17 diciembre, 2009

Esferas (H)


Introducción:

Vivimos en un mundo en que generalmente pasamos por alto muchas cosas, dónde ocasionalmente, ocurre lo insólito e inesperado, dónde ineludiblemente, algo en nuestro interior, nos señala que no estamos solos en este universo infinito, que las distancias no son como las creemos. Esta es la historia de un largo viaje a lo desconocido, un nuevo destino, un nuevo camino, que nos llevará donde no existe ni principio, ni fin, más allá de lo que imaginamos, mas allá de nuestros propios sentidos.

Historia:

Eran las 18:45 de una tarde de verano, temporada de vacaciones para muchos, días en que se acentúan lagunas actividades propias del período. Así estábamos, entre la muchedumbre, donde todo parecía fluir a un ritmo vertiginoso.

De pronto, aquel caluroso atardecer, se volvió multicolor, preponderantemente azuloso. El cielo se tornaba bello y hermoso, con curiosas esferas blancas de distintos tamaños y tonos que revoloteaban como fantasmas sobre nuestras cabezas. Muchísima gente se quedó atónita observando aquel fenómeno repentino, algunos trataban de filmarlo con sus cámaras portátiles, otros simplemente miraban atónitos. La atmósfera era absolutamente abrumadora y seductora.

La luz era intensa y fluctuante, las cámaras fotográficas eran incapaces de enfocar bien una buena imagen, dado que además, las figuras en el cielo se movilizaban con suavidad fluida a una velocidad increíble.

Con todo el alboroto, la mujer se desprendía de la mano que le intentaba sujetar. Aferrada fuertemente a ella, estaba la hija, una niña pequeña hermosa de cabello largo, y que por el mar de gente que comenzaba a entrar en pánico, ambas se perdían de vista.

Masivamente la gente continuó por un puente, dirigiéndose a un local comercial de robusta construcción, entre ellos yo iba siendo arrastrado sin más voluntad que la de una lucha inútil, tratando de recuperar a quienes había perdido. Entre la desesperación, y la amargura del momento, sin saber en qué dirección ir, para intentar buscarlas, lo más lógico fue continuar con los demás, hasta lograr cruzar el puente y llegar al portal del edificio, antes de ser alcanzados por las luces que cada vez se desplazaban a más baja altura.

Las puertas comenzaron a cerrarse, un sistema de seguridad automático activaba el cierre, mientras la turba comenzaba a luchar en forma descontrolada y desordenada, cual hormigas asustadas por la furia de un gigante.

Las luces se hacían cada vez más cercanas, y grandes, cambiando notoriamente la estabilidad del ambiente, y la temperatura, que a momentos, fluctuaba haciéndose caluroso e irrespirable.

A duras penas se avanzaba, esperando entrar en el último minuto, pensando en que debía hacer, ya que tenía que recuperarlas a toda costa. Entonces algo extraño sucedió, la respiración se detuvo por completo, y las voces del griterío se acallaron totalmente, volteé la cabeza muy lentamente, casi como si no pudiese tener movimiento, y la vista se clavó en ellas a lo lejos, pudiendo constatar que ya se encontraban dentro del local. Todo ocurría en fracciones de segundo que parecieron minutos, hasta que por fin el movimiento se restauró. Con desesperación y agilidad improvisada, pasé entonces por sobre unas cuantas cabezas, pisando hombros y espaldas ya sin importar más que un sólo objetivo, entrar.

Faltaban pocos segundos para que se cerraran totalmente las puertas, y en el último instante caía por sobre los demás, recibiendo un duro golpe en el hombro derecho.

Una vez logrado, las puertas se cerraron herméticamente. La turba que había logrado entrar sólo pudo constatar con asombro como las luces bajaban hasta el nivel del suelo, envolviendo a quienes quedaban en el puente, aún en dirección a donde nos encontrábamos.

Los que no lograron entrar, gritaba afuera con fervor, y adentro, todos enmudecían ante el increíble fenómeno. Hacia afuera, apenas se podía observar como poco a poco las personas se desvanecían en la claridad del entorno, perdiéndose totalmente de vista. Sólo se apreciaban algunas palmas de unas manos clamorosas que golpeaban el grueso vidrio de las puertas selladas. Nada se podía hacer, era un grueso ventanal de vidrio de seguridad, blindado, controlado por un ordenador.

Afuera, en ningún caso se observaba daño a las personas, pero lo inusual del panorama, producía un temor inquietante, acentuado por la turba.

Dentro del local, había muchas escaleras, y en una de ellas se encontraban a lo lejos las dos mujeres extraviadas, aún juntas, que sin poder evitarlo, seguían el torrente del fuerte empuje de la masa de gente que había logrado entrar, intentando encontrar algún lugar seguro.

Luego de mucho forcejeo, me pude reunir con la familia, siguiendo un camino alternativo, y más solitario, logramos llegar hasta la cima del edificio, donde nos quedamos perplejos observando a las esferas, parecían tener voluntad propia. Sus movimientos improvisados, denotaban inteligencia más allá de nuestra propia comprensión.

Hasta donde estábamos, una de las esferas, de menor tamaño se nos acercó sutilmente, con movimientos circulares, no pareciendo ser amenazadora. Era muy pequeña, y se posó en la mano de la pequeña, estableciéndose una especie de comunicación sin palabras, que no pudo comprender, no obstante la niña se observaba tranquila y feliz, así, sin más, la confianza se impuso. Todo era hermoso, e impresionante, todos los que nos acompañaban en la techumbre, que nos habían seguido por donde subimos, admiraban el cielo fluctuante que nos envolvía, mientras aún mucha de la gente no salía de su desesperación, dentro y fuera del edificio. Todo parecía como una clasificación muy bien demarcada, entre la paz interior de algunos v/s el conflicto irracional de la gran mayoría.

Esperamos pacientemente unos minutos, pocos se habían atrevido a subir al techo del edificio como nosotros, y ahí estuvimos por lo menos, unos pares de horas, sentados en el piso, abrazados admirando el lujoso paisaje.

En un instante dado, nuestra pequeña abrió su mano, y la diminuta luz que nos acompañaba se retiró tranquilamente. Nuestra pequeña nos indicaba que debíamos ser pacientes, que ya llegaría nuestro turno… Sin entender sus palabras, nerviosos esperamos, con una sensación curiosa en el estómago, esperamos.

Una esfera de enormes proporciones, de múltiples colores y tonalidades, preferentemente dibujada en blanco y celeste, se nos acercó lentamente, hasta lograr envolvernos por completo. Estábamos aún abrazados, pero tranquilos. La esfera prontamente se fue cerrando bajo nuestros pies, nos pusimos de pie, hasta que se cerró por completo, con lo cual fuimos desprendidos del piso. Estábamos completamente rodeados de su encanto y de su protección. En su interior había un silencio abrumador, una paz inimaginable que nos invitaba a reflexionar y a dejar de temer.

De pronto, comenzamos a ganar altura, y nos fuimos alejando del edificio poco a poco. Nuestros cuerpos parecían no tener peso alguno, y simplemente flotábamos en la nada. No había temor, no había dolor físico y todo parecía perfecto.

Eran por lo menos unos 30 pisos de altura, y la esfera, aún más alto, nos llevó por sobre las edificaciones aledañas. Todo era transparente, por tanto, podíamos mirar en cualquier dirección. Miramos hacia abajo, y sólo apreciamos a un grupo de personas, en nuestras mismas condiciones, curiosamente, todos iban de tres en tres, que también se desplazaban en la misma dirección que nosotros, ganando cada vez mayor altura.

En forma progresiva, cada vez más y más rápido las esferas se encausaba hacia el cielo, y prontamente estuvimos por sobre las nubes. El sol era intenso y brillante, pero no nos dañaba, el aire limpio y las nubes bajo nuestros pies, parecían ser una alfombra pomposa de diversas tonalidades.

El viaje continuó, más allá de la atmósfera, hasta que todo se volvió negro, iluminado gratamente por las luciérnagas de un espacio estrellado. Múltiples colores se vitalizaban a lo lejos como amebas en movimientos suaves y delicados, producido por el efecto de la gran velocidad que estábamos alcanzando. Ya casi podíamos apreciar el horizonte oblicuo, y todo parecía cada vez más distante y pequeño.

Aún más lejos estábamos, hasta el punto de poder ver la tierra, con sus majestuosos colores brillando en la inmensidad.

Pasamos la luna muy de cerca, pudiendo ver brevemente sus grandes cráteres. Sin saber nuestro destino, sólo podíamos contemplar la sutil maravilla de nuestro universo.

Cada vez acelerábamos más y más, alcanzando luego diversos planetas, algunos de cerca, otros desde lejos. Todo pasaba muy de prisa, e iban quedando tras nosotros, convirtiéndose rápidamente en un cúmulo de luces como espirales entrecruzadas izadas a son de nuestro rápido desplazamiento.

Luego todo se trasformó en líneas brillantes a nuestro rededor, como hilos estirados y tensados a mas no poder. Los más cercanos más largos, mientras que los más lejanos y tenues, parecían más cortos. Todo era cada vez más rápido, hasta que los hilos se fueron haciendo cada vez más delgados, y parcelados, convirtiéndose en destellos ocasionales.

En cuestión de minutos, todo se volvió negro y profundo, como si estuviésemos rodeados de una especie de líquido incoloro. La aceleración se dejó de percibir de momento, y a lo lejos solo pudimos constatar un punto brillante que no tardamos en alcanzar.

Luego de esto, el brillo de aquel punto nos iluminó por completo, tal como si se hubiese encendido una luz en forma repentina, dejándonos totalmente encandilados. No había daño, sólo se observaba blanco en todas direcciones, hasta el punto de ni siquiera poder vernos.

Obviamente el blanco uniforme nos indicaba que ya no estábamos en la esfera. La paz que se percibía era aún más intensa, algo inimaginable, donde los sentidos desaparecían por completo, pareciendo ser tan obsoletos e innecesarios, que sólo el estado de conciencia era lo único que bastaba en tan magno acontecimiento. La sensación era extraordinaria, y seductora, no había nada que temer, ni nada que nos pudiera dañar.

Estaba ahí, no se necesitaba nada más, todo y todos los que en algún momento dado habían sido importantes, y los que lo eran todavía, estaban ahí, los momentos, los instantes, segundos, horas, días y años vividos, todo ahí dentro de aquel gran espacio blanco. No era necesario verles, ni escuchar nada, parientes y amigos, todo se percibía tan nítido de una forma intensa y regocijante que no había conocimiento alguno que pudiese describir aquella hermosa sensación.

Todo se unificaba, todo se clasificaba, en grupos de diversos tamaños, algo inmedible, pero si perceptible. Nuevas esferas se iban configurando dentro de las cuales se podía percibir diversos estados de diversas magnitudes e intensidades.

El viaje proseguía y todo pareció tener un único propósito, una sola dirección, y como grandes competidores, viajamos como estampida en una carrera a lo inexplorado. Tras nosotros, un manto gigantesco nos empujaba con vertiginosos movimientos. Parecíamos flotar en un mundo acuoso que en la medida que avanzábamos, iba cambiando de tonalidad, que aunque no podíamos ver, sí podíamos percibir sus matices claramente.

El viaje fue largo, muy largo, parecía durar siglos, o segundos, el tiempo ya no importaba. Algunos iban quedando en el camino, otros se perdían en diferentes direcciones.

Finalmente muchos llegamos hasta tocar un muro de inmensurables proporciones. Muchos fueron desintegrados, otros no supieron que hacer y se perdieron al llegar sin poder traspasar el muro. Al parecer sólo uno o dos a lo mucho entrarían, y con mucho esfuerzo sólo yo entré.

En el interior, estaba totalmente solo, y la sensación guiaba aquella instintiva naturaleza de proseguir hacia el encuentro, con el centro de un núcleo que se fusionó como si todo fuese una única y nueva existencia.

Luego de eso, el llanto de un niño se forjó, tras unas túnicas blancas dio a luz, la criatura más hermosa que Dios nos dio.

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