19 noviembre, 2010

Cambiar el Ciclo


Introducción

Días raros pueden suceder todos los días, obviamente sin que nos demos cuenta de lo que sucede. Hoy no fue distinto.Pequeños detalles que muy a menudo pasamos por alto, pero están ahí, en aquellas fracciones de segundo en que la lucidez nos ilumina.

Cambiar el Ciclo

Los zombis deambulaban por la zona céntrica de la agitada ciudad, miraban pero no observaban, caminaban casi con la vista perdida en la razón que los movía, cada uno con un destino propio, pero todos parecían sin dirección, aparentemente independientes, con vidas propias, pero sumergidos en sus diarias rutinas, enceguecidos con su propia realidad.

De pronto, así como las hormigas, se esparcieron ante mí. El motivo… simple, un hombre dorado con apariencia de minero que permanecía inmóvil ante la muchedumbre indiferente, de pronto se movió. De los pocos que se detenían a mirar, uno joven con unas monedas se acercó a depositarlas en un tarro pequeño puesto sobre un paño. Cuando el muchacho se acercó, un repentino movimiento del hombre inmóvil y rápido un grito le asustó, así como a varios de los cercanos. En el fondo, fue una pequeña acción, que sacó varias sonrisas a relucir, incluyendo la mía, pero por motivos muy diferentes.

Ya de noche ya en casa, en soledad, miraba mi serial (“House”), mientras realizaba algunas revisiones en un PC. Entonces fue que sentí su presencia. Agudicé mis oídos, pero todo parecía sigiloso. Bajé la respiración y por consiguiente las pulsaciones hasta el punto de no sentirlas. Apenas se escuchaba, y entonces lo oí. Pensaba que alucinaba, pero no, ahí estaba, apenas a unos escasos metros de mí, inmóvil también, como el hombre dorado, mirándome también.

Asqueroso y apestoso era, y sobretodo sigiloso, todo estaba herméticamente cerrado, un verdadero claustro, que no impidió su intromisión. Saltó desde no sé donde, me paré enseguida, lo seguí y finalmente lo acorralé ya no podía escapar, sentí su desesperación, lo seguí como pude hasta que finalmente se esfumó.

Percibí el temor de uno más pequeño, así como el del jóven, así como otros temores que no describiré, agenos, pero muy cercanos. Reacciones, normales y naturales ante un evento repentino, que en alguna medida alteraron el órden cotidiano de las cosas.

Nada especial, en apariencia, pero coincidía plenamente con un correo recibido de alguien durante la mañana, en donde una frase mencionaba exactamente lo que sucedería, indicando que “Algo simple puede 'cambiar' el ciclo”.

Lo cierto, es que hoy, algo cambió.

Y mañana…



No hay comentarios.: