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Introducción:
Ayer fue un día diferente, que me hizo reflexionar el porqué de cierta reacción personal involuntaria que se me produce cuando alguien se acerca. Es curioso, pero yo me puedo acercar, que generalmente es en forma breve y discreta, pero me incomoda de sobremanera cuando alguien, quien sea, se me acerca. Que contradictorio dirían algunos, pero así es.
Historia:
Era lunes, un día nublado, en la tarde, próximo a la hora de salida. Trabajaba normalmente como cualquier día, y el teléfono silenciosamente anunciaba un llamado, era mi familia que estaba cerca del sector en que me encontraba, y que por la proximidad de la hora nos podríamos juntar. Les pedí paciencia porque aún me faltaba para salir y cosas que hacer, les dije que se dieran una vuelta. Luego reflexioné, al poco rato, les llamé y les dije que si querían me pasaran a buscar, y que me esperaran en recepción. Había notado un dejo al otro lado del teléfono, un sentimiento de rechazo se podría generar, sin que fuese así. Después confirmé que esa hipótesis era correcta.
Cuando llegaron, me fui directo a la sala de recepción, ahí sucedió lo inesperado, mi pequeña apenas me vio se avanzó sobre mí, extendiendo sus bracitos en señal de cariño, yo sin darme cuenta la sujeté, suavemente, le pedí mesura y compostura. Sin querer la alejé. Mi señora me observó con detenimiento, y como ya me conoce, me comprendía, y se rió porque sabía que estaba incómodo, para así alivianar mi pudor. “Un tipo tan serio mostrando emociones en público, que horror”, el letrero pegado en mi frente, luminoso se prendía.
Una sensación tan extraña, con el profundo cariño que les tengo, en ningún caso era rechazo, era sólo incomodidad, y ahora comprendo y entiendo el porqué. No son los seres que quiero los que me incomodan, si no la gente extraña que puede estar observando mi parte afectiva, era eso, y no me percataba la pena que podía producir a la otra persona, un rechazo de mi parte, sin serlo.
Era mi pequeña hija, que mayor y más puro tesoro por sobre todas las cosas puede existir. La palabra “rechazo” la ví clavada en sus ojos llenos de incomprensión y extrañeza, totalmente justificados por mi malograda acción. Que tontera la mía.
No tenía palabras, muy serio me quedé unos segundos, y comprendí como era todo desde el otro lado de la moneda. Ahora entendía y que pena sentí, sin hacerlo notorio siquiera, les dije que me esperaran, y en silencio me fui. Una cosa me quedaba sumamente clara, la privacidad es algo importante, y aunque escriba esto en un blog público, nadie me negará, que no hay mayor tesoro en la vida que un sentimiento, y que este no es para mostrarlo a cualquiera. La comprensión de otros, ajenos, que ven desde afuera, jamás podrá entender el interior visto desde adentro, por lo tanto, no son merecedores de aquella gran virtud, mi parte de ese tesoro.
Es propio de nuestra naturaleza, nuestro diseño de fábrica, el ser egoístas en cierta forma, tener virtudes y defectos, pensar en nosotros mismos en primera instancia, no siempre ser empáticos, tal vez por un motivo de subsistencia. Sucede cuando vamos al médico y nos desvestimos, o en lugares públicos, donde la gente se baña, sentimos pudor por nuestros cuerpos, o cuando se gesta un beso y alguien observa desde cerca o incluso de lejos, o cuando hacemos deporte y se sufre una caída, o cuando alguien oculta un defecto físico bajo su bolsillo por falta de dedos en la mano, o cuando las personas se desenfocan o se equivocan de lugar, de persona o de tiempo, en fin… podría citar muchos ejemplos.
El tema es que sentimos la necesidad de la privacidad, aquella tan necesaria para demostrar un afecto puro y limpio, que por muy cercano y querido que sea nuestro ser amado, no siempre es cómodo expresar emociones intensas en público.
Obviamente hay personas que no se preocupan de estos detalles, respetable, algo que tal vez los hace mas libres incluso, pero en fin, no todos somos iguales. En este mundo hay de todo.
No lo había notado hasta ahora, cuando percibí los pensamientos de mi pequeñita, sólo entonces comprendí lo que ella sentía.
Es inevitable… pero mejorable.
Ayer fue un día diferente, que me hizo reflexionar el porqué de cierta reacción personal involuntaria que se me produce cuando alguien se acerca. Es curioso, pero yo me puedo acercar, que generalmente es en forma breve y discreta, pero me incomoda de sobremanera cuando alguien, quien sea, se me acerca. Que contradictorio dirían algunos, pero así es.
Historia:
Era lunes, un día nublado, en la tarde, próximo a la hora de salida. Trabajaba normalmente como cualquier día, y el teléfono silenciosamente anunciaba un llamado, era mi familia que estaba cerca del sector en que me encontraba, y que por la proximidad de la hora nos podríamos juntar. Les pedí paciencia porque aún me faltaba para salir y cosas que hacer, les dije que se dieran una vuelta. Luego reflexioné, al poco rato, les llamé y les dije que si querían me pasaran a buscar, y que me esperaran en recepción. Había notado un dejo al otro lado del teléfono, un sentimiento de rechazo se podría generar, sin que fuese así. Después confirmé que esa hipótesis era correcta.
Cuando llegaron, me fui directo a la sala de recepción, ahí sucedió lo inesperado, mi pequeña apenas me vio se avanzó sobre mí, extendiendo sus bracitos en señal de cariño, yo sin darme cuenta la sujeté, suavemente, le pedí mesura y compostura. Sin querer la alejé. Mi señora me observó con detenimiento, y como ya me conoce, me comprendía, y se rió porque sabía que estaba incómodo, para así alivianar mi pudor. “Un tipo tan serio mostrando emociones en público, que horror”, el letrero pegado en mi frente, luminoso se prendía.
Una sensación tan extraña, con el profundo cariño que les tengo, en ningún caso era rechazo, era sólo incomodidad, y ahora comprendo y entiendo el porqué. No son los seres que quiero los que me incomodan, si no la gente extraña que puede estar observando mi parte afectiva, era eso, y no me percataba la pena que podía producir a la otra persona, un rechazo de mi parte, sin serlo.
Era mi pequeña hija, que mayor y más puro tesoro por sobre todas las cosas puede existir. La palabra “rechazo” la ví clavada en sus ojos llenos de incomprensión y extrañeza, totalmente justificados por mi malograda acción. Que tontera la mía.
No tenía palabras, muy serio me quedé unos segundos, y comprendí como era todo desde el otro lado de la moneda. Ahora entendía y que pena sentí, sin hacerlo notorio siquiera, les dije que me esperaran, y en silencio me fui. Una cosa me quedaba sumamente clara, la privacidad es algo importante, y aunque escriba esto en un blog público, nadie me negará, que no hay mayor tesoro en la vida que un sentimiento, y que este no es para mostrarlo a cualquiera. La comprensión de otros, ajenos, que ven desde afuera, jamás podrá entender el interior visto desde adentro, por lo tanto, no son merecedores de aquella gran virtud, mi parte de ese tesoro.
Es propio de nuestra naturaleza, nuestro diseño de fábrica, el ser egoístas en cierta forma, tener virtudes y defectos, pensar en nosotros mismos en primera instancia, no siempre ser empáticos, tal vez por un motivo de subsistencia. Sucede cuando vamos al médico y nos desvestimos, o en lugares públicos, donde la gente se baña, sentimos pudor por nuestros cuerpos, o cuando se gesta un beso y alguien observa desde cerca o incluso de lejos, o cuando hacemos deporte y se sufre una caída, o cuando alguien oculta un defecto físico bajo su bolsillo por falta de dedos en la mano, o cuando las personas se desenfocan o se equivocan de lugar, de persona o de tiempo, en fin… podría citar muchos ejemplos.
El tema es que sentimos la necesidad de la privacidad, aquella tan necesaria para demostrar un afecto puro y limpio, que por muy cercano y querido que sea nuestro ser amado, no siempre es cómodo expresar emociones intensas en público.
Obviamente hay personas que no se preocupan de estos detalles, respetable, algo que tal vez los hace mas libres incluso, pero en fin, no todos somos iguales. En este mundo hay de todo.
No lo había notado hasta ahora, cuando percibí los pensamientos de mi pequeñita, sólo entonces comprendí lo que ella sentía.
Es inevitable… pero mejorable.
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