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Trabajo, trabajo y más trabajo, hasta el punto en que en un momento dado de concentración máxima, todo alrededor desaparece, y sin darte cuenta alguien se acerca a tu lado sigilosamente, se ubica a escasos centímetros de ti, de tu rostro, mirando lo que miras, y no lo detectas. Te asustas, no por miedo, sino como una reacción natural ante el desconcierto, el cuerpo se acalora ante lo inesperado y te sonrojas.
Entre números y letras, para quién los sentidos suelen estar siempre prendidos, la sorpresa desequilibra sobremanera, la incapacidad de percibir esa presencia cuando el pensamiento está lejos, descoloca. ¿Por qué?, si no sucede nada malo. Son cosas que suceden, son cosas que pasan.
Entonces, un alfajor sobre la mesa, nos demuestra lo vulnerables que somos.
Entre números y letras, para quién los sentidos suelen estar siempre prendidos, la sorpresa desequilibra sobremanera, la incapacidad de percibir esa presencia cuando el pensamiento está lejos, descoloca. ¿Por qué?, si no sucede nada malo. Son cosas que suceden, son cosas que pasan.
Entonces, un alfajor sobre la mesa, nos demuestra lo vulnerables que somos.
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