Era un joven tenue, pausado, tranquilo, tanto
en su forma de ser, como en su forma de caminar,
denotaba una profunda paz, exteriormente.
Nadie podría sospechar lo contrario, más sólo el,
sabía por lo que estaba pasando, era el mismo el
único testigo de aquello que motivaba su necesidad
de aislamiento. Vivía casi desolado, únicamente
dedicado a sus pensamientos, siempre alejado de
cualquier otro ser humano. Sabía los motivos, y
debía cumplir con su cuota de sacrificio, para no
dañar a otros, para no influir en la normalidad de
lo regularmente ajeno.
Rara vez compartía más allá del tiempo que
estimaba necesario.Un tiempo que siempre
lograba trazar con magistral exactitud.
A veces, imaginaba que toda esa ruidosa vida
interior, podría ser un don, pero NO, sabía
que era una cualidad común en todo ser humano,
donde la única diferencia radicaba en que el resto,
no se deba cuenta, porque nunca prestaba atención
a este cotidiano hecho. Todos estaban inmersos
en esta tradicional sociedad, creyendo siempre
que sus propias vidas comprendían una forma
“normal” de existencia. Cualidad de muchos,
y privilegio de sólo unos pocos que eran capaces
de cuestionarse estas cosas, en una plena rebeldía
interior.
Un conjunto de ideas y pensamientos agolpaban
su mente, ya saturada por el constante ruido de las
miles de voces, imágenes, olores, recuerdos que
venían desde cerca y desde lejos, a una velocidad
increíble.
Los años le dieron experiencia, y con ello vino el
aprendizaje, así, con el pasar del tiempo, logró
separar las cosas, manteniendo la cordura bajo
un solo concepto, “Control”, era aquello que
siempre le acompañaría como fiel amigo,
y le permitiría hacer más soportable su diario vivir.
Gustaba de dibujar cuando era infante, y entre sus
trazos alzó una vez, una imagen, era un rostro, tenue,
delicado, fino, en donde un ojo nunca le quedaba
simétrico. Quizás era una pista, porque siempre le
gustaba dibujar ojos, algo que nacía producto de su
imaginación, y que tal vez, nunca encontraría. A fin
de cuentas, que podría ser, una vaga idea, algo que le
permitía no olvidar, un concepto nacido de la nada,
o era un todo.
Con los años, aquel muchacho envejecía, y sucumbía
ante las heridas y enfermedades, como cualquier mortal,
e hizo del Alzheimer, un amigo más. Era su compañero
inseparable, que le permitía acallar sus recuerdos. Sabía
que el dolor podía ser dominado si se eliminaba el miedo,
como también sabía que el miedo podía ser doblegado
por el olvido. Una cosa mitigaba a la otra, y todo ayudaba
a manejar de mejor manera aquel ruido insesante en su
interior.
Entonces, investigó…
Pasaron muchos años, antes de reconocerles,
y sólo encontró tres, identificándoles con seguridad,
quizás alguno más, existiría. Eso nunca lo sabría.
Debía ser cuidadoso, porque así como era su forma
tan distinta de ver la realidad, para ellos también
lo sería. La probabilidad de que tuviesen las
mismas habilidades de percepción,
le inquietaban mucho, se podría presentar más de
un inconveniente. Tendría que ser muy paciente.
Desde muy niño buscaba incansablemente a otros
símiles. En el trayecto, conoció a muchos, farsantes,
creyentes, ego centristas, fanáticos, religiosos, místicos,
enfermos, científicos, pero ninguno se acercaba en lo
absoluto a la respuesta que necesitaba. Quería saber,
necesitaba entender, y encontrar las respuestas.
Un día, sintió una señal, intensa, nítida, y quiso investigar
si existían más de su propia especie. Cuando les identificó,
un nexo inmediato se estableció, y en una forma inexplicable,
su mente se conectaba con el grupo, como si fuese una
clara señal telefónica, o un dial de radio. Era una sensación,
una especie de vibración que le permitía sentir no solo
las emociones que solía percibía del resto, sino, además,
las imágenes ellos veían. Pero siempre se mantuvo
en el límite.
Cada uno poseía una personalidad especial,
Debían tener un tratamiento distinto. Detectaba que
Entendían lo que el mismo percibía, y aunque también
Se cuestionaban su existencia, pero de igual forma
continuaban con lo cotidiano de sus vidas.
Uno de ellos solía refunfuñar contra la sociedad,
Exteriorizando siempre lo absurdo y criticando
constantemente lo cotidiano. El segundo era un
personaje más bien liberalista, siempre en movimiento,
un buscador incansable que utilizaba la ciencia para
obtener respuestas. El tercero se sumergía en sus
labores y se abocaba plenamente a su familia, era
excesivamente tímido y cauteloso, dejaba siempre
su tiempo de lado a son del tiempo de los demás.
Cualidades totalmente diferentes, un solo
cuestionamiento, y a fin de cuentas un mismo
objetivo, recibir y entregar el mensaje.
El tiempo pasó, y después de muchos años, aquel
muchacho fue poco a poco cediendo su vitalidad
en manos de la naturaleza. No sin antes, ver
como uno por uno, se diluía aquel grupo, atrapados
por su propio tiempo.
Así, el mensaje que pensaba legar, fue celosamente
custodiado por el grupo, y siendo el último de su especie,
comprendió en su olvido, que aquella percepción nunca
se apagaría, aún pasando el umbral de la luz sin retorno,
ya cursada por sus propios amigos.
Sin más, sin menos, lo importante era el mensaje, aquel
que sin decirlo se dijo y fue recibido, a tiempo, antes
que se apagaran las luces para empezar un nuevo camino.
El mensaje simplemente decía:
“Ya nos veremos”.
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