Introducción:
Muchas veces, nos encontramos con situaciones que nos hacen meditar, que somos, que fuimos, y en qué nos convertimos. No obstante, siempre existirá aquella esencia básica que nos identifica, y nos permite ver más allá de nuestros limitantes sentidos, haciéndonos entender, que no estamos solos, que siempre habrá alguien a nuestro lado, y que depende de nosotros mismos el poder apreciar su desinteresada compañía.
Historia:
Sus pies descalzos se hundían en la tibieza de la arena, era de tarde, y un viento fresco acariciaba su rostro con total ternura. Nadie alrededor, por lo menos cerca, era tan solo un momento ameno y tranquilo que invitaba a meditar. Sus pensamientos viajaban lejos, y el portal abierto, claramente dejaba entre ver, aquello que no le abandonaría jamás.
Cerró sus ojos entonces, con suavidad, y con la embriaguez de sus recuerdos se quedo un instante de pie, inmóvil, abrió levemente sus labios, respiró profundo, y en un emotivo suspiro recogió las señales de su sentir. Una sensación extraña le acompañaba en su estómago, entonces plegó sus brazos entrecruzándolos casi tocando su hombros, mientas ladeaba inclinadamente su cabeza en un gesto de nostálgico cobijo.
De pronto, una gota se desplazó lentamente por su rostro, desprendiéndose de su mirada, hasta caer en las aguas de la inmensidad, las mismas que bañaban sus pies en su larga caminata. Pensó un instante, algunos segundos que parecieron eternos, y así los ¿por qué? fluyeron en su mente, sin todas las respuestas que necesitaba, y aunque tenía un don, no se convencía de aquella lejana realidad que le envolvía.
Quería volar, como las aves, libre en la inmensidad del espacio, y poder extender sus alas más allá de lo ya conocido. Ir y venir a su entero antojo, poseer la textura de su altura entre sus manos y escuchar aunque sea por un instante, el latido de su aparente control.
Dio dos pasos más, y reflexionó en su interior, que pese a su don, su esfuerzo, sus promesas de éxito y abundancia, su constante lucha de auto superación era lo que más importaba en esos momentos. Eso era lo correcto, la lógica por lo menos así lo indicaba.
Aún así, pese a sus esfuerzos, lo imborrable, por más que quisiera, perduraba, al lado de sus pies descalzos, que en cada paso, con su diálogo ameno, desde siempre, le acompañaba.
Muchas veces, nos encontramos con situaciones que nos hacen meditar, que somos, que fuimos, y en qué nos convertimos. No obstante, siempre existirá aquella esencia básica que nos identifica, y nos permite ver más allá de nuestros limitantes sentidos, haciéndonos entender, que no estamos solos, que siempre habrá alguien a nuestro lado, y que depende de nosotros mismos el poder apreciar su desinteresada compañía.
Historia:
Sus pies descalzos se hundían en la tibieza de la arena, era de tarde, y un viento fresco acariciaba su rostro con total ternura. Nadie alrededor, por lo menos cerca, era tan solo un momento ameno y tranquilo que invitaba a meditar. Sus pensamientos viajaban lejos, y el portal abierto, claramente dejaba entre ver, aquello que no le abandonaría jamás.
Cerró sus ojos entonces, con suavidad, y con la embriaguez de sus recuerdos se quedo un instante de pie, inmóvil, abrió levemente sus labios, respiró profundo, y en un emotivo suspiro recogió las señales de su sentir. Una sensación extraña le acompañaba en su estómago, entonces plegó sus brazos entrecruzándolos casi tocando su hombros, mientas ladeaba inclinadamente su cabeza en un gesto de nostálgico cobijo.
De pronto, una gota se desplazó lentamente por su rostro, desprendiéndose de su mirada, hasta caer en las aguas de la inmensidad, las mismas que bañaban sus pies en su larga caminata. Pensó un instante, algunos segundos que parecieron eternos, y así los ¿por qué? fluyeron en su mente, sin todas las respuestas que necesitaba, y aunque tenía un don, no se convencía de aquella lejana realidad que le envolvía.
Quería volar, como las aves, libre en la inmensidad del espacio, y poder extender sus alas más allá de lo ya conocido. Ir y venir a su entero antojo, poseer la textura de su altura entre sus manos y escuchar aunque sea por un instante, el latido de su aparente control.
Dio dos pasos más, y reflexionó en su interior, que pese a su don, su esfuerzo, sus promesas de éxito y abundancia, su constante lucha de auto superación era lo que más importaba en esos momentos. Eso era lo correcto, la lógica por lo menos así lo indicaba.
Aún así, pese a sus esfuerzos, lo imborrable, por más que quisiera, perduraba, al lado de sus pies descalzos, que en cada paso, con su diálogo ameno, desde siempre, le acompañaba.
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