15 julio, 2016

Textos

Aquel día era de invierno, caminaba con paso presuroso hacia el trabajo mientras veía su serie favorita. La escena que observaba era la de un hombre recostado abrazando su almohada, que  trataba de imitar el diálogo solitario de su amigo en la pieza colindante, quién murmuraba despacio sus vivencias, añorando la compañía de su esposa que ya no estaba.
De pronto, la frase fue “Hola papá”… inmediatamente provocó un nudo en su garganta que le congojó mientras la humedad contenida de sus ojos brotó discretamente. Trataba de enfocar su vista borrosa en las angostas calles que transitaba, mientras su mentón y sus labios se contraían.
Evitó algunos saludos al subir las escaleras y rápidamente se desplazó a su destino, su trabajo. Quiso entender ¿Por qué... sintió lo que sintió?, y en pocos minutos la imagen de aquella frase hizo que su mente se quebrara doblegando sus emociones. No era él añorando a su padre, y se percató del tiempo. Su mente se había desplazado hacia un raro futuro, uno en el que se visualizó unos pocos años después. Entonces la imagen fue más clara, la frase no era de él, era de su hija, y el ya no estaba. Sintió una profunda pena, al corroborar que el significado de sus dolencias apuntaba hacia ese futuro. No era lo que quería, pero era inevitable sentir lo tangible del tiempo en su cuerpo. Pensó que debía ir al médico, era lo más sensato, y recordó como  muchos  caían en ese juego, acortando aún más su tiempo. Sólo esperaba tener más, sólo quería tener más, para poder estar, y apoyar a quién más le necesitaba, aquel rostro pálido, vívido reflejo del suyo, que no merecía soledad ni desiertos.
Pensaba que la vida es tan incierta como una gota de agua que cae sobre una mano. Nunca se sabe el camino que seguirá. El futuro es algo impredecible, por mucho que lo planifiquemos, y fluye con los acontecimientos del entorno y del universo.
A veces pensaba que el flujo de los acontecimientos imaginados, era fruto de una ventana que se abría a la luz de un tiempo futuro, u otro hilo en secuencia paralela. Pensaba también, que todo, absolutamente todo lo que podamos imaginar, ya existe, incluso en mismo espacio y tiempo.
El cuidado era primordial, procurando estar bien, alimentando y ejercitando el cuerpo cada día, pendiente de superar el dolor y no lesionarse en el intento. Debía permanecer, quería permanecer, era su responsabilidad y a su vez era su sentimiento, por eso, aquella frase recibida perforó su alma, en un simple texto.
Muchas preguntas inundaban su mente, y deseaba conversar largamente las cosas que sentía su alma. Exteriorizar su ser y contar cada detalle de su vida, sus vivencias, sus experiencias, sus emociones, quería entregar su ser en palabras, en un tiempo infinito y calmo, sin distancias, sin tapujos, sin guardarse nada. Quería desahogar sus emociones, levantando los muros por tantos años forjados, tan sólo para entregar todo de sí en un gran mensaje, en un infinito momento.
No, definitivamente no, no son culpas, no son resentimientos, no son enojos ni mezquindades, ni reclamos, ni reproches. Son sólo textos, en la mente, desde siempre, desde antes de conocerse, desde antes de sus responsabilidades, de sus caminos, de sus deberes, de su historia, son, y son así  simplemente porque son textos, importantes, leídos, una y otra vez, por la necesidad interior de querer percibir, entre lo simple y lo complejo, aquellos por siempre eternos textos.
 

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