31 enero, 2012

Morfosis

Caminaba de lado a lado, tambaleante, con sus piernas entre dobladas, parecía errático en sus reflejos, hasta que llegó hasta una pileta de agua, donde mojó su rostro con desesperación. Algo extraño sucedía, era incontrolable, ajeno a su voluntad y nuevo.

Se sentó en el piso un instante para reponerse, mientras a su rededor observaba la indiferencia de los transeúntes que proseguían por el sector, sin detenerse.

Sus uñas crecidas y su pelo largo en exceso, sólo acentuaba lo evidente de su cambio. Su cuerpo parecía extenderse en un crecimiento inusual y desforme.

No pudo hablar por un buen rato, y se quedó pensando en las múltiples sensaciones que percibía en su interior. Su desesperación le conllevó al miedo y del miedo al pánico, aún así se contuvo.

Generalmente los de su especie, eran asistidos por una compañía al menos, en esta natural etapa de su vidas, sin embargo, en su caso particular lo percibía como algo imposible y lejano.

Estuvo ahí toda la tarde, contemplando el paso de sus congéneres, sin esperar ningún tipo de ayuda que le pudiese apaciguar sus síntomas, en tan importante etapa de su vida.

Ya oscurecía, y al anochecer, aún estaba aferrado a la fuente de agua, culminando en un agotamiento indescriptible, que le hizo entrar en un estado de profunda somnolencia.

Inconciente, muchas imágenes se venían a su mente. Recordaba cuando era muy joven, cuando nadie lo asistió en aquel evento, poco antes de sus cambios, y por consiguiente, no quiso pronunciar la proximidad del mismo, porque sabía perfectamente que no sería comprendido y se refugió su pena y su dolor en un duro auto entrenamiento.

Hubiese querido no ser tan pequeño, tener mayor libertad, lejos de la timidez emocional que le agobiaba. Estaba conciente de estar desfasado en el tiempo, un paso atrás de otros que incluso ya habían alcanzado ciertas metas, e independencia. Pero así era la vida, su vida, a su extremada corta edad, no tuvo alternativas, y por obligación decidió largarse, para así proteger a lo que más quería.

Tenía que vencer sus temores, sus dudas, y sus miedos. Entonces se dio un plazo, uno de diez años, para crecer lo suficiente, para alcanzar auto suficiencia y la seguridad plena que se aprecia cuando ya se es un adulto.

No fue fácil…, recordaba, como todo al comienzo de cualquier comienzo, pero debía dar aquel paso importante. Quien pensaría que después de tanto tiempo, volvería a recordar aquella etapa de su vida, y que después de mucho más de diez años, obtendría la perspectiva de un nuevo conocimiento, quizás más sabio, tal vez con un pensamiento más sereno, luego de toda una vida sólo dedicado a su trabajo y procurando mejorar cada día, siempre con su pensamiento puesto en su familia.

Recordaba con nostalgia aquellos tiempos más tiernos, más puros, y más risueños, y pensaba que toda etapa en la vida, por dolorosa que sea, ha valido la pena, cada minuto, cada segundo, y cada instante, con enojos, alegrías, penas, y maderos, donde lo intenso es algo que no fácilmente se deja, aunque sea en pensamiento.

Al otro día, de días que fueron años, despertó adolorido, pero ya convertido en un adulto. Se puso de pie, sacudió su atuendo, y reacomodó sus largos cabellos. Los de su especie que pasaban cerca del lugar ya no eran indiferentes, y le miraban de otra forma. Había crecido y ya era un adulto pleno.

Se incorporó, bebió un poco de agua, sólo un poco y continuó su camino, no sin antes recordar, por extraño que fuese, aquello que nunca podría olvidar, su inocencia, cobijada por siempre en la calidez de sus sueños.

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