Soñar despierto le llamaba, y aún consciente de ello, procuraba cada noche estar en aquel mismo lugar desconocido, solitario y de amplias calles. Siempre era la misma situación, estaba en un transporte público y al momento que este llegaba a su paradero, después de recorrer y doblar por numerosas esquinas, todos bajaban presurosos seguramente en dirección a sus respectivos hogares. No quería, pero debía bajar, indicaba el chofer, quién también al igual que los demás, terminaba su jornada laboral.
- “Bajen todos por favor, último aviso. Gracias”. Replicaba el chofer.
Todos obedecían, como si la rutina estuviese impregnada en sus mentes, no obstante, el joven Joe, permanecía en su asiento, quién por algunos minutos observaba como todos bajaban y se alejaban en distintas direcciones, mientras el chofer de mirada seria le solicitaba salir del bus.
Bajo a paso lento, casi como contando cada peldaño de los tres que tenía este bus antiguo. Era un atardecer muy oscuro, y la noche se vendría rápidamente. En ese instante, cuando las puertas del bus se cerraron, las calles parecieron aún más amplias. Todo era inmenso y sin dirección, no habían letreros, ni señales luminosas. De pronto, agudizó su visión y a unos cuantos pasos creyó reconocer a un viejo amigo, menudo, delgado, de pelo corto que presuroso se alejaba. Le siguió sin dudar, y apresuró el paso. Iba en dirección hacia un colectivo que hacía su último recorrido. Era extraño, pero el tiempo había pasado muy rápido, y ya era tarde. Había perdido la noción del tiempo y su única esperanza de ir a algún lado era su amigo. Parecía que nunca le alcanzaría y hecho a correr, parecía no disminuir la distancia, y se apresuró aún más. No recordaba su nombre, y con el cansancio no tenía aliento para llamarle. Finalmente logró alcanzarle en el momento justo en que se subía al colectivo, entonces golpeó el vidrio tres veces, y pudo ver su rostro. Le quedó viendo con extrañeza, y por unos breves segundos cruzó serias miradas sin gesticular.
- Lo siento amigo, llame a un taxi, tengo prisa y debo irme, antes de que vengan.
Dicho esto, se quedó perplejo, sin entender a qué se refería. El vehículo partió y quedó solo en medio de la nada. Cómo era posible?, no sabía dónde estaba, y ya no tenía batería en su móvil para llamar. Qué podía hacer?...
Meditaba y reflexionaba en que es verdad que cuando no se tienen objetivos, no se cuenta con una dirección, o un lugar dónde ir. Eso causa dudas, y las dudas y las incertidumbres causan pérdidas de tiempo. Cómo era posible que en cosa de minutos el sol se ocultase tan rápido. La hora tampoco tenía lógica, era un lugar sin tiempo, y por algún motivo estaba ahí, sin recordar un antes, su antes, ni su ahora. El temor encendió sus mejillas y pensó en quién o en qué vendría.
Caminó varias cuadras, casi sin iluminación, salvo algunos débiles faroles. Hacía frío, y aquella soledad le pareció inusual. Había hecho algo distinto, había hecho una pausa, tan sólo una pausa, lo suficiente como para que el mismo tiempo se rompiese ante sus ojos. Todo era sombras, y siluetas que se iban acercando a su rededor. Pero qué era todo eso?... Sugestión acaso. Nada era razonable, en un lugar tan supuestamente lleno de vida. Quién era, qué estaba haciendo ahí, porqué se detuvo. O acaso la mente despierta tras un letargo para entrar en la verdadera existencia, una muy distinta a la realidad que todos tan obedientemente siguen.
No, definitivamente… no. Nadie se había ido, porque simplemente nadie se había bajado del bus, porque nunca estuvieron, de pronto fue su pensamiento. Algo pasaba en su mente, algo que debía entender antes de que llegasen las sombras a donde se encontraba. No debía huir, no tenía sentido temer, nada era real, o mejor dicho, estaba a punto de dilucidar la verdad vedada tras aquello que llamamos rutina, sociedad, costumbre, hábito, miedo, sentido común.
Todo estaba dispuesto para que creyese en un ciclo de vida, lleno de etapas que debía cumplir paso a paso. Lo que había hecho como lo demás hasta ese momento. La soledad representaba carencia y a su vez libertad, las sombras eran los miedos inculcados, el supuesto amigo que se fue, representaba lo que dejaba, así como a las personas del bus. Todos con un camino ya predefinido, que seguirían ciegamente hasta el fin de sus días, mientras que Joe estaba a punto de descubrir la luz en aquella oscuridad. No podía explicarlo, pero de alguna forma, cada vez que tenía aquellos momentos de lucidez, era intervenido con el ruido de lo externo, aquel que siempre le obligaba a seguir un patrón común denominador, como los demás.
Las sombras estaban a punto de rodearle, cuando detuvo su paso ante una banca iluminada con un intenso farol. La luz iluminó su rostro, y sintió un calor agradable. Por un segundo ignoró todo a su rededor, y el silencio fue profundo. Acarició el contorno de la madera y observó un árbol a su espalda que extendía sus ramas como cobijando armónicamente el lugar. Se sentó reclinándose hacia atrás con una de sus piernas entrecruzada, respiró profundamente y sintió paz, desapareciendo todo a su rededor.
Sonrió entonces y sintió que aquel era su lugar, su dominio, su control, su propio universo, su verdad, su emotivo sentir, en un segundo de lucidez.
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