La felicidad no se busca, simplemente se lleva consigo, y se contagia.
01 abril, 2009
Aveces se gana, aveces se pierde
Sucede todo el tiempo, en cada cosa que hacemos,
en cada paso que damos, en cada instante de nuestras
vidas. Siempre una constante predefinida que nos
sigue en el transcurso de nuestra existencia, desde
que somos simples células con flajelo, hasta el último
de nuestros días, cuando ya desistimos de nuestro
propósito, y entregamos la luz de aquella llama
fundamental que sustenta nuestra existencia.
Aveces ganamos, a veces perdemos, es lo cotidiano,
donde para muchos, esto es fundamental, un hábito
impregnado en nuestro propio diseño.
Los más tímidos, temen las consecuencias, a tal punto
que pierden oportunidades, o buenos momentos, aún
siendo cosas sanas, simples, y sin mayor perjuicio,
pero mitigadas por las propias trabas. Suelen envidiar
a los osados, pero en su cautela se mantienen refugiados
con su profunda e inquebrantable armonía y estabilidad,
sin mayores emociones que la rutina esparcida en sus
propias creencias. Internamente divertidos, soñando
siempre con una respuesta.
Los más osados, suelen obviar sus prejuicios, son cancheros,
corren a altas velocidades, no paran, nunca se detienen,
siempre quieren lo mejor, y no pierden oportunidades,
como si todo fuese un afanoso deseo por vencer y no ser
vencido. Tratan de gozar a pleno, aún cuando la situación
pueda escaparse de control. Generalmente les acompaña
alguna úlcera en el camino. Todo esto también se manifiesta
bajo el criterio de sus propias creencias. Externamente
divertidos, ansiando siempre una respuesta.
Ambos opuestos, son totalmente emocionales, algo
desequilibrados, cada uno en su estilo, pero muy
sentimentales, en una constante búsqueda. Es una
inquietud interna, casi incompresible, no siempre
identificable, producto de tantos años pensando de
una misma manera, la propia.
Aquellos que no están en ninguno de estos bandos,
también poseen lo suyo, aquel espíritu competitivo,
en otros esquemas, bajo otros estilos.
El punto es, que el camino del triunfo, no se encuentra en
en los demás, sino en uno mismo, porque la vida es una
cuestión de actitud, y atreverse, es una fórmula perfecta,
si se logra disfrutar manteniendo el justo control que
permita, no destruir aquella felicidad y armonía que
tan trabajosamente se ha logrado, ya sea familiar,
laboral, emocional, espiritual etc..
Pero las cosas no siempre son como las esperamos.
Virtudes y defectos van y vienen a granel, y todo tiene
un precio, un valor, un peso, como una inversión, donde
algo das, y algo quitas. Por muy seguros o vulnerables
que nos sintamos, jugando ya sea a ganador, o a temer
siempre a ser dañados, la apuesta es así, sin garantías,
incierta, inesperada, siempre con alguna sorpresa en el
camino.
Lo curioso de todo esto, es como sabemos si realmente
hemos ganado, o hemos perdido. No siempre creer que
se gana, es ganar, no siempre creer que se pierde, es
perder. Ni lo uno ni lo otro, sólo hay que saber tener
paciencia y ser capaz de reconocer aquellos breves
momentos que encausan nuestra verdadera felicidad.
Un minuto basta, para ser verdaderamente feliz, y
toda una vida para recordarlo.
En síntesis, todo puede suceder, y todo puede cambiar.
Lo importante, es no obviar aquel preciado minuto, que
más nunca volverá.
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