30 julio, 2010

StarCraft II



Hoy fue un día curioso, de hecho empezó ayer, un amigo se acercó a saludarme, en un estilo muy particular, lleno de energía y travesura, luego se esfumó hacia una reunión de negocios. Conversando con otro amigo, próximo a donde estaba, quedamos en almorzar juntos. Entre actividad y deber, la hora se pasó rápidamente, me presté a salir, un par de llamados, quedamos de juntarnos, hasta que finalmente, este muchacho desistió, motivo, estaba yo conversando con un grupo de amigos y pensó que iría con ellos. Insistí en que igual fuéramos y no quiso. Fue raro ese día, finalmente me fui solo, hacia otro destino, donde me necesitaban. En definitiva, algo cambió, y este hilo se transformó en otro.

En fin, cuento corto, al siguiente día, que no pensaba salir, salí. Era viernes, y me junté con otra persona, todo un personaje, aún más extraño que yo, pero un buen chato. Conversamos, nos burlamos de nosotros mismos por teléfono, y cuando finalmente nos juntamos, me entregó una bolsita, que me dejó plop!

“Feliz cumpleaños atrasadísimo”, me dijo. Por un momento pensé que me vacilaba, pero ahí estaba, una bolsita de cartón con algo en su interior. Lo abro, y quedo gratamente sorprendido.

En principio no suelo aceptar regalos, prefiero que las personas no vean en los objetos alguna incomodidad por compromiso, o que todo se transforme en un constante ir y venir de regalos como si fuese una competencia, sino más bien, ver en las personas, un acercamiento y aprecio limpio y puro de un amigo por lo que es, con sus virtudes y defectos.

Así fue, no más. Quedé pensando en el esfuerzo que aquel gesto significaba. Me quebró el esquema, vaya que sí, tantas veces que he rechazado cosas, oportunidades incluso, quizás sea una señal. No lo sé. Que más puedo decir, simplemente…


Gracias amigo.


Pd. No es el objeto, es la acción, y ni si quiera es la acción, porque a veces es esquiva, sino el pensamiento. Porque de alguna u otra forma, es ahí donde estamos de verdad, y dónde aprendemos a recibir.


29 julio, 2010

Moya Pares

Introducción

Bueno, como siempre lo he dicho, los sueños sólo sueños son. No obstante, esta historia narra lo curioso que pueden ser los encuentros entre dos personas, que sin querer se ven buscando a un aparente desconocido.

Moya Pares

Era un lugar hermoso, sumamente claro, casi blanco, un cielo despejado sobre un piso arenoso, limpio y de intensa luminosidad. A unos pocos pasos una menuda figura producía un brillo reluciente que desprendía de su elegante y corto vestido conformado por pequeñas placas cuadradas entrelazadas que eran de oro, sus pies descalzos, su pelo suelto, le hacían relucir en aquel ambiente desértico.

Cuando se acercó, vio su rostro blanqueado por el resplandor de su belleza, su mirada se clavaba en el y sonreía con profunda nostalgia. Se dirigieron hacia la oruga mecánica que los transportaría hacia la ciudad. Entre la tumultuosa muchedumbre, se arrinconaron, el la acogió con ternura y quiso proporcionar la seguridad que ella esperaba en un fuerte y sobre protector abrazo. Así se quedaron durante todo el camino, y se fueron conversando, sólo conversando.

El se dirigió a un banco, derivando en unos trámites que tenía pendiente. Se sentó un rato en unas bancas cercanas a unos mesones cerca de las cajas, se distrajo viendo algunos antecedentes de personas, que miró sin prestar mayor importancia. De pronto, desde un sobre amarillo, sacó unos documentos entre los cuales había unos recortes de diario, como material de apoyo a los antecedentes guardados. Miró una foto antigua, era la imagen de un tipo delgado, joven, de pelo muy corto, en camisa, que se veía sonriente.

En ese momento, irrumpió la joven que le había acompañado. El se sintió incómodo pero feliz por su presencia. Se sentó a su lado cogiendo su brazo y preguntó curiosa: - ¿Qué buscas?, a lo que él respondió: - Nada en particular, sólo me llamó la atención estas fotos, ¿Le conoces?, al parecer es tu amigo - insinuó. Ella miró con detenimiento el recorte de diario, y dijo: - Se parece a un antiguo compañero de colegio, pero no recuerdo bien a quién, se parece, no estoy segura. Las letras borrosas, denotaban sólo un apellido que pronunciaron si querer en voz alta, “Moya Pares”. Entonces, todo se detuvo, y las miradas atónitas en el lugar quedaron fijas en la pareja.

Cuando esto sucedió, una mujer también menuda pero robusta, se acercó y preguntó por la persona, extendió presurosamente su brazo e intentó quedarse con el recorte de diario. Una discusión discreta se produjo, y finalmente la mujer desistió, soltando el papel prendido en sus manos, retirándose del lugar con su coche y una amiga. Todos volvieron a sus actividades.

Era extraño, ambos jóvenes se quedaron mirando, y sólo trataban de entender que significaría, y cual sería el nombre completo de un tal “Moya Pares”.


27 julio, 2010

Alfajor


Trabajo, trabajo y más trabajo, hasta el punto en que en un momento dado de concentración máxima, todo alrededor desaparece, y sin darte cuenta alguien se acerca a tu lado sigilosamente, se ubica a escasos centímetros de ti, de tu rostro, mirando lo que miras, y no lo detectas. Te asustas, no por miedo, sino como una reacción natural ante el desconcierto, el cuerpo se acalora ante lo inesperado y te sonrojas.

Entre números y letras, para quién los sentidos suelen estar siempre prendidos, la sorpresa desequilibra sobremanera, la incapacidad de percibir esa presencia cuando el pensamiento está lejos, descoloca. ¿Por qué?, si no sucede nada malo. Son cosas que suceden, son cosas que pasan.

Entonces, un alfajor sobre la mesa, nos demuestra lo vulnerables que somos.

23 julio, 2010

Luciérnagas


El suave movimiento de unas pequeñas iluminarías tallaban los cielos oscuros y nublosos. Era una noche muy fría donde el sonido se quebraba de vez en cuando en los roqueríos venideros.
Desde una ventana se podía observar la majestuosidad de aquellas luces a lo lejos, donde cada punto en movimiento, representaba vida, familias enteras que seguramente compartían un mismo suelo.

Cuantas historias se habrán escrito en cada una de aquellas luces, cuantas otras se irán creando con el tiempo. En este mismo instante, cuanto se piensa, cuanto se deja, cuanto se obtiene en cada luz que ilumina nuestros desiertos.

Pero si no existe el destino, entonces que existe, si la nada no existe, y somos lo que somos producto de la creación incomprensible que llevamos dentro. Una luz, una vida, que nace en cada nuevo momento.

Caminando se piensa, caminando se avanza, caminando se respira con la libertad de nuestros propios medios. Un paso a la vez, que siempre de la mano irá, recorriendo los lugares conocidos que se quieren compartir con quién medita en silencio.

A fin de cuentas, que es real, que es ficticio, una creencia, una esperanza, o existe algo más allá de lo que comprendemos. El conocimiento es nuestro noble amigo, nuestro aliado, pero tiene límites, y no es lo mismo, ya que no nos deja ver la verdad de lo que fuimos, lo que somos, o lo que seremos.

En lo alto, una ciudad a los pies, y también en aquellos, se observa siguiendo su curso normal y continuo, son mundos totalmente distintos y un mismo cielo, donde podemos ver unas luces, dichosas revoloteando a lo lejos, como luciérnagas impresas en la eternidad de nuestra imaginación y de nuestros sueños.



3:00 AM


!... !!... !!!!... !!!!!!!!... zzzzz... !


22 julio, 2010

Día de Sol


A fin de cuentas, la vida está hecha de pequeños momentos, aquellos que por breves que sean, nos dan un instante de felicidad, valiosos segundos que se detienen ante nuestros ojos, que no requiere planificación ni nada tan especial, sólo el poder contemplar la sonrisa de la eterna niñez que por siempre será, justo al frente nuestro, tan cerca, que casi podemos tocar, bajo la intensa luz, de un hermoso día de Sol y de paz.

19 julio, 2010

Pantruca


Introducción

Es casi medio día, siento hambre también, como cualquier persona, y por muy fuertes y capaces que nos sintamos, sucumbimos a nuestra naturaleza, y quizás a nuestra creación. Esta historia, es un sencillo, que sólo quiere dar a entender, que una cosa importante es el deber, y otra muy distinta es el querer, sobretodo a la hora del almuerzo.

Pantruca

Entrecruzando los dedos a ratos, escribía y leía con afán, en lo profundo de su amplio mundo de deberes. Ahí estaba con sus pequeños lentes de marco negro, su ceño fruncido, su rostro levemente inclinado, su puño apretado mientras ojeaba unos textos, pareciendo odiar a lo lejos, pero en el fondo sabía que eso era imposible, porque era una buena persona. Sólo vio un puntito que le distrajo, y sintió hambre. Era medio día, sin querer, la opresión en el estómago se hacía presente con notoriedad y fuerza. Al instante, pensó en un plato de Pantruca. No había almorzado, y su menuda figura denotaba cierto dejo de fatiga.

La conveniencia guiaba sus pasos, el sentido práctico y efectivo de lo concreto, le conduciría al éxito, a su nueva meta, a sus logros, a una promesa laboral tangiblemente tentadora, por lo tanto su mente no admitiría distracciones. Entonces, alguien cercano interrumpió su concentración, sorprendiéndole inesperadamente. Cerró rápidamente su bolso y sin más, se fueron a almorzar. El lugar debía ser cercano, pero adecuado a lo que se pretendía lograr. El que guiaba, manipulaba con eficacia rellenando rápidamente cualquier vacío de tiempo que permitiera pensar, mientras el que seguía, aceptaba sin vacilar.

En un fino restaurante, se detuvieron, y sin mucho recateo entraron. Había exquisiteces a manos llenas para elegir, un lugar medianamente elegante, una buena ubicación cerca de unos ventanales, una buena atención, nada podría ser más perfecto. Se sentaron a la mesa, y mientras esperaban, un incómodo pero breve interrogatorio con la mirada se produjo, sin muchas palabras. Quién guiaba, lograba convencer con astucia y autoridad, mientras quién aceptaba, disimulaba, e inevitablemente, no podría olvidaría su humilde plato de Pantruca.








18 julio, 2010

Wall-E

Ha sido un fin de semana solitario, mucho trabajo, la familia lejos, y ya es Domingo. Enciendo el televisor, y no me puedo desprender de una película 3D que para mi gusto personal es simplemente genial y maravillosa, sobre todo en sus pequeños detalles. La imaginación vuela, y sólo puedo decir... Grande Wall-E.

15 julio, 2010

Encuentros


Introducción

Bueno, en esta oportunidad no tengo ninguna historia que contar. Sin embargo, un amigo se acercó a mí un día, para platicarme sobre un momento inesperado para el, lo que encontré interesante, dado la confianza que depositaba junto con su eufórico entusiasmo y nerviosismo al contarme. Le dije, - escríbela, y así lo hizo. Con su consentimiento, y con profundo respeto, la publico con el sano propósito de rescatar la importancia que tienen los buenos momentos en esta vida, que cuando menos uno lo piensa, llegan.


Lunes 05/07/2010

Hoy sucedió algo que no podría entender tan fácilmente, no si es que realmente no creo en lo que llaman “destino”. Todo lo que sucedió quizás fue predestinado y tuvo que pasar por una razón, razón que no se puede comprender inmediatamente.

Como todos los días hábiles sonó la alarma de mi celular, y como siempre, la apagué para seguir durmiendo. Siempre despierto antes de las 08:00, pero hoy no, me quedé dormido por más de 30 minutos. Un compañero de depto, Ronal me golpeó la puerta para despertarme. Me levante raudamente, me vestí y sin si quiera tomar desayuno bajé para luego tomar un taxi.

De aquí en adelante todo fue raro. La calle San Disell estaba con un taco tan largo como nunca antes había visto -algo tiene que haber sucedido- pensé. Llegando a Banará con Monkeda decidí bajarme del taxi debido a lo lento que avanzaban los vehículos. Me fui caminando por Monkeda, pasando por la Plaza de la Conspiración para luego pasar a Tabas. Luego, antes de llegar a al semáforo en Komar, la vi... Nos quedamos mirando unos largos 3 segundos y hasta que le dije casi sin pensarlo “hola, ¿Tanya?” y ella respondió “hola, Karl ¿Cómo estay?”. Ahí comenzó la típica conversación de no haber visto a alguien durante largo tiempo, con la casualidad en mente de habernos encontrado justo ahí.

La conversación -corta-, dejó de ser típica cuando comencé a ponerme nervioso por haberla visto. Claramente no podía creer que la volvería a ver, pues días antes me acordé de ella, además, antes que se mudara del mismo edificio que yo vivo a otro lugar, no fui capaz de pedirle su número en esas conversaciones que teníamos de ascensor o desde el edificio hasta la Alameda. -¿Cómo es que una pregunta que, al parecer es tan fácil de pronunciar, tan corta y tan sencilla, me cuesta tanto trabajo preguntarla?- Debido a mi nerviosismo, comencé a hacer preguntas casi fuera de contexto, relacionadas con el terremoto y el departamento de ella; no sé porqué hacía eso. Sabía casi inconscientemente que lo único que importaba en ese corto período de tiempo, era pedirle de una bendita vez su número. Pensé hacer esa pregunta y una vez más empecé a titubear, mi voz se tornó nerviosa, ello sumado a lo rápido que venía caminando. Esto no paraba hasta que ella tuvo la determinación de preguntarme “Ya, ¿tienes lápiz y papel?” Yo aún nervioso atiné tardíamente a sacar un cuaderno y un lápiz de mi bolso y se lo pasé. Creo que se dio cuenta de lo nervioso que me puse al verla, por eso quizás tuvo la iniciativa. Ella escribió su correo del trabajo y su anexo, diciéndome que no tenía su celular porque lo había perdido. Mientras ella escribía le dije “si po', si ni si quiera te pedí tu número...”. Ante ese comentario ella me miró haciendo un gesto gracioso con su cara, gesto que se interpreta claramente como “que eres weón!!”. Me devolvió mi cuaderno y lápiz; fue hasta ese entonces que mi nerviosismo o emoción comenzaban a declinar, aunque yo haya tratado de disimularlo. Luego de ese momento tan intensamente nervioso, me dijo que estaba apurada, le pregunté hacia donde iba, y ella me dijo que al doctor. Nos despedimos con el típico “ya po, que estés bien”, me di vuelta, seguí mi camino y antes que terminara la luz roja del semáforo, guarde mi cuaderno y lápiz de vuelta en el bolso. Luego, al llegar al trabajo, me senté en mi cubículo, no dejaba de pensar en lo que había sucedido. ¿En realidad es una coincidencia?, ¿por qué habrá sucedido todo esto?, ¿acaso existe el “destino”?. Eran las preguntas que me hacía, hasta que le me decidí por escribirle un correo a la dirección que ella me dio...

14 julio, 2010

Lontananza


Es raro, pero siento una carencia, no sé como describirlo, es como un vacío que presiona el estómago sin cesar. Quizás sea el frío, quizás sea la distancia que me agobia y me cansa, tal vez un largo viaje que al final estalla, tal vez sea el futuro que me llama y que me alcanza, no lo sé, pero una cosa si es segura, la aflicción nace involuntaria, sin control se desata, hace y deshace libre y se desparrama, a veces es tenue o a veces es fuerte, y sin descripción me descalza.

Ahora la música acompaña susurrante en los oídos, suave es y delicada, buscando la armonía de una paz que calma. Es como un sueño, aún más allá de los sonidos cuya magia se escuchaba, es un piano, un violín que con paciencia nostálgica escuchaba, para sólo así poder volar, lejos, para apaciguar lo que el cielo tanto proclama.

Ya pasará...

13 julio, 2010

Yo


Abro esta página, con cierta impaciencia veo que se demora un poco, miro algunas imágenes mientras tanto, veo que algo ha cambiado, y ante mí aparece un nuevo texto, con un título simple “Yo”. Tengo poco tiempo, miro lo largo del texto, no es tanto, y con afán empiezo.

Leo rápido, a veces lento, y frunzo mi ceño, un codo apoyo sobre la mesa, mientras una de mis manos toca mi rostro. El dedo índice juega en mi cara, y de pronto parece que algo noto. Me doy cuenta, y reacciono, me hecho unos centímetros hacia atrás, e inclino mi rostro, mis ojos parpadean y sonrío un poco.

La respiración se profundiza, y continúo leyendo, me motiva la curiosidad, de pronto la impaciencia, nadie a mi rededor, sólo la música suave que ya conozco.

Continúo… hago una pausa, algo líquido en un vaso transparente humedece mis labios, que saboreo despacio, en pequeños sorbos.

¿Cómo? Es la primera pregunta que me surge, cuando mi cuello se estira tratando de ver lo que sigue. Sí claro que sí, las coincidencias existen, pero esto es raro, soy yo quien sigue leyendo.

Aquí estoy, escarbando en este texto, palabras aparentemente sin sentido, que describen lo que hago, entonces siento la compañía, justo al frente, con mi mano derecha extendida, jugando con una rueda, escudriñando lo que busco.

Sigo leyendo, hace frío, se sienten algunos ruidos a lo lejos, mis dedos se congelan, miro mi mano, y es cierto. La música continúa suave, envolviendo mis oídos, diciéndome cosas, en otros idiomas, en otros sonidos, en otros.

Qué raro este texto, pero aún sigo aquí, leyendo, ¿Por qué sigo…? es otra pregunta que surge muy despacio, como mormullo, ¡pero no he dicho nada! o son solo pensamientos escapados de mis sentidos.

Un escalofrío me acompaña, tengo un poco de frío, junto mis manos, mientras la pantalla veo. Mis brazos se entrecruzan, y luego los abro, entre tocando mis dedos.

¿Me estará viendo?, absurdo, son solo patrañas, meras coincidencias, me digo. Nadie puede adivinar lo que hago o lo que pienso. Pero aún sigo leyendo, y me veo haciendo lo que dice el texto. Me puedo cuestionar lo que sea, o simplemente dejar esto, no obstante, aún lo sigo leyendo. Mi cabeza voltea, mis dedos tocan mi pelo, y vuelo en pensamientos.

Mis manos se recogen sobre la mesa, cerca de mi pecho, algo blanco toco, parecido a un papel o servilleta, que portaba dibujos que con un lápiz a pasta dejo.

De pronto siento el calor en mis mejillas, me quedo sin saber como funciona todo esto, es ilusión, imaginación, o soy yo, sin más que sólo esto, un simple texto.

Finalmente me paro, y veo, que muchas veces nos encontramos, leyendo algo que nos parece ajeno, pero que en realidad somos nosotros mismos, que asumimos la historia, como un producto propio, que portamos en nuestras vidas, en nuestro pensamiento, como un reflejo intenso.


Brisa, tempestad y paz


La escarcha blanqueaba el pasto que circundaba a mi paso, y en entretanto pensaba en lo cambiante que son los días. La baja temperatura sugería refugio, sugería cobijo, tener un tazón caliente entre los dedos, soplar suavemente el vapor y observar las múltiples figuras que se forman en el aire, de la nada estimulando nuestros pensamientos.

Discutimos muchas veces, sin palabras, sin contratiempo, es un mundo abstracto donde nadie más juega, como una tempestad envuelta en los rayos del delirio. Todo se desordena y se reconstruye a la vez, se maneja, con la voluntad inconciente de algo dulce sobre la mesa. Unas pocas galletas, churros o pancito, cualquier cosa, que inconcientemente compartimos.

Alguien se frota las manos, con abrigo y guantes, interrumpiendo con un comentario corriente. Los ojos rápido parpadean, se remueve la cabeza de un lado hacia el otro y vuelve a su realidad que continúa, y todo se desvanece. Pero la sensación queda, la pasión de una discusión, la calma de un momento, en cualquiera de sus formas, siempre se hace grato, dialogar en el profundo espacio del silencio.

12 julio, 2010

3 Días


Fue un grato fin de semana, después de una jornada de arduo trabajo, ya viernes por fin, estuve con una parte importante de mi familia, y mi buen amigo, incentivándole para que dé un salto tecnológico, poniendo ideas en su cabeza, progresos necesarios y estimulantes para ambos. Los niños jugando, los demás conversando, un rico licor sobre la mesa, y mi siempre fiel, pan con mantequilla. Un café bien caliente me fue ofrecido con total cariño, que con gran aprecio, agradecía como un niño. Temas varios, iban y venían, de sus ojos entusiastas y cansados, que a ratos con leve esfuerzo alegres proseguían. La saturación del trabajo, la tensión del día, era liberada gota a gota, con la destilación del encanto.

Al otro día, ya era Sábado, y sin más demora, ha “planificar” rápido se ha dicho, prometido era, se daba paso al siempre esperado “Día de Padre e Hija”. Recorrimos la gran ciudad en busca de aventura, y la encontramos, absolutamente solos los dos, nos dejamos caer sobre inmensos monstruos mecánicos, y nos internamos en una cascada pintada de sol y de alegría, en el bullicio de los jóvenes que con vigor corrían. Una cámara filmaba al azar, y de pronto se enfocó sobre mi pequeña, siguiendo su carrera, me dí cuenta porque de muy cerca de ella detrás corría.

Empapados quedamos, y nuestras ropas mojadas nos daba risa, que hacemos, nos decíamos, y en una centrífuga nos metimos por enteros, sumidos en la inercia y la velocidad nos fuimos secando a razón del intenso viento que nos batía.

Terminamos con una nube de algodón inmensa, en sus dedos pequeñitos y en los míos también, pegados, con el azúcar entre los dedos, y nos fuimos en un pintoresco carrito de dos pisos cantando, punche… punche… punche… rapeábamos con alegría. Hacía un frío intenso, que calaba los huesos, era ya de noche, tarde se hacía, y arropé a mi niña con mi casaca, quedando en polera, ella dormitaba en mi regazo, mientras la gigante oruga se movía.

Casi llegábamos, y un colectivo esperaba, a la intemperie quedamos un rato, mientras mi niña me preguntaba si frío sentía, a lo cual con gusto le miraba y simplemente le contestaba, que siempre con calor proseguía, apretando los dientes para que las castañuelas no se escucharan.

Una vez más, el día muy corto se hacía, y cansados tarde llegamos al hogar, con los pies desechos, pero secos y felices de haber disfrutado juntos, un día que hacía falta.

En un momento dado, el teléfono insonoro vibraba en mi bolsillo, cosa que rara vez sucedía. Contesto, y para sorpresa, la vanidad en persona me llamaba, aquel que gracias a sus cuidados, es el que en mejor condición física por tiempo se mantenía. Unos cuantos saludos varios de pocos segundos y al grano. Entonces el día siguiente ya ocupado.

Era domingo, muy temprano en la mañana, aún oscuro, y me levanto, preparo algunas cosas, coordino con un par de llamadas, y parto nuevamente. Destino, casa de mis padres. Un día feliz, y muy trabajado, todo el día ampliando una pieza, con ideas simples y frescas, donde todos aportamos.

Pero algo rescato, durante aquella mañana sucedió algo inesperado, por unos minutos, volví a mi infancia, mi padre me mandó a comprar, con su gentileza plasmática de siempre, y mientras la garuga empapaba mi rostro, sentí la brisa y el olor a tierra mojada que me transportó a otro mundo, todos los negocios estaban cerrados, aún era temprano, y todo eso me hizo pensar que estaba en otra ciudad, en un lugar de campo. Raro, pero lo disfruté, escasos minutos que me encantaron.

Salimos a comprar, materiales que requería, todo bien, y observaba a mi padre que a su avanzada edad, con sus rodillas adoloridas, a rápidos pasos, por el gran local se movía. Mi otro hermano, con mucha decisión, rápido también se manejaba, al hombro con las cosas, y una tremenda fortaleza física, que nacía de su profunda convicción de estar presente cuando más se requería.

Yo les observaba con gusto, casi con regocijo, dejándoles fluir con su esmero, trabajando como un gran equipo, con intensa energía, para luego en una enorme camioneta, circular en poco tiempo al siguiente paso que seguía. Trabajamos intensamente, todo estuvo bien, reímos, compartimos, tallas iban, tallas venían.

Después de comer un poco, me fui despidiendo, sin mucho protocolo me retiré despacio. Que tontera, un fuerte dolor abdominal me dejó paralizado, mi madre observaba desde la puerta con cierta intriga, pensó que buscaba la llave del auto, que en la mano ya tenía. La dejé en su creencia, disimulé mi dolor, le sonreí un poco, le agité la mano, bajé la solera. Que desesperación, y recordé que la calma siempre era la mejor medicina. Aguardé un minuto, no más que eso, y despacio manejé por la carretera.

Nuevamente tarde llego a casa, a mi humilde hogar que siempre añoro, donde encuentro calor, refugio, y un poco de paz, que siempre atesoro. El dolor ya había mitigado un poco, y bajar del auto fue tortuoso. Eso nos recuerda siempre, lo frágiles que somos y que la soberbia no es buena, porque nos puede caer un barco encima o un pequeño bicho de nuestros cuerpos se apodera.

Bueno, hoy ya es lunes, adolorido estoy, por todos lados, el músculo con alegría me recuerda, que el cuerpo está agotado, pero yo no le hago mucho caso, porque seguir siempre adelante, está escrito en un idioma extraño, en nuestro presente, nuestro futuro, y quién sabe para qué más, estamos.

Así soy, así fluyo, prisionero en este cuerpo que me transporta, que me distrae, que de vez en cuando me da un tirón de orejas, ya sea en el goce o la agonía, donde todo puede suceder, en tan sólo 3 días.



09 julio, 2010

Una "Piedra" en el Desierto


Introducción

Hoy había un sol espléndido, era un día como para salir a caminar, y así lo hice. Mientras lo hacía, de pronto sentí un objeto extraño en uno de mis bolsillos, y me imaginé una casa grande y hermosa. Aparentemente no guarda relación esto, pero si vemos un poco más allá, podremos apreciar que el futuro es incierto y todo nace al alcance de nuestra mano, en un solo pensar.

Historia

Cinco días habían pasado desde que el telegrama fue leído por última vez, y en un enrarecido fervor se prestó a escribir sus necesidades primordiales. Estaba en una trinchera, en la plenitud de un desierto árido, inhóspito, casi imaginario, donde podía moverse con plena libertad, pero bajo una soledad plasmante. Su espíritu inquieto caminaba en círculos, y el frío nocturno del desierto le hacía imaginar cosas producto de su propia inseguridad.

Sus temores siempre latentes, se enfocaban en un principio redundante y continuo que le acompañaban desde la infancia sin piedad. Las circunstancias, las creencias, le hacían ver el mundo en una forma lineal, aún pese a sus muchas experiencias y los mundos que ya había recorrido. Quería saber más, obtener conocimiento más allá de su ambición genética, y un día obtuvo un poco de eso, siendo apenas un breve instante de luz, pero sin poder asimilar o entender la extrañeza de su naturaleza, una simple "Piedra".

Ahí estaba, cumpliendo una auto promesa interior para sí, para su progreso, y su propia felicidad, con todo el mundo a sus pies, sin embargo, sentía el precio de su soledad. Era extraño, porque siempre profetizaba sobre la felicidad alcanzada, sus logros y su éxio, fanfarroneando con las cosas que decía a los demás, siendo evidente que a la luz de la verdad, su vida interior pertenecía inmersa otra realidad.

Mientras investigaba unas muestras, recordó que cuando menos lo esperaba, se topó con un objeto extraño que le resultó familiar, algo que con el tiempo le llamó "Piedra" que guardó inconcientemente hasta el tiempo presente. Estorbo, rareza, así lo menoscabó hasta el cansancio aquel objeto, como si fuese una mediocridad, algo sin importancia, sin valor, sin evolución, pero que igual ocupaba su mente sin cesar, sus palabras a veces se hacían duras, y arremetían sin piedad, sobretodo las que no pronunciaba. Aún así, ahí estaba, inentendiblemente sin hacer nada de lo que esperó en todas las pruebas y experimentos que realizó. Aún así, la extraña "Piedra" brillaba en su ser, dialogando incansablemente en su mente una y otra vez. Hubo un largo tiempo que la había olvidado, era cuando tenía todo bajo control, todo un castillo bien estructurado a su realidad perfecta, pero su sola presencia le producía cierto miedo injustificado y curiosidad. Guardaba su "Piedra" en uno de sus bolsillos, y su pensamiento siempre concentrado se enfocaba en una meta, que siempre cumplía, no obstante, esto era distinto, le producía paz, y a ratos una incertidumbre que le molestaba.

El telegrama sería despachado por el grupo especial encargado, al otro día al amanecer. El planeta estaba demasiado saturado de radiación y los intercomunicadores no servían, como tampoco los tele-transportadores, por tanto, mediante maquinaria antigua se movilizaban los grupos de investigación, para recoger determinadas muestras del terreno, y la correspondencia de los científicos que trabajaban en la zona.

Porqué portaba aquella muestra, si en el fondo era una simple "Piedra". Podría arrojarla lejos de su vista, perdiéndola para siempre en la amplia arena, pero ahí estaba, analizándola una y otra vez, y porque en su interior brillaba.

Optó por guardarla, y siguió su intensa labor, el tiempo no perdona y las expediciones debían tener las condiciones óptimas para que pudiesen habitar los sectores y sobrevivir las futuras generaciones. La vida continuaba, había que seguir trabajando sin cesar.

De pronto lo supo, sacó rápidamente la "Piedra" de su bolsillo, la puso en su mano, contemplándola casi con ternura, entendió que debía respetar su naturaleza, entonces giró lentamente su mano, la dejó caer a sus pies, y se retiró.

Era obvio, no era una "Piedra"…

08 julio, 2010

Universos


Debo confesar que hay ocasiones en que quisiera volar, si, volar lejos, a un punto inalcanzable fuera de esta dimensión que me cohíbe. Tanta prudencia, para qué sirve después de todo, si lo que tanto deseamos está en otras manos. Merecido o no, la vida nos encausa como salmones contra la corriente, donde nadamos, buscando una y otra vez, la forma de encontrar los caminos que nos han de llevar hacia un laberinto eterno que hay que pasar.

No se trata de un destino, sino de lo que realmente queremos, de a cuerdo a lo que entendemos a duras penas, porque de algún u otro modo nos envuelve a todos por igual.

Quizás el conocimiento sea la mejor dirección, pero mientras más conozco, más veo la distancia que me separa de aquel universo que quiero y no me atrevo a tocar. Es risorio, pero hay momentos en que puedo percibir su cercanía, que a ratos duele a más no dar. Veo emociones, veo miserias, también alegrías, y con lo más imperceptible me quedo, y me encuentro recogiendo una hoja húmeda después de una la lluvia, en la soledad plena de un tiempo que nunca ha de parar.


07 julio, 2010

Caperucita Negra


Llovía torrencialmente, el viento soplaba con una fuerza inusual, el agua encharcada en el piso mojaba displicentemente sus botines negros que zapateaba con meticuloso esmero. Desde las alturas, invisible le observaba en silencio, el Lobo, que con paciencia, clavaba su mirada en Caperucita sin perder detalle de sus acciones, en una acción meramente derivada de la casualidad.

Volteó discretamente, y de pronto la vio aparecer en el interior, con pasos presurosos, cosa que llamó su atención. Cautivado por su elegancia intachable, sin ver su rostro tuvo la impresión de saber de quién se trataba.
Una capucha negra ocultaba su rostro que retiraba con cierta incomodidad. El Lobo atento y paciente, ansiaba confirmar su observación, y justo cuando quiso emitir un comentario, le vio, corroborando su apreciación inicial. Una sana alegría, imperceptible a los demás, se esbozaba oculta en su rostro impávido, guardando su regocijo para sí.

Vestía completamente de negro al igual que el. Su largo abrigo se movió entre los arbustos con prontitud. Caperucita, inocente en su andar, proseguía su camino, en dirección hacia unas puertas metálicas que le llevarían a otro nivel de la nave.

El Lobo, inquieto se dirigió hacia su habitáculo, unos pisos más arriba, y prosiguió con su rutina. No obstante su impulso fue mayor, y cogió el intercomunicador.

- “Buenas tardes, la hora exacta…”, dijo en su mente con voz calmada. Al otro lado del teléfono, fue captado, y un leve dejo de inesperada alegría se dejaba escuchar, entonces, una amena pero muy breve conversación se estableció en forma cordial. El tiempo siempre apremiaba en la tripulación, todo era crucial, y tras cerrar el canal de comunicación, tanto el Lobo como Caperucita volvieron a sus actividades, manteniendo así la continua estabilidad de la nave, siguiendo la ruta trazada hacia un mundo inconcluso, aquel conocido como el mundo de los encuentros imaginarios.


05 julio, 2010

Domador de sueños

Introducción

Comúnmente soñamos, pero no siempre recordamos lo que soñamos, muchas veces nuestros sueños nos despiertan en la noche, nos asustan o nos complacen, y generalmente escapan a nuestra voluntad. No obstante, esta historia, narra la capacidad de guiar aquella vida “virtual”, donde el universo se desdobla, en una especie de libertad alternativa, conocida como el mundo de los sueños...

Proximamente...

01 julio, 2010

Área Restringida


El paraguas estaba hecho trizas, apenas cubría su amplio atuendo negro, su cuerpo inclinado hacia fuerza contrarrestando el viento torrencial de un crudo invierno. Ella era una mujer de esfuerzo, muy vital, de no más de 30 años. Se desplazaba hacia las afueras de la ciudad, en busca de su niño, a quién entrañablemente no le veía desde hacía mucho tiempo. El lugar barroso ensuciaba sus preciados zapatos de charol, únicos que se permitía usar solo para ocasiones especiales. Caminó varios kilómetros durante horas, hasta que finalmente logró llegar a la cima de un montículo, desde donde ya pudo apreciar la casa donde supuestamente se encontraría su hijo.

Sus piernas doloridas se doblaban frente al agotamiento, respiraba con algo de dificultad, su cuerpo sucumbía a la inclemencia, no así su voluntad de seguir. Ya sólo era cuestión de bajar unos cuantos metros más por la empinada montaña, para lograr su procurado destino.

Cuando logró bajar, su cuerpo cansado no pudo más, y decidió parar un momento para recuperar el aliento. Sentada se quedó sobre una roca, mientras contemplaba el hermoso verdor del paisaje. El cielo se despejaba y el olor a tierra mojada le recordaba su propia niñez, su mirada nostálgica se fijó en unos leños que le recordaban mucho a su padre que con gran decisión y destreza cortaba para el fuego de la chimenea.

El esfuerzo valía su emoción, y con cuidado limpio sus zapatos con un pañuelo que sacó de entre sus ropas. Se ordenó un poco, y se encaminó hacia la casa. En la medida avanzaba, unos patos blancos se atravesaban ansiosos por su camino, mientras otros animales, ovejas, caballos y vacas, se divisaban libres a lo lejos.

Un hacha clavada sobre un grueso tronco de base, denotaba que no hacía mucho que se estuvo trabajando, por lo tanto era una señal indiscutible de que la casa estaría habitada.

Se acercó a la puerta principal, tímidamente golpeó tres veces. Sintió ruido desde el interior de la casa y sus ojos se iluminaron brillosos con la emoción.

Ante ella, la puerta interior se abrió, pudiendo ver borrosamente una figura alta y fornida de un hombre. Habían pasado varios años en que tuvo que obligatoriamente partir en busca de un mejor futuro para su familia, cosa que logró con mucho sacrificio. Luego se abrió la puerta externa, y ante ella apareció un hombre mayor, muy parecido a su hijo, que con amabilidad le dijo:
- ¿Buenas tardes, en que le puedo ser útil?
La mujer desconcertada, quedó petrificada y secó sus lágrimas para verle mejor. Con asombro, sus emociones inequívocas le hicieron ver aquello que era imposible de creer, el hombre de unos 50 años de edad, que le observaba erguido ante ella, era su hijo, mucho mayor de lo que esperaba.

El hombre, al ver la reacción e la mujer, apuró en sujetarla, y con cuidado la acomodó sobre una silla bajo techo a la entrada de la casa. Notó inmediatamente el esfuerzo que había realizado para llegar hasta donde el, y se prestó a traerle algunos víveres y un mate bien caliente. Preparó la mesa con esmero, pan, mantequilla, queso, entre otras cosas, y se sentó junto a ella, que aún permanecía incrédula y confundida.

Ambos conversaron un rico desayuno durante horas, bajo un cielo ya despejado, lleno de nubes blancas y algodonosas en un fondo intensamente celeste. Madre e hijo, intercambiaron sus experiencias, y ambos trataron de entender lo que pasaba. Por años aquel hombre no había salido de la zona donde estaba, porque así lo había dictaminado su madre, dejándolo a cuidado de sus abuelos. Ella por su parte trabajó arduamente durante 10 años, como nana doméstica de algunas familias acomodadas de la ciudad. El hombre, por su parte, vivió como ermitaño durante mucho tiempo, quedando totalmente solo cuando ya sus abuelos se habían ido por causas naturales, acostumbrándose a esa vida rebosante de naturaleza.

El dinero que había logrado ahorrar la mujer, lo había destinado para la educación de su hijo, quién ahora denotaba muchos más años que ella. Era imposible. Entonces le dijo:
- Ya es hora hijo, debemos salir de aquí y buscar otro rumbo.
El hombre respondió:
- Está bien, partiremos mañana, llegaré temprano.
Hizo los preparativos, y se fue a la parcela más cercana, era todo un día de camino ida y vuelta, dejando sus animales a cuidado de unos vecinos de confianza.

Cuando volvió, vio a su madre, quién le esperaba ansiosa. Algo muy extraño pasaba, y se aprestaron a partir en un coche viejo, en dirección a la ciudad.

En el árido camino de una rústica carretera, sobrepasaron una zona fuertemente alambrada, que denotaba un enorme letrero, desgastado y muy borroso, que decía:
- “Zona Experimental. Área restringida. Peligro. No pasar”.

Ante esto, inmediatamente el hombre detuvo el coche y dijo:
- Ya sé lo que sucede.
Ambos miraron el letrero, y se miraron nuevamente, entonces, comprendieron.

El hombre, inmediatamente notaba que sus pies ya no alcanzaban los pedales, y que sus ropas se hacías cada vez más anchas, pareciendo ser todo más y más grande cada vez. Era obvio lo que sucedía. Entonces, su madre lo abrazó con fuerza y entre sollozos le dijo:
-Por fin te encuentro mi niño, ya no te dejaré más en esta... “Área Restringida”.