08 febrero, 2010

Reflejos (P)


Su rostro se estiraba para recibir el agua que se escurría de la regadera, era una ducha distinta, donde la emotividad era su única fiel compañera. Su toalla la cogía con un leve dejo de lentitud, en algunos breves instantes, mientras su mente se distraía pensando incansablemente en que haría.

Su sensibilidad era elocuente, a flor de piel, siempre presente, que muchas veces le hacía aterrizar a su realidad vulnerable. En la oscuridad del silencio trataba siempre de contener su debilidad y sus manos aferradas a la almohada, empuñaban su necesidad bajo la luna llena, humedeciendo su rostro bajo la tenue luz de sus ojos brillosos, porque no se conformaría con menos.

Era de noche, era de día, no importa a que hora, porque de lleno sabía, que en forma invisible siempre estaba de vez en vez su dulce compañía, alojada en su mente, escapando siempre de la muchedumbre para lograr la privacidad deseada de sus pensamientos, de sus recuerdos, de sus anhelos, de su voz tranquila.

Quería creer, pero su desconfianza, producto de su propia vida, no se lo permitía. Su lógica intachable y perfeccionista, simplemente luchaba por lo que sentía y a ratos la cordial batalla se diluía.

Ocasionalmente se descuidaba, a solas hablaba palabras al viento, cuando en soledad se creía, pero eso no le importaba, porque en otro idioma eran, sus frases como mormullo sigiloso que nadie comprendería.

Planificaba, con perfecta sabiduría, empuñando siempre su mano con energía, con la seguridad de lo que siempre conseguía, sus proyectos, sus metas, incluso su fantasía, porque creía fielmente en el logro de su voluntad, pero su temor a lo inmanejable le asustaba y a su vez le seducía.

Sus emociones recorrían kilómetros por cada centímetro de sus recuerdos, cada esfera de ese universo, siempre en busca de lo que más quería. Pero su ambición siempre le seguía, era un todo o nada, sin términos medios, porque así creía que toda la vida la tendría asegurada. Pero la vida es libre, es extensa, llena de posibilidades que nadie manejaba. Escasos minutos que parecían poco, aquellos divinos momentos que en sus manos refugiaba, mientras a veces su labio inferior sin pudor se mordía.

El espejo le indicaba, lo que en apariencia sus ojos le decían, prestando más atención que antes, mientras el agua era su signo de vida, aquella que alguna vez fue tibia y que ahora la necesitaba cada vez más y más fría, cuando un suspiro profundo en su soledad a veces se escurría, bajo un pensamiento confuso de lo que quería ver y que sin embargo no podía.

Deseaba aferrarse, pero no debía, su mano empuñada con rabia, a veces se sentía. Tenía todo, y sin embargo carecía. ¿Por qué será la vida así?, ¿porqué de pronto se pierde la armonía?, todo era tan perfecto, y de pronto con fragilidad todo parecía.

A fin de cuenta nadie es perfecto, todos tememos, todos creemos, es un acto de fe que de alguna extraña manera nos enseña, que la vida no es vida, sin sentimientos, ya sea de cerca o de lejos, aún cuando pase mucho tiempo, toda una vida incluso tratando incansablemente de ver lo que hay al otro lado del espejo.

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