03 diciembre, 2010

Nocturno

Introducción

Es un día extraño, como muchos otros, frío y calor, nublado y sol. El clima preludiaba lo inevitable, dejando su mensaje en manos de aquellos pocos que podrían descifrar lo indecifrable.


Pensar era agotador y a veces quería sólo dormir, con la sensación de estar flotando en una nube, y observando el mundo tal cual y como es, o como quisiera, y de pronto todo sucumbía sin aviso ni tregua.

Nocturno

Era de noche, algo distinto, tenue y brillante, de un día 01/12/2014. El lugar, algo antiguo, poseía una terraza vestida de loza en cuadros dibujados, un tanto rústicos, algunos trizados, pero en general ordenados. Las barandas levemente desteñidas, eran redondas, de madera tallada de cierto grosor, aún firmes, y en mejor estado que las ventanas, levemente descascaradas. El recinto en su interior vestía largos tablones de roble muy bien cuidados y lustrosos, hacía calor a ratos, y más adentro que afuera. Alguien acompañaba en aquel momento, sentado desde un rincón, quién sereno se quedó fumando un cigarrillo, mientras el otro se permaneció de pie con sus brazos entrecruzados en su espalda, observando y mirando las luciérnagas quietas de una ciudad plenamente iluminada. Ya eran casi las 3:00 AM de la madrugada.

Habían escuchado -“Vamos y volvemos”, gran mentira, muy típica por cierto, a eso de las 12:00 AM. Luego de eso las horas pasaron fugaces pero tranquilas, y sobretodo, gratas, en aquel mundo de contemplación, entre el paisaje, la vegetación, la ciudad, y la algarabía.

La suavidad de una música invitaba a meditar, nada sobraba y nada carecían, en aquella casa espectral, donde nadie más estaría. Casi cuatro pisos eran, para cuatro que inmersos estarían, cercanos a la populosa ciudad y la avenida.

Las cortinas, suaves y delicadas, como ánimas blancas en pena, danzaban al compás del viento entre aquellos grandes y largos ventanales etre abiertos, señal clara de que ya vendrían.

Por fin habían vuelto, ya eran las 3:50 AM. Se percibía buena vibra, ya menos ruidos, y un dejo de sortilegio y complicidad que confundía.

Afuera estaba el, aún contemplando las luciérnagas, cuando le sintió llegar, ella se acercó con prudencia, despacio, tan natural como podía, una delgada figura que con un dejo a escusa se ganó cerca de su eterna calma, que inmutablemente en su meditación proseguía. Una sonrisa intensamente blanca iluminaba aquel rostro, que con pocas palabras indicaba que todo estaba bien, todo en orden, y que pese a la tenuidad de sus labios enrojecidos, que le delataban con pericia.

Cuatro eran, más los otros ya no vendrían, en tan solo un instante de paz, tranquilos se quedaron, bajo la luz tenuidad de la luna que los cubría, contemplando la ciudad desde la cima, observando como poco a poco las vivaces luces de la ciudad sucumbían.

Un momento distinto era, del cual partir no querían, hasta que la luz cegadora de un nuevo amanecer anunciaba que prontamente sobre sus cuerpos brillaría.

El nocturno despierto estaba, pero ya amanecía.



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