10 septiembre, 2010

Mi niño


Introducción:

Esta historia en particular, se trata de un niño de no más de diez años, quién está en un mundo totalmente normal y próspero, pero que sin embargo, nota la presencia de algo, o de alguien que intenta comunicarse desde algún mundo lejano.

Mi niño

Mi niño, mi pequeño niño, estarías bien, lo sé, llegarías a ser grande entre los grandes, por su puesto que sí, bien apoyado y en los mejores lugares, siempre con los mejores contactos. No obstante, estarías al desamparo de mi presencia, enajenado en otras costumbres, en otra cultura, en otras reglas ajenas. Una voz grave dirigiría tus pasos, y en un comienzo creerías en el camino encausado. Pero todo en la vida es cuestión de tiempo, y me sentirías, justo después de quince años, cuando ya la libertad aproxime mis últimos pasos.

Sé exactamente como sería, y aún así, tan real he estado, conciente de que en otras vidas, a mi niño pequeño si lo he llevado. Caminados, corriendo juntos, tomados de la mano, jugando en los plumones de un tiempo pasado, en los movimientos de las piezas de ajedrez, bajo la sombra de un buen árbol, el mismo que por siempre me ha cobijado.

Sé que estás, sé que existes, y también sé que piensas en mi, pequeño bandido, hay algo en tu mundo perfecto, que te lleva a mi contacto. También dialogas, también te cuestionas lo extraño de esta vida, de las cosas que nos rodean, lo abstracto. Aún eres muy pequeño, pero lo sabes, desde ya lo percibes, aún con tus diez años.

Qué haces ahora, no puedo saberlo, sólo sé que tus manos crean algo, figuras, batallones completos, de ingenio, en madera llenos de imaginación y de encanto. Los más grandes no te entienden, y tú los notas con sus rostros desencajados, que por más que te miran, no saben lo que en tu interior se guarda desde temprano.

Eres astuto, porque les miras de reojo, contienes tu sana risa inocente y alegre, para que no noten que ya sabes observar más allá de lo enseñado.

El mundo en que estás, es único, es perfecto, no como este, desaliñado, y como ya bien te habrás dado cuenta, son siete los cruzados, el tuyo el mío y cinco más, que son los primarios. El resto, son meras secuencias que seguirán hilando. Como sea, no importa si lo entiendes por ahora, pero estarás más cerca de poder lograrlo.

A veces quisiera que me vieras, pero eso no es posible, porque quebrantaría la regla universal de esta armonía que tanto cuidamos. Armonía impuesta, armonía encontrada, armonía de los mundos que conviven en condiciones distintas, en un mismo espacio.

Te observo y hay momentos en que te quedas pensando, sabes que hay algo, sabes que estoy presente, y juegas a ignorarlo. Te encierras en tu mundo, y a su vez compartes los mismos juegos que alguna vez jugué, con la imaginación infinita de los círculos que nos muestra aquel cirrus lo alto.

Están los que deben estar, no más de tres, no más que cuatro, en un lugar hermoso, donde la soledad no existe, donde la prosperidad y la bondad se respiran, en un ambiente más equilibrado.

Tú, que aún eres pequeño, aún eres un niño, sólo debes continuar por la senda de tu propia existencia, aquella que alguna vez nos unirá, para intentar descubrir, la salida de este crucigrama, que nos mantiene ocupados.

Claro que sí, tienes razón, y ni siquiera necesito escucharlo, no es la acción, ni si quiera es lo que hagamos, es más bien como dar un paseo, un pensamiento a la vez, sin apuros, y un instante mejor, un momento cruzado. Juegas a creer, pero en tu interior está la propia verdad, única y pura, que a veces compartes con aquel más grande, que te cuida en mi ausencia, en otro universo, con otras ideas más humanas, más aterrizadas a lo cotidiano, pero no menos cierto.

No te preocupes mi niño, crece sin apuros, algún día nos encontraremos, no sé si con estos mismos ojos, te podré ver algún día, no sé si con otro envase esté cubierto, más sólo sé que ahí estaremos, descubriendo juntos una única verdad, sujetos a un mismo sendero.





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