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Partía muy luego, sin dejar señuelo, más con la visión siempre en su objetivo, su motivación, su razón, su cielo, una más pequeña que fue un día, y aunque ya más grande era, por siempre su niña sería.
Obligaciones, responsabilidades, todo eso era primero, es algo que claramente se entendía, más que ganas de hacer aquellos hermosos momentos algo más perduradero, unos minutos más, unos minutos menos.
El otro bastón como siempre seguía, ubicado en su trono, un reinado de profunda paz y sabiduría. Sabía desde años, que algo algún día sucedería, más con su paciente frente y con firme temple, sigiloso esperaría.
Su espera eterna, algún día su recompensa tendría, un nuevo momento para compartir aquello que nunca se decía. Sus labios estaban sellados, y su mente libre, bajo el manto de sus pensamientos que por siempre le acompañarían.
Dios, quién sabe porqué están hechas así las cosas, pero por algo sería. Un ahora y un después, como un conocimiento eterno que algún día a sus añosas manos volvería. Dos bastones fueron, dos bastones seguirían, en otro tiempo, en otro lugar, en otra armonía.
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