08 julio, 2010

Universos


Debo confesar que hay ocasiones en que quisiera volar, si, volar lejos, a un punto inalcanzable fuera de esta dimensión que me cohíbe. Tanta prudencia, para qué sirve después de todo, si lo que tanto deseamos está en otras manos. Merecido o no, la vida nos encausa como salmones contra la corriente, donde nadamos, buscando una y otra vez, la forma de encontrar los caminos que nos han de llevar hacia un laberinto eterno que hay que pasar.

No se trata de un destino, sino de lo que realmente queremos, de a cuerdo a lo que entendemos a duras penas, porque de algún u otro modo nos envuelve a todos por igual.

Quizás el conocimiento sea la mejor dirección, pero mientras más conozco, más veo la distancia que me separa de aquel universo que quiero y no me atrevo a tocar. Es risorio, pero hay momentos en que puedo percibir su cercanía, que a ratos duele a más no dar. Veo emociones, veo miserias, también alegrías, y con lo más imperceptible me quedo, y me encuentro recogiendo una hoja húmeda después de una la lluvia, en la soledad plena de un tiempo que nunca ha de parar.


No hay comentarios.: