31 julio, 2009

El Abrigo (O)


Una madre abrigaba cuidadosamente a su hijo, siempre impecable y limpio, con múltiples prendas y abrigos, ella de prendas más ligeras, tenía frío, eran días de invierno y protegía afanosamente a su crío. El pequeño, de no más de cuatro años, estaba sofocado, y muy incómodo, se sentía torpe con traje casi de astronauta. La parca acolchada que portaba apenas le permitía mover sus delgados brazos, y los mitones afranelados le impedían coger las cosas con cierta facilidad. Usó ese día zapatos gruesos y pesados, eran duros para su corta edad, y le molestaban sobremanera, pero el niño siempre miraba a su madre y guardaba silencio para no hacerla sentir mal.

La madre terminó rápidamente de arroparlo, y le dijo: - Ahora sí, vas bien abrigadito para que no te enfermes. El niño la miró con cierta angustia a través de su pasamontañas, y contuvo su desesperación.

Contradictoriamente, la madre vestía escasa ropa, y sentía frío, había apenas cinco grados, en aquella mañana temprano, y el sol aún no aparecía. Estaba aún algo oscuro, y desde la puerta la madre se despedía entre sonrisas, agitando su delgada mano. El niño ya dispuesto en el furgón estaba desesperado, miraba al resto de los niños, en diversas circunstancias, algunos tan abrigados como el, y otros más livianos. Que desesperación, las ventanas cerradas, por seguridad, y el aire acondicionado encendido.

Que alivio llegar al colegio, uf!, toda una odisea tratar de alivianar su carga, porque más encima portaba una mochila pesada, llena de víveres.

El niño por fin se alivió de su tormento, desabrigado quedó y en su propia transpiración se enfrió.

Cada día hacía lo mismo, en los recreos repartía su comida que repletaba su bolso, y se volvía a vestir de nuevo. La madre trabajaba media jornada y en la tarde lo pasaba a buscar.

Aquella tarde hizo calor, pero el niño pensaba que debía estar tal cual como salió, antes de que su madre lo fuera a buscar, sólo para ver que su madre contenta estaría.


30 julio, 2009

El Ángel Negro (HR)


Sumido estaba en sus tareas habituales, inmerso en una pantalla, con agitados dedos, buscando una y otra vez aquella información importante, cuando repentinamente percibió una sigilosa presencia.

Le vio en forma repentina, con asombro, de rostro angelical, su piel era intensamente blanca, su rostro bello y gentil, enmarcado en una eterna sonrisa que le permitía ocultar aquello que siempre se guardaba, por temor quizás, o por recelo. Su atuendo era enteramente de negro, su color favorito, elegante y sencillo a la vez, de buen gusto, encajaba perfectamente con su estilizada figura. Nadie podría imaginar que fuese algo más que ello.

Con esmero se había acercado, a puntadillas, procurando la prudencia del silencio, irrumpida solo por el sonar las campanillas que portaba entre sus ropas y que le delataron por completo.

Al ser descubierto tocó una puerta imaginaria tres veces, - toc, toc, toc, que obviamente no se escuchó, pero que sin duda despabiló el asombro de quién afanosamente escribía en esos momentos. Una sonrisa inmediata se estableció, por aquel tierno gesto.

El ser, se sentó al lado, para preguntar por su sendero, preguntas simples, pero cuyas respuestas se guardarían en concreto. Pese a que el hombre era reservado, había confianza, y bromearon un poco, conversaron un rato, casi como niños jugando a la normalidad. Era un breve instante, mágico, cordial, alegre y entero, disimulado y discreto. No más que unas pocas palabras intercambiaron, compartieron algo de música, a partir de un artilugio tecnológico, que curiosamente, también rebosaba de negro.

Todo sucedía en escasos minutos, su radiante rostro hacía reflejo de un invisible diálogo secundario, sin palabras, pero que sin embargo, aquel hombre detectaba con cierto criterio sereno. Le comprendía perfectamente, le respetaba, y sabía que el tiempo le permitiría escuchar algo más de aquel silencio voluntario, guardado por años, en la medida que la confianza iba siendo ganada.

No fue más que eso, a los más cinco minutos, tal vez un poco más, tal vez un poco menos, a penas un espacio de tiempo, pero la vida continuaba, y unos dedos que apenas se tocaban se despedían casi en silencio de nuevo.

Sin más, aquel ángel, vestido de negro, extendió sus alas, y se escabulló sigiloso como siempre, tal como llegó, como un fantasma, ascendiendo hacia otro cielo.

El hombre volvió prontamente sobre su trabajo, pero recordó con cariño aquel lindo gesto. Pensó en su familia, y a su vez meditó sobre aquel encuentro. La vida es así, pudo ser diferente, mejor, peor, quién sabe, pero algo si es cierto, un minuto a la vez, y todo puede ser eterno.

27 julio, 2009

Un día a la vez (H)

Era Lunes, pasó tan deprisa como terminó, partiendo en la mañana muy temprano, media hora antes de lo habitual, preparar una taza de leche, alguna tasa de té, peinar, arropar, y menesteres matinales, entre otros quehaceres. Son sin duda instantes en que se toma un mayor sentido y valoración a aquel abnegado ente femenino multifuncional. Cómo lo hacen, eso es un misterio.

Después de sacar la basura, y algunos preparativos para el colegio, la hora avanzaba tan rápido que ya debía partir, subo de prisa casi al trote a un colectivo, pago y me inserto en un corto trayecto de no mucho más de cinco minutos hasta llegar al metro. Mi buena amiga la música me acompaña, sino se haría eterno aquel mar de gente que presurosos nos aprieta día a día. Pero en fin, buscando un rinconcito, entre vagón y vagón, la música fluía en mis oídos, transformando un momento incómodo en un corto viaje. Que increíble son estos aparatos tecnológicos llamados celulares, antiguos artilugios llamados teléfonos portátiles y que ahora vienen con todo incluido, correo, e-mail, ajedrez, juegos varios, música, radio, editores de texto y dibujo, fotografía, etc...

Llegando al monasterio, me esperaba mi ejercicio matutino, tras la típica entrada electrónica, subir los ocho pisos, ya que no solía ocupar el ascensor, y así podía extender un poco más mi minuto personal, que curiosamente, cada vez menos me costaba.

Durante el día apareció mi buen amigo Jorge, un gran hombre, como hay pocos. Que lástima que el tiempo vuele tan de prisa, y sea escaso el contacto, pero de lo poco bueno, y le verle siempre es grato.

Luego, de la mañana laboral, se venía un almuerzo rápido, tranquilo, solitario, y algo nostálgico, sumido en diálogo interno, recordando la trascendencia de los días recién pasados, pero filo, luego alguna tienda comercial, visitada también a la rápida, en busca de cosas tan comunes como ropa, pero no siempre del gusto deseado. Finalmente la tarde se venía tan rápida como la mañana que ya había pasado. Varios llamados telefónicos, y uno en particular, con especial ternura, con sólo la intención de preguntar por la salud de la familia. Eso era algo que de verdad se agradece.

Finalmente, antes de partir, un último correo antes de la pronta partida, y de vuelta a casa, un proceso inverso esta vez, metro y colectivo. Escuchaba música nuevamente, un tema eterno, suave que había reiterado muchas veces durante el día, empezaba con "k", creo.

Casi al llegar a casa, el teléfono da luces de mensajería, lo miro, apenas un punto se veía, de qué se trataría, que rollo nuevo se vendría, o tal vez una buena noticia, quién sabe. Traté de contestar, pero el maldito aparato estaba sin saldo. Nefasta tecnología. Algún día llegará el día que el saldo o la batería dejen de ser un jodido problema.

Llegaba a casa, y nuevos preparativos daban pie a nuevas actividades, típicas, pero ahora de papá y mamá a su vez. Así y todo, como se pudo, unos ricos fideos cocidos, coditos con salsa, y otros aparte, blancos y sanitos, aparecieron casi por magia. Era algo sencillo, cocinar en familia, y valorar aquello que muchas veces no se ve durante la ausencia, por el simple hecho de estar sumidos en otras actividades, "rentables".

Lavado, colgado de ropa, ollas y platos para lavar, y otros menesteres también se hacían presentes. Curiosas actividades, pero de gran nobleza. Quizás por eso me fijo tanto en las manos, ya que son un reflejo de lo cotidiano, un verdadero mapa de la vida. Que valiosas son, aquellas manos que sin ser tan perfectamente estilizadas, tienen la fortaleza de portar todo el amor de una familia.

Uf!, actividades terminadas, y ya son las 11:30 PM. Un pequeño relax, escribir un poco, y comunicar algo quizás trivial pero distinto para mí, preparar y servir una última jalea, y disponer lo que queda de tiempo para ver alguna noticia o serial favorita, algo entre House o Star-Trek (la antigua).


Un día a la vez y una noche cada vez.

Dormir sería otra aventura.... y la tarea nunca termina.





23 julio, 2009

Tres Días de Invierno (H)


Han pasado ya tres días, ella inerte por largas horas presagiaba una buena recuperación, poco a poco, hora tras hora, el hombre sentado en un pisito amarillo, al lado de su cama, le observaba con eterna paciencia, su rostro en la almohada, y muchos recuerdos diversos. Nada que hacer, sólo esperar. El prolongado sueño, el pasar del tiempo, un buen descanso, era todo lo que se necesitaba, algo que se hacía eterno.

Para el hombre, la palabra “paciencia” sería una nueva compañía. Todo irá bien, ella podía caminar por sus propios medios y eso era bueno… al menos eso se decía.

A lo largo de su vida, aquel hombre, ha observado muchas situaciones, acontecimientos, sufrimientos, dolores, y goces placenteros, al fin y al cabo, son valiosos momentos, que pasan, tan rápidos que no nos damos cuenta y ya estamos en un nuevo ciclo, en un nuevo sendero. Algo ha cambiado, y no parece ser una lección de nada, sólo ocurre, sin importar en que creamos, o que somos, buenos o malos, tempestad o quietud, creyentes o no, vulnerables somos, tan frágiles que sin darnos cuenta, toda nuestra vida puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Esto es lo que nos convierte en fortaleza y esmero.

Desde niño, aquel hombre, ha observado muchas vidas, ha sido fuerte y débil a la vez, le ha dolido el dolor, ajeno y propio, aquel que dejó un día, aquel que siente ahora. Un acontecimiento no borra otro, una cicatriz anterior no desaparece con una cicatriz nueva, sólo se incrementa como una nueva experiencia. No se arrepiente, porque al fin y al cabo, es inútil. Lo hecho, hecho está, lo que se ha hecho, por años, se refleja en una consecuencia, y aunque no se hubiese hecho, una consecuencia diferente también hubiese existido, quizás parecida, o quizás muy distinta, pero consecuencia al fin y al cabo. No es un destino, no es un designio, es una porción de aquello necesario para ser aprendido.

Pasar de curso es un destino, el comienzo de un nuevo siglo, una nueva vida, con algo ya adquirido. Las experiencias, las vivencias, todo cuanto hayamos obtenido, son en conciencia plena lo único necesario para que una buena base nos encamine de nuevo.

Tres días han pasado, apenas tres segundos parecen ahora, que se van convirtiendo en recuerdos plenos.

- Dormir quisiera, el hombre se dijo, un lujo maravilloso en un mundo donde el tiempo se hace eterno, y a veces es tan breve como cierto.

No siempre hay que buscar un propósito, no siempre hay que esperar algo a cambio, no siempre hay que esperar lo mejor, o lo peor, y no siempre es mucho tiempo. Habrá alguna vida después, eso lo sabremos luego. Por ahora, hay que saber apreciar el tiempo presente, sonreír a la vida, y hacer que todo sea mejor. Un día a la vez, generosos y diversos.

Nuestro presente no está regido por una condicionante de nuestro pasado, ni por la esperanza de un futuro, sino por lo que hagamos en este mismo instante. Somos buenas personas, no por pretender serlo, sino por serlo, y eso es tan abstracto como la existencia misma. Lo que creemos, no necesariamente es siempre lo correcto, y a su vez, no siempre estamos equivocados, en un mundo donde todo es verdad y todo es mentira, viviremos creyendo en lo que creemos.

Es así de simple, pase lo que pase, algo cambia, todo es movimiento, y sin importar cómo, la vida continúa…

Nunca hay que dejar de ser positivos, ni ajenos.


21 julio, 2009

Pasillo (3ra parte) (H)

Día 20, un día que de seguro recordaría como un hito que marca ría un antes y un después, en la vida de un ser humano, y porque no, en la familia también. Un día lleno de tensión y preocupación, un día de fuerte lluvia, un día muy distinto.


Aquel día era Lunes, de trabajo normal, salvo por el hecho de haber llegado una hora antes y también haber salido una hora antes de lo habitual. Así fue como el hombre disperso en sus más profundos pensamientos se configuró para su gran momento. Eran las 17:00 hrs. Cuando emprendió rumbo hacia su nuevo destino, tomó el metro tan rápido como pudo, y mientras se trasladaba recibió su primer llamado. Era claro, su presencia era necesaria. Papeleo, protocolo, consentimiento, firmas y demás artilugios protocolares le esperaban.


Llegó presuroso, y a los pocos metros de un portal enteramente de vidrio, de un edificio en las cercanías de un centro comercial, se contuvo, bajó su revoluciones, dejó su preocupación de lado, su pena, su rabia, su nostalgia, y caminó pausadamente, hasta llegar al lugar. Una mujer le esperaba, junto a su hija y su hermana, y cuando le vieron, sonrieron. El ambiente era distendido, y el hombre bromeó en diversas formas con el tema. Todo el formalismo se transformó inmediatamente en parodia liviana y amigable, consiguiendo así la calma que en esos momentos era intensamente necesaria.

Luego de varias firmas y documentos, subieron. Dos cómodas sillas y una mesita fue el escenario de una larga espera. Se acomodaron hasta que llegó el gran momento y a las 19:00 hrs. El ingreso a pabellón llegó como el principio de un todo que vendría.


Una nueva y prolongada espera se dio. Pasaron algunas horas, y una familia llegó, eran personas muy especiales, muy queridas, que se hicieron presente, armonizando de mejor manera una larga espera.

El hombre que se encontraba sujeto a sus emociones, en ningún momento mostró su preocupación más allá de lo necesario, y oculto tras muchas bromas intentó dar un ambiente de tranquilidad en todo momento. Sabía que su pequeña le observaba, y pese a su corta edad, con disimulo, podría detectar su emotividad, y eso podría asustarla.


Por fin pudieron hablar con el cirujano, un tipo alto de apariencia amable, calmado, que en pocas palabras indicó que todo había salido bien, y que sólo tendría las incomodidades propias del evento. La biopsia realizada indicaría mayores antecedentes después.


Pasaron muchas horas, muchísimas, que se hacían interminables, pero el hombre jamás perdió su aparente calma. Hasta que por fin, después de mucha insistencia, logró entrar a la impenetrable sala de recuperación. Estaba acompañado de una tía, pero entró sólo unos minutos, ella dormía, en un estado de conciencia incierta. El hombre se quedó parado a su lado unos instantes, y vio su rostro tapado con una mascarilla, y algunos tubos conectados a su cuerpo, sensores y otros aparatos. Estaba solo, quieto, inmóvil, observándola en un profundo silencio. Acercó una de sus manos a su mejilla, y le acarició con ternura. Sus ojos se humedecieron, pero se contuvo. Ya habría tiempo para ello. Sacó discretamente un par de fotos con su celular y se retiró por un pasillo, sin pronunciar palabra. Hizo una pausa, respiró hondo, y continuó.


El hombre restauró su cordura, secó su rostro, y volvió a entrar con el familiar que le acompañaba, una tía muy querida.


Después, todo se transformó en una larguísima espera nuevamente, hasta las 2:00 AM. En que por fin la querida mujer fue trasladada hasta su habitación.


En pocos minutos, que parecían segundos, todos se despidieron. El hombre cogió la mano de su mujer, y le miró con ternura, pero siempre con una sonrisa, y sin muchas palabras también se despidió. El mensaje fue claro, “ya saldremos de esto, tranquila”. El no acostumbraba de proclamar su amor en palabras, pero sus sentimientos se traducían por si mismos en un lenguaje cifrado y silencioso. Quienes le conocían ya desde algún tiempo, le entendían perfectamente, sus motivos, y le respetaban por ello.


Mañana sería otro día…


19 julio, 2009

Dia 20 (P)

No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague, al menos eso dice el dicho. Los días han pasado sumamente rápidos, y lo que esperábamos ya se viene. Hoy ha sido un día tranquilo, pero está más que claro que será una noche larga. Mañana es 20, y será especial, un pedazo de tiempo que seguramente marcará un antes y un después, que si todo sale bien, no significará más que unas pocas cicatrices, de lo contrario, es un tema ya conversado, en que está claro que tres se convertirán en dos, y como sea, la vida continúa. No lo niego, pero estoy inquieto, nunca se sabe lo que pasará, pero lo que sea será. Un paso a la vez, y mañana será otro día.

Una mujer excepcional (O)

Muchas veces conocemos o compartimos con personas que a simplemente nos pueden parecer demasiado sencillas, dueñas de casa, mujeres valiosas, que sin embargo guardan en su interior un potencial, un talento, un sentimiento, y nos hacen ver un poco más allá de lo que somos capaces de aceptar. Las apariencias a veces nos engañan, y de pronto descubrimos lo hermoso que puede ser un ser humano, con sus cualidades y defectos, pero que al fin y al cabo, nos pueden dar una lección de humildad a través de la música.

Susan Boyle, es un claro ejemplo de ello.
Más de 71 millones de visitas, no es por nada.

http://www.youtube.com/watch?v=9lp0IWv8QZY

Pd. Valorar lo que tenemos al lado, o al otro lado, porqué no, si a fin de cuentas, son personas maravillosas, cada uno en su talento, porque aunque no lo parezca, todos tienen algo que enseñar y todos tenemos algo que aprender.

16 julio, 2009

Pochoco (H)



Era un conocido y respetable cerro. Necesitaba despejarme, de muchas cosas, entre la rutina, y acontecimientos recientes que se agolpaban en mi mente. Sano esparcimiento lo podríamos llamar…

Fue una subida relativamente fácil esta vez, es increíble como el cuerpo humano posee memoria y recuerda las exigencias ya vividas. Se logró el principal objetivo, llegar a la cima, ver la nieve a escasos metros, y dejar que la mente se refugiara en otros pensamientos. Era precioso, era necesario, aunque sacrificado y muy doloroso, auch!!.
Pero el premio valía la pena.

Un par de jóvenes me seguían el paso, eran fuertes, poseían el famoso 20x20, o sea, 20 kilos menos y 20 años menos, como los echaba de menos, pese a todo seguía a buen paso, muy alejado del grupo, por lo que cada cierto tiempo, hacíamos pausas para no perderlos de vista, eran mas de seis, y con nosotros nueve. No he de negar que casi al llegar, faltando escasos metros, el dolor se hacía insoportable, la máquina empezaba a reclamar su factura. No obstante llegamos y fue maravilloso una vez más.

Desde la cima, la nevada montaña parecía tocarse, casi al alcance de la mano, en su profunda lejanía algunas cimas nos mostraba su majestuoso esplendor.

Muchas personas que subían, nos saludaron amigablemente, e incluso conversamos gratamente en los momentos de descanso. Gente admirable, joven, vigorosa, ágil, alegre, con mucho power, subiendo al igual que nosotros, e incluso mejor.

La bajada fue una aventura totalmente distinta, todo iba de maravillas, piedra a piedra, imaginando escalones dispersos en distintos tamaños, muchos precipicios, sin perder la ruta clara, escabrosa, pero certera. Todo bien, aunque los pies reclamaban a todo dar, y decían otra cosa, pero el ánimo aún estaba en alto.

Bajábamos dos en un determinado momento, mi compañero bien equipado con sus bastones especialmente comprados para tales eventos, yo con un simple palo, pero de mucha utilidad. De pronto nos detuvimos un instante, y el camino parecía dividirse en dos, cual seguir… una distracción momentánea nos encausó por la ruta de unos cactus, que en la medida que bajábamos se hacía cada vez mas empinada, y resbaladiza. En un momento dado, quedamos parados, divididos, yo en un lado izquierdo, y mi compañero obviamente a mi derecha. Era demasiado empinado, y sólo veíamos precipicio.

Mi compañero, con sus dos bastones terminados en punta, logró superar el apuro, enterrando las dichosas puntillas entre las piedrecillas y la tierra suelta. Yo por mi lado me quedé inmóvil, suspendido en la nada, casi recostado sobre la arenilla. El dichoso y efectivo palo que me había dado excelentes resultado en la subida, no se lograba agarrar de ninguna superficie, todo era blando, esquivo, y muy empinado. Le grité a mi compañero, estaba bien, podía desplazarse, intenté seguirle, pero prácticamente no podía moverme.

Le volví a gritar una vez más, pero ya no hubo respuesta. Que podía hacer, no podía bajar, no podía ir a la derecha, porque ahí encontraría el camino, eso estaba claro.
Varado, mientras mi cuerpo poco a poco, centímetro a centímetro iba cayendo en dirección a un precipicio aún más pronunciado. Pasó la hora muy deprisa, y yo sin poder moverme, ni comunicarme. El celular neutralizado por el roquerío, y la sensación de desamparo empezó a inundar mis pensamientos. Que podía hacer, la meta ineludible era bajar, no había más alternativas.

Miré en todas direcciones, no había nada de que cogerse, nada donde apoyar los pies, un sol extenuante que te deshidrata tan rápido como ni te imaginas. Ahí estaba, tirado. Estaba invisible, en un lugar inhóspito, inaccesible, dónde nadie pasaría. La única alternativa posible, era intentar subir, escalar como pudiese, aferrándome de algunas ramas, conciente de que todas en su mayoría estaban secas y muy quebradizas. Aferrado a mi bastón de madera, intenté excavar algunos hoyos, con lo cual pude apoyarlo. El cansancio extremo empezó a mitigar la respuesta muscular, porque volver a subir significaba escalar, a pulso, sin equipo, sin cuerdas, sin nada ni nadie alrededor.

El dolor muscular se transformó en insoportable, y el bombeo excesivo de las pulsaciones mitigaba las pocas fuerzas que ya me quedaban. Aferrado siempre a mi improvisado bastón, y usando prácticamente una mano, logré dar un paso, y luego otro, hasta encontrarme cara a cara con un cactus, entre rocas llenas de lagartijas, donde logré estacionarme por fin bajo una sombra. Miraba todo lo que me faltaba por subir, que sin ser tanto, por el agotamiento extremo, se veía inalcanzable. Era volver al punto de partida, donde se dividía el camino.

Logré aferrarme de un roquerío, era mi única esperanza, alejarme de la tierra suelta y las piedrecillas, despacio, poco a poco, mientras observaba como gran parte de ellas caían tras de mí.

Por fin lograba enganchar mis dedos entre los sinuosos recovecos rocosos, sin soltar el dichoso palo, que fielmente me apoyaba. Paré entre arbustos más robustos, buscando poder pisar con mediana seguridad, y un poco de sombra, otro descanso totalmente necesario, antes de intentar seguir subiendo la empinada pendiente.

Estaba completamente solo. Agitado al máximo, recordaba mis viejas frases sobre el tema de la soledad, y ese no era el momento. Donde estaba era imposible que alguien pudiese llegar. Miraba el sol, la tarde, y pensaba cuanto más quedaría de luz. Pese a que aún era temprano, era un tema, dado que el avance era casi al centímetro.

Ya había pasado lo peor, la zona polvorienta, había quedado atrás, y mi buena amiga la roca podría sacarme de este apuro, tan real, como para cambiar la historia de muchos.

El dolor era insoportable, pero debía seguir subiendo, cincuenta metros más, tan cerca y tan lejos, que me hacía pensar en el significado de esas palabras.

Finalmente logré llegar, y “tirarme” en una superficie mucho más plana. Sobra por doquier, que maravilla. Me quedaba poco agua, y la aprecié como nunca. Mi boca reseca me indicaba que debía tomar calma, ya había pasado lo peor. Sólo debía encontrar el camino correcto para bajar y eso sería todo.

Un fuerte dolor de estómago se apoderó de mí, y eso dificultó el resto de la travesía.
La subida, había echo estragos, no estaba planificada, y costó algunas heridas menores.

Sí, la bajada fue todo un cuento, que casi no cuento. Y como siempre digo, cosas siempre suceden, y todo en un minuto, puede cambiar.

De la que me salvé hoy. Uf!

13 julio, 2009

Camión (P)

Camión le llamamos, y es un gigante robustito, dócil, paciente, pero que siempre debe contener su fuerza para no dañar a los demás dado su enorme envergadura física y personalidad inusual.

De pronto recibí un correo de el, que tan sólo preguntaba: - ¿Y tú? Una pregunta que por lo general evitaría, sobretodo venida de el, porque nunca preguntaba cosas personales a menos que lo obvio fuese lo suficientemente contundente. No le respondí, pero me conoce tan bien que aún en el silencio sabe que es lo que pienso, pese a todo lo extraño, y reservado que sea, siempre sabe encontrar el tino.

Que puedo decir, un no sé, sería más sincero que mil palabras, pero sí lo sé, y por eso siempre evitaba sentir. No por uno, sino por aquellos que amamos, porque ellos son valiosos, y aunque es claro que todos estamos de paso, no es menos cierto que trascendemos por aquello que alguna vez sembramos. No sé como describirlo, pero es una sensación diferente en muchos sentidos. Es como sentirse absurdo en medio del mar. Saber que hay mucho agua alrededor y no poder beberla para saciar la sed de querer curar lo incurable.

Creo que las lamentaciones están demás, pero no así las emociones, que nos acompañan desde siempre, eso, independiente a todo el control que se pretenda tener, es simplemente una parte muy sensible de nuestra existencia, que escapa a toda lógica, en dónde lo que queremos que suceda a veces no sucede, y lo que no debiese suceder sucede sin más.

Que debo aprender ahora, porqué allá arriba insistes en mostrarme lo que no quiero ver, que es lo que mi rebeldía debe mitigar. Dónde están las plegarias que nunca he de decir, cual es el propósito.

Camión, que te puedo decir mi buen hermano. Ni te imaginas como me siento.



Como duele este silencio.

10 julio, 2009

Piano (P)


Ya es tarde una vez más, aún trabajando, está oscuro, sólo escucho, los ventiladores de algunas máquinas alrededor, el aire acondicionado, algunas puertas se cierran de golpe, maestros trabajando en el subterráneo, los vehículos transitan veloces, voces por radio comunicando, hablando, murmurando, y unos pájaros aún cantan contentos. Un ventanal me permite ver las las calles, las casas y los edificios. Me rodean unas luces amarillas, blancas y brillantes titilando a lo lejos. Tomo mis audífonos y una música tranquila, suave, tenue, apacible, me acompaña, un piano magistralmente me regala sus notas, con armonía y coordinación. Por fin, un momento de paz.

Puedo apreciar esta hermosa música casi como si pudiese tocarla, con suavidad, con ternura, con cariño, con agradecimiento. Mis manos acariciando cada nota de un piano inventado el cielo, en un espacio de tiempo único, preciso, sutil, delicado, sin prisa, sin miedos, queriendo retener el momento, abrazando la ilusión entre mis brazos, cobijando aquello que nunca se ha ido.

¿Cómo podría olvidar lo vivido?, ¿Cómo podría dejar lo querido?, ¿Como podría cuidar mejor lo que con tanto esfuerzo se ha logrado?, a su vez, ¿Como empezar de nuevo?, incluso en otras vidas, y aún así recordar aquellos hermosos momentos. ¿Por qué dejarse llevar por la confusión?, si todo es mejor cuando hay comprensión. Hace un rato muy triste, y ahora ya no tanto, por el sólo hecho de poder escuchar aquella música, donde todo de pronto vuelve a ser perfecto, a veces tan cerca, y otras veces tan lejos.

Pasillo (2da parte)


La puerta se abrió lentamente, y los tres pasaron a la consulta, calmados, serenos, saludaron y entregaron unos exámenes al médico. Se conversaron algunos temas triviales, y luego se pasó al tema de fondo. El médico hizo unos dibujos explicando la situación, indicando que claramente los síntomas y la tendencia genética eran determinantes en el diagnóstico, y que se debía dar pronto atención radical al tema. Cáncer, fue la palabra que lapidó los sentidos de la pareja, y pese a que ya tenían cierta idea de cual sería aquel veredicto, no les fue indiferente. El tratamiento era en esencia simple, una cirugía menor evitaría la propagación hacia otros órganos.

La mujer, hábilmente nunca bajó su ánimo, y sin perder su positiva actitud, miro a su marido y le sonrió, intentando bajar el perfil al tema. – Ves, no es para tanto, le decía. Se extrae esto y asunto arreglado. Sin embargo, en la mente de aquel hombre, internamente se conjugaban muchos pensamientos, y una profunda pena, que en ningún momento exteriorizó, porque su hija estaba presente.

La pequeña niña escuchó con oídos de niña, en silencio, un poco aburrida por la larga espera, casi no se percató del significado de aquellas palabras vertidas. No obstante el padre observó a su pequeña y notó que también se guardó su propia reflexión.

El médico pidió reserva a pabellón, sellando así el acuerdo, y la pareja se despidió.

Al salir no se habló mucho el tema, pero las palabras de la mujer fueron siempre dirigidas a tratar de serenar a su marido, que pese a su aparente calma, ella sabía perfectamente como se sentía desde adentro.

Caminaron, deambularon, e incluso rieron un poco con el asunto, haciéndose bromas entre ellos, porque sabido es que la mejor forma de sobrellevar cualquier eventualidad negativa, era siendo positivos.

Cuando llegaron al vehículo, se miraron una vez más, y con un muy leve dejo de nostalgia acordaron discreción sobre el tema. Por lo menos para con la familia. El motivo: sabían que lo tomarían en forma grave, casi como telenovela, y la idea no era enfocarse recurrente en cosas negativas, porque cada cosa tiene su tiempo, un paso a la vez, y sea cualquiera que sea el resultado, siempre es recomendable ver las cosas con ánimos positivos.

Pasaron así algunos días, ella lo comunicó a algunos amigos, por temas de coordinación de fechas para con sus actividades y compromisos. La noticia se expandió rápido, y muchos llamaron. Era inevitable, pero comprensible.

El aún más prudente y reservado, guardó silencio, y sólo quiso escribir. Tenía su propia vía de escape, sus textos, sus letras, su blog. Alguien leería tal vez, un hermano, algún amigo, un extraño, que sabría entender el motivo de su silencio.

No quería pensar en el tema, y mientras escribía, no pudo evitar que una lágrima se escapara en su rostro. Rápidamente buscó entre sus cosas un pañuelo para ocultar su pena, para no sentirse vulnerable. Debía ser fuerte, debía trabajar, debía contagiar alegría y positivismo siempre, ese era su principal propósito de ahora en adelante, ese era su nuevo destino.

Las posibilidades son buenas, dio a entender el profesional, y aunque nunca se sabe, sonreír siempre será la mejor de las medicinas.
Todo irá bien...

08 julio, 2009

Un día de Tom (R)


Es curioso como un número, un acontecimiento inesperado, podía descontrolar a Tom, siempre tan disciplinado, prudente y discreto. Pero aquel día fue distinto. Trabajó hasta tarde, casi las 11:00PM, que si no es por un llamado telefónico, se queda sin el último metro camino a casa. Estaba impregnado de pensamientos, entre trabajo y algunas imágenes de dibujos chistosos que le alivianaban su existencia, y que como siempre le hacían pensar en lo que realmente hubiese deseado hacer en la vida.

Al llegar a casa, le esperaba delicioso plato de fideos, exquisitamente preparados, con plena dedicación y cariño. Degustó en soledad por algunos minutos, luego dio vueltas y vueltas, preparó algunas cosas en su computador, y finalmente intentó dormir. Eran las 2:00 AM, y estaban dando su serie favorita (House), un capítulo ya visto, se trataba de un náufrago que desesperadamente cursó la peligrosa travesía de internarse en el mar con su familia, para sólo ir a ver a House, que supuestamente tendría una milagrosa cura para su pequeña, porque así le decía a su esposa. - Que coincidencia, pensó.

Ya eran las 2:35AM, y recordó que debía dormir. Apagó su luz, y prontamente el cansancio lo venció, no sin antes, recordar una vez más las actividades de aquel día.

A Tom, siempre le quedaba la sensación de que un detalle se escapaba, algo pendiente, en el tintero, cosas que no somos capaces de tener presentes en el momento que lo necesitamos, y se sintió mesquino. - En qué nos equivocamos, o en qué acertamos. A fin de cuentas somos humanos, llenos de errores y virtudes, - pensó Tom. Las horas pasan tan rápido, todo tan deprisa que hasta lo más quieto parece moverse, muebles, calles, lugares, estatuas, y la noche llega como un parpadeo, para anunciar que prontamente un nuevo amanecer llegaría tan fugaz que ni el mismo presente es incapaz de contenerlo, cuando a veces se logra tener un instante pleno.

Tom pensó: - Toda una existencia compartida, ya sea por años, meses, o tan solo horas, que de pronto nos descontrola algo pequeño, y pensamos en objetivos, logrados, pendientes y aún no formulados. Ojala, pudiésemos coger ambas manos, pero no siempre es así, algo superior parece gobernar los hilos, que encierran en sí, aquel mensaje indescifrable, de saber sin saber, como serán forjados nuestros destinos.

Entonces, Tom se durmió…

07 julio, 2009

Pasillo (H)

Mucha gente colapsaba aquel lugar, impecable, ordenado, pero saturado. Cuando el entró, una pequeña saltó como un resorte de su asiento, y sonriendo tiernamente corrió inmediatamente a sus brazos. El la tomó con su brazo derecho y la cargó unos cuantos pasos hasta llegar a ella que lo esperaba con una tranquilidad admirable. Apenas llegó, le sonrió con profunda armonía. El se sentó a su lado, cogió su mano un instante, y así se quedaron por largo rato, esperando y esperando. En un momento dado, ella lo miró con ternura y posó su mano en su rostro, acariciándole suavemente, tratando de contagiar su inquietante paz. El besó su mano con sumo cariño y miró las luces lejanas de la ciudad desde los grandes ventanales en aquel octavo piso. Pensó en su interior muchas cosas, y se contuvo como pudo, ocultando sus emociones. Les miró a ambas y una lágrima emergía discretamente en su rostro, pero fue reprimida a tal punto que no salió, siendo imperceptible para ellas. Aquel día era distinto a los demás, muy diferente, y aunque ya conocían claramente el motivo, el sólo quería escuchar la versión oficial.

Prontamente la verdad se sabría, sólo había que esperar. De pronto, el nombre de ella fue anunciado por los parlantes, con lo que inmediatamente se desplazaron por un pasillo, en dirección a una salita, donde prontamente conocerían su nuevo destino.

Ella golpeó la puerta despacio, tres veces, y desde adentro una voz calmada dijo: - Pase.

La vida es así, incierta como la noche, como el viento, como el sigilo, nunca se sabe como ni cuando ocurrirá, pero ahí está, el destino, latente, asechador cambiante de vidas, de presentes y futuros. No siempre es cuestión de empeño, no siempre es cuestión de anhelo, hay muchos factores que guían nuestros pasos, muchos que a veces nos conducen por distintos caminos.

03 julio, 2009

Pilares (HR)


Era un momento extraño, un esplendoroso día soleado, después de varios días opacados por las fuertes tormentas, y enormes nubarrones.

Muchos pilares sujetaban la robusta estructura del lugar, llena de vehículos inertes, mientras una tenue luz artificial hacía de aquellos rostros inocuos, un constante circular enajenado.

Sin duda la travesía sobrepasaba los límites preestablecidos, y la cordura poco tenía que hacer en un momento así. El vehículo simplemente se detuvo, y no pasaron más allá de unos escasos segundos, que se hicieron eternos, constituyendo el significado de toda una existencia. No hubo palabras, porque palidecían de significancia ante un simple gesto, breve, prudente y discreto, pero intenso.

Las miradas se focalizaban en un solo punto, a la vez que en la mente se producía una contradicción elemental, un conflicto, producto de la descarga eléctrica sufrida en ese crucial momento. Algo que pudo ser evitable, pero que sin embargo por diversas circunstancias no lo fue. Un cuestionamiento quizás, una pregunta, un posible respuesta, todo en fracciones de segundo, donde la razón inútilmente trata de someter a la parte irracional. Nada que hacer, simplemente atrapados por la situación forjada en manos de un conjunto de acontecimientos.

Pese a las heridas recibidas, como pudieron, salieron entonces del vehículo, casi sin las fuerzas necesarias para hacerlo, y como ajenos a querer hacerlo, desaparecieron del lugar casi sin dejar rastro. Una vez más, no hubo despedida, porque nunca fue necesario, ya que la prioridad de sobrevivir imperaba en sus vidas. Otros les esperarían.

Uno de los integrantes, a duras penas subió por unas escaleras y desapareció entre la muchedumbre, en dirección a su propio destino, en otro vehículo. El otro ser, volvió ineludiblemente al lugar del suceso, y entró nuevamente al auto, que aún daba señales de lo acontecido, pero que sin embargo, se encontraba en buenas condiciones mecánicas. Miró y observó un instante el interior, y recordó con cierta nostalgia lo sucedido, lo que en ningún caso fue visto con indiferencia. Aún así con decisión, no vaciló, y lo trató de echar a andar, pero no pudo a la primera, porque sus manos aún temblorosas no asimilaban totalmente lo ocurrido, que había dejado imborrables secuelas. En un segundo intento lo logró, y sin vacilar, rápidamente salió de aquel lugar.

Mientras manejaba, su pensamiento divagaba, a su vez que por el rabillo del ojo observaba con astucia el entorno. La conmoción aún le seguía dando vueltas en la cabeza, le distraía de sobremanera, y recordó lo importante que puede ser un momento en la vida, un accidente, una coincidencia, un segundo, o lo que sea, que sin importar color, status social, religión, inteligencia, todo, absolutamente todo puede cambiar radicalmente la vida de un ser humano. Entonces, respiró hondo, y se conformó con lo que había elegido. Siguió su marcha algunos kilómetros, para luego detenerse en otro lugar, buscando una mayor tranquilidad para poder contemplar lo poco y nada que quedaba de aquel día tan diferente a otros días, con una puesta del sol que ya se iba, indicando que pese a todo lo que suceda, la vida continúa.