10 agosto, 2010

Hambre


Que terrible sensación la del día de ayer. Deambulaba de un lado para otro y al medio día un apetito voraz que no le dejó en paz durante toda la tarde. Hacía mucho que no sentía ansiedad por comer, y se sintió un obeso compulsivo. Pan, carne, queso, jugos, arroz con leche, galletas, chocolates y cuanto bicho extraño ingería.

El no era obeso, pero entendió perfectamente el porqué cuando alguien trata de hacer una dieta y renuncia prefiriendo ante tal stress la conformidad de los kilos demás. Es psicótico. Analizaba aquella sensación, que de alguna forma podría dominar, pero eso significaría una lucha que no ganaría jamás.

El placer de la comida, un gusto o una necesidad, recordó su infancia, su adolescencia y su adultez, conocía muy bien ambos extremos, pero lo de ayer fue totalmente inusual. Durmió con aquella sensación y entre sueños el hambre y la sed lo devoraba sin piedad.

Raro, pero hoy ya es un nuevo amanecer, es otro día, con un sol primaveral, que luego se ocultará, detrás de las nubes de ensueño de su extraña realidad.

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