30 septiembre, 2010

Pantalla

Sujetaba su pantalla mientras leía con atención, el pudor ruborizaba sus mejillas, mientras una extraña sensación recorría su espalda. La sola idea presencial presagiaba una inquietante lectura de su propia actividad. Miró su mano derecha y constató el hecho soltando la pantalla con incertidumbre y extrañeza.

Mientras leía, buscaba en el siguiente texto la profética experiencia que se acunaba en sus pequeños gestos, en sus acciones, en su distracción y en las veces que miraba a su rededor y hacia tras de sí. No, no, nadie alrededor, no hay trucos, ni fantasmas, ni cámaras ocultas, es solo el propio pensamiento que fluye en ajenas palabras.

Mientras leía esto, su entre ceja se contraía levemente, abriendo luego sus ojos al instante que seguía. Uno de sus dedos, repasaba algo del texto, y con incredulidad una leve sonrisa se acentuaba en las líneas que recorría.

Su lectura era rápida, fluida, se entorpecía a momentos con la meditación simple y directa de lo que leía, no obstante, nada de lo estaba frente era real, y sí lo era.

Escudriñando entre líneas, así se encontró un día, como hoy, de tarde oscura, cuando ya el sol casi no alumbra, tan sólo un instante, para mirarse un momento, en el espejo de su extraña compañía.

Clip

Eran las 14:36 PM, un día cualquiera, percibía los pasos tranquilos de unos brazos entrecruzados, algo rectangular y pequeño se revolvía en una de sus manos. Un rostro impaciente se inclinaba levemente hacia el frente, al parecer, queriendo contar adoquines perfectamente ubicados, como recogiendo los motivos de una existencia. Eran pensamientos, puros e intensos arrojados al viento, con un retorno incierto de un futuro incompleto.

De pronto, la vibración se mecía bajo su mano, con sobresalto miró frunciendo su ceño en forma discreta. Sólo dos letras bastaron para confirmar que no importa lo que se diga, en esta vida, todo está conectado. Pero el mundo sigue su curso, y todo marcha sobre ruedas, las de otros, las de muchos, las de algunos pocos que interrumpen sin darse cuenta.

Bueno, ya no pude ver más, el clip entre mis dedos, revoloteaba con la imaginación de sólo querer estar conversando, una taza y un plato.

29 septiembre, 2010

Aferración de Madre

Sujetaba mi mano con fuerza, como si toda su existencia dependiera de ello, era muy joven, también muy senil, también con mucha inmadurez, también infantil, era niño, era hombre, y también mujer, distintos rostros eran, y en todos los casos, la sensación era la misma.
Miraba en todos ellos, sus ojos la luz destellante de su existencia, como se manifestaba en un solo gesto que describe una vida completa, asimilándola en fracciones de segundos, alegría y dolor, risa y llanto, historias simples y complejas, pendientes y encendidas, en el abismo de una existencia ya vivida, aferrada y prendida.

Pensar que aún no veo a mi madre, quizás vuelva a ver ese mismo rostro una vez más, ahora reflejado en ella, en su rostro blanco, en sus ojos claros, confirmando una vez más esa misma experiencia.

Que más quisiera yo, si con sólo tocar pudiese sanar ahora, pero es un sueño, una ilusión que se diluye en los acontecimientos, en lo ya pasado, como el ahora mismo, como el después, o el lejano paraíso que siempre soñamos sin huellas.

Sí, novedades tendré, no hay duda de ello, solo puedo deducir lo obvio, y sólo sentir lo que percibo. Es cosa rara esta vida, con sus distintas caras, con sus distintas enredaderas. Por eso, a veces es mejor no saber, o quizás si un poco, mientras lo demás se configura en un sin fin de alternativas, y nuevas preguntas.
Somos libres porque pensamos que lo somos, más no logramos ver la libertad de otros, hasta poder tocar en plenitud su escencia.
Pero una cosa si es segura, que a donde tú vayas, todos vamos, con o sin paciencia.


27 septiembre, 2010

LLamado

Era Viernes, y es raro, una de las cosas más insólitas sucedió el reciente fin de semana, algo que no esperaba. Sonó el teléfono, al otro lado, una voz de mujer llamándome. Una tos se escuchaba bajo una voz carraspera. Le saludé con tranquilidad, y conversamos al menos unos 15 minutos, ningún tema específico, sólo generalidades, tal vez disfrazando un lenguaje encriptado.

Me quedé pensando en ello todo el fin de semana, le había dicho que iría a visitarle el fin de semana, y en definitiva, por ABC motivo no fui.

Tal vez iré hoy, no lo sé, pero lo cierto es que veré a una persona que no necesita conversar conmigo, sino, observar. Creo que tiene ciertas preguntas, que obviamente no hará, pero su curiosidad es mayor, a si como su necesidad. Seguramente estaré apenas unos cuantos minutos, lo suficiente como para saber…

Así es, mientras otra tos más grave se escuchaba de fondo. Sé cual es la pregunta, más no sé si sea bueno responder o si tengo la respuesta adecuada a quién me dio el ser.

23 septiembre, 2010

Día de Naranjas


Nada que decir… simplemente diré que hoy fue un día solitario de naranjas.

Tras el bullicio de una estresada ciudad contaminada más por el apuro imparable de sus actividades, es bueno tomarse un tiempo, a solas, unos minutos de paz, únicos y propios, disfrutar una naranja dulce, meditar y desconectarse del ruido que nos impide ver aquella realidad que se escusa sin necesidad.

Pensaba entonces, que la vida es así, y hay muchos, ajenos y extraños, que se fabrican oportunidades, muchas veces disfrazadas de labores inventadas, cambiantes sobre la marcha y sobre el vuelo, estudiadas y planificadas con astucia, con evidente intensión de obtener lo que siempre se ha deseado. Una idea fija en la mente, que induce a otros, más inocentes o no, a caer en un juego del cual sólo uno sacará provecho de la situación.

En la lejanía de este universo, se tramaba la metáfora de un complejo geométrico estudiado meticulosamente, donde tres paralelepípedos, contenidos uno dentro de otro a su vez, se señalaban irrisoriamente como una única alternativa dentro del presupuesto establecido. Figuras, desarmadas por una voluntad, pero en el fondo eso es solo lo que se escucha de aquel mundo abstracto. Ideas, intenciones, y lo efectivamente tangible que haya sucedido en realidad, es otra historia sin más.

Pensaba también en la inocencia, en que si este mundo se muestra de una manera y si su realidad es otra, entonces, la fe es como un sueño, algo irreal que se hace tangible en el interior de cada uno. ¿Qué habrá sucedido en realidad?, eso es difícil de saber, porque en el fondo todo es pasado, y los argumentos de este universo abstracto suenan entre risas, queriendo convencer, para hacernos creer, en aquello tan propio que cuidamos, sigue de pie.

Las palabras dirán una cosa, la realidad quizás sea otra, muy distinta, sólo hay que tener dos dedos de frente para darse cuenta de que la geometría en la que nos vemos envueltos tiene una intensión que va más allá de lo que se indica. Ahí, es un mundo aparte, distante, alejado de las responsabilidades, de las reglas, de las posibles negativas, o las posibles aceptaciones, lejos de los ojos ciegos que no ven, pero no ciegos a estos que si ven.

Bueno, así fue este curioso día de naranjas, el resto, solo habrá que imaginar.

Encrucijada


Introducción

Decisiones, palabra que muchas veces nos acompañará en la vida. Así como vemos el partir de un tren, también somos capaces de mantener en forma muy personal, aquello que nos conmueve, y que definitivamente no pertenece a nadie más. Entonces, en nuestro interior, se configura una encrucijada de la cual no podemos escapar.

Encrucijada

El lugar de apariencia campestre, tenía una ruta angosta, de no más de un par de metros. En su extremo, se vislumbraba un letrero empalado en añosa madera desgastada por el clima, conformado por varias tablillas con forma de flecha que apuntaban en distintas direcciones.

El caminante se quedó ahí un rato, miró con atención cada señal, recogiendo una y otra vez cada nombre, y cada detalle del astillado madero. Observó las hormigas que le trepaban, y las flores a lo lejos. Había truenos a la distancia, como también nubes blancas en ciertos sectores, mientras la brisa intensa volaba su sombrero.

Debía continuar, nada se tiene que estancar, por ningún motivo, el progreso y nuevos rumbos le esperarían, y así seguiría, intachable, frente a la vida, frente a su propia voluntad. Entonces respiró profundamente, se levantó recogiendo su sombrero, dio un paso hacia delante, y eligió el letrero más alto, el cual seguiría sin mirar atrás.

Sólo quiso una pausa más, una que le permitiera no olvidar, aquella imagen blanca, cobijada en el aroma de su propio mirar, retenida en su mente por siempre, en la quietud de su humilde guiñar.

22 septiembre, 2010

El intercomunicador mental


Pasaron unos cuantos días y la señal se desvanecía casi por completo. El intercomunicador de M, pese a su buen funcionamiento ya no lograba sintonizar ningún dial, el aislamiento en la zona local hacía presagiar que todo sería muy distinto, producto de la interferencia y la distancia. Sus compañeros estaban en la misma encrucijada, pero sus pensamientos se enfocaban en otras direcciones. I, uno de los integrantes del grupo, observaba a M con cierta curiosidad, y en forma insistente buscaba sacar alguna pista de tal excesiva preocupación, disimulando entre cortesía y esmeradas atenciones. E, por su parte, hacía denotar su poderío y habilidad, siempre obsesionado, haciendo denotar a los demás, superioridad y liderazgo, creyéndose un vencedor imparable por sobre los demás.

El silencio abrumador de la calurosa noche mantenía la vigilia intacta a razón de una gota de esperanza. Las horas pasaban lentamente y lo que M había soñado por tanto tiempo, se iba transformando en algo tan abstracto como extraño.

Encendió una vela roja para apaciguar su inquietud, eso le permitiría ver la oscilación de la llama, y aclarar sus ideas en medio de la nada. Casi en forma hipnótica, seguía con atención su movimiento oscilante, y por más que trataba no podía lograr su objetivo mental. Un conjunto de ideas, y presiones sujetas a su responsabilidad, constantemente le desviaban de su concentración, pese a procurar un instante a solas, sin interrupción de terceros.

La fascinación del lugar, de aspecto trópico y urbano a la vez, le cautivaba sobremanera a M, sin embargo entendía que todo aquel encandilamiento, quedaría atrás, y tarde o temprano volvería a su planeta de origen.

El intercomunicador denotaba una lucecita parpadeante que M podía vislumbrar desde su piltra. La observaba con atención, quizás con la esperanza de recibir alguna señal, algún indicio de que aún seguía el nexo planetario. Pero nada es como se espera, después de varios trasnoches, insomnios, el cansancio finalmente le venció, y en un parpadear cerró sus ojos y se durmió profundamente.

En sus sueños, M vio un montón de números y ecuaciones se reflejaban como una maya interminable de hilos entrelazados, que darían solución a su misión. Observó con atención, y muchas de las cifras se acomodaban en distintas posiciones, lo cual conllevó su sueño hacia algo más tangible. Una silueta tenue se configuraba en su mente a ratos con cierta dificultad, diluyéndose entre confusas imágenes abstractas.

En mitad de la noche, despertó de improviso, con desorientación miró la lucecita adjunta, y vio la hora. Sentía calor y una humedad inusual, pero de inmediato se tranquilizó, había encontrado la solución. Su tarea no sería en vano, y pronto volvería, comprendiendo que sin importar la situación, los lugares recorridos, las personas contactadas, y las palabras escuchadas, el intercomunicador no era el único medio plausible.

Al otro día, sacó unos documentos, en los cuales escribió unas notas para no olvidar, era un informe que dejó para ser transmitidas a la base a su regreso. Comprendió entonces que su misión no sería interrumpida por nada, y sin importar la distancia estelar, el origen siempre vuelve a su cause natural, como una necesidad, que aún sin su intercomunicador, por siempre prevalecerá.

21 septiembre, 2010

Fiestas patrias


Fin de semana largo, cuatro días patrios, entre viajes desesperados, asados, chicha y empanadas, cosas que definitivamente pude evitar con un buen descanso en casa. Hacer lo que la gran masa hace, ya sea por costumbre, por tradición, o por tendencia, no es mi línea. Ya habrá tiempo para salir, en una época más tranquila, en un tiempo menos congestionado y más civilizado.

Eso sí, una de las cosas curiosas y maravillosas que alcancé a visualizar, fue el despliegue aéreo, en las costas del litoral central, pese a no estar allí. Acrobacias increíbles, eso sí hubiese sido un factor motivante.

Es curioso, el sábado en la tarde escribí un mensaje que no salió, me llamó la atención y no insistí, por algo sería. Era sólo un saludo inocuo, y un deseo imperioso de saber. El conocimiento está allá afuera, justo donde el pensamiento colectivo convierte en masa a la multitud que en su desesperación viaja a razón de un pensamiento, sólo para tomar y comer, qué contradicción.

Bueno, fiestas patrias, así son.

Cuatro días


Fueron cuatro días, y cuatro noches, que curiosa es la vida, aferrado al claustro de mi propia voluntad, tan sólo para saber que dónde no es lo mismo que con quién, y que con quién no es lo mismo qué en qué. Mirar hacia un costado, ver como una metáfora compone el susurro del viento que sopla en cada rincón, despertar entre sueños y sentir el instante divino que nunca ha de acabar en los designios de una tradición. Me devora, me enciende, y finalmente me acuna en la lejanía de los tremoles de una nostalgia sin final. Es una sensación, infinita, intensa, y sin piedad, que envuelve los sentidos aún sin estar. ¿Cómo es posible?, ¿Cómo seguirá? y un sin fin de preguntas no hechas cuya respuesta nunca se sabrá.

16 septiembre, 2010

Una hija y un recuerdo


Introducción

Me costó muchísimo establecer un punto de empatía, buscando en lo más profundo y puro de un sentimiento, aquellas palabras que pudiesen describir un pensamiento tan intenso como es el cariño que una hija puede tener hacia su padre, y su recuerdo. Bueno, aquí va la historia.

Una hija y un recuerdo

La pequeña escuchaba sus historias con atención mientras juntos caminaban en busca de aventura, un paseo por algún lugar inexplorado, lleno de paz, lleno de armonía, de la mano de quién era su protector incondicional. Así era la imagen protectora de aquel gigante, que desde niña quedó impregnada en su ser. Un cariño, un amor filial que no tiene fronteras y que nunca ha de desaparecer.

Su menuda figura era levantada por los aires como una pluma, desde pequeñita soñaba en aquellos fuertes brazos que podía volar, sentía su protección, su cariño, escuchaba su voz, sus eternas historias, sus consejos, mirando en la grandeza de sus ojos el momento eterno que siempre quiso guardar.

Era muy pequeña para entender sus palabras, aún muy chiquita para seguir sus pasos, pero siempre quería estar cerca de el, del cobijo de un fuerte abrazo, un beso sincero, puro, limpio, bajo la luz del cielo, bajo el techo de un hogar perfecto.

La niña creció, evolucionó, más nunca olvidó sus recuerdos. Recordaba así, cuando iba sobre sus hombros, sintiendo el júbilo de su tamaño, la emoción de un precipicio y la seguridad en sus manos. Nunca olvidó sus juegos, nunca olvidó sus pasos.

Ahora, muchas veces le recuerda con intensidad, sus ojos húmedos ya no son pequeños, se mueven en brillo de una soledad, balanceándose en los más hermosos recuerdos, al compás del viento que jugaba con sus cabellos.

¿Por qué ya no estás?, como antes, como siempre… te hecho de menos. En que mundo nuevo estarás, me verás, si soy yo, la misma que te extraño. Ya nada es igual, eres diferente y no entiendo, ¿Por qué no estás?, como antes, como siempre que te necesito.

La niña había crecido, se había convertido en una mujer, la ciudad había cambiado, el mundo había evolucionado, e intacto estaba su sueño.

Quisiera entender, ¿Por qué te has ido?, ¿Por qué todo es tan distinto? Son cosas de la vida, y comprenderte se me hace difícil si no te veo. ¿Qué sucede papá? ¿Qué es lo que siento? ¿Por qué estás distante? ¿Por qué no te comprendo?

Como quisiera conversar contigo, estar un rato a solas, aferrarme a tus brazos y sentir nuevamente tu cobijo. Sentir tu comprensión, tus sabias palabras, y renovar la seguridad que necesito. Me cuesta entender, ya sé, me cuesta asimilar todo esto.

Que ausente estás, que distante te siento, en mis momentos de soledad, done más te recuerdo.

Quisiera verte feliz, ver tu sonrisa de nuevo, soñar con aquellos viejos caminos recorridos, conocer y descubrir lugares contigo, seguir aprendiendo, tomados de la mano, jugando y riendo. Como quisiera que estés padre, como antes, como siempre, como cuando era niña acunada en tú tiempo.

Ya nada es igual, ahora ya soy madre, es otro camino, forjado con sacrificio y esfuerzo. Sé que lo más importante ahora son los nuevos, los niños, estoy conciente de ello, que el pasado va quedando atrás, más no tu recuerdo, que por siempre me acompaña, cada vez que lo necesito, porque simplemente, así lo siento.

Recuerdo que un día, me puse tus zapatos negros, eran enormes, y eran parte de lo que no lleno, un espacio enorme, entre tu aroma, tu cariño y tu recuerdo eterno.

La nostalgia envuelve mis sentidos. Cómo quisiera que estuvieses aquí, ahora, como antes, como cuando caminábamos juntos. Lo sé, así debe ser, debo mirar hacia delante, y velar por mis propio destino, hasta el último día en que en la luz nos encontremos de nuevo.

La confusión se enciende en mis sentimientos, te recuerdo cada día, y muchas veces quisiera estar contigo. Lo sé, papá, “Prioridad”, ese es ahora mi camino.

Las cosas cambian, todos cambiamos, es inevitable, pero aún así papá, te quiero.

14 septiembre, 2010

Día errante




Hoy fue un día errante, las emisiones colisionaban, me siento cansado, he estado en distintos lugares, y sin moverme de donde estoy, he visto, he percibido otros lugares. Un hermano me escribió, con las mismas frases que esperaba, un amigo me llamó, aún sin haber leído un mensaje que le envié, otro pensamiento aparecía de la nada, de alguien que no veo desde hace ya muchos años, también vi muchos jóvenes escribiendo, algunos casi rapados, desesperados, con el ceño fruncido, uno con una leve cicatriz levemente notoria en su cabeza, en fin, podría citar muchos ejemplos, pero lo importante es que la tensión mayor, ya pasó, después del medio día.

No es ver a las personas, sino ver lo que las personas ven. Supongo que es una cualidad que todo el mundo posee, pero muy pocos conocen y muchos menos dominan. Las sensaciones nos envuelven, en cada cosa que hacemos, en cada detalle, en cada momento. Las interpretaciones nos confunden, porque en toda racionalidad, debe existir una explicación lógica para aquello que no logramos definir con claridad, y en eso nos confundimos.

Cierto o no, hay cosas que he confirmado con exactitud, pero no debo empecinar el pensamiento en ideas falsas. Algo sucede, está aquí, en el ambiente, se percibe su presencia, la misma que a la mayoría nos agota, quitándonos energía. Sino me creen, no importa, sólo basta mirarse a si mismos, y entender que existe un cansancio que es real, cada día más intenso, en lo breve que a su vez se va haciendo el tiempo.

Sólo quiero dormir, dormir, dormir, ahora, por siempre, no sé. Solía dormir cuatro horas antes, y era suficiente, pero ahora todo es tan errático y diverso. Vivo en paz, pero aún así, es inquietud lo que siento.




No, no es locura, sólo hay que mirarse a si mismo. Ahí están las respuestas, cuando encontremos las preguntas correctas sobre lo que digo.



Quisiera hacer muchas cosas, y a su vez, quisiera disfrutar aunque sea un momento, lo que sigo.


10 septiembre, 2010

"G"



Introducción

Increíble, ya es viernes, que rápido pasan los días, es tiempo de un cuentito, una simple idea que se convierte en fantasía. Esta historia, nace de mirar un teclado, y haber fijado la vista en una de sus letras, la cual parece una flecha apuntando hacia si misma. Bueno, una cosa llama a la otra, y de pronto la luz ilumina nuestros pensamientos hacia un mundo que todos tenemos justo al frente de nuestras propias narices, pero que sin embargo nos cuesta asimilar y comprender su significado.

“G”

El símbolo se encontraba alojado en una plataforma que sostenía un conjunto de otros símbolos, cada uno era utilizado según la necesidad, y cada uno poseía la facultad para cambiar al mundo en su diversidad.


Las manos diestras de los ingenieros daban tributo diario a una tecnología que nunca les dejaba de sorprender. Habían desarrollado su potencial y ni aún así, comprendían su verdadero alcance. “G”, entre todos, era el símbolo que representaba la primera visión, aquella que alguna vez permitiría al hombre ver su propia verdad, dando respuestas a las preguntas que tanto ansiaba la humanidad .

La tecnología había avanzado a pasos gigantescos, sobre todo en el último tiempo, sin embargo, ni las comunicaciones, ni las bibliotecas saturadas de conocimiento virtual, daban a vasto para poder comprender la inmensidad de “G”.

Un día, casi por accidente, Joseph uno de los funcionarios de planta que hacía mantenimientos rutinarios a la base, se dirigió fuera de sus funciones hacia la bodega central, buscaba una información para unas reparaciones, sin embargo no encontró a nadie en ese momento, todos estaban abocados a festividades relacionadas con hechos históricos de independencia.

Se sentó frente al terminal en un segundo piso, y entre los montículos, a través de los grandes ventanales, se divisaba a lo lejos el depósito “G”, que por alguna razón parpadeaba lenta y levemente desde su interior. El ingeniero Joseph, intrigado, dejó el terminal y se dirigió hacia la plataforma de la gigantesca bodega. Se encaminó por entre los estrechos pasillos, siguiendo su instinto, una corazonada que lo cautivaba. Dejó sus instrumentos en el piso, porque le preocupó la forma en que oscilaban a alta velocidad entre sus ropas, a la vez que se acercaba a “G”.

Su cuerpo se hacía cada vez más ligero, en la medida que se acercaba, hasta el punto en que en la proximidad, sus pies se desprendían del suelo, en una especie de levitación que podía controlar. Así se desplazó, lentamente por varios corredores.

Cuando finalmente llegó, sintió el resplandor de “G” ya estaba al alcance de sus manos. El cuerpo de Joseph se iluminaba intensamente con cada destello, ya no sentía dolor, y una paz interior se profundizaba en su ser, calmándolo por completo.

Ahí se quedó por algunos minutos, frente al montículo luminoso, tocándolo, hasta que de pronto, la cápsula contenedora se abrió, iluminando el lugar con intensa blancura. Los objetos a su rededor habían desaparecido, por lo menos así parecía, nada tenía color, todo era blanco, abrumador.

Joseph, extasiado con lo que le ocurría, jamás quiso regresar de ese estado, tan lleno de paz y armonía. Todas sus ideas, sus pensamientos, su historia, su experiencia, estaban ahí, tan nítidas como si todo fuese una primera vez. Las mismas emociones, la misma intensidad, sus temores resueltos, su felicidad plena y llena de libertad. Era un mundo donde no existía un arriba o abajo, un mundo donde podía apreciar la vida como si la esencia de la vida lo envolviera de la más pura verdad universal.

Muchas horas más tarde, algunos de sus compañeros de labores se adentraron en la enorme bodega, se encontraba activada la alarma silenciosa de seguridad. Examinaron el lugar con meticulosa prolijidad, y cuando llegaron a “G”, encontraron todo en perfecto estado. Nada había cambiado, y nadie pudo explicar el porqué de la alarma. No encontraron nada inusual en el lugar y finalmente, después de mucho investigar, por horas, todos se retiraron del lugar.

Pasaron así los días, y las semanas. Muchos se cuestionaron la ausencia de Joseph, y terminaron por deducir una retirada voluntaria sin aviso. Joseph era poco comunicativo y algo extraño.

Muchos años después, un grupo de estudiantes guiados por un tutor, entraron a la bodega para aprender sobre el funcionamiento de uno de los compartimientos de la antigua base, que ya se encontrada dada de baja y conservados como instrumento de estudio.

Nada en particular sucedía, era sólo la recapitulación de la historia de un lugar de trabajo. No obstante, uno de los chicos estudiantes, Jonás, el más aventureros de la clase, se adentró hacia donde se encontraba “G”, perdiéndose por algunos minutos.

Cuando el grupo ya salía de la bodega, todos preguntaron por Jonás, y cuando voltearon lo divisaron a lo lejos, caminando a paso mesurado entre las sombras del recinto, con un destello luminoso que rodeaba su cuerpo.

Todos le rodearon a una distancia prudente, y con asombro le preguntaron: - ¿Qué te sucedió Jonás?, a lo cual, el respondió:

- No soy Jonás…

Todos se miraron extrañados, y retrocedieron a la vez que Jonás extendía su mano en donde portaba un objeto pequeño, diciendo:

- Soy Joseph, y este es “G”, mi legado…





Mi niño


Introducción:

Esta historia en particular, se trata de un niño de no más de diez años, quién está en un mundo totalmente normal y próspero, pero que sin embargo, nota la presencia de algo, o de alguien que intenta comunicarse desde algún mundo lejano.

Mi niño

Mi niño, mi pequeño niño, estarías bien, lo sé, llegarías a ser grande entre los grandes, por su puesto que sí, bien apoyado y en los mejores lugares, siempre con los mejores contactos. No obstante, estarías al desamparo de mi presencia, enajenado en otras costumbres, en otra cultura, en otras reglas ajenas. Una voz grave dirigiría tus pasos, y en un comienzo creerías en el camino encausado. Pero todo en la vida es cuestión de tiempo, y me sentirías, justo después de quince años, cuando ya la libertad aproxime mis últimos pasos.

Sé exactamente como sería, y aún así, tan real he estado, conciente de que en otras vidas, a mi niño pequeño si lo he llevado. Caminados, corriendo juntos, tomados de la mano, jugando en los plumones de un tiempo pasado, en los movimientos de las piezas de ajedrez, bajo la sombra de un buen árbol, el mismo que por siempre me ha cobijado.

Sé que estás, sé que existes, y también sé que piensas en mi, pequeño bandido, hay algo en tu mundo perfecto, que te lleva a mi contacto. También dialogas, también te cuestionas lo extraño de esta vida, de las cosas que nos rodean, lo abstracto. Aún eres muy pequeño, pero lo sabes, desde ya lo percibes, aún con tus diez años.

Qué haces ahora, no puedo saberlo, sólo sé que tus manos crean algo, figuras, batallones completos, de ingenio, en madera llenos de imaginación y de encanto. Los más grandes no te entienden, y tú los notas con sus rostros desencajados, que por más que te miran, no saben lo que en tu interior se guarda desde temprano.

Eres astuto, porque les miras de reojo, contienes tu sana risa inocente y alegre, para que no noten que ya sabes observar más allá de lo enseñado.

El mundo en que estás, es único, es perfecto, no como este, desaliñado, y como ya bien te habrás dado cuenta, son siete los cruzados, el tuyo el mío y cinco más, que son los primarios. El resto, son meras secuencias que seguirán hilando. Como sea, no importa si lo entiendes por ahora, pero estarás más cerca de poder lograrlo.

A veces quisiera que me vieras, pero eso no es posible, porque quebrantaría la regla universal de esta armonía que tanto cuidamos. Armonía impuesta, armonía encontrada, armonía de los mundos que conviven en condiciones distintas, en un mismo espacio.

Te observo y hay momentos en que te quedas pensando, sabes que hay algo, sabes que estoy presente, y juegas a ignorarlo. Te encierras en tu mundo, y a su vez compartes los mismos juegos que alguna vez jugué, con la imaginación infinita de los círculos que nos muestra aquel cirrus lo alto.

Están los que deben estar, no más de tres, no más que cuatro, en un lugar hermoso, donde la soledad no existe, donde la prosperidad y la bondad se respiran, en un ambiente más equilibrado.

Tú, que aún eres pequeño, aún eres un niño, sólo debes continuar por la senda de tu propia existencia, aquella que alguna vez nos unirá, para intentar descubrir, la salida de este crucigrama, que nos mantiene ocupados.

Claro que sí, tienes razón, y ni siquiera necesito escucharlo, no es la acción, ni si quiera es lo que hagamos, es más bien como dar un paseo, un pensamiento a la vez, sin apuros, y un instante mejor, un momento cruzado. Juegas a creer, pero en tu interior está la propia verdad, única y pura, que a veces compartes con aquel más grande, que te cuida en mi ausencia, en otro universo, con otras ideas más humanas, más aterrizadas a lo cotidiano, pero no menos cierto.

No te preocupes mi niño, crece sin apuros, algún día nos encontraremos, no sé si con estos mismos ojos, te podré ver algún día, no sé si con otro envase esté cubierto, más sólo sé que ahí estaremos, descubriendo juntos una única verdad, sujetos a un mismo sendero.





03 septiembre, 2010

Hospital


El día estaba oscuro y frío, la noche prontamente se posó sobre la gran ciudad. Caminé presuroso, apenas algunos vagos indicios de agua acusaban algo de lluvia. El saludo cordial con un viejo amigo en una esquina próxima a una farmacia y prontos y dispuestos nos dirigimos hacia el hospital. El agua amenazante se acentuaba con cierta displicencia.

Era una visitita breve y discreta, de no más de diez minutos. Cuando ingresé al recinto, tras subir por las escaleras un par de pisos, nos adentramos en la habitación compartida. Ahí estaba, aún convaleciente, y tras saludar a la familia, pude conversar unos instantes. Cogí su mano, pequeña, fina y delicada, pudiendo percibir su alegría interior, que inesperadamente se acentuaba en su rostro y en su mano que se prendía con fuerza sobre la mía. Eso fue lo más reconfortante, simplemente saber que estaba bien, sin peligro y de buen ánimo. Los hermanos se abrazaron unos minutos, expresiones de cariño, momentos irrepetibles, únicos, y no pude resistir la tentación de dejar impregnada aquella imagen en mi cámara.

Luego de eso, mi viejo amigo me encaminó, hasta la puerta, ambos agradecidos. Pensaba en ese instante, que si somos capaces de arrancar una sonrisa en el rostro de un niño eterno, entonces valió la pena esta vida.

Lo siguiente fue caminar bajo la torrentosa lluvia, mi rostro mojado por completo empapaba mi ropa, y en un instante dado, cuando esperaba un colectivo, levanté la mirada al cielo, para simplemente decir, gracias... por el tiempo otorgado.



Resguardado


Introducción

Muchas veces guardamos pensamientos muy personales y propios, otras veces los compartimos y nos sentimos agradados, pero son pocas las veces, que logramos tocar lo divino de un instante esperado. Esta historia apunta hacia aquel pensamiento, cuando hacemos una pausa durante el día y vemos un poco de nosotros mismos, descubriendo que hay ocasiones en que nos cuidamos demasiado y en vano.

Resguardado

Deambulando por las nubes, entre los rascacielos y las grandes cumbres, observaba pacientemente desde la cima, sin almuerzo, sin haber cenado, contemplando el reflejo tenue a través de una enorme ventana. Sabía que pronto llegaría un día esperado, pero como nada es de acuerdo a una constante ineludible, planificar sería algo en vano.

Las alas extendidas surcaban los cielos, veloz era como la cercana primavera, buscando siempre un rincón donde establecer su propio nido, no el que provee la naturaleza, sino el que a ciencia cierta era sólo propio y lejano.

Pasaron así el tiempo, salió de su cascarón, a punta de corazón y de llanto, ahora es gigante entre los grandes, pero cediendo al encanto. Posiblemente su intensión sea el querer desatar, liberarse, y deprender un pedazo importante de sí, sin mermar en absurdos menoscabos, dejar una huella imborrable de su presencia en esta divina tierra maltratada por su historia, con antifaz de conocimiento.

Es cierto, la música conmueve los sentidos, una letra única y duradera, un nombre escrito en diversos idiomas, una promesa, un futuro incierto, impaciente, por error, o por acierto, quién sabe, después de todo, somos humanos.

Nadie es inmune, percibía el tiempo que fluía tan rápido que se escurría entre sus propias manos. Su mente siempre ocupada, y pese a su constante diálogo, aún así se dejaba cautivar por aquello que apreciaba tanto, los detalles, las atenciones, los regalos. Quizás sea sólo eso, un puñado de palabras escritas en un libro negro, con sus hojas blancas, como una eterna canción que suena por años. Pero no importa, aún así, valioso es, y valioso se quedará por siempre a resguardo.

02 septiembre, 2010

A medio camino


Introducción

Una vez más sucede, y como en tantas otras ocasiones. Este relato es muy simple y lo plasmo para no olvidar que hay detalles que se dan, por coincidencia o no, pero se dan tal cual lo pensamos.

A medio camino

Era medio día, caminaba por la calle, regresaba de un trámite y me internaba por una avenida estrecha y solitaria, de pronto, tras avanzar unos escasos metros, me detengo. El lugar me dio cierta “mala espina”, pensé en un perro grande y negro, y cambié de rumbo. Nada inusual, era solo una corazonada, una pausa, una sensación y me fui por la siguiente calle.

Para mi sorpresa, me interné por otra una cuadra más adelante, y pude constatar a un perro grande, viejo y negro que pacíficamente estaba a mitad de camino. Igual pasé, con un dejo de cuidado y aprensión obviamente. Por suerte no era aquel Rottweiler que un día ví levantar a otro más pequeño de otra raza, y lo tenía en el aire de un solo y certero mordisco al cuello, que por más que lo patearon aquel día, nunca soltó su presa hasta dejarlo mal herido. Fue triste ver eso, nadie se atrevía a acercarse, por lo peligroso del inmenso animal.

Es raro, pero uno nunca puede asegurar que camino será el más seguro, o mejor. Tal vez me salvé de un asalto u otra cosa, quién sabe, nunca lo sabré, pero de que ví exactamente lo que pensé, era algo que confirmaba en toda plenitud, de que no solo tenemos cinco sentidos. ¿Por qué? No lo sé, pero ahí estaba, ¿Significará algo…? Nunca lo sabré.

Nada trascendente, o ¿Quizás sí?, ¿y si todo cambió en ese instante sin que me diera cuenta?, por algo sucedió, o mejor dicho, por algo no sucedió.

Hoy iré a un hospital (de visita), veremos que pasa…