03 julio, 2009

Pilares (HR)


Era un momento extraño, un esplendoroso día soleado, después de varios días opacados por las fuertes tormentas, y enormes nubarrones.

Muchos pilares sujetaban la robusta estructura del lugar, llena de vehículos inertes, mientras una tenue luz artificial hacía de aquellos rostros inocuos, un constante circular enajenado.

Sin duda la travesía sobrepasaba los límites preestablecidos, y la cordura poco tenía que hacer en un momento así. El vehículo simplemente se detuvo, y no pasaron más allá de unos escasos segundos, que se hicieron eternos, constituyendo el significado de toda una existencia. No hubo palabras, porque palidecían de significancia ante un simple gesto, breve, prudente y discreto, pero intenso.

Las miradas se focalizaban en un solo punto, a la vez que en la mente se producía una contradicción elemental, un conflicto, producto de la descarga eléctrica sufrida en ese crucial momento. Algo que pudo ser evitable, pero que sin embargo por diversas circunstancias no lo fue. Un cuestionamiento quizás, una pregunta, un posible respuesta, todo en fracciones de segundo, donde la razón inútilmente trata de someter a la parte irracional. Nada que hacer, simplemente atrapados por la situación forjada en manos de un conjunto de acontecimientos.

Pese a las heridas recibidas, como pudieron, salieron entonces del vehículo, casi sin las fuerzas necesarias para hacerlo, y como ajenos a querer hacerlo, desaparecieron del lugar casi sin dejar rastro. Una vez más, no hubo despedida, porque nunca fue necesario, ya que la prioridad de sobrevivir imperaba en sus vidas. Otros les esperarían.

Uno de los integrantes, a duras penas subió por unas escaleras y desapareció entre la muchedumbre, en dirección a su propio destino, en otro vehículo. El otro ser, volvió ineludiblemente al lugar del suceso, y entró nuevamente al auto, que aún daba señales de lo acontecido, pero que sin embargo, se encontraba en buenas condiciones mecánicas. Miró y observó un instante el interior, y recordó con cierta nostalgia lo sucedido, lo que en ningún caso fue visto con indiferencia. Aún así con decisión, no vaciló, y lo trató de echar a andar, pero no pudo a la primera, porque sus manos aún temblorosas no asimilaban totalmente lo ocurrido, que había dejado imborrables secuelas. En un segundo intento lo logró, y sin vacilar, rápidamente salió de aquel lugar.

Mientras manejaba, su pensamiento divagaba, a su vez que por el rabillo del ojo observaba con astucia el entorno. La conmoción aún le seguía dando vueltas en la cabeza, le distraía de sobremanera, y recordó lo importante que puede ser un momento en la vida, un accidente, una coincidencia, un segundo, o lo que sea, que sin importar color, status social, religión, inteligencia, todo, absolutamente todo puede cambiar radicalmente la vida de un ser humano. Entonces, respiró hondo, y se conformó con lo que había elegido. Siguió su marcha algunos kilómetros, para luego detenerse en otro lugar, buscando una mayor tranquilidad para poder contemplar lo poco y nada que quedaba de aquel día tan diferente a otros días, con una puesta del sol que ya se iba, indicando que pese a todo lo que suceda, la vida continúa.


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