04 mayo, 2010

Copita de cristal


Introducción


Esta historia, bastante simple, sólo pretende dar a entender que la música es un don, una capacidad, un regalo de Dios, único y precioso, que todo buen músico debe aprender a cuidar.


Historia


Mi buen amigo, aún sigues tan confundido y equivocado como siempre, sumido en tus propias necesidades y añoranzas, dejándote convencer por quién no es mejor que tú.

La música habrá fluido, el ambiente, el frío, la meditación entre otros detalles, y entonces te encuentras ahí, en una inquieta espera, buscando la sutileza, aquella que te inspira, recordando una y otra vez, con la inocencia que te fue concedida, para que nunca olvides las notas musicales, aquellas que son personales, únicas, y de nadie más.

Desde una puerta llena de ventanales entre abierta eras observado, y entonces la astucia afloraba, y se aprovecha de tu distracción. Era obvio, el instrumento musical estaba afinado, a la mano, y el alcohol hace su efecto, te adormeces, te mareas, te enredas, porque en cierto modo, así lo quieres.

Era de esperarse, era obvio, porque por mucho que te aferres, igual cedes. No existe un mejor músico, porque el arte es así, algo mágico que se lleva consigo, y lo verdaderamente majestuoso no está en el aprovechamiento, sino en todo lo contrario. Eso nunca lo entenderás.

Aún no ves la habilidad que intenta guiar tus pasos, tu aprendizaje, acaso es así de fácil, sólo te quedas con el gesto tangible, el elogio, la adulancia, los regalos, la presencia. Te dejas llevar, te envuelve, y te permites tocar la melodía que te indican, aquella que no debes, a falta de la que quieres y tampoco debes. Contradicción es todo lo que veo.

Mientras el resto de los músicos aledaños siguen la pauta asignada, envueltos en sus trapos oscuros, el momento único es liberado, y aunque el ambiente parece ser una total armonía, uno afina, mientras el otro desafina.

El alcohol, si, el alcohol, siempre es la escusa, un refugio que humedece la sed de aquel que enviciado está en su propia porfía. Entonces, en qué creer, en quién creer. Entonces yo digo, que uno debe tener fe, en Dios, creer en si mismo, saber escuchar, y saber entender. Cuesta tanto afinar un instrumento musical, y es algo tan personal, que hace que las personas, en su embriaguez, no puedan ver el verdadero significado de las notas musicales que sin importar si escritas están o no, ahí estarán invisibles al resto de los músicos y públicos comunes.

Cómo se van construyendo las cosas! sólo observo y digo, que Dios es grande, y aunque favorablemente para algunos le da la capacidad y el arte, otros con pesar solo deben escuchar, porque tocar sería un desastre, para una copa de cristal, que por fina que sea, si no hay verdadera armonía, se rompería en balde.

Entonces, mañana será otro día, y nuevas melodías surcaran los cielos, los artistas estarán, tratando de interpretar una sola nota, sin instrumentos, una nota de una sola letra, “V”, tal cual como fue prometido, pero esta vez, muy distinto.

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