26 agosto, 2016

Pisos de madera

Así como los recuerdos y la imaginación, las vivencias importantes en la vida siempre quedan, impregnadas como manuscrito sagrado, en lo más profundo de nuestro ser. Su valor e importancia nunca se desprenden de la mente, y de vez en cuando lo recogemos voluntaria o involuntariamente, sin importar lo transcurrido.
 
Es esa nuestra naturaleza, nuestra programación o diseño, es el ser recolector, coleccionista, o aprensivo que llevamos para con todo lo que queremos, sea objeto, persona, o meta. Es lo que podríamos denominar memoria, la cual a veces se activa bajo alguna influencia externa, un color, un aroma, una música, incluso el sabor o una textura. Es como revivir el arte, aquello que alguna vez nos cautivó, y que en el presente aún nos conmueve con su extraña presencia.
Recordaba así un museo y sus largos pisos de madera, caminando con cortos e inquietos pasos, esperando, deambulando por sus rincones, apreciando el arte y liberando la imaginación de cada expresión, buscando coincidencias, observando lo mismo, casi tan cerca como las mudas palabras producidas por el silencio, que sólo era interrumpido por el crujir de la madera bajo sus pies. Ahí estaba, por fin a su lado, queriendo murmurarle enseñanzas, como estatuas ambicionando extender sus brazos, para poder tocar lo infinito, en medio de lo deseado, casi irracional, al punto de entender y compartir las complejas imágenes cruzadas al paso.
Así circularon, casi al borde del contacto, entre oscuridad y espacio, buscando siempre la cercanía, y en el arte un poco de contacto.
Pero la partida era inminente, y entonces con su espigada envergadura y negra vestimenta, tuvo que caminar por el gran espacio, despidiéndose en forma silenciosa, alzando su mirada, expresando lo que sentía, para detenerse tan sólo unos segundos más en la salida observando. Mientras en el otro extremo, la visión se devolvía como queriendo detener el tiempo, mitigando los espacios.
Era uno de los tantos sueños hecho realidad, uno de los tantos viajes realizados, en la mente, y que aún estarán presentes cuando sea necesario, al paso alzado en su eterno piso de madera, cuando ya camine despacio.

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