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Camino al colegio, aquella niña de no más de nueve años,
iba prendida de la mano de su padre, fuertemente aferrada
a sus pensamientos y a sus emociones. Portaba desde el
comienzo del viaje, una pena indescriptible, y de vez en vez,
trataba entrecortadamente de expresarlo a su padre.
Charlie se llamaba, su cachorro regalón, al cual le llamaba
hermanito, aquel que nunca tuvo, y que en silencio,
reprochó indirectamente en lenguaje de niña a su padre.
El padre recogió su vida en un pestañar, y un nudo en su
garganta le indicó aquello que pudo ser y no fue, fruto de
su propia decisión. En el fondo, el padre comprendió que
aquel dolor significaba algo más, no era la pérdida de una
mascota, sino más bien aquel pensamiento que muchos
iba prendida de la mano de su padre, fuertemente aferrada
a sus pensamientos y a sus emociones. Portaba desde el
comienzo del viaje, una pena indescriptible, y de vez en vez,
trataba entrecortadamente de expresarlo a su padre.
Charlie se llamaba, su cachorro regalón, al cual le llamaba
hermanito, aquel que nunca tuvo, y que en silencio,
reprochó indirectamente en lenguaje de niña a su padre.
El padre recogió su vida en un pestañar, y un nudo en su
garganta le indicó aquello que pudo ser y no fue, fruto de
su propia decisión. En el fondo, el padre comprendió que
aquel dolor significaba algo más, no era la pérdida de una
mascota, sino más bien aquel pensamiento que muchos
tememos.
El padre ya sabía y conocía los temores de su hija, pero
no su real magnitud, y entendió que su gran aflicción era
la soledad y la desolación. Aquella emoción, lo remontó
a su propia infancia, y recordó cuando sus propios
padres le dejaron, en manos ajenas quedó, y pese a
tener muchos hermanos, en soledad se crió. Recordó
sus propias pesadillas de infancia, y le pareció tan
coincidente con las de su propia hija, que pensó que
algo de sí había quedado impreso en su mente. Pese
a que el nunca la abandonó, ni la abandonaría, aquel
temor estaba en la pequeña, tan fresco como el propio
recuerdo después de más de 40 años.
El padre meditó aquella situación durante todo el trayecto,
y de vez en vez miraba a su hija, que entre sollozos caminaba
apegada a su lado.
A paso lento y pausado, el padre guió a su hija a aquel
humilde colegio. Al llegar casi a la puerta, se detuvieron
un instante, y la niña no pudo contener más su aflicción,
sus lágrimas se derramaron libres por su rostro. El padre
se agachó a su altura, la sentó sobre una de sus rodillas y
la abrazó con extrema ternura. Consiente de su aflicción, miró
su enternecedor rostro, y le dijo:
“Hija, muchas veces nos encontramos frente a frente
con que un ser muy querido, ha de partir, para seguir
por distintos motivos, su propio destino, sin embargo,
por mucha pena que esto nos dé, la vida sigue, y el
tiempo nunca se detiene. Nunca debemos aferrarnos
en demasía, porque la aprensión siempre duele, y
el cariño y el amor es algo que debe ser libre, como
el viento, y siempre cálido como un amanecer.”
a su propia infancia, y recordó cuando sus propios
padres le dejaron, en manos ajenas quedó, y pese a
tener muchos hermanos, en soledad se crió. Recordó
sus propias pesadillas de infancia, y le pareció tan
coincidente con las de su propia hija, que pensó que
algo de sí había quedado impreso en su mente. Pese
a que el nunca la abandonó, ni la abandonaría, aquel
temor estaba en la pequeña, tan fresco como el propio
recuerdo después de más de 40 años.
El padre meditó aquella situación durante todo el trayecto,
y de vez en vez miraba a su hija, que entre sollozos caminaba
apegada a su lado.
A paso lento y pausado, el padre guió a su hija a aquel
humilde colegio. Al llegar casi a la puerta, se detuvieron
un instante, y la niña no pudo contener más su aflicción,
sus lágrimas se derramaron libres por su rostro. El padre
se agachó a su altura, la sentó sobre una de sus rodillas y
la abrazó con extrema ternura. Consiente de su aflicción, miró
su enternecedor rostro, y le dijo:
“Hija, muchas veces nos encontramos frente a frente
con que un ser muy querido, ha de partir, para seguir
por distintos motivos, su propio destino, sin embargo,
por mucha pena que esto nos dé, la vida sigue, y el
tiempo nunca se detiene. Nunca debemos aferrarnos
en demasía, porque la aprensión siempre duele, y
el cariño y el amor es algo que debe ser libre, como
el viento, y siempre cálido como un amanecer.”
Luego el padre pensó en su interior..
Hijita, algún día, también me verás partir, pero eso no
importa, porque lo importante es el momento, este
momento y no otro que nunca has de saber. Cada
cosa tiene su tiempo, y aunque no esté, sabrás que
siempre estaré.
La vida nos enseña, y nos prepara, y a veces dejamos
pasar aquel mensaje encriptado que nos indica la clave
para poder superar la siguiente etapa de nuestras vidas.
nunca es fácil, pero siempre hay un camino. Después
de tantos años, se aprende que el afecto y el cariño,
no es algo que podamos desechar como si nada, porque
este siempre está en nuestros recuerdos, y aún así,
aunque por motivos físicos, no seamos capaces de
recordar, aún así, un sentimiento persiste, como una
señal que siempre nos acompañará, hasta el último
momento de nuestro largo camino.
La vida nos enseña, y nos prepara, y a veces dejamos
pasar aquel mensaje encriptado que nos indica la clave
para poder superar la siguiente etapa de nuestras vidas.
nunca es fácil, pero siempre hay un camino. Después
de tantos años, se aprende que el afecto y el cariño,
no es algo que podamos desechar como si nada, porque
este siempre está en nuestros recuerdos, y aún así,
aunque por motivos físicos, no seamos capaces de
recordar, aún así, un sentimiento persiste, como una
señal que siempre nos acompañará, hasta el último
momento de nuestro largo camino.
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