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Después de un arduo día laborar, su mente se enfocaba en la calidez de su hogar, su familia que incondicionalmente le esperaba cada tarde. Hacía algo de calor, y el sol le daba de frente, nublando su vista por completo. De pronto, entre destellos, pudo observar una menuda figura que le resultó familiar. Aquel ser caminaba en la misma dirección, también presuroso, ido y abstraído en sus pensamientos, vestido en otros colores más claros.
Sus pasos más largos permitieron darle alcance mientras bajaba por unas escaleras en dirección a la estación. Casi al llegar al paradero, tocó su hombro con suma delicadeza, a lo cual, ella reaccionó de inmediato y se volteó con cierto desconcierto, le miró con gusto, y una tierna sonrisa prendió la blancura de su hermoso rostro.
Un saludo muy cordial se produjo al instante, un discreto abrazo y un beso en su mejilla sellaban lo gratificante del momento para ambos. Como siempre apurados, conversaron algunas cosas mientras caminaban o esperaban el carro bajo un ruidoso ambiente.
Cuando entraron al transporte, siguieron conversando. El miraba con curiosidad sus ojos, podía percibir su estado, ella estaba bien, y eso le hizo sentir muy feliz. Sus pensamientos seguramente se encausaban en la misma dirección.
El viaje ya terminaba, ella debía cambiar de carro, y el debía seguir. El pensó rápido, y sugirió acompañarle en el transbordo que también le servía. Siguieron la ruta de ella, caminaron juntos varios metros, subieron algunas escaleras, mientras conversaban amenamente. El nuevo carro se aproximaba con rapidez, mucha gente alrededor entorpecía a ratos la marcha. Ambos se dirigían hacia una de las puertas. De pronto el observó a su alrededor, constató la presencia de un conocido, y prontamente cambió de puerta, no quería interrupciones, porque los minutos eras muy escasos para desperdiciarlos con terceros. Ella le siguió como pudo con sus pasitos mas cortos en sus zapatitos de cristal, el avanzó una puerta más, mientras el sonar de la alarma anunciaba la proximidad del cierre de puertas.
Gente saliendo y entrando con apuro, el entró, y ella casi deja uno de sus pies atrapados atrás. Entró descalza de un pié, su zapato desprendido por el cierre de puertas era para no creer, ambos se miraron, ambos rieron por la situación. Mientras ella se ordenaba un poco, el observaba con curiosidad su agitación, y se encantaba de ver su positivismo.
Terminaba ya el viaje, las puertas se abrían, ambos se despidieron presurosos y ella salió. Seguramente ella pensó que la seguirían, quien sabe, una incomodidad natural que el notó, sin duda. Cuando ella salió, a los pocos pasos volteó y desplegó una última sonrisa de despedida, y en una tierna mirada parecía decir, “nos vemos”, “no me sigas”. A su vez el pensaba, “si, nos veremos”, “y no te sigo”. Finalmente la puerta se cerró, y todo continuó su marcha.
Seguramente, ambos pensaban de la misma forma, la familia es lo fundamental, algo que hay que cuidar y proteger, no existe nada que pueda detener la presurosa marcha de aquel camino forjado por propia voluntad, y el tiempo vuela.
Que pensaría ella, que pensaría el, eso no importaba mucho, porque nada se detiene en esta vida, todo fluye, quizás con un antes, quizás con un después, pero así es, una especie de círculo sin principio ni fin, y que a veces se camina sin saber.
Sus pasos más largos permitieron darle alcance mientras bajaba por unas escaleras en dirección a la estación. Casi al llegar al paradero, tocó su hombro con suma delicadeza, a lo cual, ella reaccionó de inmediato y se volteó con cierto desconcierto, le miró con gusto, y una tierna sonrisa prendió la blancura de su hermoso rostro.
Un saludo muy cordial se produjo al instante, un discreto abrazo y un beso en su mejilla sellaban lo gratificante del momento para ambos. Como siempre apurados, conversaron algunas cosas mientras caminaban o esperaban el carro bajo un ruidoso ambiente.
Cuando entraron al transporte, siguieron conversando. El miraba con curiosidad sus ojos, podía percibir su estado, ella estaba bien, y eso le hizo sentir muy feliz. Sus pensamientos seguramente se encausaban en la misma dirección.
El viaje ya terminaba, ella debía cambiar de carro, y el debía seguir. El pensó rápido, y sugirió acompañarle en el transbordo que también le servía. Siguieron la ruta de ella, caminaron juntos varios metros, subieron algunas escaleras, mientras conversaban amenamente. El nuevo carro se aproximaba con rapidez, mucha gente alrededor entorpecía a ratos la marcha. Ambos se dirigían hacia una de las puertas. De pronto el observó a su alrededor, constató la presencia de un conocido, y prontamente cambió de puerta, no quería interrupciones, porque los minutos eras muy escasos para desperdiciarlos con terceros. Ella le siguió como pudo con sus pasitos mas cortos en sus zapatitos de cristal, el avanzó una puerta más, mientras el sonar de la alarma anunciaba la proximidad del cierre de puertas.
Gente saliendo y entrando con apuro, el entró, y ella casi deja uno de sus pies atrapados atrás. Entró descalza de un pié, su zapato desprendido por el cierre de puertas era para no creer, ambos se miraron, ambos rieron por la situación. Mientras ella se ordenaba un poco, el observaba con curiosidad su agitación, y se encantaba de ver su positivismo.
Terminaba ya el viaje, las puertas se abrían, ambos se despidieron presurosos y ella salió. Seguramente ella pensó que la seguirían, quien sabe, una incomodidad natural que el notó, sin duda. Cuando ella salió, a los pocos pasos volteó y desplegó una última sonrisa de despedida, y en una tierna mirada parecía decir, “nos vemos”, “no me sigas”. A su vez el pensaba, “si, nos veremos”, “y no te sigo”. Finalmente la puerta se cerró, y todo continuó su marcha.
Seguramente, ambos pensaban de la misma forma, la familia es lo fundamental, algo que hay que cuidar y proteger, no existe nada que pueda detener la presurosa marcha de aquel camino forjado por propia voluntad, y el tiempo vuela.
Que pensaría ella, que pensaría el, eso no importaba mucho, porque nada se detiene en esta vida, todo fluye, quizás con un antes, quizás con un después, pero así es, una especie de círculo sin principio ni fin, y que a veces se camina sin saber.
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