05 octubre, 2016

Fluir con el viento

Fue un día de trabajo, de reuniones, almuerzo “ejecutivo”, contrapartes,  colegas y acuerdos. El lugar era llamado “La Casona”, una casa grande ubicada dentro de una gran institución, utilizada como oficina, de no más de tres pisos, entre edificaciones y estructuras más modernas y recientes, algo que notoriamente se extrañaba.
 
El ambiente denotaba amabilidad por doquier, aún antes de llegar, la gente muy atenta y cortes, procurando asistencia en todo momento. Algo que fue notoriamente grato.
Después de la ardua jornada, hubo un espacio de tiempo, al finalizar, entre la distancia que hubo al caminar hacia la estación de buses, la que se transformó en un momento de agradables sensaciones. El aire fresco costero inundaba con fuerza las calles, y la brisa impetuosa se impregnaba en el rostro como queriendo marcar territorio, denotando su intensa presencia.
Era una caminata simple, solitaria y tranquila, con alegría en cada paso, muchos edificios alrededor, pero definitivamente un ambiente cálido y reconfortante. Después de tanto tiempo, aquellos pocos minutos fueron algo maravilloso. Caminar, pensar, sentir, vibrar con la naturaleza entre el cemento, entre verdes colores y vivas flores, un aire más puro, y un espacio limpio a disfrutar.
-          Y tú… Qué haces aquí?... Dijo el viento, como cogiendo su rostro con ambas manos.
La respuesta silenciosa era obvia, estaba, tenía que estar, y a su vez, deseaba estar, porque siempre es necesaria la cercanía. Eso no se cuestiona, pensaba, porque simplemente el flujo del universo es así, y nos guía misteriosamente como una corriente hacia donde queremos estar, aunque sea por breves instantes, los suficientes como para poder percibir la naturaleza, y algo más.
Todo es tan rápido en estos días, la gente fluye tan sujeta a sus obligaciones y obsesiones, que casi corren tras el tiempo,  dejando de lado lo maravilloso que es la contemplación de aquellas cosas simples que nos otorga la vida. Son pocos los respiros, entre vivencias tangibles, mientras los pensamientos fluyen siempre en libertad.
Quizás de eso se trata la vida,  no es avanzar y dejar atrás, o llenarse de cuestionamientos, acumular riquezas, o solo conocimientos, o creer en tener la razón sobre muchas cosas, asumiendo que el único punto de vista válido es el propio, no, no es así, es más simple, es mucho más simple que eso, es simplemente… sentir y disfrutar, hasta encontrar el punto en que la nitidez que nos otorga la verdadera verdad, caminando entre el sutil y constante fluir con el viento, sin más.

31 agosto, 2016

Gatos

Resultado de imagen para ojo de gato tiernoCaminó una vez por unas estrechas calles antiguas, llenas de gatos, y fue curioso recordar una de sus tantas pesadillas antiguas. Quería salir pronto de aquella sensación de encierro y asecho, para luego querer correr alrededor sin trabas por nuevas calles más despejadas y más amplias, y lo hizo soltando su mano cogida por unos escasos segundos. Esa era el único motivo de saltar entre escalones y grandes bloques de cemento. Quería sentir vida plena en aquellos breves momentos de emotividad.

Es cierto que no es fácil interpretar, dado que solo observamos lo que vemos, y también es cierto que somos capaces de percibir sin ver, pero lo más importante es la certeza sobre la existente eternidad, desde antes, en el ahora, y en un infinito más...

Las palabras son solo un pedacito de lo que somos cada día, nacidas de la memoria, de las vivencias, de los pensamientos que fluyen al viento y que sin duda, son recogidas sin más.

Hacer o no hacer, el eterno conflicto que limita la vida de muchos, y que no debiese existir jamás.

La esfera nos contiene, y el móvil que nos transporta es el que nos hace circular, en esta vida tangible, donde existen plagas y enfermedad. Es la eterna lucha de nuestras células, ante el enemigo que es nuestra propia verdad. Por eso, la salud es un valor importante que siempre debes cuidar, para poder tener un poco más de tiempo, y poder disfrutar, de cada momento, de cada instante, incluso de la suave brisa que es solo de quién es de corto caminar.

Las palabras fluyen, y mientras se escucha la música, lenta y elegida, aparece su rostro apacible entre la nada y un todo que no se quiere apartar. Porqué… preguntas sin preguntar… y es a bien sabido que es… y te das cuenta que en ese momento no necesitas nada más. El lugar apacible, casi silencioso mientras escribes, te inspira con total libertad, es el tiempo calmo, de una dimensión donde nadie más puede estar.

Al frente en un frasco los lápices juntos parecen estar, con distintas letras y en distinto lugar, dibujando en cada trazo que nadie más sabrá interpretar. Es así, levantas la mirada y sonríes porque sabes que es verdad. Entonces sientes aquella verdadera compañía que por siempre seguirá.

Es inevitable, lo sabes, y sigues leyendo, porque entre cada letra hay algo más, entre lo vuelves a leer, desde un inicio hasta el inconcluyente final.

Como quisiera correr, como quisiera…, una vez más, para alejar la mirada en un mismo horizonte, usando la imaginación, jugando en lo abstracto de un mundo ideal.

Así caminó entre gatos que le dejaron pasar.

26 agosto, 2016

Pisos de madera

Así como los recuerdos y la imaginación, las vivencias importantes en la vida siempre quedan, impregnadas como manuscrito sagrado, en lo más profundo de nuestro ser. Su valor e importancia nunca se desprenden de la mente, y de vez en cuando lo recogemos voluntaria o involuntariamente, sin importar lo transcurrido.
 
Es esa nuestra naturaleza, nuestra programación o diseño, es el ser recolector, coleccionista, o aprensivo que llevamos para con todo lo que queremos, sea objeto, persona, o meta. Es lo que podríamos denominar memoria, la cual a veces se activa bajo alguna influencia externa, un color, un aroma, una música, incluso el sabor o una textura. Es como revivir el arte, aquello que alguna vez nos cautivó, y que en el presente aún nos conmueve con su extraña presencia.
Recordaba así un museo y sus largos pisos de madera, caminando con cortos e inquietos pasos, esperando, deambulando por sus rincones, apreciando el arte y liberando la imaginación de cada expresión, buscando coincidencias, observando lo mismo, casi tan cerca como las mudas palabras producidas por el silencio, que sólo era interrumpido por el crujir de la madera bajo sus pies. Ahí estaba, por fin a su lado, queriendo murmurarle enseñanzas, como estatuas ambicionando extender sus brazos, para poder tocar lo infinito, en medio de lo deseado, casi irracional, al punto de entender y compartir las complejas imágenes cruzadas al paso.
Así circularon, casi al borde del contacto, entre oscuridad y espacio, buscando siempre la cercanía, y en el arte un poco de contacto.
Pero la partida era inminente, y entonces con su espigada envergadura y negra vestimenta, tuvo que caminar por el gran espacio, despidiéndose en forma silenciosa, alzando su mirada, expresando lo que sentía, para detenerse tan sólo unos segundos más en la salida observando. Mientras en el otro extremo, la visión se devolvía como queriendo detener el tiempo, mitigando los espacios.
Era uno de los tantos sueños hecho realidad, uno de los tantos viajes realizados, en la mente, y que aún estarán presentes cuando sea necesario, al paso alzado en su eterno piso de madera, cuando ya camine despacio.

02 agosto, 2016

Y yo

Muchas veces quise comprender el motivo, pero ante la incomunicación sólo queda la adivinanza o las sensaciones que se pueden percibir en el aire. El clamor se despliega al viento y las oraciones parecen no ser escuchadas, es la cuota de dolor que se intensifica con el paso del tiempo, para todos por igual, y es una moneda que todos no sé porqué, tarde o temprano, debemos debemos pasar.
La fe inunda la mente como último recurso ante lo intolerable, se dobla nuestro vigor, se desprende nuestra energía para seguir, y finalmente cede nuestra voluntad. Esa es la última etapa del camino, una frontera que para todos es igual, unos antes otros después, ya no importa el tiempo en que se esté. Es inevitable, desconocido, misterioso y por ende tememos, hasta el punto en que el dolor doblega nuestro último aliento de resistencia, de negación, de querer más. Siempre es triste, y es inmenso, así es el espacio que debemos cruzar, y nos sentimos tan pequeños ante el universo.
Son etapas, son momentos, son instancias de tiempo, que se quiera o no, pasan, y pronto pasarán.
Su mano a ratos tiembla, aún trata de escribir y aún trata de leer, necesita las palabras adecuadas, precisas, aquellas que siempre ha querido ver en su interior, aquellas que sólo sabe que existen en lo más abstracto de su mente, y que aún desea en su soledad. Cree en el abandono, de todo y de todos, pero no es así. El dolor cuando es grande ciega la razón, es un punto donde el comienzo y el fin se unen, haciéndonos creer en la convicción. Argumentamos en nuestra mente, y el cuestionamiento sobre muchas cosas prevalece. Recordamos nuestra existencia, escudriñamos en nuestra historia, e inevitablemente miramos hacia atrás. Lo hice bien, lo hice mal, que importa ya. Dicho fue que el hacer sería un motivo para arrepentirse, y a su vez el no hacer, también.
Que ganas de haber hecho lo que no hice... pero al menos sé lo pude hacer.
No sé por qué existe, pero ahí está, así de simple, reclamando nuestra atención, cada día, y más ahora que antes. Desde siempre, durante, y después...
Escucho en su voz mi nombre, casi como murmuro silencioso, en esos momentos de mayor soledad, dónde sólo se puede escuchar una canción, bajo una melodía que siempre me acompaña, en  el mismo lugar que se repite una y otra vez en el verdor, donde puedo encontrar la paz que alimenta mi alma, en la música y yo.

21 julio, 2016

Por partes iguales

Manos
Cerró sus ojos un momento, frunciendo su seño, y entre las innumerables manchas que vio en la oscuridad, pudo contemplar aquellas menudas manos asediadas por el tiempo. Recordó entonces con extrema ternura la suavidad de ellas en su rostro y el cómo eran cuando solían dibujar una sonrisa en su ser. De vez en cuando, añoraba esa sensación de compañía y apoyo, de cobijo y comprensión, de cercanía y tierna miraba que se alzaba a su estatura. Era como si nunca más fuese a caer en el abandono, y aunque comprendía perfectamente que nada es eterno, algo en su interior hablaba en silencio, murmurando las palabras que nunca pronunció.
 
Brazos
Sus brazos solían alcanzar todo aquello que deseaba, y entre tiempos pasados y nuevos, aprendió que en  la vida no se puede ser feliz si no se alzan con desfajo. Era simple estar frente a frente, y recibir sin ni una sola palabra, el dulce significado de un simple abrazo. Son instantes preciados, apenas unos pocos minutos en los cuales existen los lazos, enajenados del entorno, y únicos entre tantos. En esos momentos, no existe nada más, no existe nadie más, y todo se vuelve cálido, entre los cánticos de los pájaros que revolotean al pasar.
 
Piernas
Son la fuerza de la razón. Así era la firmeza de su convicción, que estuvo presente en su ser, con pleno desplante y avanzaba siempre con decisión,  así era la fortaleza de sus jóvenes piernas, una que rebozaba de entusiasmo y alegría al saltar, corriendo a veces, y otras caminando en busca de lugares sin explorar. Así fue, si es que se recuerda, cuando un caracol era, aquel del cual se tuvieron que alejar, porque una vez un hombre se acercó con prohibiciones sin razón, para que no pudieran estar donde se procuró.
 
Pies
Hacía algo de frío aquella primera vez, las botas empinadas en discreto taco parecían estables y frágiles a la vez. Sus pasos eran cortos, como antes, como ayer, como eran y como solían siempre ser. El apuro sobre la marcha siempre le acompañaba, y aunque la vida gire sin parar, a veces sólo basta un segundo para cambiar todo. Caminaron muchas veces en busca de verdes caminos, sólo para detenerse en los largos maderos, solo para hacer una breve pausa, conversar y compartir. En otras ocasiones, solía percibir sus pasos, aún desde lejos, y más aún, cuando casi jugando como niños pretendían al otro sorprender. Aunque necesitaba algo, necesitaba sentir el control bajo sus pies, pero los peldaños fueron aquellos que dieron el inicio a un infinito después.
 
Cola
De suave y ondulado pelaje era, alisado por tantos cuidados. Su pelaje siempre ordenado y limpio,  con el aroma de la naturalidad, discreta al compás de sus movimientos, y correcta en su oscilar. Su cola de caballo fluctuaba con alegría y entusiasmo en cada actividad que hacía en la vida, siempre fue salvaje y de espíritu libre, azabache en su galope, y sin esperas, siempre con mentalidad amplia, era un todo, o era un nada. Nunca se detendría, y jamás cuartaría sus alas. Esa era su verdadera timidez, su fragilidad, su temor natural a ser dominada por aquello que nunca supo gobernar. Necesitaba sentir el control, y el control se escapaba. No podía contener lo incontenible, hasta que un día tomó la decisión y soltó su pelo a la libertad.
 
Oídos
El ruido de la muchedumbre parece siempre ensordecedor, y sin importar la hora parece que la ciudad nunca descansa. El apuro era lo más común y en todo lugar muchas veces el ruido no dejaba escuchar. Siempre hay que estar pendiente del entorno, es algo necesario y natural, y como cualquier ser humano, respondemos de acuerdo a lo racional. No obstante, hay momentos de paz, donde los sentidos se agudizan permitiendo a lo lejos incluso escuchar los sonidos del mar. Otras veces, deambulamos entre sombras, preferentemente al intentar dormir, y escuchamos una suave voz que aclama nuestra atención, a veces son reproches, otras veces son dulces palabras que provienen de una antigua canción, con suaves sonidos de una eterna canción.
 
Vista
Aquí es donde más se aprecia el poder de la imaginación, donde la silueta es grande a la luz de la ventana que da al balcón. Es el pensamiento que juega en nuestra mente, vaciando recuerdos y construyendo nuevos escenarios libres de gravedad y libres en pasión. Es como pintar un cuadro, pleno y lleno de colores que fluyen en cada construcción, cada línea, cada contorno, y cada detalle que pudo ser y cada momento que pasó. Las imágenes se hacen presentes, plenas y llenas de variada posición, sobre todo en los momentos en que la soledad acompaña, cuando hay más paz y dónde descansa la razón.
 

20 julio, 2016

Una puasa sin más

De vez en cuando, se rompe la monotonía y con todo lo predefinido como “normal”. Eso ocurre  cuando se puede viajar fuera de nuestro medio de transporte tangible, nuestro envase. Así es como se pueden alcanzar tiempos y espacios lejanos, enajenados más por causas ajenas que propias. En ese momento, que puede ser cuestión de unos pocos y escasos segundos, se abre el umbral, esa señal intangible que permite sintonizar, consintiendo atravesar una ventana imaginaria que no existe en este mundo,  hasta el punto de poder ver todo, tan nítidamente como si se estuvieras ahí mismo.
Es cierto… no siempre es oportuno, y no siempre encuentras el momento apropiado a la paz que se necesita, porque es mucho el ruido alrededor y son pocas las ocasiones. Pero es curioso como la mente igual encuentra el cómo, y se evade, por ejemplo, al coger una copa de vino, mientras la vista se pierde en el movimiento de su líquido al agitarla con suavidad entre los dedos, con sutiles movimientos circulares que van estimulando la magia de la imaginación, hacia mundos más perfectos, donde la gravedad no existe, donde la temperatura es más agradable, donde la textura es más cálida y suave, y donde realmente se quiere estar.
Sabemos tan poco, y creemos que nada es real, pero es perceptible y no se puede negar. Es un espacio de tiempo propio y personal, de tan sólo un par de segundos, una evasión del entorno, en otro tiempo que parece una eternidad. Entonces, miras aquella ventana, de cortinas blancas y traslúcidas se mueve al compás de una brisa, reflejada en la copa de vino, algo que nadie más verá, resistes un poco pero sabes que es la señal, tan clara y certera, que sólo tú la puedes detectar.
El cuerpo flota ingrávido por la habitación de piso de madera, acercándose a la ventana para mirar, se observa un hermoso paisaje, y ahí te  quedas sin más. Es un momento especial, no hay apuros, no hay nada que pueda interrumpir esos preciados segundos. Se respira la calidez del aire, y tu mano derecha se extiende para tocar. Los dedos se entrelazan en el todo de un momento especial, no tiene que ver con la “realidad”, y aun así existe y se entregan los pensamientos con total libertad. Todo fluye, sin palabras, sin pautas, sin escatimar en prejuicios ni devociones que puedan coartar. En ese preciado momento, te olvidas de todos los diálogos, y reconoces que esa es tu verdadera realidad, lo que siempre has deseado, lo que siempre estuvo y lo que siempre está.
Luego… el ruido agudo y punzante del entorno te devuelve abrupto a la “realidad”. Sin gesticular expresión levantas la mirada aún perdida en la “nada”, con tus pupilas aún dilatadas, y respondes algo gracioso mientras disimulas con una sonrisa. Muy hábil. Hablas algo, respondes casi por inercia, ofreces una disculpa, y te levantas de la mesa, para volver luego, mientras caminas al baño, miras alrededor, y observas a la gente, inmersa en sus mundos de superflua conversación.
En tu interior queda el recuerdo de lo que guardas y contienes, porque es sólo algo propio y de nadie más. Continúas con tu vida, haces una pausa mientras miras tu rostro en el espejo apoyando tus manos en el borde de un mueble,  respiras profundamente, y haces una pausa para recobrar el sentido. Luego… te das cuenta de que el mundo “tangible” es una cosa que vives, y otra muy distinta es aquel otro mundo, cuando de vez en cuando es lo que realmente necesitas, para hacer pausa sin más.
 

15 julio, 2016

Textos

Aquel día era de invierno, caminaba con paso presuroso hacia el trabajo mientras veía su serie favorita. La escena que observaba era la de un hombre recostado abrazando su almohada, que  trataba de imitar el diálogo solitario de su amigo en la pieza colindante, quién murmuraba despacio sus vivencias, añorando la compañía de su esposa que ya no estaba.
De pronto, la frase fue “Hola papá”… inmediatamente provocó un nudo en su garganta que le congojó mientras la humedad contenida de sus ojos brotó discretamente. Trataba de enfocar su vista borrosa en las angostas calles que transitaba, mientras su mentón y sus labios se contraían.
Evitó algunos saludos al subir las escaleras y rápidamente se desplazó a su destino, su trabajo. Quiso entender ¿Por qué... sintió lo que sintió?, y en pocos minutos la imagen de aquella frase hizo que su mente se quebrara doblegando sus emociones. No era él añorando a su padre, y se percató del tiempo. Su mente se había desplazado hacia un raro futuro, uno en el que se visualizó unos pocos años después. Entonces la imagen fue más clara, la frase no era de él, era de su hija, y el ya no estaba. Sintió una profunda pena, al corroborar que el significado de sus dolencias apuntaba hacia ese futuro. No era lo que quería, pero era inevitable sentir lo tangible del tiempo en su cuerpo. Pensó que debía ir al médico, era lo más sensato, y recordó como  muchos  caían en ese juego, acortando aún más su tiempo. Sólo esperaba tener más, sólo quería tener más, para poder estar, y apoyar a quién más le necesitaba, aquel rostro pálido, vívido reflejo del suyo, que no merecía soledad ni desiertos.
Pensaba que la vida es tan incierta como una gota de agua que cae sobre una mano. Nunca se sabe el camino que seguirá. El futuro es algo impredecible, por mucho que lo planifiquemos, y fluye con los acontecimientos del entorno y del universo.
A veces pensaba que el flujo de los acontecimientos imaginados, era fruto de una ventana que se abría a la luz de un tiempo futuro, u otro hilo en secuencia paralela. Pensaba también, que todo, absolutamente todo lo que podamos imaginar, ya existe, incluso en mismo espacio y tiempo.
El cuidado era primordial, procurando estar bien, alimentando y ejercitando el cuerpo cada día, pendiente de superar el dolor y no lesionarse en el intento. Debía permanecer, quería permanecer, era su responsabilidad y a su vez era su sentimiento, por eso, aquella frase recibida perforó su alma, en un simple texto.
Muchas preguntas inundaban su mente, y deseaba conversar largamente las cosas que sentía su alma. Exteriorizar su ser y contar cada detalle de su vida, sus vivencias, sus experiencias, sus emociones, quería entregar su ser en palabras, en un tiempo infinito y calmo, sin distancias, sin tapujos, sin guardarse nada. Quería desahogar sus emociones, levantando los muros por tantos años forjados, tan sólo para entregar todo de sí en un gran mensaje, en un infinito momento.
No, definitivamente no, no son culpas, no son resentimientos, no son enojos ni mezquindades, ni reclamos, ni reproches. Son sólo textos, en la mente, desde siempre, desde antes de conocerse, desde antes de sus responsabilidades, de sus caminos, de sus deberes, de su historia, son, y son así  simplemente porque son textos, importantes, leídos, una y otra vez, por la necesidad interior de querer percibir, entre lo simple y lo complejo, aquellos por siempre eternos textos.
 

01 julio, 2016

Plaza

Era un cálido atardecer de verano, estaba en casa de sus padrinos, había personas entrando y saliendo, algo ocurría, y entre ese ir y venir de personas, de pronto le reconoció, era Yf, una joven con quién nunca había tenido contacto alguno en persona. Ella se acercó casi por casualidad, su  saludo fue cordial, conversaron un par de minutos, había poco tiempo, al parecer tenía cosas que hacer al igual que el. Le acompañó a la salida, el se quedó en la puerta, mientras ella caminó  alrededor, cruzando la calle en un ir y venir desde y hacia donde estaba, seguían conversando, ella  comentaba que era de naturaleza inquieta y no podía permanecer inmóvil. Al parecer no solía conversar mucho sobre temas personales.
Ya debía partir, al igual que ella, se despidieron prontamente y el se fue caminando por una calle aledaña, continuando luego por una calle principal. A los pocos minutos de estar caminando, un vehículo se acercó al lado de él, despacio se abrió la ventanilla, y era ella nuevamente, quién  preguntó dónde iba?... El le dijo que iba al supermercado, ambos coincidían y con amabilidad propuso llevarle. Se produjo un breve silencio, y ante su insistencia, él accedió.
Se fueron conversando esencialmente cosas sobre sus estudios. El recorrido fue breve, y llegaron a una plaza cercana al supermercado. Debo pasar a buscar a alguien - dijo ella, y se  bajaron del vehículo, encaminando sus pasos hacia unas mesas que estaban dispuestas al aire libre.
Mientras caminaban, comentaban sobre el lugar y ella hablaba sobre un evento al cual tenía que asistir justo al frente cruzando la calle, en un local enorme de grandes letras. Llegaron a su destino, en dónde había una pequeña mesa de madera, de color café, en una esquina. El lugar era apacible, agradable, lleno de naturaleza, mucho verde alrededor, con gente que ocasionalmente pasaba por ahí, o se reunía en familia. En la mesa,  estaba la menuda figura de una persona de oscura y mediana cabellera, que escribía afanosamente sobre un cuaderno, rodeada de libros, lápices y gomas de borrar.
Ella se acercó a la mesa y saludó con cariño, e inmediatamente quién escribía levantó la mirada, correspondiendo el saludo con un fraternal abrazo, mientras se iba acomodando sus lentes, para ver mejor a su compañía. Se produjo un breve e incómodo silencio entonces, la joven presentó a quien le acompañaba sin mencionar su nombre ya que no lo sabía, entonces, quién escribía, simuló su inquietud y extrañeza como pudo, y saludó con escueta cortesía. La joven muy dinámica rompió inmediatamente el hielo comentando sobre las coincidencias de la vida, y los tres se quedaron un rato platicando. Pese a la incomodidad inicial, todo se fue distendiendo en una amena conversación sobre la vida y los estudios.
Entonces... el sol ya se ocultaba, y mientras las luces iban iluminando con decoro el lugar, todo se fue transformando en un instante  agradable, porque al fin, simplemente, el tiempo parecía ya no importar más.
 

22 junio, 2016

Ventanal

Era su imaginación… estaba en un salón casi vacío, enteramente de madera crujiente y firme, de piso antiguo y lustroso, impecablemente limpio, y espacio suficientemente amplio como para practicar danza o valet. Sólo estaba el sillón y una chimenea lateral sin uso, adornaba el lugar, mientras los destellos de luz se filtraban a través del gran ventanal que estaba abierto. La temperatura era cálida, agradablemente ideal, típica del verano, con una suave brisa costera que refrescaba el lugar, en un ambiente saturado de tenue bullicio y festejo que se escuchaban a lo lejos, denotando vida y “normalidad”.
Ahí estaba, tal vez cumpliendo un sueño, era su descanso, un tiempo merecido por años negado, y que por fin abrazaría con la tranquilidad que siempre anheló. El tiempo no importaba y en aquella solitaria noche especial, con ya casi las 00:00 hrs. de un nuevo año encima, colmado de augurios de renovaciones, pudo apreciar la destellante luz de los fuegos artificiales que anunciaban el inicio de un nuevo año. De pronto, los destellos de la luz permitían apreciar a través de una ventana abierta la imagen de dos siluetas entrelazadas sobre un moderno sillón, mientras el blanco falso de las cortinas danzaba al compás del viento.
Estaba de pie un poco más atrás, a unos cinco o seis metros de distancia del ventanal, apoyado sobre el marco de una puerta al otro extremo de la habitación. Aquella imagen saturó su mente colmando su ser con emociones que no podía controlar. Sabía que estaba solo, aun así, todo parecía muy "real".
No había apuro, y el tiempo parecía detenerse a ratos. Eran sus vacaciones, y no quiso interrumpir su imaginación. Se quedó inmóvil en el marco de la puerta observando la armonía de aquella imagen que percibía, mientras la habitación, en sus blancas paredes, se iba llenado de luces de colores destellantes que circulaban entre sombras lineales.
Sabía que no había nadie más en aquella habitación, y sabía que el sillón que apreciaba, tenía formas inusuales, talladas a mano, que perfectamente podrían confundir la visión de quién lo viese. Aun así, agudizó su visión un poco más, y prestó atención, logrando notar el suave movimiento oscilante de las siluetas.
El abrazo cálido que percibía entre ambas figuras, parecía la negación y enajenación a un  mundo cotidiano que siempre los mantuvo apartados desde siglos por causas y convicciones ajenas de un prediseñado sistema. Era parte de su imaginación y a su vez era parte de aquella existencia, más allá de su tiempo, y más allá del lugar que siempre es una inquebrantable esfera.
Después de un rato, avanzó lentamente unos pasos en dirección al sillón, mientras las luces encendían el cielo nocturno. La música de distintos lugares animaba el sector con alegre algarabía.
Se ganó a un lado, con su mano derecha apoyada sobre el respaldo, miró unos segundos a través de la ventana y respiró profundamente con un dejo de nostalgia, no estaba triste en ningún caso, solo quería que ese momento nunca acabara. Miró cada uno de los detalles del sillón vacío, iluminado, reclinándose y finalmente apoyándose en él hasta quedar cómodamente recostado. Estiró sus piernas a lo largo, entrecruzando sus pies, mientras su mano derecha se extendía para coger un vaso con dulce licor que estaba en una pequeña mesita de vidrio tallado al momento que observaba sus pies. Se quedó contemplando las luces que iluminaban su rostro y sus ojos parecían encandilados con su propio brillo. Miró la luna a través del vaso que giraba entre sus dedos, mientras el líquido se iba agitando con suavidad. Así estuvo por un rato.
 
De pronto… el crujir de los maderos anunciaba la presencia de unos pasos livianos. El vaso entre sus dedos se detuvo, y mientras miraba la luz a través de la ventana,  la menuda silueta se ubicó al frente del ventanal. Se quedó observando unos segundos, y entonces… por fin… sonrió.
 

31 mayo, 2016

Un antes y un después

Las historias suelen deambular en cada lugar y en cada rincón del planeta, y en ocasiones, algunas suelen vincularse inesperadamente, pese a lo diverso o distante de estas. Aquellas jóvenes almas, eran un claro ejemplo de la magia que se produce ante un inesperado encuentro. Por qué razón sucede?,… No se sabe, pero lo que sí es claro es que sucede una vez en un millón.
         Quizás sea el azar, la divina providencia, o un fallo en la armonía de todo un sistema prediseñado para que sigamos un patrón conductual bajo el ciego hábito de lo cotidiano, con la inquebrantable convicción de aquello que llamamos “realidad”, nos impida el poder ver la verdadera realidad.
          En estos últimos tiempos, ya es notorio, siendo posible para todos el percibir un fuerte cambio en la apreciación del tiempo. Lo que antes parecía eterno, hoy en día es desesperadamente rápido, en donde las horas parecen minutos, y los minutos son apenas segundos, como destellos de vivencias que rápidamente se van transformando en pronto pasado y recuerdos. No hay tiempo para pensar, y sin embargo aún pensamos, apurados, presionados, con el sólo afán de que nos alcance el tiempo, inmersos en un nuevo tiempo que definitivamente se desvanece entre los dedos.
          Sin embargo, en la mente se conservan algunos recuerdos, importantes, imágenes puras, que se niegan a ser borradas, como la gran mayoría. Son especiales, porque simplemente están llenas de emociones que pese a los años y las vivencias, perduran en lo más profundo del ser, y nos mantienen aún llenos de miles de preguntas sobre el otro, con la evidente sensación de haber existido en tiempos pasados, desde mucho antes de nacer, luchando por mantener aquel vínculo mermado por ellos.
           Sí, sin duda es un pensamiento y nada más que un pensamiento, fruto de la imaginación, para el común de la gente, pero que en definitiva, sabemos..., porque simplemente es la misma sensación compartida por siglos, aún más allá de conocerse, una que de alguna manera ha existido desde siempre… desde entonces... y... desde un antes y un después…

24 marzo, 2016

Cuarenta años después

La figura senil de un hombre vestido de negro y sombrero de ala corta, se hacía presente en aquel apacible paisaje inserto en medio de la ciudad. La época era otoñal y el crujir de las hojas que caían de los árboles denotaba un ambiente cálido, nostálgico y lleno de paz.
Se acercó al lado de un joven, era delgado, aunque de proporciones similares, poseía un rostro de porcelana aún más blanco, casi como el papel en el que escribía desde hacía un buen rato. Entre sus manos también sostenía unas naranjas qué pelaba con inquietante paciencia mientras se reclinaba sobre sus rodillas. Su expresión era la típica de los jóvenes de aquel entonces, pantalón plomo, camisa blanca, corbata y chaqueta azul sin solapa. En sus ojos se denotaba su profunda expectación y ansiedad, como si quisiera que el tiempo pase muy de prisa.
El hombre después de unos minutos de observarle, se sentó a su lado, a un cuerpo de distancia, en aquella larga banca de madera de color negro, que hacia juego con su vestimenta larga y totalmente oscura, bajo la sombra de un añoso árbol.
-          Vendrá…, dijo aquel hombre en tono calmo.
El joven escuchó levemente aquel susurro, y miró al hombre con cierta extrañeza. Miró a su rededor, en distintas direcciones, y luego prosiguió pelando su naranja.
-          Sé que vendrá... Replicó el hombre, inmóvil en su asiento, sin gesticular ninguna expresión.
El joven le miró con detenimiento y curiosidad mientras fruncía su seño. Aquel hombre usaba un traje largo, elegante y muy correcto para el lugar. Parecía hablar solo, ya que su mirada no se desprendía del horizonte.
-          Ud. Me dijo algo… Preguntó el joven con cierto recelo.
El hombre no respondió y prosiguió inmóvil y silencioso, tras sus gafas circulares de cristal negro.
-          Sí, yo le escuché, Ud. Me habló cierto…? Insistió el joven sumido en la curiosidad.
El hombre volteó lentamente hacia su derecha, y el pálido rostro del joven se reflejó en sus lentes.
-          Veo que aún le esperas… Dijo el hombre.
-          Y qué sabe Ud. Replicó el joven.
-          Sé muchas cosas, y sé que le esperas. Respondió finalmente el hombre.
En su pensamiento el joven procesó aquellas escuetas palabras, y la intriga fue aún mayor. Cómo sabía que esperaba a alguien?, De dónde salió?, Por qué estaba ahí conversando con un extraño?.
Al comienzo sintió miedo, pero tenía la habilidad de percibir a las personas, y la expresión mística de aquel sujeto no denotaba indicios de maldad. Recordaba aquellas típicas recomendaciones que recibió en su niñez, pero esto era algo totalmente diferente.
-          Quién es Ud.?... Le conozco acaso?...
-          Sí, pero sólo hasta este preciso momento.
-          Cómo es eso?
-          Hace años que visito este lugar, de vez en cuando, y este momento es especial.
-          Por qué?...
-          Porque este es el principio… de una historia.
-          Qué historia?
-          Tú historia.
-          No entiendo. A qué se refiere?
-          Es la historia que quedará forjada en tu ser, a partir de un instante de tiempo.
-          Cómo sabe que espero a alguien?
-          Es evidente.
-          No le conozco, Ud. No sabe nada de mí.
-          Percíbelo entonces… y dime, cuanto falta para que llegue?
El joven bajó su mirada y quedó inmerso en sus sentidos. Aquel hombre extraño tenía razón, podía percibir a quién esperaba, y aún estaba lejos del lugar.
-          Y…
-          Aún no llegará por un buen rato. Dijo el joven.
-          Te enseñaré un truco entonces… y podrás saber… qué hace y dónde está.
-          En serio…  Incrédulo respondió el joven.
-          Observa… pero observa bien… observa más allá de lo que sientes, y percibe lo que ella ve.
El joven aún más extrañado que antes acogió esas palabras y se internó en lo más profundo de sus pensamientos. Las imágenes confusas en su mente comenzaron a tener forma en su mente, y poco a poco pudo percibir su entorno en la distancia.
-          Dime entonces… que sientes.
-          Le veo, sí, o mejor dicho veo lo que ella ve. Está acomodando sus cosas, está apurada.
-          Así es, y prontamente saldrá de su trabajo en esta dirección.
-          Cómo sabe Ud…?
-          Lo sé, porque yo también le percibo… Dijo el hombre esbozando una leve sonrisa.
-          No lo entiendo! Respondió el Joven. - Creía que era sólo mi imaginación.
-          No, no lo es. No es imaginación, es percepción, pura y simple, enfatizada en sentimientos.
-          Por qué se acercó a mí? Qué quiere?... Preguntó el joven.
-          Siempre vengo aquí, cada cierto tiempo, ya te lo dije. Sólo quiero enmendar el momento.
-          Enmendar qué momento?...
-          El momento que vendrá después, cuando vayan a buscar libros.
-          Por qué?...
-          Porque el sentir es una magia que nunca se desvanece.
-          Que quiere decir eso…?
-          Significa… que debes decidir.
-          Decidir qué?
-          Decidir tu propio camino, junto a quién has percibido desde mucho antes, con tu sentir.
-          Es difícil en mi situación.
-          No, no lo es. Deja atrás tus temores. Es sólo juventud.
-          Siento que se acerca, siento sus pasos, aún a lo lejos.
-          Sí, así es, pasos cortos y ligeros, sujetando libros y cuadernos entre sus brazos.
-          Sí, es cierto… pero… Cómo?...
-          Sigue a tus sentimientos muchacho… y decide bien. Debes soltar una mano a la vez.
-          Entiendo, y ahora entiendo que Ud… o sea tú… eres yo.
El anciano se levantó lentamente del asiento, sin dejar de mirar al joven, con una sonrisa amable en su rostro, hizo una pausa, reverenció su cabeza con un gesto amable, y finalmente dijo:
-          Ya debo irme, creo que ya he enmendado mi tiempo.
El muchacho entendía lo sucedido, y se quedó meditativo en su puesto. Ahora sabía por qué aquél hombre le resultaba tan familiar.
A los pocos minutos, los pasos cortos de una menuda figura irrumpieron en la meditación del reflexivo joven. El levantó su cabeza y apenas vio su rostro, se iluminó tanto como el de ella.
Pensó en las palabras finales de aquel hombre “enmendar mí tiempo”, y entonces se dio cuenta a qué se refería.
Miró a la joven, cogió sus manos entre las suyas, y luego se levantó abrazándole con ternura, cobijándole protectoramente, besándole con una paz que por fin a su corazón… llegó.
A lo lejos…, la figura erguida e inmóvil del anciano con su chaqueta al viento, parecía despedirse con un  dejo de ternura, para luego, poco a poco, ir esfumándose entre los árboles, al compás de las hojas resecas que caían con la suave brisa otoñal.
Era su inicio, era su expectativa, era la existencia misma de toda una vida, su propia vida, por fin libre y plena, por fin pura, cuarentas años después.

07 marzo, 2016

Un segundo de Lucidez

Soñar despierto le llamaba, y aún consciente de ello, procuraba cada noche estar en aquel mismo lugar desconocido, solitario y de amplias calles. Siempre era la misma situación, estaba en un transporte público y al momento que este llegaba a su paradero, después de recorrer y doblar por numerosas esquinas, todos bajaban presurosos seguramente en dirección a sus respectivos hogares. No quería, pero debía bajar, indicaba el chofer, quién también al igual que los demás,  terminaba su jornada laboral.
- “Bajen todos por favor, último aviso. Gracias”. Replicaba el chofer.
Todos obedecían, como si la rutina estuviese impregnada en sus mentes, no obstante, el joven Joe, permanecía en su asiento, quién por algunos minutos observaba como todos bajaban y se alejaban en distintas direcciones, mientras el chofer de mirada seria le solicitaba salir del bus.
Bajo a paso lento, casi como contando cada peldaño de los tres que tenía este bus antiguo. Era un atardecer muy oscuro, y la noche se vendría rápidamente. En ese instante, cuando las puertas del bus se cerraron, las calles parecieron aún más amplias. Todo era inmenso y sin dirección, no habían letreros, ni señales luminosas. De pronto, agudizó su visión y a unos cuantos pasos creyó reconocer a un viejo amigo, menudo, delgado, de pelo corto que presuroso se alejaba. Le siguió sin dudar, y apresuró el paso. Iba en dirección hacia un colectivo que hacía su último recorrido. Era extraño, pero el tiempo había pasado muy rápido, y ya era tarde. Había perdido la noción del tiempo y su única esperanza de ir a algún lado era su amigo. Parecía que nunca le alcanzaría y hecho a correr, parecía no disminuir la distancia, y se apresuró aún más. No recordaba su nombre, y con el cansancio no tenía aliento para llamarle. Finalmente logró alcanzarle en el momento justo en que se subía al colectivo, entonces golpeó el vidrio tres veces, y pudo ver su rostro. Le quedó viendo con extrañeza, y por unos breves segundos cruzó serias miradas sin gesticular.
- Lo siento amigo, llame a un taxi, tengo prisa y debo irme, antes de que vengan.
Dicho esto, se quedó perplejo, sin entender a qué se refería. El vehículo partió y quedó solo en medio de la nada. Cómo era posible?, no sabía dónde estaba, y ya no tenía batería en su móvil para llamar. Qué podía hacer?...
Meditaba y reflexionaba en que es verdad que cuando no se tienen objetivos, no se cuenta con una dirección, o un lugar dónde ir. Eso causa dudas, y las dudas y las incertidumbres causan pérdidas de tiempo. Cómo era posible que en cosa de minutos el sol se ocultase tan rápido. La hora tampoco tenía lógica, era un lugar sin tiempo, y por algún motivo estaba ahí, sin recordar un antes, su antes, ni su ahora. El temor encendió sus mejillas y pensó en quién o en qué vendría.
Caminó varias cuadras, casi sin iluminación, salvo algunos débiles faroles. Hacía frío, y aquella soledad le pareció inusual. Había hecho algo distinto, había hecho una pausa, tan sólo una pausa, lo suficiente como para que el mismo tiempo se rompiese ante sus ojos. Todo era sombras, y siluetas que se iban acercando a su rededor. Pero qué era todo eso?... Sugestión acaso. Nada era razonable, en un lugar tan supuestamente lleno de vida. Quién era, qué estaba haciendo ahí, porqué se detuvo. O acaso la mente despierta tras un letargo para entrar en la verdadera existencia, una muy distinta a la realidad que todos tan obedientemente siguen.
No, definitivamente… no. Nadie se había ido, porque simplemente nadie se había bajado del bus, porque nunca estuvieron, de pronto fue su pensamiento. Algo pasaba en su mente, algo que debía entender antes de que llegasen las sombras a donde se encontraba. No debía huir, no tenía sentido temer, nada era real, o mejor dicho, estaba a punto de dilucidar la verdad vedada tras aquello que llamamos rutina, sociedad, costumbre, hábito, miedo, sentido común.
Todo estaba dispuesto para que creyese en un ciclo de vida, lleno de etapas que debía cumplir paso a paso. Lo que había hecho como lo demás hasta ese momento. La soledad representaba carencia y a su vez libertad, las sombras eran los miedos inculcados, el supuesto amigo que se fue, representaba lo que dejaba, así como a las personas del bus. Todos con un camino ya predefinido, que seguirían ciegamente hasta el fin de sus días, mientras que Joe estaba a punto de descubrir la luz en aquella oscuridad. No podía explicarlo, pero de alguna forma, cada vez que tenía aquellos momentos de lucidez, era intervenido con el ruido de lo externo, aquel que siempre le obligaba a seguir un patrón común denominador, como los demás.
Las sombras estaban a punto de rodearle, cuando detuvo su paso ante una banca iluminada con un intenso farol. La luz iluminó su rostro, y sintió un calor agradable. Por un segundo ignoró todo a su rededor, y el silencio fue profundo. Acarició el contorno de la madera y observó un árbol a su espalda que extendía sus ramas como cobijando armónicamente el lugar. Se sentó reclinándose hacia atrás con una de sus piernas entrecruzada, respiró profundamente y sintió paz, desapareciendo todo a su rededor.
Sonrió entonces y sintió que aquel era su lugar, su dominio, su control, su propio universo, su verdad, su emotivo sentir, en un segundo de lucidez.