11 noviembre, 2009

El Desplazador (H)

Introducción:

Bueno, lo prometido es deuda. Aquí os dejo con cariño la historia de "El Desplazador", tal como lo mencioné en "Mareo (C)"

A veces, suele ocurrir que vas caminando por la calle, y de pronto, sientes que olvidas algo, tratas de recordar, y no puedes, quedando una sensación indescriptible que no puedes expresar en palabras. Dudas un poco, vuelves o sigues, no importa, pero aquella sensación es grande, lo sabes, y te sigue dando vueltas el resto del día. Es algo tan sublime, que muchas veces te acompaña y no te abandona, latente por siempre, como si todo fuese una primera vez.

Historia:

Doblando una esquina se encontraba Max, eran las 17:00 hrs. de un día 14-Noviembre-2009. Caminaba en dirección al autobús, y mientras avanzaba, repentinamente constató que ya se encontraba en la otra esquina de la cuadra.

Desconcertado miró a su rededor, sin encontrar nada inusual, todo parecía estar como siempre. Pensó entonces que seguramente venía distraído y que no se había dado cuenta de los metros que avanzó, prosiguió su marcha unos pocos pasos, pero la inquietud de la situación lo detuvo de nuevo, entonces miró su ropa, ante lo cual palideció. Con frecuencia una distracción o un olvido puede suceder a cualquiera, pero el cambio de ropa ya le parecía sumamente radical e inquietante. Algo había sucedido y no se había percatado.

Prosiguió su marcha hasta llegar a bus, el cual aparentemente estaba retrasado. Miró entonces su reloj y vio que eran las 18:00 hrs. Decidido a consultar por el retraso, se acercó a uno de los guardias y le preguntó la hora pensado que su reloj estaba adelantado, y el guardia le dijo: - Son exactamente las 18:00 hrs. señor. Max sintió dudas, y se preguntó a otras personas que se encontraban esperando el autobús, confirmando una y otra vez más que el guardia tenía razón.

- No puede ser, he perdido una hora y no me he dado cuenta, se dijo a si mismo. Miró de reojo hacia el horizonte, y efectivamente la sensación de una menor luz le hacía entender que había perdido una hora sin darse cuenta.

El bus partía, y Max se quedó inmóvil, asombrado por lo ocurrido. Se sentó un rato en la estación y meditó en lo acontecido. Pronto se hizo de noche y volvió a casa, dejando de lado el motivo de su viaje. Caminó de vuelta por la misma calle que se había venido.
Al llegar a la casa, su señora le esperaba, y al ver su rostro lleno de preocupación, le preguntó: - ¿Cómo te fue en tu viaje? - No viajé, dijo Max, con cierto desánimo y desamparo. Magdalena, lo quedó viendo extrañada, y replicó: - Pero que dices, si hace dos días que te fuiste a trabajar. Max, asombrado por lo que escuchaba, no entendía nada, dándose cuenta de que no se trataba sólo de una hora perdida, sino que de dos días sin ninguna explicación racional. Intentó calmarse, que más podía hacer, inventar una especie de historia, o decir la verdad sin que le creyeran. El cuento daba lo mismo, a fin y al cabo, algo insólito había ocurrido y debía encontrar la respuesta.

Al otro día, Max emprendió su acostumbrado viaje, pero al caminar por la misma calle, lo hizo lentamente, a pasos temerosos. No pasó nada. Un poco más tranquilo prosiguió su marcha, conciente de que la historia contada en su casa fue lo suficientemente satisfactoria, como para no entrar en conflictos innecesarios.

Una vez en el trabajo, la gente le miraba con curiosidad, y le saludaban con cordialidad, hasta que llegó a donde se encontraba su jefatura. Entró en la oficina, y su rostro palideció al instante, cuando su jefe, le dijo: - Hola Max, pasa, cuéntame, ¿como te fue en tus vacaciones?, espero que estas tres semanas hayan sido reconfortantes, pasa y toma asiento. Max lo quedó viendo, y solo atinó a preguntar: - ¿Qué fecha es Hoy?, ante lo cual su contraparte contestó: Lunes de 14-Diciembre-2009, ¿Por qué preguntas?
Max no dijo nada, y simplemente se retiró denotando extrema preocupación.

No quiso hablar con nadie, y simplemente se retiró. Se sentó un instante a las afueras de una plaza cercana, y su vista quedó fija en una flor pequeña, de aspecto parecido a una maravilla. Había una brisa fresca y suave, que lo acompañaba en su profundo desconcierto. Se quedó fijo observando la flor, sintió un destello de luz, como cuando un foco en mal estado empieza a parpadear, y mientras esto ocurría, la flor cambiaba ligeramente de posición, así como la brisa que a su vez, también lo hacía en forma errática.

Era obvio, por más que no quisiera admitir lo sucedido, habían pasado varios días y no lo recordaba. Aunque estaba claro que no existía ningún tipo de omisión u olvido aparente de su parte.

No quiso dar más vueltas al asunto, trató de resignar su situación, pensó en su familia, y regresó a su casa. Buscó otras calles, dio una vuelta más extensa, para evitar el lugar que dio principio a esta locura. Mientras avanzaba, las calles las fue notando un tanto cambiadas a como las recordaba, otros colores, nuevas construcciones que no había visto, la plaza era distinta también. Pensó que sería porque no deambulaba con frecuencia por esos sectores.

Cuando por fin llegó a su casa, la vio distinta, su fachada era diferente. Sacó de su bolsillo unas llaves, y trató de abrir el portón principal que daba acceso al antejardín. Pero no pudo, porque simplemente la llave no encajaba en la cerradura. Pensó de inmediato, que otra vez estaría sucediendo lo mismo. Respiró hondo, contó hasta diez, y luego tocó a la puerta. Esperó unos minutos.

Desde su interior salió una mujer joven, de no más de 30 años, quién quedó petrificada cuando lo vio. Lágrimas de su rostro se desprendieron de inmediato, y con un sollozo profundo rápidamente le abrió la puerta abalanzándose sobre el, abrazándolo con vehemente ternura. No dijo nada, solo lloraba intensamente, en un lamento ahogado en una especie de confusa emoción entre pena y alegría que se traducía en una candente y angustiada sonrisa. Tomó su rostro con ambas manos y lo besó con cariño extremo, desesperada, luego de lo cual, con voz temblorosa le dijo: - ¿Has vuelto… por fin?, después de tantos años… te odio, te odio, te odio, repitió tres veces, golpeando su pecho con sus pequeñas manos empuñadas. Finalmente se aferró a el, entrecruzando sus manos buscando cobijo entre sus brazos grandes y fuertes. Max estaba asustado, no le conocía, pero algo instintivamente lo motivaba a corresponder el iracundo afecto que le mostraba aquella chica. Se sintió muy afectado emocionalmente, y se quedó prendido de ella por un largo rato sin pronunciar palabra alguna, hasta que se calmó.

Lo invitó a pasar, conversaron un par de horas por lo menos, ambos sorprendidos por lo que observaban. La chica no podía creer que aquel hombre fuese su padre perdido por tantos años y que había vuelto, estaba tal cual como lo vio por última vez, desde hacía más de veinte años. Nada en el había cambiado, era el mismo, conservado en forma idéntica a sus recuerdos de infancia.

Max afanosamente trataba de explicar lo sucedido, cosa que obviamente la chica no era capaz de asimilar, salvo por la evidencia de su juventud. Ella por su parte, le contaba detalles de su vida, y lo duro que fue perderle y que al poco tiempo su madre falleciera producto de un cáncer alojado bajo su costilla derecha. Le recordó siempre, de vez en cuando revisaban juntas las fotos familiares, acordándose de los paseos, las anécdotas, las travesuras y aventuras realizadas.

Tomó su mano, lo invitó a pasar al comedor, era ya la hora de almuerzo, y la chica le dijo: - Espérame papá, te preparo algo rápido y seguimos conversando. Max se sentó a la mesa y miró la casa en todos sus detalles, muchos de los cuales les parecía familiar e incluso conocidos, pero en general todo estaba cambiado. Sin duda, era su casa, restaurada totalmente.

Esperó a su hija con impaciente inquietud, el cansancio y el stress lo agobiaba, por un instante cerró sus ojos y al abrirlos notó que el cuarto donde estaba había cambiado de color, y no sólo eso, también la distribución de los muebles, ya no se encontraba en un comedor, sino en una sala de estar, rodeado de aparatos tecnológicos.

Un niño entraba corriendo por una de las puertas laterales, y se abalanzó sobre él, mientras le sonreía. Sostenía un juguete entre sus manos, era una mascota virtual con aspecto de vehículo, que le mostraba con desinhibida insistencia. Seguido del niño, un hombre alto y delgado irrumpió en la habitación, pidiendo calma al niño para que le dejara en paz a Max. Se acercó donde estaba y puso una de sus manos en su hombro derecho, y le dijo: - ¿Cómo estás tatita?, eres un caso único, desde que nuestra bisabuela nos contó no lo podíamos creer, y ahora que te veo, le doy crédito, ella tenía razón. Sé que estás conmocionado y desorientado, lo mismo que me dijeron que iba a suceder si te pillaba por aquí. Cada cierto tiempo vuelves, y cada vez a tiempos más distantes, así de improviso, siendo el mismo de siempre. Muchos te buscamos, pero desaparecías sin dejar rastro, y de vez en cuando aparecías por breves minutos, como ahora. Viejo, las cosas han cambiado, seguramente todo lo debes ver diferente, pero no te extrañes. – Toma, te traje una tacita de té, del que te gusta, según me contaba mi bisabuela, esta es la misma que te ofreció aquel día que desapareciste por última vez. Déjame que te cuente toda la historia.

Así estuvieron ambos hombres por largo rato charlando, recordando algunas cosas del diario vivir de cada época. Más las horas pasaban tan rápido, que pronto de madrugada se hizo y el cansancio invitaba a dormir. Aquel joven acomodó a Max en un sillón multifuncional, que contaba con todos los dispositivos necesarios para el descanso y el entretenimiento, contaba con algunos dispositivos táctiles de fácil e intuitivo manejo, por lo que fue fácil su manipulación para Max, que gustaba de todas esas maravillas tecnológicas que siempre imaginó.

Pasó la noche en vela, tratando de asimilar lo ocurrido, y utilizando el visor holográfico en alta velocidad. Quería entender que tanto había evolucionado todo, y buscando encontró unos archivos históricos de su árbol genealógico, que le resultó intrigante.
Parecía que iba a estallar, comprendía todo tan fácilmente, como si su mente se hubiese quitado un velo que lo cegaba. Estaba cansado, pero inquieto. Temía que nuevamente todo fuese a cambiar, sintiéndose perdido una vez más. Ya no tenía a nadie, ningún pariente, salvo el joven que le atendía amablemente.

Eran las 5:00 AM, el sol empezaba a entregar sus primeros rayos de luz cuando Max por fin se durmió.

El niño, que era sumamente inquieto, se acercó tiernamente, y lo tapó con una manta. Mientras lo hacía sus manos se transformaban radicalmente, sus dedos se alargaban y de cinco pasaban a cuatro, mientras su cuerpo crecía y se estilizaba por completo. Todo a su alrededor cambiaba radicalmente y la vegetación se hacía abundante por toda la habitación.

Eran las 6:00 AM, doscientos años después, cuando Max despertó abruptamente. Asustado, dio un brinco y se calló al suelo, sujetando sus piernas con una mano, mientras extendía la otra con sus dedos abiertos a más no poder. Trató de comunicarse con el ser que lo acompañaba: - ¿Dónde estoy?, ¿Qué eres tú?

En su desesperación quiso huir del lugar, y se dirigió por un corredor a la supuesta salida. El lugar no tenía muebles, ni puertas ni ventanas. Sólo era un corredor, un sol radiante en un fondo estrellado, y pese a su fuerte luz, todo se veía negro, salvo el piso iluminado por donde corría.

El ser caminó tranquilamente tras el, mientras Max insistía en que no se acercara. Su latido era intenso, su sobresalto era notoriamente angustiante, pero prontamente comprendió que era inútil escapar de su destino, todo aquello escapaba a una realidad posible, y que sin lugar a dudas, lo mejor que podía hacer era calmarse. El ser logró tranquilizarle, luego de eso, le habló en un idioma extraño, extendió su mano y le entregó a Max, dos objetos adheridos entre sí. Cuando Max los recibió, todo se vino a su mente a una extraordinaria velocidad, y recuperó cada detalle de sus recuerdos. En ese momento comprendió que su existencia tenía un propósito mucho más trascendente de lo que imaginaba, y que todo lo que alguna vez creyó como una vida perfecta era sólo una breve instancia de tiempo. Poseía un conocimiento total y absoluto, que en cada generación fue cultivando, casi sin darse cuenta.

Era tiempo de dar el siguiente paso, no sería el último, ni el primero, comprendía perfectamente lo que ocurría y que no existen los destinos, sino los continuos viajes donde se procede con la recopilación y captura del conocimiento necesario para dar un paso más en la constante evolución de las especies.

Miró al ser de cuatro dedos que extendía su mano en un gesto de despedida, iluminando su rostro en una tierna y cordial sonrisa. Ambos sabían que no era el final, sino, más bien el comienzo de un nuevo viaje hacia el universo distante.

Su cuerpo quedó petrificado en cuestión de segundos, iluminado solo por la luz que definidamente se concentraba bajo sus pies. Luego de eso, un punto brillante comenzó a emerger desde su cabeza irradiando múltiples colores, cada vez con mayor intensidad, ascendiendo lentamente con movimientos oscilantes y circulares. De pronto, sólo quedó una estela luminosa en línea recta hasta el cielo oscuro, y perdiéndose entre un grupo de similares características.

La criatura que lo acompañaba, conjuntamente con otros seres que se reunieron en el lugar, miraban curiosos el cúmulo de hermosas luces que revoloteaban en distintas direcciones sin dejar el perímetro que las mantenía unidas en la profundidad del espacio.

Max, era parte de aquel enjambre de luces, y pese a que ya no podía ver ni escuchar, ni sentir nada como lo hacía antes con sus cinco sentidos, captaba perfectamente lo que ocurría en su entorno. Formaba parte de una nueva forma de vida, era el último de su especie, un ser aparentemente común, pero con un propósito diferente.

Pasó un instante y el conjunto de luces se concentraron en un solo punto, donde precisamente se encontraba Max. Todo se volvió intenso, como una estrella de múltiples puntas y un centro esférico que denotaba una nueva forma de vida, más allá del entendimiento.

Muchos destellos rápidos y fugaces aparecieron por doquier, para luego desaparecer en la nada aparente. Sólo quedó el vacío oscuro y bello, rodeado de estrellas multicolores.

La ciudad y todos sus habitantes, se dispersaron, siguiendo con sus actividades como si nada. Mientras eso ocurría, los seres iban cambiando en aspecto y en atuendos, las estructuras y edificaciones también lo hacían, pasando de una arquitectura simplista y evolucionada a otra aún más ordenada y perfecta. Todo cambiaba a una extraordinaria velocidad, ciudades enteras pasaban de un estado a otro, y las formas de vida seguían sus caminos sin percatarse de ello.

Max se expandía y crecía en una forma extraordinariamente rápida, ya no como un destello de luz, si no como una masa casi orgánica y transparente, sin una forma definida. Los lugares que conoció no eran nada, al lado de los mundos que abarcaba bajo su manto uniforme. Todo lo que tocaba lo transformaba en conocimiento, planetas, estrellas, constelaciones, civilizaciones enteras eran meticulosamente modificadas tras su paso. Todo era perfeccionado a un extremo único, casi purificador.

Sentía intensamente cada momento, cada acto, cada alma que tocaba, y descubría en cada cambio una especie de restauración, donde el tiempo no existía, ni la noche, ni el día. Pero aún así, percibía que era parte de un todo, aún mayor. Cuando estuvo a punto de descubrir la respuesta de lo que sentía, todo de pronto se esfumó.

Eran las 17:01 hrs. de un día 14-Noviembre-2009. Caminaba un hombre con pasos presurosos en dirección al autobús. Cuando subió en la máquina, se ubicó rápidamente en uno de los asientos delanteros, revisó sus bolsillos, trajinó en busca de una billetera que sacó con presura. Desde ahí, se calló al piso una identificación que indicaba una fotografía y un nombre que decía: “Max”. El hombre quedó pensativo, la recogió con prolijo cuidado, la miró un instante mientras lentamente el bus partía, luego de eso, su mirada se clavó en el horizonte lejano, respiró hondo y pensó… que después de todo, algo positivo sí había sucedido, y aunque no lo sabía, todo estaba en su más profundo interior, ahí… por siempre guardado.

No hay comentarios.: