31 agosto, 2010

Vehemencia


Sí, confieso, y es extraño que lo diga, pero hay situaciones que alteran sin siquiera ser trascendentes. Despierto hasta las 3:00 AM, y aún si poder conciliar el sueño, pensaba, recordaba a solas y meditaba en silencio.

Discutimos, me molesté, es muy raro que ocurra, pero una cosa trajo a la otra, y todo se volvió gris. Las palabras emancipadas fluyeron en un tono que se hizo sentir. Fue sólo una conversación, sólo palabras, pero todo muy emocional. La contra respuesta era obvia, esperable. Motivo, unos míseros papeles, documentación que perfectamente podía ser prescindidle.

No me extraña, lo veo todo el tiempo en todas partes, la gente handa alterada, todo es tan rápido, todos compiten, todos se sienten trastocados al menor roce. ¿Por qué?, y ahora en este último tiempo es mucho más notorio ese ambiente, y lamentablemente no soy inmune a ello.

Pasa, y volverá a pasar, es parte de la vida, un juego de voluntades sujeto a ciertas reglas conductuales que de pronto se salen del contexto establecido como cotidiano. Por eso, siempre he evitado mi propia euforia, porque mis emociones son muy fuertes e intensas, quizás más allá de lo que sea capaz de asimilar. Procuro la paz, procuro el control, procuro apaciguar mi voz, mi respiración, mis propios latidos, aunque a veces quisiera… sí, estallar, de júbilo, de enojo, de alegría, de llanto, y exteriorizar todas aquellas sensaciones y emociones que siempre guardo, aquellas mismas que nos han sido entregadas con algún enigmático propósito.

Me doy cuenta de que la gente no está preparada para la verdad, para recibir en plenitud las emociones de otro, ni la propia. No es sencillo ser comprensivo siempre, para nadie, porque las emociones no se racionalizan como si fuesen números, simplemente fluyen, a veces, se disfrutan, otras veces duelen.

Odio discutir, y a su vez odio el odio, que paradoja. Pero todo ha de tener su tiempo, su temple, su sosiego, no siempre podremos ser felices, no siempre estaremos tristes, no siempre juntos, no siempre separados, de todo debemos probar en esta vida y de todo debemos aprender de este mundo incierto, donde la voluntad muchas veces es sometida al sentimiento.

Bueno, como sea, siempre el buen humor será la mejor medicina...

Nota: Ud. No lo haga.

27 agosto, 2010

33


Generalmente evito ver noticias, lo considero un verdadero negocio a costa de tragedias.
Pero hoy apareció una buena noticia, por fin la primera filmación más completa de los mineros atrapados a 700m bajo tierra en la mina de San José, lo que me emocionó muchísimo.

Es curioso, hace unos días había relatado “Una mesa de madera”, donde trataba de describir el punto de reunión de estos valientes hombres, y me impactó mucho ver esas mismas imágenes, ahora nítidas, como las había imaginado. Emoción y alegría, no sé como expresarlo, pero es un verdadero milagro. Sólo sé, que siento la humedad en el rostro, gotas que nos hacen valer lo vivos que estamos en este mundo desconocido e incierto.

Imágenes que recorrerán el mundo…

http://www.lun.com/Pages/NewsDetail.aspx?dt=2010-08-27&NewsID=106085&BodyID=0&PaginaId=2&strNameFile=video_interior_mina_1.flv&iMoveScroll=1055

Nota: Espero poder complementar de mejor forma este relato con más imágenes y videos.
Fuerza muchachos.

26 agosto, 2010

Mensajes


Introducción

Esta historia, muy cortita, es como una fotografía, porque muchas veces nos pasa que queremos capturar la esencia de aquel momento que sentimos, guardarlo por siempre y generalmente pasamos por alto ciertos detalles, que luego olvidamos.

Mensajes

Es curioso como es la vida, un simple mensaje nos puede cambiar el día, dándonos un soplo de luz y de alegría inmensa. Hoy fue así, no lo esperaba, y toda mi pena se transformó en algo mucho más positivo. Sentir un abrazo sincero y limpio, desde la inmensidad del espacio, siempre será bien venido, y siempre podrá más que cualquier nostalgia o pena que se cargue en el interior.

Después de eso, durante la mañana, percibí a mi hermano discutiendo consigo mismo, y sentí la necesidad de contagiar un poco de aquel positivismo recibido, algo tan necesario por estos días. Entonces le escribí, y sucedió el siguiente curioso diálogo por correo…


________________________________________
De: M..M..[mxxx:mxxxxxx@xxxxxxxx.cl]
Enviado el: jueves, 26 de agosto de 2010 9:16
Para: M.. B..
Asunto: RE: Sin motivo

asustas ...
venia pensando algo similar ... cuando vi a un reflejo en el metro de un viejo canoso y enojon ...
enjoy...

________________________________________
De: M.. B..[mxxxxx:Mxxxxx.Bxxxxx@xxxxxx.com]
Enviado el: Jueves, 26 de Agosto de 2010 9:12
Para: M.. M..
Asunto: Sin motivo
Sonríe brother, disfruta de un lindo día, aunque sea por unos breves minutos, si que vale la pena sonreír.

Un abrazo.
Yo

24 agosto, 2010

Es tarde!

Introducción

Era la 1:35 AM, despierto de improviso, con el destellar del TV aún encendido, estaba viendo “Equilibrium” (2002, del director Kurt Wimmer, con Christian Bale como el clérigo John Preston). Me levanto, recojo de la cocina seis mandarinas, muy dulces, que dejo en un pote sobre el velador, en calma reviso una vez más todo, la familia completa, todos en casa, y me recuesto de nuevo.

Así nació esta historia de improviso, donde imaginación de una situación lejana, se hizo presente en una frase tan simple, que da el título a esta narración.

Es Tarde!

La sigilosa entrada era anunciada por el movimiento de unas llaves. Sonidos ajenos y distantes de un mundo paralelo. Una pregunta en el aire se deja oír -¿Por qué tan tarde? La mirada atónita bajó de inmediato, luego hacia los lados, casi imperceptiblemente, en la oscuridad de la noche, pero no emitió respuesta, porque nunca eso le gustaba, sobre todo ante una pregunta que nunca fue realizada.

En la mente, aún fresco estaba los recuerdos de lo realizado, lo que tanto buscaba con dejo de ansiedad, en otro sitio, en otras manos, aún más ajenas que aquellas que las propias, que por la influencia de algo líquido se propició incompleto. Quería comparar, quería saber, quería ver hasta donde podía llegar, más no encontró lo que tanto anhelaba, porque las respuestas ahí no están.

Se acostó con cuidado, en silencio, trató de dormir, no había nadie más, y sobre su costado en excusas se puso a pensar. Abrazó fuertemente su almohada, con un dejo de rabia y frustración, quiso llorar, más se controló, recordó una calma, con el orgullo siempre presente de su “libertad”. Las pulsaciones bajaron, y después de un rato, el cansancio y el sueño le vencieron, hasta un nuevo día, un nuevo amanecer, y un nuevo despertar.

Una mesa de madera

Introducción

Esta historia, está basada en la esperanza, y con mucho pesar, la escribo sin todos los detalles que quisiera. Tal vez sea sólo imaginación, eso nunca lo sabré. Lo cierto es que la sensación que puede producir un primer pensamiento, es la única razón verdadera, que nos conduce hacia el hallazgo de lo realmente que buscamos.


Una mesa de madera

Una mesa de rústica madera, fría y humedecida, de gruesos tablones, se presenta llena en la oscuridad, cosas diversas, potes, herramientas, cascos. Unas bancas improvisadas, conforman el punto de reunión donde se conocen las vidas, donde se ríe y se llora, angustia y alegría en los rostros de ellos que seguramente se miran sin ver. La poca luz, la extensa oscuridad, es una bodega destinada para sobrellevar lo inhóspito del lugar.

Escucho las noticias, y no quiero ver, porque distorsiona la realidad. Hombres de rostros duros, sometidos a la roca, miran la alternativa de excavar, pero el material frente a ellos es muy duro, se hace imposible de mover.

No existe variación, no es de noche ni es de día, no existe luz, más que lo poco que se intenta ahorrar. Un hombre escribe en un papel, pero sabe que no es un tema de esperanza, tiene fe, calma a los demás, escucha a algunos orar, las voces se acallan a ratos. Los ruidos subterráneos pasman el aliento, y el tiempo se hace eterno. No son sólo ruidos de máquinas, son otros que inquietan, trastornando los sentidos.

Conocen su oficio y no se han quedado de brazos cruzados, los topos lo intentan una y otra vez, pero con cuidado. El caracol pende de un hilo, los soportes no son confiables si el terreno en las profundidades ha cambiado, la experiencia es vital, y de eso, mucha es la que tienen.

Busco, busco, busco… la roca es sólida y no deja pasar, llego casi en diagonal, es otro camino que no comprendo, pero peor aún, es la distracción que produce el bullicio de arriba, no por sus voces, sino por lo que sienten. Entregados a la fe, a sus creencias, y lo más importante, la familia. Quiero ver, quiero ver, y no me dejan, todos hablan al mismo tiempo, otros gritan, no son las voces, son sus sentimientos. Huelo cosas que no entiendo, huelo humedad, huele a agua nacida de la tierra, y aún así se siente sed.

No conozco el terreno, bajo un caracol que no he visto, es enorme, cabe un vehículo, incluso dos pequeños. Gruesos palos redondos lo sostienen, corroídos por la humedad y el tiempo. La masa de rocas está frente a mí, avanzo, todo es lento, pequeñas grietas ayudan, es mucho trayecto, me pierdo. Quiero llegar hasta la mesa de madera, quiero tocar la astilloza superficie, clavos oxidados y negros la sostienen. Unos posillos metálicos están en ella, sirven, en realidad todo sirve. No, no puedo seguir, pena es lo que siento, una angustia indescriptible humedece mis ojos, que no son los míos, sino los de aquellos otros, que se reúnen pensando, en sus familias, en su libertad, procurando apaciguar el momento, con esfuerzo, con historias compartidas, vivos y esperanzados a razón de una simple mesa de madera, que sin duda desarmarán.



Nota: Esto lo escribí ayer, estaba con pena, pero hoy veo las noticias, hay contacto,
hay esperanza, hay voces con mucha energía, son reales, son de emoción,
de verdadera alegría. Eso señores, eso si es felicidad.

23 agosto, 2010

93


Hoy vi su rostro lastimero, su piel blanca como su pelo, y su piel reseca, ahí estaba en su lecho, sumergida en un dolor profundo e intenso. Sus piernas eran flaquísimas, aún así, aún lucha por ponerse de pie. Admirable.

Me mira, me pregunta: - ¿Y ud. quién es?, frunce el ceño y me dice: - ¿Ud. es mi papá? Sujeto su mano, y con la otra toco su frente. ¿Qué puedo hacer?, - me pregunto, y me duele el tiempo.

No quiero escribir cosas tristes, porque siempre veo lo positivo de la vida, y lo bien que se puede llevar cuando hay optimismo y alegría. Pero hoy, no podía ser ciego ante un pesar. Más de 93 años de una existencia vigorosa y plena, siempre esmerada por ayudar a los demás. A veces, me pregunto, ¿y para qué?, si ahora vive como vive, y en soledad. Que curiosa contradicción, como alguien capaz de cambiar los hilos pende del propio, sin cortar.

He visto a mi madre, he visto a mi madre, es un camino sin retorno, un paso más atrás. Qué tiempos aquellos, sin ellos y sin embargo con ellos igual.

A veces, quisiera tener 17 de nuevo, y empezar otra vez. Seguir mis instintos y no haberme ido, vivir el otro hilo, un camino distinto que coincide con un principio y un fin. Muchos años pasaron, pero hubo un día, un nuevo instante, inesperado, entre obras de arte, donde un niño fui otra vez. Mis manos temblorosas tocaron aquel instante, donde pude ver, el otro lado de la moneda, tan claro como el agua que nunca describí, aún cuando las palabras escuchaba, queriendo mostrar una vitalidad que siempre estuvo presente, bajo un recuerdo dormido, que por siempre fue.

No sé que pensar. Sin embargo, agradecido estoy de la vida, de las personas que he conocido, de mi gente, de mi familia, de mi pasado y porqué no, también de mí presente que se funden en una dimensión, de la cual no puedo ser indiferente. Quizás sea sólo mi imaginación, pero percibo la aflicción, y aunque sé que es ajena, siento la pena, de lo que duele, para aprender, o por una razón.

La verdad es que no quiero cuestionarme cosas, pero estas dos últimas semanas han sido agotadoras. Percibir como sienten los demás, afecta, aún así hay que seguir circulando, trabajando, y procurando siempre un mejor bienestar para todos, y para sí mismo. Trato de mantener el optimismo, entregar sana alegría, bromear alivianando las tragedias, las enfermedades, y hay veces que ya no puedo. No sé que hay en el ambiente, pero nos está afectando a todos. Muchos ni siquiera se dan cuenta de esto, pero ahí está. Es cosa de mirar a su rededor, al vecino, a un amigo, a un pariente, ver las noticias, mirar el cielo y ver las nubes pasar.

Dios, tu sabes por quienes siempre pido, y es raro, contradictorio quizás, porque pese a no ser un creyente como lo son los humanos, aún tengo fe, porque sé, que hay algo más, que simplemente 93.

20 agosto, 2010

Deambulación

Introducción:

En esta ocasión, quisiera relatar una simple caminata, en pleno centro de una concurrida ciudad. Entre la bullicio de los transeúntes, nace esta historia que nos permite entender que todos portamos un socio, imaginario, real, espiritual, o como lo queramos llamar, existe, y es con el cual siempre dialogamos. Es un nexo, sin fronteras ni tiempo, y que simplemente, ahí está…


Deambulación:

Hace calor en esta vasta y contaminada ciudad, la gente sigue su curso diario casi sin pensar. No quería salir, pero allá voy, y me contamino como los demás. Miles de pensamientos a mi rededor, de diversas variedades, pero nada que me llame la atención.

Muchos están congestionados, congojados, apurados, estresados, y yo aquí, caminando entre la multitud que generalmente evito por busca de tranquilidad. Pero es inevitable, y aunque parezca curioso, busco una estufa en esta época del año, motivos prácticos, no por mí, sino por otros.

En definitiva, algo ha cambiado. Observo a la multitud, influenciados por la publicidad y por el ambiente, por lo que miran, por lo que respiran y comen a diario. Caminan como ciegos en un panal, apretados, despavoridos en su propia necesidad.

Algunos me miran al pasar, es con curiosidad, se preguntan cosas, se cuestionan. No me había percatado antes de eso, pero es cierto, y ahí está, tal como alguien me lo mencionó una vez. Sigo caminando, y converso una vez más, eterno diálogo que me acompañas.

El día es claro, es medio día, parece verano, otra vez es de tarde, y pronto la noche me seguirá. Es el eterno el movimiento de este terruño que parasitamos sin cesar, nos envuelve, nos somete, y nos hace creer que estamos en libertad. Pero no, no es así, aquí seguimos sin poder escapar, de este planeta, o de este ridículo y débil envase que portamos engrillados a esta gravedad.

Caemos, nos levantamos, una y otra vez, para entender que los días, pasan más y más deprisa, como si el tiempo se fuese a esfumar. Hay un instante para todo, hay un tiempo para descansar y otro para crear.

Es cierto, reflexionamos, esperanzados creemos en que todo puede ser, logramos cosas con objetivos claros, sin embargo las vicisitudes de la vida nos enseña que de todo puede suceder. Somos lo que somos, no más, no menos, pero siempre hay algo en nuestro interior que nos motiva a seguir y levantarnos otra vez.

Es cierto, me cuentas muchas cosas, durante todo el día, sin parar, quisieras mostrarme cada paso que das, y a veces te olvidas un poco, como un rato, cuando la mente durmiendo u ocupada está, pero el diálogo siempre ameno, se hace presente con total naturalidad. Fantasma, conciencia, pensamiento, llámese como se quiera llamar, todos tenemos uno, para compartir en nuestros momentos a solas, muy propio, y de nadie más. Hay ocasiones que los pensamientos se fugan, hacia algún lado irán, de pronto sin darnos cuenta, un mormuro se hace fugaz.

La gran esfera bajo nuestros pies lentamente se mueve, en apariencia, mientras el agua inunda las calles de la ciudad, todo es tormenta y arena, mientras el calor empieza a aflorar. Así son los días, así son las noches y ya ha pasado un día más, me salto una montaña, un nuevo amanecer comienza, y sólo sé, que debo continuar…


18 agosto, 2010

Pensar


Es tarde, 3:40 AM, entre sueños despierto, para no dormir más. Atento estoy, entre frío y calor, entre compañía y soledad. No, no es una pesadilla, no hay sueños que recordar, no, no es insomnio tampoco, más sólo quisiera descansar.

Todo está oscuro, los pocos ruidos circundantes me acompañan, y sólo pienso y pienso y no paro de pensar. Dialogo con mis pensamientos, que no dejan de trabajar, es una conversación bajita, como para no molestar. En mis oídos, un susurro in entendible a lo lejos no me deja de asombrar. Algo dice, ¿qué es, qué es?, algo quiere comunicar, mi propio nombre escucho en la ceguera de esta oscuridad.

Es de noche, es de día, mareo y desorientación es lo que siento, como un sedante que confunde este tranquilo y eterno pensar.


17 agosto, 2010

La espera


Desde su lecho blanco como la nieve, un rostro lejano mira a través de una ventana las hojas de un árbol que flamean con el viento y su oscilar. Son días nublados, a veces con sol, y la luz se posa en una silla cercana, reflejando un destello blanco con discreción. Son otros mundos, otros espacios, otros tiempos, un poco más tranquilos, un poco más serenos, que no son de nadie más, porque nada más hay en aquel espacio de voz.

El pensamiento se hace confuso, es un estado distinto donde no se puede estar. La interferencia es un ruido enorme, cuyas voces al unísono no dejan escuchar, no obstante las paredes blancas parecen vislumbrar, pequeñas sombras con un leve movimiento que da paz.

Qué hacer, que decir, si ya no se sabe más, eternamente los dedos se mueven por una incertidumbre que no se puede aguantar, porque unas gruesas paredes se posan ante el caminante que flota en su eterno andar, con su calma característica de un tal vez, de un quizás.

En la silla está, contemplando en silencio, con su eterna paciencia, respirando extraños olores que no le dejan captar, la ubicación exacta de unas manos, que levemente revolotean su rostro para señalar, más aquel vaso medio lleno, que medio vació parece estar.

Si, es cierto, se para un momento, en la inquietud mira hacia fuera el jardín con los árboles por millar. No dice nada, como siempre, porque sólo basta un pensar. La silueta tranquila acompaña al gigante con característica bondad, mientras otras inquietudes, la de varios, en una larga espera, afuera están. Así es el privilegio de este momento, que no necesita más, son sólo escasos minutos, que significativos serán. Son sólo instantes, breves momentos que ya pasarán, buenos, malos, que importa, si lo que cuenta es saber esperar… paciencia y más paciencia, no hay más.

Queda mucho por hacer, muchos temas interesantes que discutir, mucho que aprender, y mucho que entregar, en este mundo ajeno e involuntario, donde todo parece tan abstracto en su eterno esperar…

16 agosto, 2010

Un Domingo extraño


Fue un día Domingo, como otros, como generalmente es de esperar en un fin de semana, algo frío, algo tibio. Como nunca, desperté tarde, el sueño me consumía, sólo desperté un rato, un par de veces, y prácticamente dormí toda la tarde. Es inusual, sueño, sueño y más sueño, ya ni si quiera por cansancio. Muchas imágenes confusas se venían a mi mente, típico cuando se duerme. Abstracciones que no recuerdo, porque eran visiones complejas, confusas, como si estuviese en sedación. Es como si tratase de conectar un cable averiado, sin saber nada, sólo intentando “adivinar” lo que sucede.

Sólo recuerdo una visión, era de tarde, y alguien que miraba desde una puerta en una habitación cercana, donde en la oscuridad no se dejaba ver bien, entre sombras estaba, discreta, sólo observando. Sueños raros que siempre se dan de vez en cuando. Algo se había desmoronado, el lugar de mucha madera, estaba un tanto descuidado.

Hoy, después de tantas horas en aquel mundo abstracto, aún siento esa sensación de somnolencia, pero ya se despeja, con un leve mareo que permanece, como una nebulosa que poco a poco se va desvaneciendo.

Si, o si, hay que seguir adelante, la máquina del tiempo nunca para y no espera a nadie, es parte de esta naturaleza “conciente” de la cual no podemos escapar, que debemos llevar a cuesta, y suceda lo que suceda, siempre hay que levantarse, una y otra vez, por los que nos necesitan, por nosotros mismos, y sobre todo, porque aún nos queda mucho por conocer, aunque entre sueños, todo nos parezca un mundo extraño, donde todo se renueva conformando un neuvo amanecer.

13 agosto, 2010

Escuchando el viento


Viernes, un momento de reflexión, una sensación de desconsuelo abunda en la visión de quién por otros vive con aferro. Una nueva historia se va formando, mientras los astutos se aprovechan de la debilidad y se muestran comprensivos. Contarás, sentirás el abrazo fraterno, lo creerás cierto, pero sin duda, no calmará la pena, el cansancio, o el desconsuelo.

Sé que piensas, más no sé en qué piensas, son dos mundos distintos, son dos mundos paralelos. Un oportunista se acerca, cuando lo más preciado levanta su vuelo.

Las palabras son confusas, un sollozo se deja escapar en silencio. Son muchas las voces, y confuso es escuchar al viento.

Recojo una lágrima con cuidado, la cobijo entre mis dedos, es un todo, una vida, una historia, una marca, mas visible en el interior que en lo externo. Unas manos empuñan un paño blanco, con profunda nostalgia en el vientre eterno, una maleta con dos gruesas corras, señala que nada es más grande, y nada es más pequeño, simplemente, no cabe más en aquel inmenso espacio, que se hará eterno.

Los dados ya fueron lanzados, giran y giran, mientras que con ojos impacientes, se mira el paso de unos zapatos negros. Ideas van, ideas vienen, calma y tenacidad, temple y pensamiento, no hay más, no hay menos.

Por ahora, escucho el viento, suave y confuso, y una vez más espero en silencio.

12 agosto, 2010

Hilos de Padres


La naturaleza provee la maravillosa condición de ser padres, dotados de un instinto de conservación de la especie que va más allá de los propios sentimientos. Esta naturaleza nos envuelve y nos señala muchas veces como sobre protectores.

Siempre los padres desearán lo mejor para sus hijos, obviamente hay excepciones, es cuestión de ver el noticiario, pero en el buen sentido, muchas de las experiencias vividas que nos han afectado y nos han marcado de alguna manera, las vemos reflejadas en el futuro de nuestros hijos, por coincidencia, por tradición, por lo que sea, hasta el punto en que en ellos nos vemos reflejados a nosotros mismos, nuevamente como niños.

Toda herida deja una cicatriz, toda cicatriz se vuelve imborrable, para recordarnos siempre porqué fue, un acto irresponsable o un momento inesperado. Si un sartén nos quema un dedo, es obvio que debemos evitar que nuestros hijos se acerquen a ese peligro. Es absurdo entregarlos a una selva peligrosa cuyos caminos ya conocemos de alto riesgo.

Atreverse en la vida es importante, para cruzar el río, pero sino sabemos nadar, es lógico su resultado, por muy expertos y adiestrados que seamos. Para qué, por una convicción, una tradición, una creencia, un acto fe ciega. El peligro existe, en todas partes, en cada cosa que hagamos, pero evitarlos no es malo.

Quizás no pase nada, quizás las experiencias de nuestros hijos sean mucho mejores, bajo los mismo apremios (parecidos), quizás sea tiempo de dejar los miedos atrás, quizás sea un buen momento para decir no, no irás, quizás hay cosas mejores que hacer, quizás para crecer sea necesario respetar aquella pequeña voluntad. Son jóvenes, inexpertos, hijos, por siempre hijos y niños que por sobre todo no hay que exponer a peligros, sin necesidad.

Superar los propios miedos no es parte de una lucha, sino de una paz, paz que no significa quietud, sino todo lo contrario, es libertad. Dejar que los fantasmas vuelen y se vayan, lo pasado, pasado está. Lo nuevo, son nuestro tesoro, nuestros hijos, un futuro que sí vale la pena, saber cuidar.

Sólo una pregunta más… ¿Hijo(a), en qué hilo deseas estar?

Cansancio


Hoy como nunca la pesadez se hizo sentir, lo escuchaba en todas partes, un agotamiento extenuante se percibía en el aire, como si fuese algo ambiental o de otra naturaleza que manipula los sentidos hasta el punto de adormecer las conciencias en un letargo que se ha ido acentuando con el tiempo.

En un comienzo creía que se trataba de un cambio de folio, ya que en la infancia, esta sensación no la percibía, pero no es un tema de edad, está más bien asociado al tiempo actual. He visto niños en las mismas condiciones hoy por hoy. También pensaba que se debía al stress, pero no es así, porque aún en vacaciones o después de haber dormido, la sensación persiste.

Marea, desconcentra, aletarga, merma la productividad, desconcierta, confunde los sentidos, descompaginando el interior. No es una enfermedad, es un sopesar en el interior de nuestra cabeza, es un cambio que se viene pronunciando estos últimos años. Si observas, algunos aparatos electrónicos fallan, sin razón, los árboles desprenden sus hojas otoñales a la vez que florecen, destellos se ven en el cielo, tan rápidos que ignorados están, la percepción del tiempo se reduce, y los años parecen meses, los meses días, los días no se hacen nada. Todo fluye, todo corre despavoridamente, escurriéndose el tiempo como agua entre los dedos, sin parar.

Pensamos que hacemos mucho, pensamos que los otros no hacen nada, creemos que no avanzamos, caminamos por inercia, corremos por ganar tiempo, y perdemos en el olvido muchas cosas que nos desvían de nuestro objetivo.

Creemos que estamos en lo correcto, asumimos que nuestra razón como verdad, nos volvemos intolerantes, indiferentes al dolor ajeno, y totalmente deferentes al propio, aún siendo niños, aún siendo los que somos ya.

Ansiedad, inquietud, es lo que veo, una sensación nítida de que algo ha cambiado, pero no sabemos qué es. Observamos a nuestras propias familias, y todo es tan distinto, escuchamos, pero no escuchamos. Muchas palabras se pierden, así como muchas ideas. Anotarlas es bueno, en el mismo momento, porque todo parece quedar atrás, tan rápido que no somos capaces de guardar.

Un pariente nos preocupa, estamos concientes, pero aún así, no lo podemos retener, como quisiéramos, hijos, padres, hermanos, nada que podamos contener. Entonces, nos sentimos desnudos ante lo incierto, queremos cobijar, y a su vez necesitamos también de ese cobijo, nos sentimos en soledad, aún cuando rodeados estemos, llenos de más y más, como si todo fuese una eternidad, que pasa sin más.

Preferimos los breve, lo corto, lo concreto, nos volvemos prácticos, incluso con nuestra propia emotividad, que guardamos celosamente, para nosotros mismos, y para nadie más.

Subo las escaleras, y el latido es irregular, lo percibo, porque sé que algo ha cambiado, no soy sólo yo, ya nada es igual. Está en el ambiente… quizás, no es como creemos, es algo más, y sé que por todas partes está.

¿Cansancio?... No, no, no… No, no es cansancio, es otra cosa, es algo más.

10 agosto, 2010

Hambre


Que terrible sensación la del día de ayer. Deambulaba de un lado para otro y al medio día un apetito voraz que no le dejó en paz durante toda la tarde. Hacía mucho que no sentía ansiedad por comer, y se sintió un obeso compulsivo. Pan, carne, queso, jugos, arroz con leche, galletas, chocolates y cuanto bicho extraño ingería.

El no era obeso, pero entendió perfectamente el porqué cuando alguien trata de hacer una dieta y renuncia prefiriendo ante tal stress la conformidad de los kilos demás. Es psicótico. Analizaba aquella sensación, que de alguna forma podría dominar, pero eso significaría una lucha que no ganaría jamás.

El placer de la comida, un gusto o una necesidad, recordó su infancia, su adolescencia y su adultez, conocía muy bien ambos extremos, pero lo de ayer fue totalmente inusual. Durmió con aquella sensación y entre sueños el hambre y la sed lo devoraba sin piedad.

Raro, pero hoy ya es un nuevo amanecer, es otro día, con un sol primaveral, que luego se ocultará, detrás de las nubes de ensueño de su extraña realidad.

09 agosto, 2010

Zapatos de Charol


Introducción

Preguntas van, preguntas vienen. Lo mejor, siempre será encontrar las respuestas en nuestro propio interior. Esta historia, revela que una pregunta flota siempre en el aire, y aunque pase mucho tiempo, permanece en nuestro subconsciente, hasta el día en que descubrimos que la respuesta está más cerca de lo que pensamos, al alcance de nuestras manos, o bajo los pies de lo que caminamos.

Zapatos de Charol

Caminaba una mujer, contenta y radiante, rodeada del vigor de la naturaleza, con una fuerte convicción y algo de inexperiencia. Deseaba lo mejor para sí, siempre anhelaba obtener lo que se proponía.

Un día sin querer, se detuvo en una tienda, tan sólo un rato. Muchos objetos de diversos colores y distintos valores se apreciaban, algunos más llamativos que otros, pero nada que le llamase la atención. De pronto su vista se detuvo en unos zapatos de charol, blancos como la nieve en su interior, y plomos en su exterior. Entró en el local, realizó las actividades típicas de un cliente, y de pronto vio aquellos zapatos acercándose de manos de un vendedor. – Los quiere probar dijo -, ella no respondió de inmediato, sin embargo los contempló con cuidadosa atención. Pidió uno, el que traía el vendedor, y lo sintió muy cómodo, no obstante no se lo probó del todo. El tiempo apremiaba siempre, y pidió el otro, y el vendedor fue a buscarlo. Entre tanto, la mujer contempló aquel zapato huérfano con un dejo de ternura, y lo quiso para sí.

El vendedor volvió, pero lamentablemente no encontró su par. Los minutos pasaban rápidamente, y la mujer impaciente lo dejó y se fue. El vendedor sólo alcanzó a recordar su nombre, pero la mujer siguió orgullosa su camino.

Unos meses más tarde, pasó cerca del lugar, miró la vitrina, pero al ver que el zapato aún permanecía solitario en la vitrina, desistió. Era extraño, quizás demasiado extraño para comprender su naturaleza. Nunca supo en realidad de qué material estaba hecho, y con el tiempo los olvidó.

Pasó el tiempo, la mujer cambió su peinado, cambió su situación, cambió de domicilio, cambió muchas cosas, y como todo buen ser humano, mejoró en algunos aspectos importantes a costa de otros detalles no menos importantes. Su obstinación siempre le precedía, y con el tiempo encontró un par de zapatos de charol completitos, eran de color rojo en esta ocasión, le gustaron, le apasionaron y brillaron en sus ojos. Entró en aquel local, y sin mucho protocolo los pidió. Justo los estaba probando otra mujer. No sería esta la ocasión de perder esos zapatos, así es que la mujer insistió al vendedor para que se los trajera, y así fue. El vendedor que le tocó en esta ocasión era rápido y sin mucho trámite le trajo el par deseado. La mujer se los probó, sintió un gusto interior con sabor a victoria, y bajo el entusiasmo por el logro, los compró sin vacilar. Sin más demora se los puso, le quedaban bien, suficientemente bien para lo que pretendía, y pese a las contrarias opiniones de su familia y amigos, se quedó con ellos y los usó a más no poder.

Pasó el tiempo, y por diversas circunstancias, los zapatos rojos que tanto adoraba, los fue dejando cada vez más de lado, aún los quería, estaba claro, pero como todo buen zapato, con el tiempo, se desgastan, aunque la gente se acostumbra y les va tomando un cariño muy especial, los restauran e incluso los mejoran.

Pasaron los años, y la mujer se olvidó totalmente de los primeros zapatos, siguió caminando con los que se había comprado. Los cuidó a su manera, bajo sus leyes, bajo sus términos, y pese a algunos problemas, los conservó fielmente, arreglándolos de vez en cuando, acicalándolos y procurando siempre su buena presencia y valorización.

Sus zapatos eran de todo lujo, ya nadie le reprochaba nada, ni su familia ni sus amigos que dejó en el camino. Todo marchaba a la perfección, algo que siempre procuró.

Un día, la mujer recibió una llamada. Era el vendedor, aquel que con cuidadosa calma le atendió una vez, y que le llamaba para saber de ella. Le comentó sobre aquellos viejos zapatos de charol en tono blanco y plomo que una vez le pidió. La mujer en un principio no entendía la naturaleza de tal hazaña, pero sintió curiosidad y quiso verlo. El vendedor se acordaba perfectamente y le mostró una oscura y tenue foto de los zapatos de aquel entonces. La mujer, cuando los vio, recordó muchas cosas, y entre todas ellas, recordó su impaciencia. Le pidió al hombre una imagen más clara de los zapatos, que por suerte el vendedor tenía en su poder, se la mostró, y por primera vez logró ver el par de zapatos de charol que no se pudo probar. Habían cambiado. Sintió una extraña nostalgia, y los quiso nuevamente para sí. - Ya no están a la venta, fueron vendidos a otra mujer que los quiso y que esperó largo tiempo por ellos. - Tardé muchos años en venderlos, pero finalmente los vendí – Comentaba el vendedor.

El viejo vendedor, al ver como el rostro de la mujer cambiaba de semblante, se preocupó, se contagió en su misma nostalgia, y le dijo: - Tranquila, para todo hay una solución. Obviamente ya no se los puedo vender, pero si lo desea se los puedo mostrar, porque la persona que me los compró es una buena amiga mía. Si lo desea mañana se los puedo mostrar. – ¡Pero con devuelta! OK.

La mujer apreció el buen gesto del hombre, y quedaron de juntarse al otro día.

Al día siguiente el anciano vendedor, volvió con la caja original bajo el brazo, y dijo: - Muy buenos días, no ve, he cumplido y aquí se los traigo para que los vea, han cambiado un poco, ya no son plomos por fuera, ahora son negros, y aún brillan, y si quiere le puedo conseguir unos parecidos, ya que este modelo es único y está descontinuado -. La mujer lo miró con nostálgico entusiasmo, y se apuró a abrir la caja de cartón que aún se conservaba en buen estado, los sacó, tan precipitadamente, que casi destruye la caja sin querer. Los tomó con sus pequeños dedos y los miró con una melancolía indescriptible.

El hombre cortésmente dijo: - Disculpe señora, debo devolverlos, porque la señora que me los compró los necesita, y los echará prontamente de menos si no se los devuelvo.

La mujer vio aquellos zapatos con una emoción especial, estaban al alcance de su mano, por un breve instante, iguales como aquella vez, y distintos como el ahora, tan cerca, y sin poder siquiera probarlos como quisiera. Recordó el aroma de sus materiales, recordó la textura del charol, aún suave pese al tiempo, recordó su apuro, y guardó para sí sus comentarios. Entendió por fin la simpleza de su significado. Miró comprensivamente al vendedor, y se despidió con un beso, sabiendo que había ganado algo aún más valioso que unos simples zapatos de charol…

04 agosto, 2010

Durmiendo entre Sueños


Introducción:

Después de tanto frío y días de lluvia, salió un poco de sol. Una nostálgica alegría me acompaña en mi viaje esta mañana, y me hace cuestionar ciertas cosas que obviamente no se pueden conversar en reuniones sociales. Esta historia nos permite abrir una ventana hacia ese mundo abstracto y oculto de nuestra imaginación y de nuestros sueños.

Durmiendo entre Sueños

He soñado muchísimas cosas, tan abstractas que llegan a ser indescriptibles. He procurado dormir lo más posible, porque así creo que perduraré aún más en el tiempo.

Pensaba en un día de sol, no planificado, un día maravilloso que se abre entre días nublosos, sintiendo frío y calor a su vez, un momento único, caminando tranquilo a paso calmo, viendo sonreír al viento, en dichosa armonía con el verdor de un paisaje abierto.

De pronto descubro algo que ahora reafirmo, la eternidad no está en los años ni en los siglos, sino en aquellos breves momentos que tengo. A fin de cuenta, los años son apenas segundos, y los segundos son eternos. Las imágenes, los olores, la textura, los sabores, los sonidos, todo lo que inunda nuestros sentidos, se impregna en nuestro ser, como un recuerdo, como un pensamiento, como un sueño, aún estando despierto.

Muchas vivencias se olvidan, pero ciertos detalles quedan, algunos podrán recordar toda su vida, otros vivirán una y otra vez aquellos escasos segundos de una simpleza.

Sigo soñando, sigo despierto, encerrado en este envase, prisionero en esta esfera y en este universo. Entonces duermo, a solas estoy, veo una luz, y me escapo por el portal prohibido de mis deseos más sinceros. Busco el camino, aquel que creo correcto, pero me desvío y me pierdo en aquello que no manejo. Logro escapar, a penas un instante y desde afuera, todo es blanco, todo es distinto, todo es incierto, es otra realidad, o es otro sueño embebido en otro sueño.

Que es real, que es ficticio, me cuestiono una y otra vez, ¿serán a caso, los recuerdos, los sueños, o lo que se vive en este preciso momento? ¿Qué he hecho?, ¿Qué debo hacer?, cuantas palabras vertidas para ni siquiera poder tocar la luz que nos conduce a la libertad de este encierro.

Sé que no se entiende, todo es tan extraño acá arriba, y aún así, aquí sigo, como en un sueño, caminando dormido, pisando y contando las mismas huellas que aparentemente están, en lugares distintos.

01 agosto, 2010

Una montaña, un dedo


Introducción:

Bueno, he "sobrevivido", una vez más, nada fuera de lo común, sólo el precipicio a mis pies y una reflexión que se hace necesaria esta vez. La montaña imponente y hermosa como siempre, cautiva, emociona, pero también es cierto que lo importante que es procurar estar bien lo más posible. La bajada fue un tanto difícil, empinada y dolorosa. El tiempo pasa muy rápido, y en tan solo un segundo todo pudo cambiar. Un dedo inflamado, fue en esta ocasión, el precio que por ahora he de curar.

En fin, todo bien. He aquí esta sencilla historia:


Una montaña, un dedo

Viernes 3:00 AM, revisando algunas cosas de última hora, vueltas y más vueltas. Difícil se hace dormir cuando se tienen cosas en mente. Por lo menos era fin de semana, no importaría mucho, salvo que en esta ocasión, debía madrugar al otro día.

Sábado, 5:30 AM, el instinto marca la pauta de una determinación y el reloj biológico me enciende. Veo la hora, demasiado temprano todavía. Hace frío, me quedo un instante más, otra vez sumido en aquello que me envuelve y me atrapa en la cálida quietud de un nuevo sueño, los clásicos 5 minutitos que se transforman en 10 y en 30.

La música suave de la alarma empieza despacio a sonar, ya son a las 6:00 AM. El tiempo apremia, y como siempre pasa muy de prisa, sobre todo en la mañana. Como resorte me levanto, rápidamente hago lo cotidiano de cada mañana, recojo mis cosas, y me voy.

Aún es oscuro, el transporte espera, las calles vacías, rápido me movilizo y como nunca, la escarcha presagiaba el frío que haría al llegar a la montaña.

Cuando llegamos, el hielo acolchado se dejaba ver desde la basta de sus faldas, estaba heladísimo. Subimos, mis manos casi azules dolían, apenas podía sostenían los bastones. Unos guantes salvaron bien los primeros tramos hasta que el cuerpo, por fin entró en calor con la caminata. La sombra acentuaba aún más el frío, el sol en la cima era la gloria, todo era majestuoso, tan cercano a la vista, y tan lejos a nuestros pies, pero nunca imposible, me convencía una y otra vez.





Paso tras paso, el dolor se iba acentuando en mis rodillas, con la nieve cubriendo por completo mis zapatos, avanzando sobre las huellas de los que iban más adelante, haciendo huella para quienes iban más atrás. Todos en hilera, ordenados, pacientes, perseverantes y alegres. Tallas iban, tallas venían, como debe ser en un paseo, amenizando el viaje.

El paisaje, era una combinación de hermosos colores, como si todo fuese un gran pino adornado para navidad, una cima intensamente blanca, y algodones repartidos por doquier. El cielo estaba limpio, huellas de caballos y de otras especies se podían apreciar a lo lejos, mientras que el sonido del río nos acompañaba guiando nuestros pasos.

El sendero en muchos sectores era un tanto sinuoso y muy estrecho, apenas con un ancho de un metro o menos. La nieve muy blanda y pomposa.

La cima era esplendorosa, desde arriba se podía apreciar una blancura rodeada de pecosa tierra multicolor, mientras unos cóndores volaban sobre nuestras cabezas, y nos miraban con paciencia carroñera. A lo lejos, se divisaba la contaminada ciudad bajo un manto gris, y muy sobre ella, nosotros, aprovisionando y restaurando fuerzas antes de emprender la vuelta, al comienzo del fin.

La bajada fue algo totalmente distinto. La nieve derretida ocasionó un fenómeno algo inesperado, el hielo algo derretido, se transformaba en “barro”. Los estrechos senderos que habíamos subido, cambiaron, y muchos de los contundentes zapatos se empapaban enterrándose y resbalándose en el lodo jabonoso.

Apoyado sobre mis eficientes bastones, la tierra mojada hacía de las suyas y en ocasiones, cedía a ratos. No fue hasta en varios kilómetros, nos desviamos un poco del estrecho sendero, y tuvimos que bajar por una ruta improvisada, y empinada. Ahí estábamos, bajando entre espinas y ramas. Varios resbalaron, por suerte en zonas planas. No fui la excepción, el intenso dolor en mis rodillas se manifestaba en cada zancada, que apenas me sostenían, un breve descuido y en uno de los estrechos barrosos, cedí. Instintivamente, me afirmé como pude sobre mi mano derecha, lesionando mi dedo anular. El grupo miró, fue imposible no quejarse, el dolor fue intenso pero me incorporé rápidamente, miré hacia el precipicio a escasos centímetros de donde me encontraba y reservé mis comentarios.


Uno de mis compañeros se acercó, le dije que no se preocupara, tomé mi dedo y lo enderecé en el acto. No te explico como duele hacer eso, pero todo lo que sube tiene que bajar era el lema, y proseguimos.

De vuelta, con los zapatos embarrados hasta la rodilla, y por fin llegué a casa. No había nadie, sólo pensaba en una buena ducha, y así fue. Secador, estufa y cuanta huifa para sentir limpieza y calor de nuevo. Era temprano aún, pero el sol ya se ocultaba, y como nunca, aproveché aquel silencio y medité con un tazón de té caliente en mis manos.

Unas horas más tarde, llegó la familia, comimos, y me entablillaron el dedo con cuidado, no pude ocultarlo, luego de eso, a dormir temprano.

Horas pasaron, muchas tal vez, el trasnoche anterior había pasado la cuenta, y ya era domingo una vez más, muy temprano de nuevo, 6:00 AM, y qué cosas de la vida, me dí un gusto, una película antigua “La teniente O'Neil”, de 1997 con Demi Moore, dirigida por Ridley Scott. Qué contrariedad.

Luego de eso zzzzzzzz!

Lo curioso de toda esta historia, es que la sensación de apremio ante una caída, no se producen en el mismo momento, de echo, mientras dormía, las imágenes vividas volvían a mi mente. El riesgo de una actividad tan sana, era real. Se materializaban en la mente y se hacían presentes las sensaciones, los olores, el dolor, el precipicio que estaban ahí nuevamente, invitando a la reflexión. Hasta dónde vale la pena un riesgo por una actividad. Entonces apareció un diálogo intenso en mi mente, que ya no pudo parar.

Opiniones pueden haber muchas, y como dice el dicho, “lo vivido y lo bailado…”. Pero lo curioso de todo esto, es que la angustia del peligro, no se da en el mismo momento, sino casi al otro día, dónde tal vez, entre sueños, con la adrenalina aún expuesta, somos capaces de ver, los otros hilos, cuyos desenlaces pueden ser distintos, quizás en una misma montaña, salvado por un dedo, con todo un precipicio a los pies.