![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9Ej1apnhF11w6VgSOkEIZS1Cpi7vwpMf3FBgGlzP0DNqchex_BpfvY_oNawC90-dfgx6GQeiASMjYLP_H-z2j7g5hu8YezHwPVJwxurZBA32CctFOj-yEuocnLULBODg6EBlsnw/s200/Intercomunicador+Mental.jpg)
Pasaron unos cuantos días y la señal se desvanecía casi por completo. El intercomunicador de M, pese a su buen funcionamiento ya no lograba sintonizar ningún dial, el aislamiento en la zona local hacía presagiar que todo sería muy distinto, producto de la interferencia y la distancia. Sus compañeros estaban en la misma encrucijada, pero sus pensamientos se enfocaban en otras direcciones. I, uno de los integrantes del grupo, observaba a M con cierta curiosidad, y en forma insistente buscaba sacar alguna pista de tal excesiva preocupación, disimulando entre cortesía y esmeradas atenciones. E, por su parte, hacía denotar su poderío y habilidad, siempre obsesionado, haciendo denotar a los demás, superioridad y liderazgo, creyéndose un vencedor imparable por sobre los demás.
El silencio abrumador de la calurosa noche mantenía la vigilia intacta a razón de una gota de esperanza. Las horas pasaban lentamente y lo que M había soñado por tanto tiempo, se iba transformando en algo tan abstracto como extraño.
Encendió una vela roja para apaciguar su inquietud, eso le permitiría ver la oscilación de la llama, y aclarar sus ideas en medio de la nada. Casi en forma hipnótica, seguía con atención su movimiento oscilante, y por más que trataba no podía lograr su objetivo mental. Un conjunto de ideas, y presiones sujetas a su responsabilidad, constantemente le desviaban de su concentración, pese a procurar un instante a solas, sin interrupción de terceros.
La fascinación del lugar, de aspecto trópico y urbano a la vez, le cautivaba sobremanera a M, sin embargo entendía que todo aquel encandilamiento, quedaría atrás, y tarde o temprano volvería a su planeta de origen.
El intercomunicador denotaba una lucecita parpadeante que M podía vislumbrar desde su piltra. La observaba con atención, quizás con la esperanza de recibir alguna señal, algún indicio de que aún seguía el nexo planetario. Pero nada es como se espera, después de varios trasnoches, insomnios, el cansancio finalmente le venció, y en un parpadear cerró sus ojos y se durmió profundamente.
En sus sueños, M vio un montón de números y ecuaciones se reflejaban como una maya interminable de hilos entrelazados, que darían solución a su misión. Observó con atención, y muchas de las cifras se acomodaban en distintas posiciones, lo cual conllevó su sueño hacia algo más tangible. Una silueta tenue se configuraba en su mente a ratos con cierta dificultad, diluyéndose entre confusas imágenes abstractas.
En mitad de la noche, despertó de improviso, con desorientación miró la lucecita adjunta, y vio la hora. Sentía calor y una humedad inusual, pero de inmediato se tranquilizó, había encontrado la solución. Su tarea no sería en vano, y pronto volvería, comprendiendo que sin importar la situación, los lugares recorridos, las personas contactadas, y las palabras escuchadas, el intercomunicador no era el único medio plausible.
Al otro día, sacó unos documentos, en los cuales escribió unas notas para no olvidar, era un informe que dejó para ser transmitidas a la base a su regreso. Comprendió entonces que su misión no sería interrumpida por nada, y sin importar la distancia estelar, el origen siempre vuelve a su cause natural, como una necesidad, que aún sin su intercomunicador, por siempre prevalecerá.
El silencio abrumador de la calurosa noche mantenía la vigilia intacta a razón de una gota de esperanza. Las horas pasaban lentamente y lo que M había soñado por tanto tiempo, se iba transformando en algo tan abstracto como extraño.
Encendió una vela roja para apaciguar su inquietud, eso le permitiría ver la oscilación de la llama, y aclarar sus ideas en medio de la nada. Casi en forma hipnótica, seguía con atención su movimiento oscilante, y por más que trataba no podía lograr su objetivo mental. Un conjunto de ideas, y presiones sujetas a su responsabilidad, constantemente le desviaban de su concentración, pese a procurar un instante a solas, sin interrupción de terceros.
La fascinación del lugar, de aspecto trópico y urbano a la vez, le cautivaba sobremanera a M, sin embargo entendía que todo aquel encandilamiento, quedaría atrás, y tarde o temprano volvería a su planeta de origen.
El intercomunicador denotaba una lucecita parpadeante que M podía vislumbrar desde su piltra. La observaba con atención, quizás con la esperanza de recibir alguna señal, algún indicio de que aún seguía el nexo planetario. Pero nada es como se espera, después de varios trasnoches, insomnios, el cansancio finalmente le venció, y en un parpadear cerró sus ojos y se durmió profundamente.
En sus sueños, M vio un montón de números y ecuaciones se reflejaban como una maya interminable de hilos entrelazados, que darían solución a su misión. Observó con atención, y muchas de las cifras se acomodaban en distintas posiciones, lo cual conllevó su sueño hacia algo más tangible. Una silueta tenue se configuraba en su mente a ratos con cierta dificultad, diluyéndose entre confusas imágenes abstractas.
En mitad de la noche, despertó de improviso, con desorientación miró la lucecita adjunta, y vio la hora. Sentía calor y una humedad inusual, pero de inmediato se tranquilizó, había encontrado la solución. Su tarea no sería en vano, y pronto volvería, comprendiendo que sin importar la situación, los lugares recorridos, las personas contactadas, y las palabras escuchadas, el intercomunicador no era el único medio plausible.
Al otro día, sacó unos documentos, en los cuales escribió unas notas para no olvidar, era un informe que dejó para ser transmitidas a la base a su regreso. Comprendió entonces que su misión no sería interrumpida por nada, y sin importar la distancia estelar, el origen siempre vuelve a su cause natural, como una necesidad, que aún sin su intercomunicador, por siempre prevalecerá.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario