace sentir como leones enjaulados, sedientos de querer saber, pese aún al conocimiento ya obtenido. Inconformismo, ansiedad, anhelo. Será esa necesidad constante e infinita, la que nos guía en pos del progreso y la evolución, más allá de los límites de la verdad que creemos.

No lo sé, quizás nunca lo sepa, quizás esa sea la gracia de vivir, sentir y disfrutar el infinito misterio de nuestro entorno, nuestros breves momentos, y ya que estamos de paso, aprender.

Sí, aprender que la vida es bella, y que la única finalidad de vivir, es sentir aquella verdad intangible, que por siempre nos acompaña en nuestro interior, y que nos conecta permitiéndonos pasar de curso, a esa otra dimensión, que con paciencia nos espera.







02 diciembre, 2009

Dos Bastones (H)

Subía dos pisos con cierto ligero, su firme bastón era su fiel compañero, siempre con la premura del tiempo, para cuando llegaba a un asiento, siempre con una voz suave y tenue llegaba diciendo, lo siento, no puedo.

Partía muy luego, sin dejar señuelo, más con la visión siempre en su objetivo, su motivación, su razón, su cielo, una más pequeña que fue un día, y aunque ya más grande era, por siempre su niña sería.

Obligaciones, responsabilidades, todo eso era primero, es algo que claramente se entendía, más que ganas de hacer aquellos hermosos momentos algo más perduradero, unos minutos más, unos minutos menos.

El otro bastón como siempre seguía, ubicado en su trono, un reinado de profunda paz y sabiduría. Sabía desde años, que algo algún día sucedería, más con su paciente frente y con firme temple, sigiloso esperaría.

Su espera eterna, algún día su recompensa tendría, un nuevo momento para compartir aquello que nunca se decía. Sus labios estaban sellados, y su mente libre, bajo el manto de sus pensamientos que por siempre le acompañarían.

Dios, quién sabe porqué están hechas así las cosas, pero por algo sería. Un ahora y un después, como un conocimiento eterno que algún día a sus añosas manos volvería. Dos bastones fueron, dos bastones seguirían, en otro tiempo, en otro lugar, en otra armonía.

26 noviembre, 2009

Helado (H)


Introducción:

Muchas veces deseamos que el tiempo fuese un don manejable, que nos permita definir nuestros buenos momentos como algo más significativo y duradero, pero los momentos son así, tan fugaces como no queremos o tan extensos como nunca imaginamos.

Esta es la historia de un helado, disfrutado con la curiosa melancolía de un momento de aparente soledad.

Historia:

La gente deambulaba por doquier, las calles llenas de transeúntes que se entrecruzaban guiados por el instinto de sus obligaciones, presurosos de ganar al invencible paso del tiempo.

Tal cual si fuesen zombis, con la mirada perdida en el lejano horizonte, delineado en sus propias narices, encaminados y guiados por la brújula de sus propias necesidades, sazonados con la opresión de la responsabilidad sobre sus hombros, por sobre el lujo que es hoy en día, el poder detenerse un instante, conversar un rato, mirar una nube, o contemplar el aroma del viento mientras circula tenue sobre el rostro, caminaban presurosos.

Un hombre vestido de negro, de chaqueta larga muy abotonada, iba por el medio de la calle, observando y asimilando en cada mirada ajena, un pedazo de historia, saturando así sus sentidos.

Inocuos ante él, pasaban las personas casi sin notar su presencia, pese a que le miraban con un dejo de furtiva atención.

Liberado sólo por la melodiosa armonía de su música, que fielmente le acompañaba cada día, y que le aislaba del constante mormullo de la masa, se dejó caer en un local de helados. Era medio día. Pidió lo de costumbre, se sentó un rato a descansar, y el calor existente ameritaba tal momento. Contempló detenidamente los espejos de las paredes que le rodeaban. El lugar era colorido, con un cielo ovalado, el inmueble era metálico de brillante plateado, de moderna y alegre apariencia.

Frente a él, sólo su reflejo le acompañaba.

Mientras más observaba, notaba que su propia imagen cambiaba sutilmente de forma, dado las imperfecciones propias del material reflectante.

De pronto, percibió una presencia inusual, transfigurada en un hermoso rostro de menudo aspecto que se desbordaba desde el espejo lentamente, ubicándose en forma tenue frente a él, con sus brazos levemente entrecruzados, hasta el punto de apoyarse suavemente sobre el borde de la mesa.

La inesperada figura era algo difusa, le conversaba en un lenguaje poco comprensible, mientras le miraba con una profunda atención. El hombre, sabía que se encontraba sólo, no obstante la extraña presencia no le causó ningún temor. Sus ojos se fijaron en el pálido rostro del hombre, quien poco a poco acogía el mismo lenguaje confuso.

Pasó así un buen rato, y por más de una hora, aquel hombre se mantuvo aferrado a su helado, disfrutando de unos minutos de paz, conversando hacia la nada, alejado y aislado por fin, de la ruidosa ciudad, acompañado sólo por el fruto de sus pensamientos y su fiel música.

Cuando su helado se terminó, extendió su brazo apoyándolo sobre la mesa, miró fijamente hacia la silla que tenía al frente, y empuñó su mano intentando coger la transparencia de lo inexistente, y dijo: -Ya es hora… una vez más.

Entonces, poco a poco se levantó de la mesa, a pasos cortos y tranquilos hacia su propia salida la tenue figura se dirigió, mientras que el hombre aferrado a su helado se quedó.

El lugar quedó totalmente vacío, sobre la mesa los restos de un helado quedaron vestidos con un par de servilletas, único testimonio de lo ocurrido, lo que prontamente alguien retiró.

22 noviembre, 2009

Un día Domingo (R)

Introducción:

Muchas veces quisiéramos hacer cosas que por diversos motivos no podemos, no obstante la cercanía se siente, y con gratitud se recibe, dándonos la energía suficiente para dejar que un día en familia, fluya con la confianza y comprensión necesaria de las emociones que siempre nos acompañan.

Historia:

Día domingo, un día festivo, pero algo distinto, la fiebre ya se había ido, y la jornada empezaba una vez más, temprano. Reúno mis herramientas, incluyo mi poderosa sierra eléctrica, y con mi querida familia me encauso en un nuevo camino. El objetivo, era simple, mejorar donde fuese requerido. Se hace lo que se puede, y se puede lo que se hace.

Es un día maravilloso, muy productivo, y sobretodo positivo. Padres de padres, y nietos de hijos, todo un conglomerado esperando el arribo. Algunos durmiendo y otros muy despiertos desde temprano estaban para la visita y el cometido.

Llego al lugar, y todo se revuelve, un alboroto positivo se hace por donde desordeno. Desmantelo, respetuosamente me adueño del lugar por algunos momentos, horas en que lo que antes era, ya pasa a ser distinto, un poco mejor, un poco más ameno.

Más de diez éramos, y en familia compartimos, al aire libre, en un patio, bajo la sombra de los árboles tranquilos almorzamos, mientras las brazas encendían un jolgorio con la música de los “Jaivas” incluido.

Pasa todo muy de prisa, encerrado en una pieza por varias horas encontré mi camino, había que pronto terminar y el aserrín se hizo mi amigo. Cortar y cortar, ensamblar y ensamblar, también una puerta quitar, y luego colocar. Nada complejo, pero sí entretenido.

De vez en vez, unas manos blancas irrumpían, me apoyaban, como siempre lo han hecho por tantos años, con mis virtudes y defectos, una compañía constante siempre procurando estar a mi lado. También estaban aquellas otras manos, más pequeñitas y más tiernas, blancas como el papel, con un plato y un tenedor, dónde algo me traían. Era mi pequeña, pensando siempre en mí, haciéndome reflexionar una y otra vez, que vale la pena un esfuerzo con esmero.

Familia por doquier, todos querían ver, y sobre todo los dueños, más tuvieron que esperar hasta que listo estuviese el cometido, porque aún quedaba por hacer.

Ella, siempre me acompañó en todo momento, en cada instante posible, con alegría procuraba dar los toques femeninos. Había mucha energía, y mucho entusiasmo, eran sus padres queridos, sobre todo el, quién prestado su tiempo tenía al parecer.

Así son los destinos, así son las cosas, pero que importa, si el presente aunque sea en pensamiento, positivo puede ser.

Cuando todo concluyó, por fin les hicimos pasar, vieron el lugar, aquel que por años vieron siempre igual, ahora era distinto, un poco mejor al terminar.

Observé con atención, la humedad de sus ojos, los de ella, la madre de la madre de las manitos blancas como el papel, pero no de tristeza, sino de felicidad por algo tan sencillo. Entonces comprendí que una acción, una palabra, hasta un instante nos puede conmover, no por los hechos actuales solamente, sino por su historia también.

Tarde se hizo, las horas pasaban sin piedad entre mis dedos, y antes de oscurecer en marcha nos encontrábamos, nos miramos y comentamos, entonces conformes nos sentimos. Un día bello, un día a la vez.

44 (R)


Introducción:

A veces, una pequeña acción nos permite dar alegría y compañía a quién de alguna forma nos compete. No siendo habitual ni pan de todos los días, aunque sea un instante, es suficiente para recordar un buen momento, por toda una vida.

Historia:

Día sábado, fiebre y actividades, día de trekking que debía desechar, compromiso dejado para cuidar, y también para ser cuidado. Temprano todo empezó, apenas salía el sol, el diario vivir nos levantaba de madrugada. Desayuno y conversación en familia, algo cotidiano, pero poco tiempo nos precedía.

Un repentino dolor de cabeza y un mareo me sumergió de pronto en una necesidad inmensa de sueño al medio día. Sólo me recosté un rato, de lo cual pasaron por lo menos un par de horas. Miré como siempre mi buen amigo el teléfono, y vi la hora. Eran casi las 15:00 hrs. y ya estaba retrasado, intentando una vez más ganarle al tiempo, tomé mis prendas de siempre, todo en negro, una presurosa despedida de mis seres queridos, e hice lo que generalmente evito, manejar.

Pasé a buscar a uno de mis hermanos, era un día especial, un día de cumpleaños. Una larga travesía fue recorrer la ciudad, de extremo a extremo, no obstante, sin novedad llegamos. En el trayecto pensábamos en el regalo, pero por lo inusual del personaje enfiestado, eso no era necesario.

Cuando llegamos, vimos muchos autos nuevos estacionados, grandes camionetas de diversos colores a las afueras de la casa. A lo lejos, un personaje nos hacía señas, denotando fuerte y claro el brillo de su sonrisa. Fue un gusto saludarle, porque por lo general era inexpresivo en afectividades, y sin dudarlo un abrazo sincero se desprendió involuntario en su gesto.

Nos invitó a pasar, nos ofreció de todo, y sólo dos vasos de agua quisimos, símbolo de una clara señal de que después de tantos años aún existíamos, en aquel lugar de los gratos recuerdos.

Sus hermanos, ya adultos, de lo nevado del cielo, se rieron, estaba claro, porque nada perdura tanto cuando alguna vez de color negro, aquellos jóvenes cabellos fueron.

Conversamos de todo un poco, muchas cosas técnicas, y algo divertido, una bicicleta, unos muebles, unas pantallas, cables y muchos recuerdos sugeridos.

El intercambio fluyó tranquilo, y antes que se fuera el sol, partimos. De vuelta, en el auto comentábamos, sólo dos de unos cuantos invitados, fuimos. Pero que importante para el, fue el haber ido.

El hombre estaba contento y tranquilo, por lo menos así le vimos, conforme y sereno, porque sin esperarlo, ahí estuvimos. Qué fácil, que sencillo, es poder lograr la instancia de felicidad que merece un amigo.

Todo era tan igual, y todo era tan distinto.




21 noviembre, 2009

Pesadilla (R)


Introducción

En todo ser humano se arrastran temores, ya sea por experiencias vividas, que son las más comunes, o por otras razones. Cuando no se conocen los motivos, se suele incurrir en conclusiones equívocas, pero es comprensible ya que opinar es la parte fácil de todo ser humano, cuando sólo se ve desde afuera lo que se cree como ocurrido.

Este es un tema interesante, del cual podría extenderme muchísimo, pero lo importante de esta historia, es comprender, que pese a lo malo y lo bueno, nunca dejamos de ser niños, y que por más grandes que nos sintamos, siempre seremos unos eternos buscadores de comprensión y cariño.

Historia

Una noche como cualquiera, de hace ya un par de días, cuando todo en paz estaba, todo en silencio, resguardado en el mas profundo sueño, sin conciencia alguna, vencido por el cansancio, de pocas horas de haber dormido, sumido estaba en la oscuridad del descanso merecido.

Eran las cinco de la madrugada, y unos pequeños pasos descalzos que apenas se escuchaban me despertaron de improviso, una pena inmensa bajo un sollozo escuchaba, y una respiración distinta a lo cotidiano era por quién se desplazaba apenas tocando el piso.

Digo alto, de inmediato todo se detiene, vuelvo de mi mundo en cuestión de un segundo, del mundo de los sueños. - ¿Que sucede? digo ya despierto y tranquilo, - Una pesadilla , me responde con su voz quebrada, menuda y llena de miedo. Luego suave y tenue le digo: – Ven acá, mi pequeña, a lo cual de inmediato obedece. La arropo con cuidado y le abrazo con sumo cariño, se aferra a mis manos encontrando el aroma del sosiego. – Tranquila mi pequeña, y dime tu motivo. Ella se cobija entre mis brazos y sin dudarlo me cuenta de su sueño. Calma le digo, que yo me encargo de ello.

Prontamente a mi lado se durmió, sintiendo yo sus lágrimas entre mis dedos. Al poco rato amaneció, todo se esfumó y muy pronto el sol salió, una alarma sonó, y un día iluminado empezó de nuevo.

La pesadilla terminó, que corto fue el sueño, y al otro día nos reímos juntos con otras actividades, y otras nuevas cosas que sucedieron. Comprendí entonces, que no todo es lo aprendido, y que aquellos viejos temores, aunque no transmitidos ni enseñados, aún así existen, por otros motivos.

Pero todo pasa, y más vale dejar pronto lo malo y hacer perdurar lo bueno. No será la primera, ni la última vez que alguien tan puro tenga una pesadilla, porque aunque el tiempo pase muy de prisa, algo siempre se lleva consigo. Inevitablemente ella aún es pequeña, y aunque por mucho crezca, siempre tendrá penas y alegrías.

Como sea, ahí estaré, por todo el tiempo que pueda, para dar paz, cuando así sea requerido, hasta cuando alguien allá arriba, por fin me dé por cumplido.

Ahora, ya todos duermen de nuevo, es otra noche y mi pequeña ocupa mi lado, le observo su carita de ángel, y ahí está quietecita, plácidamente durmiendo. Mientras tanto, yo sólo soy su eterno guardián que vigila sus sueños.


Huellas (P)


Seis pasos fueron, y ahora mas de diez, intensos y claros, sus huellas dejaron, recorridos que trascendieron, como antes y un después, sin tiempo ni medida, quedaron en la mente encerrados por doquier.


Eran jóvenes y bellos e inocentes también, más cuando crecieron encontraron el camino del conocimiento que les permitió entender, que por mucho recorrido el camino fue, de todas formas aquel que siente, siente más de una vez.


Es la fuerza interior que nunca ha de ceder, en su mirada lejana, temerosa de un tiempo breve que no se quiere perder, sin antes dejar de conocer, el movimiento continuo que motiva su ser.


Nómada ahora es, entre viajes y personas conocidas y aquellas por conocer, jóvenes, viejos y alegres que en otros lugares ha de ver. Un momento necesario, una pausa, un argumento, una reflexión y un después.


Ya vendrán sus palabras a calmar el clamor de una sed, que pese a otras aguas puras y cristalinas, necesaria aún es.


No se entiende y no se comprende aquello que no se quiere ver, más cuanto más se ve, más se quiere tener.

Unos brazos extendidos le pueden estremecer, más no cortar sus alas a la libertad de su vuelo que siempre ha de volver.


Su sonrisa mágica ilumina la paz que siempre quiso tener, un sueño, una realidad, algo que en silencio recorrió entre sus recuerdos una y otra vez.


17 noviembre, 2009

No es rechazo (R)


Introducción:

Ayer fue un día diferente, que me hizo reflexionar el porqué de cierta reacción personal involuntaria que se me produce cuando alguien se acerca. Es curioso, pero yo me puedo acercar, que generalmente es en forma breve y discreta, pero me incomoda de sobremanera cuando alguien, quien sea, se me acerca. Que contradictorio dirían algunos, pero así es.

Historia:

Era lunes, un día nublado, en la tarde, próximo a la hora de salida. Trabajaba normalmente como cualquier día, y el teléfono silenciosamente anunciaba un llamado, era mi familia que estaba cerca del sector en que me encontraba, y que por la proximidad de la hora nos podríamos juntar. Les pedí paciencia porque aún me faltaba para salir y cosas que hacer, les dije que se dieran una vuelta. Luego reflexioné, al poco rato, les llamé y les dije que si querían me pasaran a buscar, y que me esperaran en recepción. Había notado un dejo al otro lado del teléfono, un sentimiento de rechazo se podría generar, sin que fuese así. Después confirmé que esa hipótesis era correcta.

Cuando llegaron, me fui directo a la sala de recepción, ahí sucedió lo inesperado, mi pequeña apenas me vio se avanzó sobre mí, extendiendo sus bracitos en señal de cariño, yo sin darme cuenta la sujeté, suavemente, le pedí mesura y compostura. Sin querer la alejé. Mi señora me observó con detenimiento, y como ya me conoce, me comprendía, y se rió porque sabía que estaba incómodo, para así alivianar mi pudor. “Un tipo tan serio mostrando emociones en público, que horror”, el letrero pegado en mi frente, luminoso se prendía.

Una sensación tan extraña, con el profundo cariño que les tengo, en ningún caso era rechazo, era sólo incomodidad, y ahora comprendo y entiendo el porqué. No son los seres que quiero los que me incomodan, si no la gente extraña que puede estar observando mi parte afectiva, era eso, y no me percataba la pena que podía producir a la otra persona, un rechazo de mi parte, sin serlo.

Era mi pequeña hija, que mayor y más puro tesoro por sobre todas las cosas puede existir. La palabra “rechazo” la clavada en sus ojos llenos de incomprensión y extrañeza, totalmente justificados por mi malograda acción. Que tontera la mía.

No tenía palabras, muy serio me quedé unos segundos, y comprendí como era todo desde el otro lado de la moneda. Ahora entendía y que pena sentí, sin hacerlo notorio siquiera, les dije que me esperaran, y en silencio me fui. Una cosa me quedaba sumamente clara, la privacidad es algo importante, y aunque escriba esto en un blog público, nadie me negará, que no hay mayor tesoro en la vida que un sentimiento, y que este no es para mostrarlo a cualquiera. La comprensión de otros, ajenos, que ven desde afuera, jamás podrá entender el interior visto desde adentro, por lo tanto, no son merecedores de aquella gran virtud, mi parte de ese tesoro.

Es propio de nuestra naturaleza, nuestro diseño de fábrica, el ser egoístas en cierta forma, tener virtudes y defectos, pensar en nosotros mismos en primera instancia, no siempre ser empáticos, tal vez por un motivo de subsistencia. Sucede cuando vamos al médico y nos desvestimos, o en lugares públicos, donde la gente se baña, sentimos pudor por nuestros cuerpos, o cuando se gesta un beso y alguien observa desde cerca o incluso de lejos, o cuando hacemos deporte y se sufre una caída, o cuando alguien oculta un defecto físico bajo su bolsillo por falta de dedos en la mano, o cuando las personas se desenfocan o se equivocan de lugar, de persona o de tiempo, en fin… podría citar muchos ejemplos.

El tema es que sentimos la necesidad de la privacidad, aquella tan necesaria para demostrar un afecto puro y limpio, que por muy cercano y querido que sea nuestro ser amado, no siempre es cómodo expresar emociones intensas en público.

Obviamente hay personas que no se preocupan de estos detalles, respetable, algo que tal vez los hace mas libres incluso, pero en fin, no todos somos iguales. En este mundo hay de todo.

No lo había notado hasta ahora, cuando percibí los pensamientos de mi pequeñita, sólo entonces comprendí lo que ella sentía.

Es inevitable… pero mejorable.

11 noviembre, 2009

El Desplazador (H)

Introducción:

Bueno, lo prometido es deuda. Aquí os dejo con cariño la historia de "El Desplazador", tal como lo mencioné en "Mareo (C)"

A veces, suele ocurrir que vas caminando por la calle, y de pronto, sientes que olvidas algo, tratas de recordar, y no puedes, quedando una sensación indescriptible que no puedes expresar en palabras. Dudas un poco, vuelves o sigues, no importa, pero aquella sensación es grande, lo sabes, y te sigue dando vueltas el resto del día. Es algo tan sublime, que muchas veces te acompaña y no te abandona, latente por siempre, como si todo fuese una primera vez.

Historia:

Doblando una esquina se encontraba Max, eran las 17:00 hrs. de un día 14-Noviembre-2009. Caminaba en dirección al autobús, y mientras avanzaba, repentinamente constató que ya se encontraba en la otra esquina de la cuadra.

Desconcertado miró a su rededor, sin encontrar nada inusual, todo parecía estar como siempre. Pensó entonces que seguramente venía distraído y que no se había dado cuenta de los metros que avanzó, prosiguió su marcha unos pocos pasos, pero la inquietud de la situación lo detuvo de nuevo, entonces miró su ropa, ante lo cual palideció. Con frecuencia una distracción o un olvido puede suceder a cualquiera, pero el cambio de ropa ya le parecía sumamente radical e inquietante. Algo había sucedido y no se había percatado.

Prosiguió su marcha hasta llegar a bus, el cual aparentemente estaba retrasado. Miró entonces su reloj y vio que eran las 18:00 hrs. Decidido a consultar por el retraso, se acercó a uno de los guardias y le preguntó la hora pensado que su reloj estaba adelantado, y el guardia le dijo: - Son exactamente las 18:00 hrs. señor. Max sintió dudas, y se preguntó a otras personas que se encontraban esperando el autobús, confirmando una y otra vez más que el guardia tenía razón.

- No puede ser, he perdido una hora y no me he dado cuenta, se dijo a si mismo. Miró de reojo hacia el horizonte, y efectivamente la sensación de una menor luz le hacía entender que había perdido una hora sin darse cuenta.

El bus partía, y Max se quedó inmóvil, asombrado por lo ocurrido. Se sentó un rato en la estación y meditó en lo acontecido. Pronto se hizo de noche y volvió a casa, dejando de lado el motivo de su viaje. Caminó de vuelta por la misma calle que se había venido.
Al llegar a la casa, su señora le esperaba, y al ver su rostro lleno de preocupación, le preguntó: - ¿Cómo te fue en tu viaje? - No viajé, dijo Max, con cierto desánimo y desamparo. Magdalena, lo quedó viendo extrañada, y replicó: - Pero que dices, si hace dos días que te fuiste a trabajar. Max, asombrado por lo que escuchaba, no entendía nada, dándose cuenta de que no se trataba sólo de una hora perdida, sino que de dos días sin ninguna explicación racional. Intentó calmarse, que más podía hacer, inventar una especie de historia, o decir la verdad sin que le creyeran. El cuento daba lo mismo, a fin y al cabo, algo insólito había ocurrido y debía encontrar la respuesta.

Al otro día, Max emprendió su acostumbrado viaje, pero al caminar por la misma calle, lo hizo lentamente, a pasos temerosos. No pasó nada. Un poco más tranquilo prosiguió su marcha, conciente de que la historia contada en su casa fue lo suficientemente satisfactoria, como para no entrar en conflictos innecesarios.

Una vez en el trabajo, la gente le miraba con curiosidad, y le saludaban con cordialidad, hasta que llegó a donde se encontraba su jefatura. Entró en la oficina, y su rostro palideció al instante, cuando su jefe, le dijo: - Hola Max, pasa, cuéntame, ¿como te fue en tus vacaciones?, espero que estas tres semanas hayan sido reconfortantes, pasa y toma asiento. Max lo quedó viendo, y solo atinó a preguntar: - ¿Qué fecha es Hoy?, ante lo cual su contraparte contestó: Lunes de 14-Diciembre-2009, ¿Por qué preguntas?
Max no dijo nada, y simplemente se retiró denotando extrema preocupación.

No quiso hablar con nadie, y simplemente se retiró. Se sentó un instante a las afueras de una plaza cercana, y su vista quedó fija en una flor pequeña, de aspecto parecido a una maravilla. Había una brisa fresca y suave, que lo acompañaba en su profundo desconcierto. Se quedó fijo observando la flor, sintió un destello de luz, como cuando un foco en mal estado empieza a parpadear, y mientras esto ocurría, la flor cambiaba ligeramente de posición, así como la brisa que a su vez, también lo hacía en forma errática.

Era obvio, por más que no quisiera admitir lo sucedido, habían pasado varios días y no lo recordaba. Aunque estaba claro que no existía ningún tipo de omisión u olvido aparente de su parte.

No quiso dar más vueltas al asunto, trató de resignar su situación, pensó en su familia, y regresó a su casa. Buscó otras calles, dio una vuelta más extensa, para evitar el lugar que dio principio a esta locura. Mientras avanzaba, las calles las fue notando un tanto cambiadas a como las recordaba, otros colores, nuevas construcciones que no había visto, la plaza era distinta también. Pensó que sería porque no deambulaba con frecuencia por esos sectores.

Cuando por fin llegó a su casa, la vio distinta, su fachada era diferente. Sacó de su bolsillo unas llaves, y trató de abrir el portón principal que daba acceso al antejardín. Pero no pudo, porque simplemente la llave no encajaba en la cerradura. Pensó de inmediato, que otra vez estaría sucediendo lo mismo. Respiró hondo, contó hasta diez, y luego tocó a la puerta. Esperó unos minutos.

Desde su interior salió una mujer joven, de no más de 30 años, quién quedó petrificada cuando lo vio. Lágrimas de su rostro se desprendieron de inmediato, y con un sollozo profundo rápidamente le abrió la puerta abalanzándose sobre el, abrazándolo con vehemente ternura. No dijo nada, solo lloraba intensamente, en un lamento ahogado en una especie de confusa emoción entre pena y alegría que se traducía en una candente y angustiada sonrisa. Tomó su rostro con ambas manos y lo besó con cariño extremo, desesperada, luego de lo cual, con voz temblorosa le dijo: - ¿Has vuelto… por fin?, después de tantos años… te odio, te odio, te odio, repitió tres veces, golpeando su pecho con sus pequeñas manos empuñadas. Finalmente se aferró a el, entrecruzando sus manos buscando cobijo entre sus brazos grandes y fuertes. Max estaba asustado, no le conocía, pero algo instintivamente lo motivaba a corresponder el iracundo afecto que le mostraba aquella chica. Se sintió muy afectado emocionalmente, y se quedó prendido de ella por un largo rato sin pronunciar palabra alguna, hasta que se calmó.

Lo invitó a pasar, conversaron un par de horas por lo menos, ambos sorprendidos por lo que observaban. La chica no podía creer que aquel hombre fuese su padre perdido por tantos años y que había vuelto, estaba tal cual como lo vio por última vez, desde hacía más de veinte años. Nada en el había cambiado, era el mismo, conservado en forma idéntica a sus recuerdos de infancia.

Max afanosamente trataba de explicar lo sucedido, cosa que obviamente la chica no era capaz de asimilar, salvo por la evidencia de su juventud. Ella por su parte, le contaba detalles de su vida, y lo duro que fue perderle y que al poco tiempo su madre falleciera producto de un cáncer alojado bajo su costilla derecha. Le recordó siempre, de vez en cuando revisaban juntas las fotos familiares, acordándose de los paseos, las anécdotas, las travesuras y aventuras realizadas.

Tomó su mano, lo invitó a pasar al comedor, era ya la hora de almuerzo, y la chica le dijo: - Espérame papá, te preparo algo rápido y seguimos conversando. Max se sentó a la mesa y miró la casa en todos sus detalles, muchos de los cuales les parecía familiar e incluso conocidos, pero en general todo estaba cambiado. Sin duda, era su casa, restaurada totalmente.

Esperó a su hija con impaciente inquietud, el cansancio y el stress lo agobiaba, por un instante cerró sus ojos y al abrirlos notó que el cuarto donde estaba había cambiado de color, y no sólo eso, también la distribución de los muebles, ya no se encontraba en un comedor, sino en una sala de estar, rodeado de aparatos tecnológicos.

Un niño entraba corriendo por una de las puertas laterales, y se abalanzó sobre él, mientras le sonreía. Sostenía un juguete entre sus manos, era una mascota virtual con aspecto de vehículo, que le mostraba con desinhibida insistencia. Seguido del niño, un hombre alto y delgado irrumpió en la habitación, pidiendo calma al niño para que le dejara en paz a Max. Se acercó donde estaba y puso una de sus manos en su hombro derecho, y le dijo: - ¿Cómo estás tatita?, eres un caso único, desde que nuestra bisabuela nos contó no lo podíamos creer, y ahora que te veo, le doy crédito, ella tenía razón. Sé que estás conmocionado y desorientado, lo mismo que me dijeron que iba a suceder si te pillaba por aquí. Cada cierto tiempo vuelves, y cada vez a tiempos más distantes, así de improviso, siendo el mismo de siempre. Muchos te buscamos, pero desaparecías sin dejar rastro, y de vez en cuando aparecías por breves minutos, como ahora. Viejo, las cosas han cambiado, seguramente todo lo debes ver diferente, pero no te extrañes. – Toma, te traje una tacita de té, del que te gusta, según me contaba mi bisabuela, esta es la misma que te ofreció aquel día que desapareciste por última vez. Déjame que te cuente toda la historia.

Así estuvieron ambos hombres por largo rato charlando, recordando algunas cosas del diario vivir de cada época. Más las horas pasaban tan rápido, que pronto de madrugada se hizo y el cansancio invitaba a dormir. Aquel joven acomodó a Max en un sillón multifuncional, que contaba con todos los dispositivos necesarios para el descanso y el entretenimiento, contaba con algunos dispositivos táctiles de fácil e intuitivo manejo, por lo que fue fácil su manipulación para Max, que gustaba de todas esas maravillas tecnológicas que siempre imaginó.

Pasó la noche en vela, tratando de asimilar lo ocurrido, y utilizando el visor holográfico en alta velocidad. Quería entender que tanto había evolucionado todo, y buscando encontró unos archivos históricos de su árbol genealógico, que le resultó intrigante.
Parecía que iba a estallar, comprendía todo tan fácilmente, como si su mente se hubiese quitado un velo que lo cegaba. Estaba cansado, pero inquieto. Temía que nuevamente todo fuese a cambiar, sintiéndose perdido una vez más. Ya no tenía a nadie, ningún pariente, salvo el joven que le atendía amablemente.

Eran las 5:00 AM, el sol empezaba a entregar sus primeros rayos de luz cuando Max por fin se durmió.

El niño, que era sumamente inquieto, se acercó tiernamente, y lo tapó con una manta. Mientras lo hacía sus manos se transformaban radicalmente, sus dedos se alargaban y de cinco pasaban a cuatro, mientras su cuerpo crecía y se estilizaba por completo. Todo a su alrededor cambiaba radicalmente y la vegetación se hacía abundante por toda la habitación.

Eran las 6:00 AM, doscientos años después, cuando Max despertó abruptamente. Asustado, dio un brinco y se calló al suelo, sujetando sus piernas con una mano, mientras extendía la otra con sus dedos abiertos a más no poder. Trató de comunicarse con el ser que lo acompañaba: - ¿Dónde estoy?, ¿Qué eres tú?

En su desesperación quiso huir del lugar, y se dirigió por un corredor a la supuesta salida. El lugar no tenía muebles, ni puertas ni ventanas. Sólo era un corredor, un sol radiante en un fondo estrellado, y pese a su fuerte luz, todo se veía negro, salvo el piso iluminado por donde corría.

El ser caminó tranquilamente tras el, mientras Max insistía en que no se acercara. Su latido era intenso, su sobresalto era notoriamente angustiante, pero prontamente comprendió que era inútil escapar de su destino, todo aquello escapaba a una realidad posible, y que sin lugar a dudas, lo mejor que podía hacer era calmarse. El ser logró tranquilizarle, luego de eso, le habló en un idioma extraño, extendió su mano y le entregó a Max, dos objetos adheridos entre sí. Cuando Max los recibió, todo se vino a su mente a una extraordinaria velocidad, y recuperó cada detalle de sus recuerdos. En ese momento comprendió que su existencia tenía un propósito mucho más trascendente de lo que imaginaba, y que todo lo que alguna vez creyó como una vida perfecta era sólo una breve instancia de tiempo. Poseía un conocimiento total y absoluto, que en cada generación fue cultivando, casi sin darse cuenta.

Era tiempo de dar el siguiente paso, no sería el último, ni el primero, comprendía perfectamente lo que ocurría y que no existen los destinos, sino los continuos viajes donde se procede con la recopilación y captura del conocimiento necesario para dar un paso más en la constante evolución de las especies.

Miró al ser de cuatro dedos que extendía su mano en un gesto de despedida, iluminando su rostro en una tierna y cordial sonrisa. Ambos sabían que no era el final, sino, más bien el comienzo de un nuevo viaje hacia el universo distante.

Su cuerpo quedó petrificado en cuestión de segundos, iluminado solo por la luz que definidamente se concentraba bajo sus pies. Luego de eso, un punto brillante comenzó a emerger desde su cabeza irradiando múltiples colores, cada vez con mayor intensidad, ascendiendo lentamente con movimientos oscilantes y circulares. De pronto, sólo quedó una estela luminosa en línea recta hasta el cielo oscuro, y perdiéndose entre un grupo de similares características.

La criatura que lo acompañaba, conjuntamente con otros seres que se reunieron en el lugar, miraban curiosos el cúmulo de hermosas luces que revoloteaban en distintas direcciones sin dejar el perímetro que las mantenía unidas en la profundidad del espacio.

Max, era parte de aquel enjambre de luces, y pese a que ya no podía ver ni escuchar, ni sentir nada como lo hacía antes con sus cinco sentidos, captaba perfectamente lo que ocurría en su entorno. Formaba parte de una nueva forma de vida, era el último de su especie, un ser aparentemente común, pero con un propósito diferente.

Pasó un instante y el conjunto de luces se concentraron en un solo punto, donde precisamente se encontraba Max. Todo se volvió intenso, como una estrella de múltiples puntas y un centro esférico que denotaba una nueva forma de vida, más allá del entendimiento.

Muchos destellos rápidos y fugaces aparecieron por doquier, para luego desaparecer en la nada aparente. Sólo quedó el vacío oscuro y bello, rodeado de estrellas multicolores.

La ciudad y todos sus habitantes, se dispersaron, siguiendo con sus actividades como si nada. Mientras eso ocurría, los seres iban cambiando en aspecto y en atuendos, las estructuras y edificaciones también lo hacían, pasando de una arquitectura simplista y evolucionada a otra aún más ordenada y perfecta. Todo cambiaba a una extraordinaria velocidad, ciudades enteras pasaban de un estado a otro, y las formas de vida seguían sus caminos sin percatarse de ello.

Max se expandía y crecía en una forma extraordinariamente rápida, ya no como un destello de luz, si no como una masa casi orgánica y transparente, sin una forma definida. Los lugares que conoció no eran nada, al lado de los mundos que abarcaba bajo su manto uniforme. Todo lo que tocaba lo transformaba en conocimiento, planetas, estrellas, constelaciones, civilizaciones enteras eran meticulosamente modificadas tras su paso. Todo era perfeccionado a un extremo único, casi purificador.

Sentía intensamente cada momento, cada acto, cada alma que tocaba, y descubría en cada cambio una especie de restauración, donde el tiempo no existía, ni la noche, ni el día. Pero aún así, percibía que era parte de un todo, aún mayor. Cuando estuvo a punto de descubrir la respuesta de lo que sentía, todo de pronto se esfumó.

Eran las 17:01 hrs. de un día 14-Noviembre-2009. Caminaba un hombre con pasos presurosos en dirección al autobús. Cuando subió en la máquina, se ubicó rápidamente en uno de los asientos delanteros, revisó sus bolsillos, trajinó en busca de una billetera que sacó con presura. Desde ahí, se calló al piso una identificación que indicaba una fotografía y un nombre que decía: “Max”. El hombre quedó pensativo, la recogió con prolijo cuidado, la miró un instante mientras lentamente el bus partía, luego de eso, su mirada se clavó en el horizonte lejano, respiró hondo y pensó… que después de todo, algo positivo sí había sucedido, y aunque no lo sabía, todo estaba en su más profundo interior, ahí… por siempre guardado.

09 noviembre, 2009

El espejo en el laberinto (H)


Introducción


Los trabajos, las profesiones, muchas veces no son del todo como parecen, y un simple encargo, no siempre resulta como se espera. Esta es la historia de un viaje sin retorno donde todo puede suceder.


Historia


Trabajaba el vidrio, tanto para construir ventanales, vitrales, espejos y algunas artesanías en fino cristal a pedido. Pero aquel día de primavera fue diferente a todos los otros, porque descubrió que existe un mundo inverso, donde todo se ve desde otro inimaginable punto de vista.


Abrazaba un espejo de dos metros de largo por uno de ancho, era una entrega especial, diferente a los tradicionales pedidos que le eran encargados en su profesión. Caminaba con el encargo a cuestas desde Av. Bella hasta Av. Ira, calles por donde generalmente transitaba gente de la bohemia y el mundo artístico.


Después de haber caminado varias de cuadras, dejando previamente asegurada su camioneta, con el resto de los pedidos, logró descansar en una esquina, ya faltaba poco, y dadas las dimensiones del espejo y el grueso marco, se dio ánimo a si mismo retomando su agotadora marcha.


Cuando llegó a su destino, verificó la dirección, miró la enorme reja teñida de negro y algo de óxido, observando que un grueso candado resguardaba el pesado portón de la entrada. El jardín era inmenso, y una casa de grandes proporciones se visualizaba a lo lejos. Tocó el timbre y una voz emergió desde un citófono, era una voz suave y pausada que decía: - Siiii, dígame. José que siempre estaba con el tiempo justo, se apuró a contestar diciendo: - Traje su encargo, aquí tengo su espejo. Luego de eso un chillido agudo se escuchó y un mecanismo automático permitió se entre abriera levemente una puerta anexa, también forjada en acero fundido.


José tomó su espejo y se desplazó rápidamente hacia el interior, antes de que el grueso material de la puerta lateral se cerrara por completo.


Caminó un par de cuadras, por un sendero lleno de vegetación, rodeado de ligustrinas por ambos lados, simulando un pasillo estrecho, de no más de dos metros de ancho. Cuando llegó al fondo, miró hacia a tras, mientras sacaba un pañuelo para secarse la transpiración. Era casi medio día y el sol pegaba fuerte. Miró para ambos lados, dados que el camino se dividía en dos. Trató de encontrar algún rastro en el piso para encontrar lo más pronto posible el sendero que lo llevaría más directamente a la casa, pero no encontró nada, como si nunca nadie hubiese pisado aquel lugar.


Se estaba retrasando, así es que simplemente siguió por su derecha, continuando por un laberinto que a ratos le parecía interminable, o que no le conducía a ningún lado. Entre la caminata y el cansancio ya casi arrastraba el espejo, pero se armó de coraje y continúo, encontrándose en más de una ocasión con sus mismas huellas.

La hora pasaba muy rápido, y José ya se estaba entrando a preocupar porque tenía otros pedidos que entregar y no podía darse el lujo de estar en ese lugar por mucho rato, más aún cuando ya habían pasado un par de horas desde que se alejó de su camioneta.


Prosiguió su marcha ya casi con desesperación, sin abandonar su espejo ni un solo instante, perfectamente envuelto todavía. Era muy responsable, y siempre cumplía con lo comprometido. Pero las horas fueron pasando, y el sol que fuerte le quemaba la espalda, prontamente fue bajando hasta ponerse en el horizonte. El lugar se hacía cada vez más oscuro, y pese a las marcas que José fue dejando, aún seguía sin encontrar la entrada principal de la casa.


De pronto recordó que el marco del espejo era firme, y si lo hacía con cuidado podría apoyarse en el para asomarse un poco y poder ver el intrincado camino a la casa. Estaba decidido a llegar y cumplir su cometido. Temeroso de romper el delicado espejo, se sujeto tambaleante sobre el marco, puesto en forma horizontal, empinando su cuerpo lo más que podía, pudo asomar su cabeza y mirar. Quedaba poca luz, y todo parecía tan diferente, pero se percató de que ya se encontraba muy cerca y sólo le quedaban un par de vueltas más, que no había notado.


Uno de sus pies resbaló y para no pisar el espejo prefirió caer lo más alejado que podía, con tal mala fortuna que se golpeó fuertemente el brazo izquierdo. Adolorido se retorció unos instantes, tirado en el piso, y se paró como pudo.


A duras penas, ya casi a oscuras dado que las ligustrinas medían más de 1’90 m. de altura, logró finalmente encontrar la entrada principal de la casa, cuya puerta daba frente a frente con su encrucijada laberinto.

Apoyó el espejo en las ligustrinas, y se dispuso frente a la puerta, con el espejo a sus espaldas, tocó el timbre un par de veces, y esperó.


Desde su interior salió una joven de aspecto amable y le hizo pasar, a lo cual José le dijo que debía continuar con su trabajo, le explicó su aventura, y le dijo que ya se encontraba sumamente atrasado, y que debía volver antes que anocheciera. La joven le quedó mirando con una leve sonrisa, y comentó: - Cierto, así dicen todos… José se inquietó aún más por el comentario y procuró hacer la entrega lo más discreta y brevemente posible.

- Seguro que no quiere pasar, debería descansar un poco antes de partir, además le podría curar su herida, dijo la joven, con afanosa insistencia. José dudó unos instantes, pero estaba muy adolorido y sangraba un poco, por lo que con cierto recelo y desconfianza se dio unos minutos y pasó al interior de la casa.


La entrada era de película, el lugar estaba un tanto descuidado y sombrío. El lugar estaba lleno de candelabros, que alumbraban tenuemente, mientras que uno central colgaba desde el techo luciendo sus hermosos cristales. Había dos escaleras construidas en mármol perfectamente pulido, de color blanco en sus soportes y apoyos, mientras que a sus pies se extendía una alfombra roja con dibujos de extrañas figuras artesanales que simulaban ojos mirando hacia el cielo.


La joven le ofreció asiento, y le ordenó que esperara. José que a esas alturas no vio más alternativa que obedecer trató de calmarse un poco y se sentó a esperar. La joven no tardó mucho, traía consigo unas vendas, unas tijeras y una taza de té con una tetera de fina porcelana, todo de color blanco, sobre un carrito con ruedas.

Le pidió a José que se tranquilizara, le ofreció una tasa de té. Se sentó a su lado y empezó a curarle. Tomó las tijeras y con cuidado rompió su manga, donde se encontraba su herida, cogió una fina aguja suturándole con hábil destreza.


José se sintió mareado, seguramente el té contenía algún tipo de analgésico, por lo que preguntó: - Perdón, pero que té es este. Ante lo cual no recibió respuesta alguna de la joven, más que sólo una angustiante y discreta mirada.


Mientras esto ocurría un estrepitoso crujido se sintió desde el segundo piso, ante lo cual la joven dijo: - Debes irte ahora, ya estás bien, sólo cuídate y no olvides usar el espejo.


José se sintió incómodo ante la situación y salió de la casa con dudosa prisa. Aún estaba mareado y el sol no se ponía, pero debía irse. El ruido se hacía cada vez más cercano y la joven solo se quedo en la puerta manoteando para que José se fuera pronto.


José recordó el laberinto, no quería pasar por lo mismo otra vez, y tampoco quería dejar a la joven que le había ayudado con tanto esmero. Entonces tomó el espejo, y volvió por la niña, la miró un instante con ternura, cogió su mano y se la llevó a la salida, mientras el ruido cada vez se hacía más cercano. La joven forcejaba, ante lo cual José no entendía nada, porque estaba claro de que no deseaba permanecer en aquel lugar. – El espejo, el espejo, no lo dejes, es que no lo entiendes… replicaba con desesperación.


El muchacho tomó el afanado espejo nuevamente y se dirigió hacia las ligustrinas. – No puedo, no puedo… replicaba la muchacha, mientras José observaba como la casa se desfiguraba ante sus ojos, y todo parecía cambiar.


Desde la puerta, el ruido se hacía cada vez más insoportable y una fuerte ventisca empezó a pronunciarse, absorviendo poco a poco todo hacia el interior de la casa.


La joven empezó a desenvolver desesperadamente el espejo, y José sin entender sólo atinaba a sujetarla de la cintura, dado que la presión del aire se hacía cada vez más fuerte e insostenible. Todo era absorbido con una brutal fuerza que cada vez iba en aumento.


En su desesperado proceder, la joven finalmente logró desenvolver el pesado espejo, diciendo: - Ayúdame a pararlo, es nuestra única esperanza. José, que a esas alturas nada entendía, accedió, y a duras penas lograron parar el espejo. – Sólo tenemos un intento, lo que quiere es el espejo, - dáselo entonces para que nos podamos ir, respondía José. –Debemos arrojar justo en la puerta, a la cuenta de tres…


Uno… dos… tres… Ambos cayeron al piso y el espejo voló sin más hasta quedar atascado justo en la puerta. Ahora larguémonos de aquí, gritaba José entre todo el ruido incesante. Nooooo, replicaba la joven, debemos ir hacia la puerta. – Queeeeeé!, a caso estas loca, es justo lo que debemos evitar. – Nooo!, sígueme, confía en mí.

José no sabía que hacer, de todas formas todo parecía destruirse a su alrededor, y ante lo improbable, no tenía opción y siguió a la chica. Se soltaron de donde estaban sujetos, y volaron en dirección a la absorbente puerta de la casa, obstruida sólo por el espejo.


Cuando llegaron la chica desapareció dentro del espejo, y José se quedó solo por un segundo, prendido aún de su mano. – Piensa, piensa rápido se decía, que hago, no puedo dejarla sola, que hago… Cerró sus ojos, enfrentó su miedo y entró en el espejo.


El espejo que obstruía la ventana, se despedazó a los pocos segundos, y todos sus fragmentos desaparecieron en el interior de la casa.


En el exterior de la casa todo estaba revuelto, y la fuerte absorción ya se había convertido en tormenta, y todo a un kilómetro de distancia desapareció.


Al día siguiente, en lo alto de un edificio, un televisor se encendía temprano en la mañana, en las noticias se indicaba que un fuerte huracán había arrasado un sector de la ciudad, que se trataría de un fenómeno climático inusual, nunca antes visto, y que sería cada vez más común, con los cambios climatológicos de este último tiempo.


El hombre se levantó, se puso su bata, sus sandalias y hacia el balcón se asomó, a lo lejos notó apenas un punto revuelto de humo, más no le prestó mayor importancia, porque no le resultaba familiar.


Sacó de su bolsillo un pequeño espejo de un centímetro de ancho, y diez de largo, lo puso en su mano, miró hacia la cama donde aún se encontraba su bella esposa, y simplemente sonrió.