11 mayo, 2010

Día de Cocadas


Introducción

De todo hay en la vida, y por supuesto, hay días felices también. Esta historia es un agradecimiento muy especial a mi pequeñita, quién en su poca edad, es capaz de entregar amor, con pequeños gestitos, que me permiten reflexionar en que la vida es maravillosa, que hay que seguir siempre adelante, y que todo tiene solución.

“Gracias hija!”


Relato

Dos días me insistió para ir al supermercado, y comprar algunos ingredientes, galletas, manjar, coco rayado, granitos de dulce, entre otras cosas. Cuando volvimos a casa, sin más demora se puso su delantal que le quedaba enorme y a la cocina se ha dicho. Me pidió que le dejara sola, pero insistí en quedarme hasta que terminara con la trituradora, por motivos de seguridad. Sus manos pequeñitas podían dañarse, un dolor que no se lo encargo a nadie. Accedió y todo marchó bien. Guardé el implemento peligroso, y la dejé finalmente a solas como quería, con su espíritu creativo.

En otra habitación, nos pusimos a ver una película del tipo familiar, liviana, que no requería demasiada atención, mientras se realizaban las labores típicas de hogar.

Al rato, después de un par de horas, escuchamos una vocecita, diciendo “Está servido!”. Fuimos de inmediato, cuando llegamos, vimos que unas tacitas estaban correctamente ubicadas, algunos cubiertos, galletas, pañitos, y servilletas, perfectamente ordenados, y ninguna miga fuera de lugar. La pequeña se acercó con una bandeja sostenida en una de sus manos, todo cubierto por un género, nos quedó mirando con entusiasta sonrisa en su rostro, retiró el paño y dijo “ta…taaaan…!”, mostrando el contenido, eran unas ricas cocadas hechas a mano, con la figura de un círculo y un corazón al medio. - “Feliz día mamá”, dijo.

La escena me pareció sencillamente hermosa y conmovedora, entonces le dije: - Ven! Y se acercó de inmediato, entonces le abracé con fuerza y ternura, le dí un beso y simplemente le dije: - “Gracias”. La mamá hizo el mismo gesto, lo cual quedó retenido en mi mente, como si fuese una fotografía.

A su vez, me acordé de mi propia madre, y sin mencionar nada, pensaba en el hecho de que no le quise visitar ni llamar, debido a ciertos ocurridos. Quería ir y no a su vez, sabía que estarían casi todos mis sobrinos y hermanos con ella, y no fui. Pero mi madre es una mujer sabia, ella entiende perfectamente, me conoce, aún sin haber vivido juntos, sabe perfectamente que si no hago algo, es por una buena razón. Cosas de madre.

Al otro día, ñam! ñam!, mmmm!, miro un pote de color rojo sobre mi escritorio, y sonrío. Es algo tan simple, un detalle, una preocupación especial, de un ser tan pequeñito, que me sabe aceptar más allá de lo extraño que sea, así como mi madre, dos generaciones entre la total inocencia y la sabiduría plena. Es entonces cuando se puede comprender el real amor de dos seres, aunque sean extremos, quienes son capaces de aceptar y dar, sin cuestionar.

No es fácil ser madre, todo el mundo lo sabe, bajo ningún aspecto, muchos errores cometen en la vida en ese largo e intenso camino, así como nosotros, o como muchos, como todos y por más que nos rebusquemos en ciertos desaciertos de nuestros padres, debemos ser humildes y entender que nadie es perfecto, que muchas veces las emoción supera a la razón, y que las circunstancias les hacen tomar ciertas decisiones que cambian nuestros destinos, incluso por generaciones.

Entonces debemos entender que la historia no empieza donde nosotros nacemos, sino, mucho más allá de una evolución, donde los padres de nuestros padres, también fueron la consecuencia de una enorme cadena que no termina donde empieza, sino que empieza donde ahora mismo se inicia.


“Gracias mamá!”

No hay comentarios.: