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Pasé un buen tiempo sin ti, y creí que te había
dejado atrás, que por algún especie de milagro
ya no me visitarías más, pero ahí estás, haciéndome
recordar lo vulnerable que somos. Anoche sentí
tu presencia, nuevamente, pero esta vez con
una intensidad fulminante. Así caí de mi cama
y posé mi mano izquierda sobre ti, miaba al
suelo, en silencio, tratando de contener tu furia
inmovilizadora, abarcando cada vez más espacio
de mí, expandiendo tu sabida ramificación, y
extendiendo tus mortíferos brazos para
sucumbir mi existencia.
Te conozco, y sé tu propósito. Pero te lo ruego,
dame más tiempo, aún tengo cosas que hacer,
tengo una hija sabes, aún es pequeñita y me
necesita. Quisiera verle ya por sus propios medios,
grande, independiente, siendo feliz con su propia
familia, después de eso podrás disponer de mí,
como sé que lo harás.
Fuisteis intenso esta vez, que ahora logré
ubicarte, bajo mi costilla derecha ya hundida
por tu presencia. Sé que ya no me dejarás,
y sólo me darás un respiro de vez en cuando,
la ilusión de un tiempo más.
Pero igual agradezco tu presencia, porque
me aterrizas en aquellos momentos en que
la arrogancia me inunda cuando ya logro no
sentirte aveces, haciéndome creer que me
puedo mover como un niño y jugar con
todo el vigor que aún siento.
Por favor, te lo ruego... humildemente...
Aún no... sólo eso te pido. Aún no me lleves...
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