24 mayo, 2010

Día de morgue

Partió temprano con una lágrima contenida en su mejilla, su destino, una triste noticia, otra más entre muchas que ya hemos recibido este último tiempo.

Recogió a sus seres queridos, parientes en general, y se desplazó hacia su lúgubre destino. El lugar, era una morgue, extremadamente frío, aún más que el frío post lluvia de aquel día. La pena era grande, más cuando no pudo estar cuando aún estaba.

Así le vieron, gélida, yacente, seguramente ya distante de su cuerpo rígido. Le vistieron con dificultad, era un lugar del que no había costumbre. Unos le vistieron, mientras ella le arregló con cariño, como un último gesto de amor y de adiós a quién partió de improviso.

“Pésame”, que palabra tan absurda, “ayudándote a sentir”, otra estupidez, la tristeza no se puede tapar con la palabrería tan trillada, recogida de la monotonía de nuestros ancestros. Hay cosas que hacer, cumplir con el siguiente paso, hacer lo prudente, lo correcto, y continuar viviendo, siempre feliz.

Nunca se sabe cuando partimos, pero si sabemos que debemos aprovechar el tiempo lo máximo y mejor posible, no sólo por nosotros mismos, sino, por nuestros seres queridos que aún están.

La felicidad es algo tan abstracto, tan personal, tan único, que a veces, el sólo hecho de coger una mano es suficiente para comunicar la magia que posee este extraño universo, y poder sentir que no estamos solos.

Ya era muy tarde, de noche cuando volvió, un tono melancólico en su rostro, administrando la pena con serenidad, con tesón y sabiduría, porque la vida siempre continúa, y la preocupación debe centrarse no en quién se va, sino en los que se quedan.

Le abracé intensamente, las palabras sobraban, y en este gesto nos quedamos un minuto, en silencio, con la plena mutua convicción de que la función debe continuar.

El tiempo también es algo abstracto, y toda pena y alegría tiene su momento. Mucha tristeza en su mirada, y también mucha fuerza en superarla, por si misma, nunca esperando que otro le solucione su tristeza, con sus propios medios, sabiendo levantar más a los demás que levantarse a si misma, en un acto de generosidad que no requiere exhibición ni recursos tangibles, porque simplemente no hay tiempo para perder en lamentaciones. Eso es fortaleza interior, algo valioso en ella, así debe ser, porque más seres queridos y amados aún quedan, que le necesitan, así como yo y como ella.

Pucha! Que nos ha tocado duro en estos últimos meses, y quizás esto lo escribo porque de alguna forma, de acuerdo o no, el mensaje quedará impregnado en el interior de cada uno, para entender de una buena vez, que todo, absolutamente todo, tiene un acomodo, un camino, una luz, y una solución.

Lo que sigue ahora, será ingrato, siempre lo es, consecuencia lógica que siempre se manifiesta por el lado de la avaricia. Como sea, es natural, y aunque todos vistan de santos, un interés propio siempre aflora en momentos como estos.

El tiempo cura las heridas, aunque muchas veces nos obstinemos en ver nuestras cicatrices más grandes de lo que es, dramatizamos, o nos hacemos las víctimas de cosas que no son. Pero el tema no es ese, sino el que seamos capaces de superar positivamente las penas que siempre estarán presentes, una y otra vez, por diversos motivos, y esmerarnos más en aquellos momentos felices que si existieron junto a un ser querido.

Fue un día nublado, de mucho frío, con una cordillera maravillosa, un cielo despejado bajo nubes de algodón. Un día triste y feliz a la vez, donde pese a todo, fue un día de padre e hija.

Ya pasará…








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