06 septiembre, 2012

Reflejos


Como de costumbre, se encaminaba en dirección a su trabajo. Cuando llegó al imponente edificio. Se dirigió hacia el ascensor, era muy temprano aún y no había nadie. Marcó como siempre el piso 301, y esperó paciente con sus audífonos en sus oídos, mientras escuchaba música a la vez que las puertas se cerraban y el mecanismo se activaba.

Ea algo estrecho y siempre le colocaba nervioso. Generalmente procuraba mantenerse  sumido y concentrado en sólo en su música.

Miró su dispositivo de audio, el cual indicaba en forma parpadeante “batería baja”. A los pocos segundos la música dejó de escucharse y sólo quedó el ruido quebradizo y crujiente del mecanismo, que dado su antigüedad, para colmo, subía lentamente.

Asumió con resignación lo largo que le parecería su viaje ahora. Se armó de paciencia,  y levantando su cabeza con ligera timidez, y observó aquel reducido lugar de cinco paredes, que estaba lleno de espejos, perfectamente alineados.

Se preguntó si habría algún motivo lógico para construir un ascensor así, y por qué aún estaba en funcionamiento con tan antiguo y primitivo sistema de cableado, en una época dónde las “Barras Electromagnéticas” eran lo más comúnmente utilizadas como instrumentos de suspensión y energía.

Ahí estaba, sólo, observándose a si mismo, en distintos ángulos y un número infinito de veces replicado por el reflejo, en una falsa profundidad. Era como estar en el interior de un caleidoscopio gigante, con una luz que se perdía en la distancia.

Era extraña aquella sensación, algo difusa, e incomprensible, como si se estuviese observándose a si mismo, y a su vez, el mismo reflejo le estuviese observando.

Faltaba apenas un piso que le pareció una eternidad, y los reflejos no dejaban de mirarle, con lo que prontamente la desesperación se fue apoderando de sus sentidos.

Apenas abrió la puerta del ascensor en el piso 301, vio ante sí, un largo pasillo, oscuro, apenas iluminados por la tenuidad de los focos adheridos al techo. Avanzó apenas unos cortos pasos para salir del ascensor, y justo antes de lograr salir, fue jalado con fuerza desde su chaqueta hacia el interior. Tropezó con el borde de la entrada, y calló de espalda al piso, y sólo pudo ver la perplejidad de su rostro reflejada en el espejo superior.

Las puertas se cerraban prontamente por lo que instintivamente tuvo que encuclillar sus piernas con rapidez, ante el eminente apretón. Entonces, ahí quedó, dentro del ascensor, sentado en el piso, siendo observado una vez más por si mismo.

Su chaqueta estaba rota. El motivo, fue simplemente porque se había atascado en la puerta, - se trató de tranquilizar a si mismo, era lo más lógico. Nunca se había sentido tan sólo en aquel lugar, ni tan desposeído.

Era muy temprano, y todo parecía tan distinto, los mismos espejos a los cuales nunca había prestado atención, producto de la cantidad de personas que generalmente subían  con el, y más el no tener su música, le hizo pensar en que nunca estuvo realmente acompañado, y nunca estuvo realmente sólo.

No era un sueño, era real, una de esas realidades que suceden ocasionalmente, cuando por primera vez logras poner atención en la carencia por sobre la plenitud, al momento en que encuentras aquella realidad que siempre prefieres evitar, o negar, que gira en torno a tu propio movimiento al compás de simples reflejos.


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