11 junio, 2010

Polución



Introducción

Hace un par de días, estaba en la incertidumbre de salir a almorzar, o no, cosa típica, día nublado, aire muy contaminado, entonces decidí ir a un negocio cercano a comprar unos pancitos, y aproveché el tiempo para usar la imaginación y escribir esta historia…

Historia

Era medio día, la ciudad estaba bajo un manto viscoso, denso, y espeso, en un clima extremadamente nublado y frío. El exceso de polución era irrespirable, y las partículas en suspensión llegaban a los límites extremos de la tolerancia humana. No obstante, el hambre motivaba la salida de los más avezados, que dejaban por un rato sus labores en la fábrica, y salían en busca del preciado alimento.

Renegaba de salir, sabía que llegaría cubierto por una delgada masa viscosa, propia de la atrofiada atmósfera, pero tenía que hacerlo. En su mente, sólo cabía el hermoso recuerdo de un día anterior, donde por milagro, la luz del sol asentó la paz que tanto deseaba. Ver su rostro tranquilo y sereno era algo que le reconfortaba, aunque fuese por breves minutos.

Existían mascarillas y pasamontañas, que se habían hecho de uso obligatorio y necesario, con diferentes tipos de filtro, que aunque diminutos y perfeccionados, incomodaban la visión, porque cubrían el rostro en demasía. Los pocos que se atrevían a salir, lo hacían con sus trajes especiales, desarrollados en laboratorios especiales a base de hilos plomados. Además, unos nuevos productos de cremas humectantes especiales para la piel, evitaban la corrosión y desintegración celular de los tejidos, dando a todos un aspecto perpetuamente jovial. Calvos eran todos los transeúntes, hombres, mujeres, y niños, producto de los agentes bioquímicos del ambiente y los rayos ultravioleta, que habían menoscabado la salud de por lo menos la mitad de la población mundial.

La fábrica donde se encontraba Jonás, era totalmente presurizada, estaba provista de duchas vaporizadotas, acorde con la antigua tecnología heredada del siglo 24, donde la mayoría de los aparatos funcionaba esencialmente a base de paneles solares, que producto del ambiente atmosférico, dejaron de funcionar, siendo reacondicionados con piezas y partes mecánicas basadas esencialmente en el principio del movimiento continúo, que era activado por imanes.

Una vez afuera, Jonás se desplazó rápidamente por las calles, viendo a su paso, como los apurados transeúntes, deambulaban casi corriendo para no sufrir los embates de una sobre exposición innecesaria al fatídico ambiente. Acudió al negocio más cercanos que pudo, donde expendían comida envasada y deshidratada, disponible para ser tratada por los típicos micro configuradores de partículas, muy usado por su rapidez y eficiencia.

Entró a un local, pidió dos panecillos, que al segundo después se arrepintió y llevó cuatro, una sonrisa cortés, se despidió imperceptiblemente y se devolvió otra vez a sus labores. El tiempo era su principal verdugo, y definitivamente su gran pena. Era algo que por muchos logros que tuviera, o riquezas, no podría comprar, ni volver atrás.

Cuando entró, de vuelta en la fábrica, estaban encendidas las alarmas silenciosas de advertencia en color amarillo que parpadeaban intermitentes en los pasillos. Avanzó unos pasos, y entró como era costumbre, en el purificador. Una vez que su atuendo fue desintoxicado, la cámara se abrió, todo funcionaba normalmente, salvo algunas luces.

Una de las paredes denotaba una gran mancha ennegrecida y viscosa. Al parecer, una filtración se escapaba por una pequeña grieta, lo cual explicaría la ausencia del personal en esa zona.

Continuó con precaución, evitando tocar las paredes, hasta llegar a un pasillo que se encontraba en penumbra, con una luz destellante en su extremo opuesto. Caminó lo más sereno que pudo, y cuando entró, encontró todo desordenado y destrozado. Algunas chispas se escapaban del cableado expuesto, mientras que la mancha se hacía más intensa.

Examinó el lugar con total mesura y precaución, revisó la bitácora, pero estaba demasiado dañada, y mostraba información errática e incomprensible. Algo grande había sucedido, en tan solo los breves minutos que estuvo fuera. Mientras examinaba el lugar, sin querer se apoyo en una de las largas mesas metálicas del laboratorio, ante lo cual quitó su mano con refleja rapidez. El líquido era frío, y goteaba lentamente sobre la mesa. Entonces se desplazó hacia una luz cercana, y se limpió con obsesionado cuidado, casi con desesperación.

Se preocupó, y se dirigió hacia el vaporizador, devuelta por el pasillo. Mientras lo hacía, la estructura de la edificación comenzó a crujir con fuerza desmedida que apenas provocando un sismo que apenas permitía el equilibrio. Entró rápidamente en la sala donde se guardaban los trajes especiales, y con apuro logró salir, mientras todas las paredes se iban cubriendo aleatoriamente por aquella mancha viscosa y oscura, la misma que recordó, estaba en su mano bajo su guante.

Desde afuera, se podía apreciar que el edificio poco a poco se iba desintegrando, transformándose en polución, que se iba entremezclando con la densa atmósfera, comenzando a desmoronarse desde la cima hasta sus cimientos. La gente atónita, no podía creer de lo que eran testigos, y procuraban mantenerse ocultos a una distancia aparentemente prudente.

Finalmente, el edificio sucumbió por completo tras el, en una devastación total, sin dejar mayor rastro que una nube negra en el cielo en forma de tornado.

Cuando Jonás se reincorporó, se levantó del suelo y volteó hacia la gente cercana que presenciaba aquel fenómeno. Todos reaccionaron aterrados, y rehuyeron de él, como si fuese un enfermo contagioso. Jonás revisó meticulosamente sus sellos sin detectar nada extraño. Al no entender, se dirigió con temerosos pasos hacia una de las vitrinas más cercanas, se miró en el reflejo de uno de los vidrios y pudo constatar por si mismo, el motivo.

Hacia el interior del traje, apenas se visualizaba su rostro, ennegrecido, con las mismas manchas características del edificio. Asustado, retiró inmediatamente uno de los sellos de su guante derecho, observó su mano, totalmente cubierta por la negrura que le envolvía. Se quedó inmóvil, y a los pocos segundos, pudo constatar como los dedos se desvanecían irremediablemente, volviéndose polvo que iba siendo esparcido por la fuerte brisa circulante. Luego volteó nuevamente a la vitrina y en el reflejo pudo apreciar como las ramificaciones de aquella mancha le iban cubriendo por completo su rostro. Se deshacía su cuerpo como arena que se iba escapando inconteniblemente a través de su brazo derecho. No sentía dolor alguno, sólo sentía que su cuerpo se hacía cada vez más liviano.

Cuando la ventisca bajó su intensidad, la gente se calmó un poco, y algunos valientes, se acercaron a Jonás, que se encontraba inmóvil aún frente a la vitrina. Al acercarse, con extrema precaución le hablaron a unos pasos de distancia, pero Jonás no respondió. Carecía de una de sus extremidades, entonces se acercaron aún más hasta que uno de los más avezados que le conocía, logró tocarlo, y le preguntó: - ¿Estás bien?

No hubo respuesta alguna, y al leve contacto, simplemente se desplomó en el piso. Todos pensaron lo peor, y trataron de reanimarle, pero en la medida que le sujetaban, el traje cedía como si no tuviese contenido. Miraron en su interior, percatándose que el traje estaba completamente vacío. Asustados dieron un paso atrás, y sólo miraron perplejos hacia el cielo.

El polvillo esparcido como ceniza, circulaba por los aires, ascendiendo cada vez más y más. Desde cielo, Jonás podía percibir los pensamientos de la muchedumbre, como si fuesen voces, todas al unísono, pero comprensibles. Se sintió aliviado, y como un ave deambuló por sobre las cabezas de los que le observaban curiosos.

Comprendió entonces, que su nueva forma, era un fenómeno evolutivo en respuesta a las condicionantes irregulares de la atmósfera. Su mente ahora parecía despejada, y cogía con aceptación su nueva condición, así como muchos otros, mas tenues que el, que también deambulaban cerca de donde se encontraba.

Ni hambre, ni frío, ni calor, sin sentimientos que le acongojara su existencia, sin miedos, sin límites, con gran entendimiento, lleno de razón, por fin libre, como el viento, siguiendo los misteriosos senderos de una extraña polución.

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