12 agosto, 2010

Cansancio


Hoy como nunca la pesadez se hizo sentir, lo escuchaba en todas partes, un agotamiento extenuante se percibía en el aire, como si fuese algo ambiental o de otra naturaleza que manipula los sentidos hasta el punto de adormecer las conciencias en un letargo que se ha ido acentuando con el tiempo.

En un comienzo creía que se trataba de un cambio de folio, ya que en la infancia, esta sensación no la percibía, pero no es un tema de edad, está más bien asociado al tiempo actual. He visto niños en las mismas condiciones hoy por hoy. También pensaba que se debía al stress, pero no es así, porque aún en vacaciones o después de haber dormido, la sensación persiste.

Marea, desconcentra, aletarga, merma la productividad, desconcierta, confunde los sentidos, descompaginando el interior. No es una enfermedad, es un sopesar en el interior de nuestra cabeza, es un cambio que se viene pronunciando estos últimos años. Si observas, algunos aparatos electrónicos fallan, sin razón, los árboles desprenden sus hojas otoñales a la vez que florecen, destellos se ven en el cielo, tan rápidos que ignorados están, la percepción del tiempo se reduce, y los años parecen meses, los meses días, los días no se hacen nada. Todo fluye, todo corre despavoridamente, escurriéndose el tiempo como agua entre los dedos, sin parar.

Pensamos que hacemos mucho, pensamos que los otros no hacen nada, creemos que no avanzamos, caminamos por inercia, corremos por ganar tiempo, y perdemos en el olvido muchas cosas que nos desvían de nuestro objetivo.

Creemos que estamos en lo correcto, asumimos que nuestra razón como verdad, nos volvemos intolerantes, indiferentes al dolor ajeno, y totalmente deferentes al propio, aún siendo niños, aún siendo los que somos ya.

Ansiedad, inquietud, es lo que veo, una sensación nítida de que algo ha cambiado, pero no sabemos qué es. Observamos a nuestras propias familias, y todo es tan distinto, escuchamos, pero no escuchamos. Muchas palabras se pierden, así como muchas ideas. Anotarlas es bueno, en el mismo momento, porque todo parece quedar atrás, tan rápido que no somos capaces de guardar.

Un pariente nos preocupa, estamos concientes, pero aún así, no lo podemos retener, como quisiéramos, hijos, padres, hermanos, nada que podamos contener. Entonces, nos sentimos desnudos ante lo incierto, queremos cobijar, y a su vez necesitamos también de ese cobijo, nos sentimos en soledad, aún cuando rodeados estemos, llenos de más y más, como si todo fuese una eternidad, que pasa sin más.

Preferimos los breve, lo corto, lo concreto, nos volvemos prácticos, incluso con nuestra propia emotividad, que guardamos celosamente, para nosotros mismos, y para nadie más.

Subo las escaleras, y el latido es irregular, lo percibo, porque sé que algo ha cambiado, no soy sólo yo, ya nada es igual. Está en el ambiente… quizás, no es como creemos, es algo más, y sé que por todas partes está.

¿Cansancio?... No, no, no… No, no es cansancio, es otra cosa, es algo más.

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