Salía una mañana fría, por fin despejado después de haber dormido las suficientes horas que su cuerpo necesitaba. Amaneció despejado, liberado, bastante bien y de muy buen ánimo. Hace bien dormir de vez en cuando. En fin. Encendió el televisor, entre las cosas típicas que se suelen hacer en la mañana, y se puso a ver “La Máscara”, una buena película del año 1994, dirigida por Chuck Russell, protagonizada por el extrovertido Jim Carrey y la simpática Cameron Diaz. Algo trivial y liviano para empezar con ánimo el día. La asombrosa personalidad de aquel personaje verde, le puso de muy buen humor.
Caminando estaba bajo este día frío y nublado, más por el smog que por las nubes, con la muchedumbre como siempre, saturando ruidosamente el ambiente. Sin embargo, en la medida que avanzaba, su meditación se acentuaba, y en su mente imaginaba a quién desde temprano, leyendo estaba.
Su estómago se apretaba una vez más, pero ya conocía el síntoma, entonces procuró interpretar lo mejor posible las señales que invisibles se presentaban. Es raro, porque de alguna forma le hacía sentir que en sus pasos, otros más, a su lado estaban.
Pero la vida continúa, y de pronto un timbre suena, todo se revuelve y un nuevo día sin más, seguía.
Caminando estaba bajo este día frío y nublado, más por el smog que por las nubes, con la muchedumbre como siempre, saturando ruidosamente el ambiente. Sin embargo, en la medida que avanzaba, su meditación se acentuaba, y en su mente imaginaba a quién desde temprano, leyendo estaba.
Su estómago se apretaba una vez más, pero ya conocía el síntoma, entonces procuró interpretar lo mejor posible las señales que invisibles se presentaban. Es raro, porque de alguna forma le hacía sentir que en sus pasos, otros más, a su lado estaban.
Pero la vida continúa, y de pronto un timbre suena, todo se revuelve y un nuevo día sin más, seguía.
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