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Ahí estaba, tal vez cumpliendo un sueño, era su descanso, un
tiempo merecido por años negado, y que por fin abrazaría con la tranquilidad
que siempre anheló. El tiempo no importaba y en aquella solitaria noche
especial, con ya casi las 00:00 hrs. de un nuevo año encima, colmado de augurios
de renovaciones, pudo apreciar la destellante luz de los fuegos artificiales que
anunciaban el inicio de un nuevo año. De pronto, los destellos de la luz permitían
apreciar a través de una ventana abierta la imagen de dos siluetas entrelazadas
sobre un moderno sillón, mientras el blanco falso de las cortinas danzaba al
compás del viento.
Estaba de pie un poco más atrás, a unos cinco o seis metros
de distancia del ventanal, apoyado sobre el marco de una puerta al otro extremo
de la habitación. Aquella imagen saturó su mente colmando su ser con emociones que
no podía controlar. Sabía que estaba solo, aun así, todo parecía muy "real".
No había apuro, y el tiempo parecía detenerse a ratos. Eran
sus vacaciones, y no quiso interrumpir su imaginación. Se quedó inmóvil en el
marco de la puerta observando la armonía de aquella imagen que percibía, mientras
la habitación, en sus blancas paredes, se iba llenado de luces de colores destellantes
que circulaban entre sombras lineales.
Sabía que no había nadie más en aquella habitación, y sabía
que el sillón que apreciaba, tenía formas inusuales, talladas a mano, que
perfectamente podrían confundir la visión de quién lo viese. Aun así, agudizó
su visión un poco más, y prestó atención, logrando notar el suave movimiento oscilante
de las siluetas.
El abrazo cálido que percibía entre ambas figuras, parecía la
negación y enajenación a un mundo cotidiano
que siempre los mantuvo apartados desde siglos por causas y convicciones
ajenas de un prediseñado sistema. Era parte de su imaginación y a su vez era parte de aquella existencia,
más allá de su tiempo, y más allá del lugar que siempre es una inquebrantable
esfera.
Después de un rato, avanzó lentamente unos pasos en dirección
al sillón, mientras las luces encendían el cielo nocturno. La música de
distintos lugares animaba el sector con alegre algarabía.
Se ganó a un lado, con su mano derecha apoyada sobre el
respaldo, miró unos segundos a través de la ventana y respiró profundamente con un dejo de
nostalgia, no estaba triste en ningún caso, solo quería que ese momento nunca acabara. Miró cada
uno de los detalles del sillón vacío, iluminado, reclinándose y finalmente apoyándose en él
hasta quedar cómodamente recostado. Estiró sus piernas a lo largo,
entrecruzando sus pies, mientras su mano derecha se extendía para coger un vaso
con dulce licor que estaba en una pequeña mesita de vidrio tallado al momento que observaba sus pies. Se quedó
contemplando las luces que iluminaban su rostro y sus ojos parecían encandilados con su propio brillo. Miró
la luna a través del vaso que giraba entre sus dedos, mientras el líquido se iba
agitando con suavidad. Así estuvo por un rato.
De pronto… el crujir de los
maderos anunciaba la presencia de unos pasos livianos. El vaso entre sus dedos se
detuvo, y mientras miraba la luz a través de la ventana, la menuda silueta se ubicó al frente del ventanal.
Se quedó observando unos segundos, y entonces… por fin… sonrió.
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