22 noviembre, 2009

44 (R)


Introducción:

A veces, una pequeña acción nos permite dar alegría y compañía a quién de alguna forma nos compete. No siendo habitual ni pan de todos los días, aunque sea un instante, es suficiente para recordar un buen momento, por toda una vida.

Historia:

Día sábado, fiebre y actividades, día de trekking que debía desechar, compromiso dejado para cuidar, y también para ser cuidado. Temprano todo empezó, apenas salía el sol, el diario vivir nos levantaba de madrugada. Desayuno y conversación en familia, algo cotidiano, pero poco tiempo nos precedía.

Un repentino dolor de cabeza y un mareo me sumergió de pronto en una necesidad inmensa de sueño al medio día. Sólo me recosté un rato, de lo cual pasaron por lo menos un par de horas. Miré como siempre mi buen amigo el teléfono, y vi la hora. Eran casi las 15:00 hrs. y ya estaba retrasado, intentando una vez más ganarle al tiempo, tomé mis prendas de siempre, todo en negro, una presurosa despedida de mis seres queridos, e hice lo que generalmente evito, manejar.

Pasé a buscar a uno de mis hermanos, era un día especial, un día de cumpleaños. Una larga travesía fue recorrer la ciudad, de extremo a extremo, no obstante, sin novedad llegamos. En el trayecto pensábamos en el regalo, pero por lo inusual del personaje enfiestado, eso no era necesario.

Cuando llegamos, vimos muchos autos nuevos estacionados, grandes camionetas de diversos colores a las afueras de la casa. A lo lejos, un personaje nos hacía señas, denotando fuerte y claro el brillo de su sonrisa. Fue un gusto saludarle, porque por lo general era inexpresivo en afectividades, y sin dudarlo un abrazo sincero se desprendió involuntario en su gesto.

Nos invitó a pasar, nos ofreció de todo, y sólo dos vasos de agua quisimos, símbolo de una clara señal de que después de tantos años aún existíamos, en aquel lugar de los gratos recuerdos.

Sus hermanos, ya adultos, de lo nevado del cielo, se rieron, estaba claro, porque nada perdura tanto cuando alguna vez de color negro, aquellos jóvenes cabellos fueron.

Conversamos de todo un poco, muchas cosas técnicas, y algo divertido, una bicicleta, unos muebles, unas pantallas, cables y muchos recuerdos sugeridos.

El intercambio fluyó tranquilo, y antes que se fuera el sol, partimos. De vuelta, en el auto comentábamos, sólo dos de unos cuantos invitados, fuimos. Pero que importante para el, fue el haber ido.

El hombre estaba contento y tranquilo, por lo menos así le vimos, conforme y sereno, porque sin esperarlo, ahí estuvimos. Qué fácil, que sencillo, es poder lograr la instancia de felicidad que merece un amigo.

Todo era tan igual, y todo era tan distinto.




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