07 noviembre, 2010

Gotas


Las gotas de agua se dejan caer con suavidad, el sonido constante de cada esfera brillante se podría contar, pero la limitada visión de los sentidos las hace imposible de calcular. Un día de intenso calor, otro día de frío, raros son estos los días en que la ausencia presente se hace elocuente.

Curiosamente, me detengo, tan sólo unos minutos para desahogar quizás el hecho de un pensamiento, que se cobija bajo el dulce sonido del agua y de la tierra mojada. Una vez más, se abre una ventana de tiempo en donde desde esta silla puedo ver el universo.
El dormir se hace errático, ya casi sin horario, ya casi sin soplo de lo que es o de lo que siento. Sólo sé que aún me acompaña, como si todo fuese una constante lucha entre lo que es y lo que debo.

Sí, lo sé, aún sin estar, ahí permanece, como la lluvia que escucho y que florece, repentina, sin esperar, sin quedarse y sin dimitir lo que por lógica permanece.
Siglos han pasado, y aún llueve, no recuerdo como fue, porque los recuerdos están vedados, para no saber lo que viene. Aún así, algo veo, y lo guardo con profundo respeto, porque nadie más puede ver a través de la lluvia que fluye transparente.
Muchas veces todo se distorsiona, otras veces se esclarece, y nada de eso supera el diálogo que sin duda, aún permanece.

No sé como apagar esta radio, y no sé si quiera hacerlo, es una tecnología maravillosa que no funciona de la manera que uno siempre quiere. Es así la naturaleza, con sus armónicos sonidos que afloran en un jardín, con las gotas que caen eternamente, aquí y donde fuese.

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