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Introducción:
La vida está llena de riesgos, muchas veces nos enfrentamos a ciertas dificultades que no esperamos, sin embargo, por lo general sabemos sobreponernos, pese a que a veces la situación parece imposible, todo resulta bien, salvo un detalle, que al final, nos hace entender lo equivocados que estamos.
Historia:
El grupo estaba conformado por siete personas, entre ellos, tres mujeres. Cada uno bien provisto de los elementos necesarios para la osada travesía, internarnos en unas cavidades subterráneas en busca de un camino alternativo bajo el subsuelo.
Habíamos recorrido ya varios kilómetros de árido e inhóspito pedregal. Estábamos deshidratados, y con bajos recursos de agua y comida. Debíamos encontrar un camino alternativo, por lo que nos fuimos internando en un sector con aparente humedad.
Un amigo Jorge y yo, nos habíamos adelantado. Nuestras mochilas, más livianas y compactas, nos permitían un menor esfuerzo. Pero nos habíamos alejado mucho del grupo. No obstante, los tres, llegamos hasta la entrada de una oscura caverna de enormes proporciones, conformada por abundante roquerío, y gigantescas rocas que parecían estar definidamente talladas en forma de cubos muy simétricos.
Cuando bajamos, llegamos a la entrada de la cavidad principal, donde se habría antes nosotros un enorme espacio y un túnel en el otro extremo de donde estábamos. El suelo, y pese a la poca luz, se alcanzaba a vislumbrar el brillo de un poco de agua de baja profundidad, era totalmente oscura y turbia, de un hedor intenso, pero soportable.
Apoyados con unos bastones que usamos como garrocha, logramos aproximarnos.
Cuando llegamos al nivel del subsuelo, nos aproximamos a una orilla, había unas grandes posas de agua que se nutría con algunas vertientes subterráneas que se escurrían desde las paredes. Yo con un bastón, un poco más largo que el resto, no me atreví, a saltar, el lugar parecía incierto y de dudosa estabilidad.
Jorge mucho más avezado si se atrevió a ir un poco más allá, y de un brinco pudo alcanzar el otro lado de un charco que se encontraba justo bajo nuestros pies. Cuando lo logró, exploró un poco el lugar con su linterna. Un ruido constante nos acompañaba en todo momento, como si hubiese un gran movimiento de agua rodeándonos a cada instante. Mi compañero y yo, nos quedamos pendientes desde un poco más arriba, y observábamos a Jorge como se dirigía lentamente hacia el túnel.
Sólo transcurrieron unos pocos minutos, cuando nos percatamos de que el agua empezaba a subir tras el avance de Jorge, hasta dejarle totalmente aislado en el medio de la caverna. Sin más alternativa, Jorge empezó a internarse aún más en dirección del túnel, que se encontraba a una mayor altura, no obstante, el agua abruptamente comenzó a subir de nivel cada vez más rápido, llegando hasta el nivel de sus rodillas.
El ruido alrededor se hacía cada vez más intenso, el lugar más brillante, producto del drenaje que se apreciaba desde todas partes.
Jorge desesperadamente comenzó a desplazarse hacia el túnel, pero el agua ya llegaba a su cintura y comenzaba a tomar un espesor inmovilizante.
Desde donde estábamos era imposible alcanzarle, no contábamos con cuerdas, y los largos palos que portábamos, de unos tres metros aproximadamente, sólo nos permitían constatar la enorme profundidad de agua que se estaba formando.
La situación era desesperada, mi compañero partió en busca del resto de los integrantes, ya que algunos portaban mejores implementos de emergencias y podrían comunicarse con un equipo de salvataje, además. Yo mientras comencé a bajar hasta lo que más pude. Desde donde estaba, el roquerío me imposibilitaba acercarme más. Sólo podía contemplar casi en tinieblas lo inevitable.
Jorge a lo lejos, me hacía señales, y me indicaba que buscaría una salida por el túnel. De esa forma se fue alejando cada vez más, hasta perderse en la total oscuridad. Por más que le gritaba, en un momento dado, ya no contestó más.
Cuando el grupo llegó, había pasado por lo menos unas tres horas, ya mis baterías se estaban acabado, por lo que también me estaba quedando atrapado. El agua había inundado todo el lugar, incluso llegaba a cubrir la mitad del túnel. No había señales de Jorge, ni nada que nos pudiese indicar si aún seguía con vida.
Uno de los integrantes del grupo había llamado a un servicio de rescatistas de la zona, los cuales llegaron a las horas después en un helicóptero. Por lo menos ellos si contaban con equipo adecuado, unos trajes de buzo profesionales y buena iluminación.
Se improvisó una balsa, conformada por cañas de bambú, que flotaban bastante bien en la espesura del ennegrecido y viscoso líquido, y así lograron internarse con seguridad por el túnel.
Tres horas más tarde, volvían en la balza, con Jorge recostado de espaldas sobre ella. Estaba inconciente, pero vivo por lo que indicaban los paramédicos que le asistían.
Entre todos consensuamos, que en aquella travesía no estaba contemplado un riesgo tan inesperado. Todos éramos precavidos y cuidadosos. Sin embargo, estábamos ahí, y lo que observábamos, era a nuestro amigo, salvado milagrosamente.
Cuando salimos, todos nos abrazamos, en un gesto solidario, felices por haber recuperado a nuestro amigo Jorge, embarrado y empapado completamente, pero en una sola pieza.
Todos estábamos contentos, a su vez, Jorge estaba recuperando el conocimiento. Abrió sus ojos, y nos quedó viendo con un dejo de extrañeza, al parecer no escuchaba bien o no comprendía lo que decíamos. Entonces se produjo un silencio, y Jorge sujetó fuertemente mi mano, y sólo dijo: “Ne me laisse pas seul”.
Luego de eso, todo se desvaneció ante mí.
La vida está llena de riesgos, muchas veces nos enfrentamos a ciertas dificultades que no esperamos, sin embargo, por lo general sabemos sobreponernos, pese a que a veces la situación parece imposible, todo resulta bien, salvo un detalle, que al final, nos hace entender lo equivocados que estamos.
Historia:
El grupo estaba conformado por siete personas, entre ellos, tres mujeres. Cada uno bien provisto de los elementos necesarios para la osada travesía, internarnos en unas cavidades subterráneas en busca de un camino alternativo bajo el subsuelo.
Habíamos recorrido ya varios kilómetros de árido e inhóspito pedregal. Estábamos deshidratados, y con bajos recursos de agua y comida. Debíamos encontrar un camino alternativo, por lo que nos fuimos internando en un sector con aparente humedad.
Un amigo Jorge y yo, nos habíamos adelantado. Nuestras mochilas, más livianas y compactas, nos permitían un menor esfuerzo. Pero nos habíamos alejado mucho del grupo. No obstante, los tres, llegamos hasta la entrada de una oscura caverna de enormes proporciones, conformada por abundante roquerío, y gigantescas rocas que parecían estar definidamente talladas en forma de cubos muy simétricos.
Cuando bajamos, llegamos a la entrada de la cavidad principal, donde se habría antes nosotros un enorme espacio y un túnel en el otro extremo de donde estábamos. El suelo, y pese a la poca luz, se alcanzaba a vislumbrar el brillo de un poco de agua de baja profundidad, era totalmente oscura y turbia, de un hedor intenso, pero soportable.
Apoyados con unos bastones que usamos como garrocha, logramos aproximarnos.
Cuando llegamos al nivel del subsuelo, nos aproximamos a una orilla, había unas grandes posas de agua que se nutría con algunas vertientes subterráneas que se escurrían desde las paredes. Yo con un bastón, un poco más largo que el resto, no me atreví, a saltar, el lugar parecía incierto y de dudosa estabilidad.
Jorge mucho más avezado si se atrevió a ir un poco más allá, y de un brinco pudo alcanzar el otro lado de un charco que se encontraba justo bajo nuestros pies. Cuando lo logró, exploró un poco el lugar con su linterna. Un ruido constante nos acompañaba en todo momento, como si hubiese un gran movimiento de agua rodeándonos a cada instante. Mi compañero y yo, nos quedamos pendientes desde un poco más arriba, y observábamos a Jorge como se dirigía lentamente hacia el túnel.
Sólo transcurrieron unos pocos minutos, cuando nos percatamos de que el agua empezaba a subir tras el avance de Jorge, hasta dejarle totalmente aislado en el medio de la caverna. Sin más alternativa, Jorge empezó a internarse aún más en dirección del túnel, que se encontraba a una mayor altura, no obstante, el agua abruptamente comenzó a subir de nivel cada vez más rápido, llegando hasta el nivel de sus rodillas.
El ruido alrededor se hacía cada vez más intenso, el lugar más brillante, producto del drenaje que se apreciaba desde todas partes.
Jorge desesperadamente comenzó a desplazarse hacia el túnel, pero el agua ya llegaba a su cintura y comenzaba a tomar un espesor inmovilizante.
Desde donde estábamos era imposible alcanzarle, no contábamos con cuerdas, y los largos palos que portábamos, de unos tres metros aproximadamente, sólo nos permitían constatar la enorme profundidad de agua que se estaba formando.
La situación era desesperada, mi compañero partió en busca del resto de los integrantes, ya que algunos portaban mejores implementos de emergencias y podrían comunicarse con un equipo de salvataje, además. Yo mientras comencé a bajar hasta lo que más pude. Desde donde estaba, el roquerío me imposibilitaba acercarme más. Sólo podía contemplar casi en tinieblas lo inevitable.
Jorge a lo lejos, me hacía señales, y me indicaba que buscaría una salida por el túnel. De esa forma se fue alejando cada vez más, hasta perderse en la total oscuridad. Por más que le gritaba, en un momento dado, ya no contestó más.
Cuando el grupo llegó, había pasado por lo menos unas tres horas, ya mis baterías se estaban acabado, por lo que también me estaba quedando atrapado. El agua había inundado todo el lugar, incluso llegaba a cubrir la mitad del túnel. No había señales de Jorge, ni nada que nos pudiese indicar si aún seguía con vida.
Uno de los integrantes del grupo había llamado a un servicio de rescatistas de la zona, los cuales llegaron a las horas después en un helicóptero. Por lo menos ellos si contaban con equipo adecuado, unos trajes de buzo profesionales y buena iluminación.
Se improvisó una balsa, conformada por cañas de bambú, que flotaban bastante bien en la espesura del ennegrecido y viscoso líquido, y así lograron internarse con seguridad por el túnel.
Tres horas más tarde, volvían en la balza, con Jorge recostado de espaldas sobre ella. Estaba inconciente, pero vivo por lo que indicaban los paramédicos que le asistían.
Entre todos consensuamos, que en aquella travesía no estaba contemplado un riesgo tan inesperado. Todos éramos precavidos y cuidadosos. Sin embargo, estábamos ahí, y lo que observábamos, era a nuestro amigo, salvado milagrosamente.
Cuando salimos, todos nos abrazamos, en un gesto solidario, felices por haber recuperado a nuestro amigo Jorge, embarrado y empapado completamente, pero en una sola pieza.
Todos estábamos contentos, a su vez, Jorge estaba recuperando el conocimiento. Abrió sus ojos, y nos quedó viendo con un dejo de extrañeza, al parecer no escuchaba bien o no comprendía lo que decíamos. Entonces se produjo un silencio, y Jorge sujetó fuertemente mi mano, y sólo dijo: “Ne me laisse pas seul”.
Luego de eso, todo se desvaneció ante mí.
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