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Miraba la televisión, canales diversos como siempre, esperando que el sueño le venciera en su forma natural. Eran las 3:04 hrs, cuando colocó su cabeza y sus manos bajo la almohada, recostándose boca abajo, semi de lado, sobre su derecha, con una pierna flectada y la otra estirada, tratando de descansar. Al instante, los sentidos se agudizaron, escuchó todos los ruidos circundantes, casi al detalle, autos, personas en grupos, volcanes, buses, aviones, perros que ladran distantes, y los dientes de un Hámster tratando de escapar de su jaula en una pieza colindante, en busca de una libertad que desconoce. De pronto, sus ojos se abren, y lo primero que se viene a la mente es un par de números: “50&50”, algo indescriptible, como dos veces la mitad mas la mitad de otro.
Inevitablemente, sin querer, en un destello de pocos segundos, la imagen de dos niños, jóvenes adolecentes, sanos y fuertes, aparecen. A su vez, una tercera mitad duerme como un angelito lleno de inocencia, junto a su pequeña mascota que ruidosamente se mueve. El escucha la respiración de su pequeña y con suma ternura el galopar de sus pulsaciones, y piensa en aquella mitad que tiene. Todo está bien, los niños en paz y la tranquilidad de a poco vuelve.
Sólo era un sueño, de no más de unos pocos segundos, en donde la carencia de lo que siempre falta es el complemento de aquello maravilloso que se posee. Así son las noches, o durante el día, pensamientos que fluyen, que jamás terminan, en donde la imaginación vuela, de la mano de un número, que es, aquella mitad que nunca se detiene.
Inevitablemente, sin querer, en un destello de pocos segundos, la imagen de dos niños, jóvenes adolecentes, sanos y fuertes, aparecen. A su vez, una tercera mitad duerme como un angelito lleno de inocencia, junto a su pequeña mascota que ruidosamente se mueve. El escucha la respiración de su pequeña y con suma ternura el galopar de sus pulsaciones, y piensa en aquella mitad que tiene. Todo está bien, los niños en paz y la tranquilidad de a poco vuelve.
Sólo era un sueño, de no más de unos pocos segundos, en donde la carencia de lo que siempre falta es el complemento de aquello maravilloso que se posee. Así son las noches, o durante el día, pensamientos que fluyen, que jamás terminan, en donde la imaginación vuela, de la mano de un número, que es, aquella mitad que nunca se detiene.
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