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Se acercó con total sigilo, casi como un niño de pasos silenciosos, tranquilos y tímidos. Se quedó quieto un instante, con su mirada fija en un hombre extraño, que conversaba airadamente con otro, pero con voz tranquila y pausada, asuntos meramente laborales.
Aquel hombre no detectó su presencia, simplemente porque estaba distraído en su quehacer. Aún así, presentía una vibración casi imperceptible, pese a que había procurado aislarse de esas cosas, y sólo se percató de aquella presencia cuando su compañero cambió milimétricamente
su mirada mientras le conversaba.
Aquel hombre no detectó su presencia, simplemente porque estaba distraído en su quehacer. Aún así, presentía una vibración casi imperceptible, pese a que había procurado aislarse de esas cosas, y sólo se percató de aquella presencia cuando su compañero cambió milimétricamente
su mirada mientras le conversaba.
Viró lentamente y vió con sorpresa, era un
rostro totalmente angelical que esbozaba una
tierna sonriza, mientras le miraba casi con
ternura. Sutilmente extendió su mano, al
parecer para saludarle. El hombre se acercó
con gentileza y extendió también su mano
para corresponder el saludo.
Su vista inmediatamente se clavó en la
delicada y blanca mano de la joven, y pareció
detenerse el tiempo por unos instantes.
Aquellos estilizados dedos se empuñaron
delicadamente, y aquel hombre no lo entendió.
El hombre miró con mayor atención,
y los dedos de la joven se fueron abriendo
poco a poco hasta alcanzar la palma de la
mano del hombre, dejando caer en ella
cuatro objetos que ocultaba con emotiva
preocupación.
El hombre sintió los pequeños objetos en
su mano, que eran tres huevitos de pascua
de resurrección, y una figurilla de un
sonriente Jack. El cogió los objetos con
sumo cuidado, quedandose perplejo
unos instantes. Miró con nostálgica
alegría aquellas figuras a la vez que
hacía una reverencia. Agradecido expresó
discretas palabras y ofreció un vaso de
agua. Ambos caminaron unos pocos pasos
hasta llegar a un puente cercano.
Conversaron de temas familiares aludidos
al regalo y su destinatario final.
Fueron apenas breves instantes, aunque
muy significativos para aquel hombre, ya
que en su acostumbrada soledad, le era
inusual recibir tan gratas sorpresas
que encerraban una sencillez y humildad
sobrecogedora.
La joven indicó que no se encontraba bien,
y dada la premura del tiempo, y su estado
febril, extendió sus alas, alejándose
gracilmente desde el puente en que estaban.
El hombre debía seguir su camino, y el apuro
de sus obligaciones lo encausó en su pronta
retirada también.
Durante su trayecto, cobijó aquellos obsequios
y los protegió dejándolos para un momento de
mayor paz y tranquilidad.
A la salida de un túnel, mientras caminaba
en dirección a su nuevo destino, pensaba en
aquel sutil momento, y se detuvo unos instantes
en una pequeña plaza. Miró nuevamente los
objetos y los ordenó sobre una banca de concreto.
Dejó por un instante que el sol se apoderara
de aquel entorno, y con paciencia intento
guardar en su mente el significado de sus
recuerdos. Así, no olvidó el estado febril
de aquella pequeña criatura alada.
Luego, posterior a su actividad, volvió
al lugar, subió ágilmente por unas escaleras
y acudió directamente a su refugio. Portaba
una medicina, pero no le encontró. Miró un
instante el lugar, recordó una vez mas su
rostro angelical dejando su cometido en
un rincón visible y prontamente se retiró.
Así, tan sólo deseó no olvidar, aunque sea
por un instante más, aquel breve y grato
momento que le acompañó por el resto
del día, sumergido en su mente, en el camino
que lo conducía en su eterno buscar.
Gracias.
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