10 septiembre, 2010

"G"



Introducción

Increíble, ya es viernes, que rápido pasan los días, es tiempo de un cuentito, una simple idea que se convierte en fantasía. Esta historia, nace de mirar un teclado, y haber fijado la vista en una de sus letras, la cual parece una flecha apuntando hacia si misma. Bueno, una cosa llama a la otra, y de pronto la luz ilumina nuestros pensamientos hacia un mundo que todos tenemos justo al frente de nuestras propias narices, pero que sin embargo nos cuesta asimilar y comprender su significado.

“G”

El símbolo se encontraba alojado en una plataforma que sostenía un conjunto de otros símbolos, cada uno era utilizado según la necesidad, y cada uno poseía la facultad para cambiar al mundo en su diversidad.


Las manos diestras de los ingenieros daban tributo diario a una tecnología que nunca les dejaba de sorprender. Habían desarrollado su potencial y ni aún así, comprendían su verdadero alcance. “G”, entre todos, era el símbolo que representaba la primera visión, aquella que alguna vez permitiría al hombre ver su propia verdad, dando respuestas a las preguntas que tanto ansiaba la humanidad .

La tecnología había avanzado a pasos gigantescos, sobre todo en el último tiempo, sin embargo, ni las comunicaciones, ni las bibliotecas saturadas de conocimiento virtual, daban a vasto para poder comprender la inmensidad de “G”.

Un día, casi por accidente, Joseph uno de los funcionarios de planta que hacía mantenimientos rutinarios a la base, se dirigió fuera de sus funciones hacia la bodega central, buscaba una información para unas reparaciones, sin embargo no encontró a nadie en ese momento, todos estaban abocados a festividades relacionadas con hechos históricos de independencia.

Se sentó frente al terminal en un segundo piso, y entre los montículos, a través de los grandes ventanales, se divisaba a lo lejos el depósito “G”, que por alguna razón parpadeaba lenta y levemente desde su interior. El ingeniero Joseph, intrigado, dejó el terminal y se dirigió hacia la plataforma de la gigantesca bodega. Se encaminó por entre los estrechos pasillos, siguiendo su instinto, una corazonada que lo cautivaba. Dejó sus instrumentos en el piso, porque le preocupó la forma en que oscilaban a alta velocidad entre sus ropas, a la vez que se acercaba a “G”.

Su cuerpo se hacía cada vez más ligero, en la medida que se acercaba, hasta el punto en que en la proximidad, sus pies se desprendían del suelo, en una especie de levitación que podía controlar. Así se desplazó, lentamente por varios corredores.

Cuando finalmente llegó, sintió el resplandor de “G” ya estaba al alcance de sus manos. El cuerpo de Joseph se iluminaba intensamente con cada destello, ya no sentía dolor, y una paz interior se profundizaba en su ser, calmándolo por completo.

Ahí se quedó por algunos minutos, frente al montículo luminoso, tocándolo, hasta que de pronto, la cápsula contenedora se abrió, iluminando el lugar con intensa blancura. Los objetos a su rededor habían desaparecido, por lo menos así parecía, nada tenía color, todo era blanco, abrumador.

Joseph, extasiado con lo que le ocurría, jamás quiso regresar de ese estado, tan lleno de paz y armonía. Todas sus ideas, sus pensamientos, su historia, su experiencia, estaban ahí, tan nítidas como si todo fuese una primera vez. Las mismas emociones, la misma intensidad, sus temores resueltos, su felicidad plena y llena de libertad. Era un mundo donde no existía un arriba o abajo, un mundo donde podía apreciar la vida como si la esencia de la vida lo envolviera de la más pura verdad universal.

Muchas horas más tarde, algunos de sus compañeros de labores se adentraron en la enorme bodega, se encontraba activada la alarma silenciosa de seguridad. Examinaron el lugar con meticulosa prolijidad, y cuando llegaron a “G”, encontraron todo en perfecto estado. Nada había cambiado, y nadie pudo explicar el porqué de la alarma. No encontraron nada inusual en el lugar y finalmente, después de mucho investigar, por horas, todos se retiraron del lugar.

Pasaron así los días, y las semanas. Muchos se cuestionaron la ausencia de Joseph, y terminaron por deducir una retirada voluntaria sin aviso. Joseph era poco comunicativo y algo extraño.

Muchos años después, un grupo de estudiantes guiados por un tutor, entraron a la bodega para aprender sobre el funcionamiento de uno de los compartimientos de la antigua base, que ya se encontrada dada de baja y conservados como instrumento de estudio.

Nada en particular sucedía, era sólo la recapitulación de la historia de un lugar de trabajo. No obstante, uno de los chicos estudiantes, Jonás, el más aventureros de la clase, se adentró hacia donde se encontraba “G”, perdiéndose por algunos minutos.

Cuando el grupo ya salía de la bodega, todos preguntaron por Jonás, y cuando voltearon lo divisaron a lo lejos, caminando a paso mesurado entre las sombras del recinto, con un destello luminoso que rodeaba su cuerpo.

Todos le rodearon a una distancia prudente, y con asombro le preguntaron: - ¿Qué te sucedió Jonás?, a lo cual, el respondió:

- No soy Jonás…

Todos se miraron extrañados, y retrocedieron a la vez que Jonás extendía su mano en donde portaba un objeto pequeño, diciendo:

- Soy Joseph, y este es “G”, mi legado…





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