Aquel día era de invierno, caminaba con paso presuroso hacia
el trabajo mientras veía su serie favorita. La escena que observaba era la de
un hombre recostado abrazando su almohada, que trataba de imitar el diálogo solitario de su
amigo en la pieza colindante, quién murmuraba despacio sus vivencias, añorando
la compañía de su esposa que ya no estaba.
De pronto, la frase fue “Hola papá”… inmediatamente provocó
un nudo en su garganta que le congojó mientras la humedad contenida de sus ojos brotó
discretamente. Trataba de enfocar su vista borrosa en las angostas calles que
transitaba, mientras su mentón y sus labios se contraían.
Evitó algunos saludos
al subir las escaleras y rápidamente se desplazó a su destino, su trabajo. Quiso
entender ¿Por qué... sintió lo que sintió?, y en pocos minutos la imagen de
aquella frase hizo que su mente se quebrara doblegando sus emociones. No era él
añorando a su padre, y se percató del tiempo. Su mente se había desplazado hacia
un raro futuro, uno en el que se visualizó unos pocos años después. Entonces la imagen fue más
clara, la frase no era de él, era de su hija, y el ya no estaba. Sintió una profunda pena, al
corroborar que el significado de sus dolencias apuntaba hacia ese futuro. No
era lo que quería, pero era inevitable sentir lo tangible del tiempo en su
cuerpo. Pensó que debía ir al médico, era lo más sensato, y recordó como muchos caían
en ese juego, acortando aún más su tiempo. Sólo esperaba tener más, sólo quería tener más,
para poder estar, y apoyar a quién más le necesitaba, aquel rostro pálido, vívido
reflejo del suyo, que no merecía soledad ni desiertos.
Pensaba que la vida es tan incierta como una gota de agua
que cae sobre una mano. Nunca se sabe el camino que seguirá. El futuro es algo impredecible,
por mucho que lo planifiquemos, y fluye con los acontecimientos del entorno y del universo.
A veces pensaba que el flujo de los acontecimientos
imaginados, era fruto de una ventana que se abría a la luz de un tiempo futuro,
u otro hilo en secuencia paralela. Pensaba también, que todo, absolutamente todo lo que
podamos imaginar, ya existe, incluso en mismo espacio y tiempo.
El cuidado era primordial, procurando estar bien,
alimentando y ejercitando el cuerpo cada día, pendiente de superar el dolor y
no lesionarse en el intento. Debía permanecer, quería permanecer, era su
responsabilidad y a su vez era su sentimiento, por eso, aquella frase recibida perforó
su alma, en un simple texto.
Muchas preguntas inundaban su mente, y deseaba conversar
largamente las cosas que sentía su alma. Exteriorizar su ser y contar cada
detalle de su vida, sus vivencias, sus experiencias, sus emociones, quería
entregar su ser en palabras, en un tiempo infinito y calmo, sin distancias, sin
tapujos, sin guardarse nada. Quería desahogar sus emociones, levantando los
muros por tantos años forjados, tan sólo para entregar todo de sí en un gran
mensaje, en un infinito momento.
No, definitivamente no, no son culpas, no son
resentimientos, no son enojos ni mezquindades, ni reclamos, ni reproches. Son
sólo textos, en la mente, desde siempre, desde antes de conocerse, desde antes
de sus responsabilidades, de sus caminos, de sus deberes, de su historia, son,
y son así simplemente porque son textos,
importantes, leídos, una y otra vez, por la necesidad interior de querer
percibir, entre lo simple y lo complejo, aquellos por siempre eternos textos.
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