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El suave movimiento de unas pequeñas iluminarías tallaban los cielos oscuros y nublosos. Era una noche muy fría donde el sonido se quebraba de vez en cuando en los roqueríos venideros.
Desde una ventana se podía observar la majestuosidad de aquellas luces a lo lejos, donde cada punto en movimiento, representaba vida, familias enteras que seguramente compartían un mismo suelo.
Cuantas historias se habrán escrito en cada una de aquellas luces, cuantas otras se irán creando con el tiempo. En este mismo instante, cuanto se piensa, cuanto se deja, cuanto se obtiene en cada luz que ilumina nuestros desiertos.
Pero si no existe el destino, entonces que existe, si la nada no existe, y somos lo que somos producto de la creación incomprensible que llevamos dentro. Una luz, una vida, que nace en cada nuevo momento.
Caminando se piensa, caminando se avanza, caminando se respira con la libertad de nuestros propios medios. Un paso a la vez, que siempre de la mano irá, recorriendo los lugares conocidos que se quieren compartir con quién medita en silencio.
A fin de cuentas, que es real, que es ficticio, una creencia, una esperanza, o existe algo más allá de lo que comprendemos. El conocimiento es nuestro noble amigo, nuestro aliado, pero tiene límites, y no es lo mismo, ya que no nos deja ver la verdad de lo que fuimos, lo que somos, o lo que seremos.
En lo alto, una ciudad a los pies, y también en aquellos, se observa siguiendo su curso normal y continuo, son mundos totalmente distintos y un mismo cielo, donde podemos ver unas luces, dichosas revoloteando a lo lejos, como luciérnagas impresas en la eternidad de nuestra imaginación y de nuestros sueños.
Cuantas historias se habrán escrito en cada una de aquellas luces, cuantas otras se irán creando con el tiempo. En este mismo instante, cuanto se piensa, cuanto se deja, cuanto se obtiene en cada luz que ilumina nuestros desiertos.
Pero si no existe el destino, entonces que existe, si la nada no existe, y somos lo que somos producto de la creación incomprensible que llevamos dentro. Una luz, una vida, que nace en cada nuevo momento.
Caminando se piensa, caminando se avanza, caminando se respira con la libertad de nuestros propios medios. Un paso a la vez, que siempre de la mano irá, recorriendo los lugares conocidos que se quieren compartir con quién medita en silencio.
A fin de cuentas, que es real, que es ficticio, una creencia, una esperanza, o existe algo más allá de lo que comprendemos. El conocimiento es nuestro noble amigo, nuestro aliado, pero tiene límites, y no es lo mismo, ya que no nos deja ver la verdad de lo que fuimos, lo que somos, o lo que seremos.
En lo alto, una ciudad a los pies, y también en aquellos, se observa siguiendo su curso normal y continuo, son mundos totalmente distintos y un mismo cielo, donde podemos ver unas luces, dichosas revoloteando a lo lejos, como luciérnagas impresas en la eternidad de nuestra imaginación y de nuestros sueños.
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