11 abril, 2009

El Mensaje


Era un joven tenue, pausado, tranquilo, tanto

en su forma de ser, como en su forma de caminar,

denotaba una profunda paz, exteriormente.


Nadie podría sospechar lo contrario, más sólo el,

sabía por lo que estaba pasando, era el mismo el

único testigo de aquello que motivaba su necesidad

de aislamiento. Vivía casi desolado, únicamente

dedicado a sus pensamientos, siempre alejado de

cualquier otro ser humano. Sabía los motivos, y

debía cumplir con su cuota de sacrificio, para no

dañar a otros, para no influir en la normalidad de

lo regularmente ajeno.


Rara vez compartía más allá del tiempo que

estimaba necesario.Un tiempo que siempre

lograba trazar con magistral exactitud.

A veces, imaginaba que toda esa ruidosa vida

interior, podría ser un don, pero NO, sabía

que era una cualidad común en todo ser humano,

donde la única diferencia radicaba en que el resto,

no se deba cuenta, porque nunca prestaba atención

a este cotidiano hecho. Todos estaban inmersos

en esta tradicional sociedad, creyendo siempre

que sus propias vidas comprendían una forma

“normal” de existencia. Cualidad de muchos,

y privilegio de sólo unos pocos que eran capaces

de cuestionarse estas cosas, en una plena rebeldía

interior.


Un conjunto de ideas y pensamientos agolpaban

su mente, ya saturada por el constante ruido de las

miles de voces, imágenes, olores, recuerdos que

venían desde cerca y desde lejos, a una velocidad

increíble.


Los años le dieron experiencia, y con ello vino el

aprendizaje, así, con el pasar del tiempo, logró

separar las cosas, manteniendo la cordura bajo

un solo concepto, “Control”, era aquello que

siempre le acompañaría como fiel amigo,

y le permitiría hacer más soportable su diario vivir.


Gustaba de dibujar cuando era infante, y entre sus

trazos alzó una vez, una imagen, era un rostro, tenue,

delicado, fino, en donde un ojo nunca le quedaba

simétrico. Quizás era una pista, porque siempre le

gustaba dibujar ojos, algo que nacía producto de su

imaginación, y que tal vez, nunca encontraría. A fin

de cuentas, que podría ser, una vaga idea, algo que le

permitía no olvidar, un concepto nacido de la nada,

o era un todo.


Con los años, aquel muchacho envejecía, y sucumbía

ante las heridas y enfermedades, como cualquier mortal,

e hizo del Alzheimer, un amigo más. Era su compañero

inseparable, que le permitía acallar sus recuerdos. Sabía

que el dolor podía ser dominado si se eliminaba el miedo,

como también sabía que el miedo podía ser doblegado

por el olvido. Una cosa mitigaba a la otra, y todo ayudaba

a manejar de mejor manera aquel ruido insesante en su

interior.


Entonces, investigó…


Pasaron muchos años, antes de reconocerles,

y sólo encontró tres, identificándoles con seguridad,

quizás alguno más, existiría. Eso nunca lo sabría.


Debía ser cuidadoso, porque así como era su forma

tan distinta de ver la realidad, para ellos también

lo sería. La probabilidad de que tuviesen las

mismas habilidades de percepción,

le inquietaban mucho, se podría presentar más de

un inconveniente. Tendría que ser muy paciente.


Desde muy niño buscaba incansablemente a otros

símiles. En el trayecto, conoció a muchos, farsantes,

creyentes, ego centristas, fanáticos, religiosos, místicos,

enfermos, científicos, pero ninguno se acercaba en lo

absoluto a la respuesta que necesitaba. Quería saber,

necesitaba entender, y encontrar las respuestas.

Un día, sintió una señal, intensa, nítida, y quiso investigar

si existían más de su propia especie. Cuando les identificó,

un nexo inmediato se estableció, y en una forma inexplicable,

su mente se conectaba con el grupo, como si fuese una

clara señal telefónica, o un dial de radio. Era una sensación,

una especie de vibración que le permitía sentir no solo

las emociones que solía percibía del resto, sino, además,

las imágenes ellos veían. Pero siempre se mantuvo

en el límite.


Cada uno poseía una personalidad especial,

Debían tener un tratamiento distinto. Detectaba que

Entendían lo que el mismo percibía, y aunque también

Se cuestionaban su existencia, pero de igual forma

continuaban con lo cotidiano de sus vidas.


Uno de ellos solía refunfuñar contra la sociedad,

Exteriorizando siempre lo absurdo y criticando

constantemente lo cotidiano. El segundo era un

personaje más bien liberalista, siempre en movimiento,

un buscador incansable que utilizaba la ciencia para

obtener respuestas. El tercero se sumergía en sus

labores y se abocaba plenamente a su familia, era

excesivamente tímido y cauteloso, dejaba siempre

su tiempo de lado a son del tiempo de los demás.

Cualidades totalmente diferentes, un solo

cuestionamiento, y a fin de cuentas un mismo

objetivo, recibir y entregar el mensaje.


El tiempo pasó, y después de muchos años, aquel

muchacho fue poco a poco cediendo su vitalidad

en manos de la naturaleza. No sin antes, ver

como uno por uno, se diluía aquel grupo, atrapados

por su propio tiempo.


Así, el mensaje que pensaba legar, fue celosamente

custodiado por el grupo, y siendo el último de su especie,

comprendió en su olvido, que aquella percepción nunca

se apagaría, aún pasando el umbral de la luz sin retorno,

ya cursada por sus propios amigos.


Sin más, sin menos, lo importante era el mensaje, aquel

que sin decirlo se dijo y fue recibido, a tiempo, antes

que se apagaran las luces para empezar un nuevo camino.


El mensaje simplemente decía:


“Ya nos veremos”.



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