31 diciembre, 2012

Colectividad


Una de las cosas curiosas que ha llamado mi atención después de tanto tiempo de convivir con los humanos, es su espíritu de colectividad emotiva. Es extrañamente perceptible en el ambiente, al punto de influir en el ritmo y funcionamiento en cada parte orgánica de este envase que ellos denominan, cuerpo.

Es año nuevo, y para ellos es como si fuese un nuevo renacer en donde las emociones y los buenos deseos se manifiestan al fervor de un abrazo cerca de las 12 de la noche.

Muchos actos pirotécnicos otorgan el glamour necesario conjuntamente con la música, los bailes, los encuentros, supersticiones, creencias, y la frenética aceleración de querer estar con mucha gente o en un ambiente especial.

En los años que llevo aquí en este envase, he podido apreciar sus emociones, algo que no he percibido de igual manera en otras especies de otros planetas. Es posible el creador, como le llaman, o como así creen, procuró establecer un diseño evolutivo que siempre estuviese motivado por estas sensaciones.

De cualquier forma, he aprendido a convivir con ellos, y obviamente disfruto cada  momento compartido, y hasta que no vuelvan por mí, seguiré observando esta extraña forma de vida que me ha sido asignada.

Lo único que puedo decir por ahora, es que ya falta poco, y prontamente descubrirán el verdadero potencial de sus cualidades verdaderas, vedadas por  motivos de conservación y resguardo de la especie.

Es posible que no alcance a ver estos últimos cambios, y que mi misión concluya antes,  ya que estos envases tienen ciertos límites de fabricación y como consecuencia expiran.

Lo cierto, es que mientras existan estas emociones, existirá un después, y mientras exista un después, habrá esperanza.

Feliz Año.


21 diciembre, 2012

Último día


20:48 PM, era un día 21 de Diciembre, extremadamente calmo, algo tibio, tras una agobiante y larga jornada de trabajo, en la que Max, solía dejar para reflexionar y meditar sobre cosas hechas y cosas por venir.

Sería un fin de semana muy especial para muchos, obviamente no para el, que solía enajenarse un poco de los rituales comerciales y sociales, propios de un fin de año.

Miró por la ventana por última vez, y sólo vio vehículos detenidos a la distancia. El edificio estaba totalmente vacío, y presuroso guardó sus cosas, cerró su boliche, y  se encaminó hacia el ascensor. Marcó el piso 1, estaba en el piso 33, y aguardó con  paciencia el lento descenso.

Mientras bajaba, a los pocos segundos, las luces comenzaron a parpadear, hasta que finalmente se apagaron por completo. Quedó detenido a medio piso. El fastidio lo envolvió, no había mucho por hacer, más que sólo esperar que se activaran los sistemas de emergencia y que alguien le rescatara.

Rodeado de espejos, se sintió como dentro de un caleidoscopio, rodeado de reflejos  progresivos de si mismo. Buscó ideas simples, y prontamente sacó de su bolsillo su celular, el cual para variar, estaba sin señal. La sólida construcción del edificio más el hermetismo del ascensor cortaban toda comunicación.

Pasaron así varios minutos, y nadie venía por él, pese al ruido que producía el botón de emergencia. No era precisamente la mejor forma de pasar un fin de semana, y menos perdiendo el tiempo de esa manera.

Los pocos focos de luz, se iban apagando en la medía que transcurrían los minutos, y prontamente se quedaría a oscuras.

La impaciencia comenzaba a hacer efecto en su sensible temperamento,  y grito por ayuda algunos instantes. Luego, guardó silencio y agudizó su oído, tratando de verificar algún indicio de movimiento en el sector. El silencio era abrumador.

Repentinamente, un estruendo hizo que las luces volvieran a parpadear, provocando a su vez,  que el ascensor se precipitará 10 pisos más abajo.

Fue un duro golpe cuando frenó de improviso,  que dejó a Max tumbado en el piso, semi inconsciente.

Tras unos minutos, Max se incorporó, quedando sentado en el piso con una fuerte contusión en la cabeza. Estaba mareado, su vista algo borrosa, pero pudo constatar que las puertas del ascensor estaban entre abiertas, apenas unos escasos centímetros.

Se aproximó a las puertas mecánicas y con cierto esfuerzo las pudo abrir, logrando pasar estrechamente entre ellas. El edificio estaba ladeado hacia el costado derecho unos 21º, lo que dificultaba un poco caminar por los pasillos.

Se dirigió hacia la escalera de emergencia, intentó bajar un par de pisos, pero había profundas grietas, que no podía ignorar. Necesitaba saber que sucedía y se acercó a mirar por una ventanilla. El sol estaba bajo, pero contrariamente al edificio, el lugar estaba plenamente iluminado rebozante de un color amarillo anaranjado intenso.

Algo intenso había sucedido, no cabía duda de ello. Nada funcionaba, ningún aparato electrónico, ni luces, ni semáforos, ni vehículos.

Entonces, miró hacia el horizonte, y la luz que vio, no era del sol.

Cuando por fin se dio cuenta de lo que era, su cuerpo se desvaneció.

Sintió su cuerpo liviano, lleno de luz, mientras unas manos le guiaban por un túnel sin fin.

La sensación increíble de suavidad y libertad, sólo fue interrumpida cuando una de esas manos presionó con fuerza su rostro, en una seguidilla de pequeños golpes.

-          Ya vuelve en sí. –Dijeron.

Despertó de su trance, estaba tirado en el piso, y sólo atinó a preguntar….

-          ¿Qué fecha es hoy?

-          ¿Que dices?… Está alucinando.

-          ¿Qué día es hoy? - Replicó.

Un silencio se produjo entonces, y todos se quedaron mirando…

-          Hoy…, hoy es 22.


27 octubre, 2012

Kim Hyun Joong - Please

Una de las cosas más maravillosas de esta vida, es la música y la danza, que trascienden más allá de las distancias o el idioma. En esta oportunidad, quise compartir este hermoso tema ("Please"), cantado en español, por el gran Kim Hyun Joong.

12 octubre, 2012

Ciudad de las Flores


Día 1: La incertidumbre

Entre tanta indiferencia y rostros tan inundados de preocupación, propio de las sociedades impulsadas por el vertiginoso ritmo de los quehaceres y las responsabilidades, surge la idea de hacer una sana locura. Viajar, tan simple como eso, viajar y poder ver el mar, después de tantos años, en un mundo donde todo parece tan distinto, en un mundo inundado de brisa fresca, en un mundo donde los conceptos de las prioridades suelen ser más dóciles, en donde por fin podré respirar aquel aroma de paz, tan necesario, que se desprende de una imaginación tan real como la realidad misma, llamada “La Ciudad de las Flores”.

Día 2: El recinto

Día 3: …



28 septiembre, 2012

La Casita de Rhó


Es curioso, pero con todas estas situaciones de fallos cada vez más frecuentes en los dispositivos tecnológicos, resulta indescriptible un que un mundo tan dependiente de ello, pueda sobrevivir a la carencia de esas comodidades.

Era el caso de la casita de Rhó,  un humilde lugar, alejado de las afueras de ciudad, libre de contaminación, del ruido, rodeada de los últimos árboles frondosos existentes en el planeta. Lugar declarado “Santuario Natural Mundial”, en el cual sólo Rhó estaba autorizado a permanecer y trabajar.

El lugar estaba totalmente incomunicado del mundo exterior, plenamente cercado por grandes y empinados muros de muy difícil acceso. Por años Rhó permaneció fiel en su labor de investigador, logrando conocer y comprender cada rincón del lugar, donde la necesidad tecnológica era inexistente, ya que para su subsistencia, la misma naturaleza le proveía lo necesario.

Gran parte de su trabajo consistía en la preservación y desarrollo de nuevas formas de alimentos, que fuesen de fácil transporte, conservación, aporte nutricional y que a su vez ocupasen un mínimo de espacio.

El mundo había llegado a un número casi inmanejable de habitantes, lo que derivó en medidas extremas para mejorar el problema del hacinamiento. Muchos habitantes decidieron por firmar ciertos contratos de   “Encapsulamiento”, donde sus cuerpos podían hibernar largas temporadas, logrando así un considerable ahorro de energía y una drástica disminución en la generación de desperdicio y basura.

Un tercio de la población mundial trabajaba arduamente en la conservación y cuidados de las cápsulas, y algunos se turnaban para asumir el mismo tratamiento que los demás.

Pasaron así los años, y pese a la prohibición de las natalidades, la población mundial no disminuía, ni si quiera con la incorporación de las directivas de “Eutanasia”, decretada para aquellos casos en estados terminales.

Rhó muchas veces observaba desde su balcón, como el colorido de una ciudad era amainada por los débiles intentos de controlar lo incontrolable, la masa. Pensaba para sí, en todo el espacio que tenía disponible, pero a su vez, sabía lo destructivo que sería poblar aquel último santuario. Su deber era cuidar y proteger, para que muchos pudiesen sobrevivir. Pero un día, reflexionó sobre el significado de la conservación, y el por qué los humanos suelen retener con tanto ahínco, algo que en definitiva permanecerá almacenado por siglos. Era obvio que los sentimientos producen apegos, y estas necesidades eran propias en cada ser vivo, por lo menos en ese planeta.

Bajó entonces de la montaña, y se dirigió con decisión hacia el gran muro, hasta encontrarse frente a frente con el inmenso y reforzado portón, único acceso al lugar. Contrariando su deber, activo los códigos de seguridad y este se abrió lentamente.

Ante él, pudo apreciar detalles que nunca había visto desde la lejanía en que estaba. Se había acostumbrado tanto a su soledad, que con los años, su pensamiento y sus recuerdos de la ciudad que conocía, permanecieron intactos, quedando atónito ante una realidad totalmente diferente.

Recogió su vehículo y recorrió la ciudad de extremo a extremo, sintiendo un escalofrío inimaginable en cada desolado kilómetro.

El movimiento que se apreciaba desde lejos, era simplemente la automatización de una civilización que se había diezmado en un inútil intento por sobrevivir.

Llegó así prontamente la noche, y no tuvo más que volver a su base. En su mente, estaba la idea fija de cuál era el sentido de tanto esfuerzo y trabajo realizado por tantos años, ¿Había sido en vano?...

El gran portón entre abierto estaba nuevamente ante él, detuvo un instante su vehículo, y miró unos segundos por el retrovisor, recordó sus tubos de ensayo, y luego de eso, observó un letrero electrónico de grandes letras en la entrada, que decía...


“Total habitantes: 1”,
“Ubicación: La Casita de Rhó”.


Recordó lo bueno, sintió alivio, y entonces… sonrió.


27 septiembre, 2012

Hoy


Una brisa inquieta empañaba sus lentes, mientras la humedad de la garuga se esparcía suavemente sobre su rostro alzado. Respiraba profundamente aquel aire fresco, tan lleno de naturaleza y libertad que la amplitud de sus recuerdos parecían acoger un sentimiento enajenado y a su vez cercano, haciendo que el frío fuese ser algo secundario.

En su ceguera, extendía sus manos como tratando de tocar el abismo de su propia nebulosa. Los sonetos caían así en sus pensamientos mezclándose entre números y sensaciones, que por algunos segundos, le pareció inquietantes.

Reclinó su cabeza y la movió de lado a lado, como queriendo despabilar de un sueño imaginario. El frío primaveral tenía algo de calidez, añoranza, y un dejo de melancolía. Podía ver, no como los demás, pero si era capaz de ir más allá de los sentidos cotidianos.

Buscó entre sus cosas, revisó y sacó algunos papeles, anotaciones, cuentas varias y cosas propias de un quehacer diario, en un día como cualquier otro, quizás, o tal vez, un día como hoy.

22 septiembre, 2012

Observamos

Había trasnochado, una vez más, como siempre, como a veces, porque así es el tiempo de mezquino, que parece desvanecerse ante la necesidad de un momento, un todo, o un rato.

El sol naciente de la mañana siguiente, que es hoy, apareció de improviso. Prontamente se hicieron breves preparativos, un desayuno suave, y dispuestos a estar donde se quiere estar, sin saber, sin planificar, y lo mejor, sin siquiera esperar nada a cambio.

Una larga caminata fue, entre ajedrez, nados, y cantos, desplazándonos por verdes y hermosos parajes, recorridos más de una vez, buscando conocimientos, al compás de una suave voz que siempre estará a su lado. Era caminar en par, como cuando se camina en soledad buscando las palabras precisas, no dichas, en la brisa que endulza sus labios.

Breve fue, valioso es, y por supuesto, grato. Al fin y al cabo, lo más importante de cada momento en esta vida, radica  en tener la capacidad de guardar aquel pedacito de felicidad, que nos brinda un  espacio, único, de paz que de vez en cuando, observamos.



06 septiembre, 2012

Reflejos


Como de costumbre, se encaminaba en dirección a su trabajo. Cuando llegó al imponente edificio. Se dirigió hacia el ascensor, era muy temprano aún y no había nadie. Marcó como siempre el piso 301, y esperó paciente con sus audífonos en sus oídos, mientras escuchaba música a la vez que las puertas se cerraban y el mecanismo se activaba.

Ea algo estrecho y siempre le colocaba nervioso. Generalmente procuraba mantenerse  sumido y concentrado en sólo en su música.

Miró su dispositivo de audio, el cual indicaba en forma parpadeante “batería baja”. A los pocos segundos la música dejó de escucharse y sólo quedó el ruido quebradizo y crujiente del mecanismo, que dado su antigüedad, para colmo, subía lentamente.

Asumió con resignación lo largo que le parecería su viaje ahora. Se armó de paciencia,  y levantando su cabeza con ligera timidez, y observó aquel reducido lugar de cinco paredes, que estaba lleno de espejos, perfectamente alineados.

Se preguntó si habría algún motivo lógico para construir un ascensor así, y por qué aún estaba en funcionamiento con tan antiguo y primitivo sistema de cableado, en una época dónde las “Barras Electromagnéticas” eran lo más comúnmente utilizadas como instrumentos de suspensión y energía.

Ahí estaba, sólo, observándose a si mismo, en distintos ángulos y un número infinito de veces replicado por el reflejo, en una falsa profundidad. Era como estar en el interior de un caleidoscopio gigante, con una luz que se perdía en la distancia.

Era extraña aquella sensación, algo difusa, e incomprensible, como si se estuviese observándose a si mismo, y a su vez, el mismo reflejo le estuviese observando.

Faltaba apenas un piso que le pareció una eternidad, y los reflejos no dejaban de mirarle, con lo que prontamente la desesperación se fue apoderando de sus sentidos.

Apenas abrió la puerta del ascensor en el piso 301, vio ante sí, un largo pasillo, oscuro, apenas iluminados por la tenuidad de los focos adheridos al techo. Avanzó apenas unos cortos pasos para salir del ascensor, y justo antes de lograr salir, fue jalado con fuerza desde su chaqueta hacia el interior. Tropezó con el borde de la entrada, y calló de espalda al piso, y sólo pudo ver la perplejidad de su rostro reflejada en el espejo superior.

Las puertas se cerraban prontamente por lo que instintivamente tuvo que encuclillar sus piernas con rapidez, ante el eminente apretón. Entonces, ahí quedó, dentro del ascensor, sentado en el piso, siendo observado una vez más por si mismo.

Su chaqueta estaba rota. El motivo, fue simplemente porque se había atascado en la puerta, - se trató de tranquilizar a si mismo, era lo más lógico. Nunca se había sentido tan sólo en aquel lugar, ni tan desposeído.

Era muy temprano, y todo parecía tan distinto, los mismos espejos a los cuales nunca había prestado atención, producto de la cantidad de personas que generalmente subían  con el, y más el no tener su música, le hizo pensar en que nunca estuvo realmente acompañado, y nunca estuvo realmente sólo.

No era un sueño, era real, una de esas realidades que suceden ocasionalmente, cuando por primera vez logras poner atención en la carencia por sobre la plenitud, al momento en que encuentras aquella realidad que siempre prefieres evitar, o negar, que gira en torno a tu propio movimiento al compás de simples reflejos.


29 agosto, 2012

Al límite de la realidad


Las hordas se movían en masa, acuñadas bajo la doctrina impuesta y establecida por el sistema. Sin detenerse, avanzaban en gran número por las calles, mientras otros grupos lo hacían bajo tierra a gran velocidad.

Desde muy temprano, hasta que el ocaso, las mentes eran encasilladas en pensamientos colectivos asediados por el concepto “tiempo”, y la obligación de continuar como si no tuviesen propia voluntad.

Entre ellos, John, el más insignificante de todos, detuvo su paso, obstaculizando al resto, ocasionando un atochamiento que prontamente se convirtió en caos.  Nadie entendía nada, nadie avanzaba, y la desesperación provocó grandes altercados en un grupo que a su vez fue contagiando y desordenando a los otros que venían en masa más atrás.

El desbarajuste, prontamente se transformó en conflicto, destrozos y peleas sin sentido, hasta el punto en que la asfixia sucumbió a algunos que cayeron en el piso siendo pisoteados involuntariamente por el resto de la masa.

John, dio un giro sobre sí, y como pudo avanzó en sentido contrario,  abriéndose paso entre la indignación de los que le obstaculizaban sin comprender el sentido de su cambio.

Tras varios minutos de apretujes, logró salir del conglomerado, y subió por unas escaleras, hasta llegar al nivel más alto, donde se detuvo a contemplar el tumulto. No era lo que quería, pero estaba ahí, tratando de encontrar una razón por la cual todo ese flujo de personas se empecinaba en una determinación tan absurda.

Después de un rato, se observó a si mismo, y sintió una paz interior abrumadora, tan intensa, que detuvo su respiración por unos cuantos segundos. Prontamente empezó a ver puntos negros flotando a su rededor, mientras su vista se iba desvaneciendo en la nada, hasta el punto en que vio un camino, uno como si fuese un tubo cilíndrico, con una luz intensa al final.

Era una sensación de no sensación, casi agradable, parecida a aquella que recordó, donde todo era suavemente blanco. Se sintió liviano, nada le dolía en ese instante, y el bullicio de la gente, prontamente cesó. Sus sentidos se enajenaron de su entorno, y todo pareció tan pequeño y simple.

Tras unos eternos segundos más, el desorden de la gente,  pareció inmóvil ante sus ojos. No sabía lo que sucedía, pero sintió que tenía una opción, un camino, un sendero diferente, del cual no habría marcha atrás. Era la luz, o la oscuridad, más allá de su conocimiento, su fe, de su emotividad, y más allá de su propia convicción, donde por fin pudo encontrar una decisión, una que sólo se podría encontrar, al límite de la “realidad”.


14 agosto, 2012

Larvas!



         Caminaba con la vista pegada al piso por las frías y húmedas calles de la ciudad, con ambas manos en los bolsillos de una corta casaca, buscaba entre sus cables, los audífonos que tantas veces le acompañaban con su tan apreciable música.

Se dirigía a su trabajo, a paso rápido, porque era su costumbre, y mientras lo hacía, su mente divagaba entre sus recuerdos, sus pensamientos y en las vicisitudes de la vida. De vez en cuando alzaba su rostro, sólo para corroborar en la mirada de los transeúntes, una historia en particular, aunque pincelada en forma diferente, prodigiosamente elaborada bajo un mismo patrón colectivo, guiados como si fuesen meros vehículos de transporte.

          Podía apreciar la emotividad a distancia, el dolor, y también la alegría, como un halo de luz multicolor y envolvente. No era algo que podía ver, sino, algo que se siente.

          Luego, en la inmensidad de la populosa ciudad, lo vio intensamente claro, algo que por muchos años le pareció normal y aceptable, de pronto se volvió evidente. No eran personas con las cuales interactuaba, sino máquinas orgánicas, conducidas por una mente superior.

           Se detuvo un instante, miró a su rededor con mayor atención, y observó los patrones de conducta de cada individuo. Se preguntaba el porqué sería el único conciente de ello. Al parecer, para los demás, ni si quiera existía la remota idea de cuestionarse algo así. Por un lado quiso creer que no se daban cuenta, porque estaban siendo manipulados.

            Pronto su visión comenzó a nublarse, y una especie de sueño invadió su mente. Era como si ese tipo de pensamientos estuviese prohibido, y celosamente vedado.

            Lucho por un buen rato contra aquella sensación, y se alejó prontamente del concurrido lugar. Se dirigió rápidamente hacia un edificio. Corrió por las escaleras, varios pisos, hasta donde pudo, y agotado, esperó el ascensor. Quería llegar a lo más alto, en un acto casi por instinto, y se jugó por lo que consideró lo más racional. Había sólo dos posibilidades, o lograba llegar a la cima, o simplemente seguiría su vida al igual que los demás, enajenado de su propia conciencia.

            Presionó los botones del ascensor con desesperación. Entró, los segundos parecían minutos, y minutos horas. Buscaba respirar o asimilar de alguna manera coherente lo que había descubierto, pero algo le neutralizaba su mente en ese mismo instante con confusas ideas sin sentido.

             Cuando por fin llegó a la ansiada cima, notó que su cuerpo se hacía más y más ligero, mientras una intensa luz le rodeaba. Todo transcurría en cuestión de segundos, mientras su cuerpo era absorbido por la luz, perdiendo prontamente la conciencia.

             Para cuando despertó, estaba en una sala, parecida a un hospital, de color blanco, sin muebles, y sin muros ni techumbre, todo era intensamente blanco, y extremadamente suave. Se sentía liviano, con una sensación de libertad y paz plena, pese a que no podía moverse.

              Al poco rato, sintió la supuración de un líquido viscoso y cálido desde su oído, que se escurrió por detrás de su cuello. No sabía lo que era, pero luego de eso, sintió que algo se desplazaba lentamente sobre su mejilla, con forma de capullo que se arrastraba en un intento de llegar a su boca.

             Apretó sus labios con recelo, y la criatura cambió de dirección, directo hacia su nariz. Trató de pedir ayuda, pero no podía hablar. Inmóvil su desesperación ante lo desconocido, le hizo reaccionar, sacudiendo su cabeza fuertemente, quedando el bicho cerca de su ojo.

             Inmediatamente comenzó a sentir voces a su rededor, a la vez que la habitación se llenaba de seres gigantescos, que con la misma viscosidad, le sujetaban con fuerza, inmovilizándole casi por completo. No entendía lo que decían de principio, pero en la medida que pasaba el tiempo, sus sentidos se intensificaban a un nivel que no era capaz de entender.

-          Cámbialo ya!...

            Fue lo único que apenas logró entender de una de las frases que escuchaba en un extraño dialecto, mientras su mente se despejaba cada vez más, con asombrosa agudeza.

-          Ahora…!

            Fue lo último que logró entender hasta que su cuerpo y su mente se desvanecieron en un profundo sueño.

            Al despertar, estaba sentado en una banca, con una suave música en sus oídos y una naranja en su mano derecha. Desorientado, miró su reloj, y sintió el apuro de su jornada. Guardó su fruta en un bolsillo y rápidamente se incorporó, dirigiéndose raudamente a paso ligero hacia sus labores, sus  rutinas, y sus deberes, perdiéndose entre la multitud, siguiendo los pasos de una vida “normal” y cotidiana.

“Je pense, donc je suis”


10 agosto, 2012

El Anillo

Se dice que un anillo cabe en un dedo, y que quien lo lleva consigo es dueño de su poco o gran valor, aunque sea por el instante de tiempo que lo porte. 

Se vive con el, o se vive en él.
...

07 agosto, 2012

Al llegar...

He llegado a casa, un hogar que no es un hogar por ser un lugar, sino porque es un espacio de tiempo sagrado donde después de una larga jornada, por fin se puede estar en paz, lejos de lo absurdo, de la lucha, de la tolerancia, y el ritmo vertiginoso que impone una sociedad que no es sociedad.

Es cierto… hace mucho que no escribo, y es sólo por ese miserable motivo… El tiempo. El tiempo que para ninguno guarda pidedad.
 
Muchas historias circulan por mi mente, mientras otras divagan en la oscuridad, bajo el menoscabo de aquello que siempre nos empuja hacia caminos, que incluso, no queremos cursar (rutina).

El día y la noche se fusionan, y todo parece como un sueño, donde el cansancio se confunde con la ansiedad, las ganas, y toda esa energía, pura y vivaz,  que se desborda en aquel otro mundo donde todo puede pasar (el mudo de los sueños).

Podemos ser seres tangibles, dependientes de logros, de números, incluso de afectos, de diversas cosas o situaciones, pero también podemos ser, pensamientos puros y libres, con mucha imaginación, sueños y emociones, entre árboles, bancas y naranjas, que por siempre nos acompañarán.

Quizás sea sólo eso, quizás sea mucho más. Son los pequeños espacios de tiempo, que recogemos y que cosechamos sin parar.

20 julio, 2012

Un día de Sol


Después de un día maravilloso, se logra respirar con la paz y la tranquilidad que se necesitaba. Era un día caluroso, con un tiempo curiosamente más lento.

Sin necesidad de gran demostración de énfasis, los cortos pasos se acercaron al lugar con total tranquilidad, guiados por unas simples instrucciones desde su monitor de bolsillo.

Una vez en el lugar, la voz imparable narraba con entusiasmo algunas sus cosas, siempre con positivismo, aunque ahora, con un poco de distracción.

Mientras el escáner activo recopilaba información de las muestras extraídas, y tras de una meticulosa inspección, el diagnóstico no se dejó esperar, resultaba algo confuso, pero alentador.  Llamó su atención aquellos huesos visibles, increíblemente blancos y lisos, entre otras cosas.

En ese instante, un pequeño y peludo cachorro, casi del porte de una mano, pasaba muy cerca de la zona, con su trote simpático y ligero, totalmente ajeno, el que también fue escaneado, pero sin mayor relevancia. Luego, un humano que también pasaba de largo cerca del lugar, se devolvió, y se acercó con motivo de recolección para la protección de dichas criaturas. Otra interrupción, conjuntamente con especies raras de insectos propios del lugar.

La escasa sombra de los grandes árboles desojados derretía la tolerancia a un calor intenso. El sol parecía quemar, aún así, permaneció en su lugar por la necesidad de no querer quebrantar la armonía de aquel brevísimo instante.

Luego de un rato, sacó de entre sus cosas, una pequeña naranja, que peló con meticuloso cuidado. Era casi simbólico, era parte de un eterno viaje en el tiempo, que le transportaba hacia aquel mismo lugar, pero con los cambios propios que produce el absurdo “progreso”.

Algunas preguntas fueron formuladas, y algunas fueron respondidas, no obstante, había otra necesidad, intensa pero controlada, y pese a la inquietud de la misma, le distraían otras cosas que a ratos le desvinculaba hacia otros mundos, algo que antes no sucedía, por lo menos no con tan notoria frecuencia. Era comprensible, son cambios, etapas distintas, nuevas preocupaciones, más conocimiento, y posiblemente ciertas decisiones guardadas, y derivadas seguramente de una nueva condición.

- “Mi vida útil aquí, ha expirado, debo continuar…”, se dijo.

Es el tiempo, si el tiempo, que siempre vuela, aquel que nunca se detiene y que prontamente indicaba que el viaje debía seguir su curso “elegido”. Caminó entonces hacia la cueva donde habita un gusano veloz, siempre lleno de parásitos todo el día, y ya casi en su retirada, miró una vez más, hizo una pausa, se acercó nuevamente y con un dejo a diálogo interno, se despidió discretamente, de aquel día.

Luego de eso, se retiró a su planeta, y continuó con su misión, sin dejar de pensar en los cientos de datos recopilados, en un día de sol.



10 julio, 2012

Felina

Aquel felino de corto pelaje, circundaba por amplios lugares buscando tranquilidad y un poco de sol para sus huesos. Deambulaba entre hermosos paisajes ya recorridos, pero siempre con la inquietud aún latente en su ser, como león enjaulado, con cierto dejo de esperanza, de poder encontrar, aunque sea por unos pocos instantes, aquello que necesitaba.

Quizás era la agudeza de su instinto y su naturaleza indómita, "libre", la que guiaba los engranajes de su existencia. Evitaba el ruido, también las dependencias, las amarras y los claustros, y prefería sumergirse en la desconfianza ante su propia inseguridad, aquella que sabía perfectamente ocultar.

Posiblemente la experiencia de toda una vida asienta una convicción, a modo de que podamos sobrevivir en una selva donde el más grande y fuerte suele devorar al más pequeño y débil.

Aun que la verdad, es que no siempre es así.

El cuadrúpedo pensaba, sí, pensaba y pensaba… y pensaba… "Que muchas veces se pierde el tiempo buscando cosas ideales, que nunca llegan, y que ante ello, lo mejor es volver la espalda y seguir por un camino mucho más productivo y práctico". Aún así, su mente divagaba, lejos, a kilómetros de distancia, más allá de un satisfactorio logro, más allá que una acción, que un hecho, o una convicción, alcanzando, incluso en sueños, lo que le era inevitable…. pensar.

Pasaron así las horas, y prontamente el sol se ocultaría, sabía que necesitaba algo, sabía lo que era, pero no podía definir exactamente el qué. El cómo, estaba alejado de sus garras, y el alimento que necesitaba, distaba de su boca. Era fuerte, y sabía superar el hambre, y cualquier obstáculo, menos uno.

Pese a todo, la vida continuaba su curso, sabía perfectamente que la selva no se detiene jamás y está siempre en constante movimiento, por lo cual, se propuso postergar su extraña necesidad, por lo menos por un par de meses, ya que lo necesitaba, lo requería, con cierta ansiedad.

Así, la noche llegó, para sólo volver a entender,  una vez más, que la vida se vive, y que también, se vive al soñar.


30 junio, 2012

Concierto

Se dice que un gran músico nace con talento, o en su defecto se hace en el camino. 

Conducía su viejo vehículo por la carretera, en pleno desierto, a más de 160 km/h. en línea recta, no había tráfico, ni puntos de control, sin nada que le detuviese. Estaba obsesionado por llegar a tiempo. Era la oportunidad de su vida, y si era aceptado, su vida tendría el giro tantas veces anhelado. 

A lo lejos, la difusa imagen de una persona tambaleante caminaba en medio de la carretera. Pensó ignorarlo, y pasar por un lado, pero las manchas oscilantes en el pavimento parecían agua en movimiento sobre una superficie nubosa, que confundían su visión. 

De pronto, aquel cuerpo vacilante, cayó al piso. Iba demasiado rápido para reaccionar oportunamente y cuando ya estuvo a escasos metros de él, frenó drásticamente perdiendo el control del vehículo, el cual volcó dando varios giros por encima del cuerpo tendido. Aquellos parecieron ser los segundos más largos de su vida. Su mente se revolvía en una recopilación instantánea de imágenes en blanco y negro, de toda su vida. Después de casi seis giros, el vehículo quedo parado en sus cuatro ruedas, varios metros de donde estaba el cuerpo tendido, provocando la muerte "instantánea" del conductor. 

Tras un par de horas, el hombre que estaba tendido en el piso se incorporó en precarias condiciones. Sus vestimentas estaban totalmente destrozadas, y tenía su cuerpo lleno de heridas. Con dificultad se incorporó y avanzó algunos pasos hacia los restos de lo que parecía un vehículo aún en buenas condiciones. Mientras avanzaba, en su desorientada mente sabía que no duraría mucho si no salía de aquel desierto candente, donde seguramente no habría un próximo visitante, en días. Cuando llegó al vehículo, miró a través de las ventanas, todas quebrajadas y empañadas con la tierra aún levantada. 

Intentó abrir la puerta principal, la que entre forcejeos, finalmente cedió, encontrando con pavor los restos del conductor con su mismo rostro, cuyo cuerpo cayó a sus pies. Se quedó un instante sentado en el piso, observando infructuosamente a su rededor, tratando de entender lo que había sucedido, sin encontrar las respuestas que necesitaba. No sabía qué hacer, hasta que entre sus harapos, cogió un pequeño instrumento musical, que instintivamente tocó con majestuosidad. 

Luego de un buen rato, consternado y ya con pocas fuerzas, en un último intento decidió retirar los restos del conductor, y se aprestó a encender el motor. Después de varios intentos, casi al borde de la desesperanza, el motor encendió. No podía creer lo que sucedía, mucho menos entender porqué estaba ahí, pero se sintió afortunado. 

Así fue como finalmente prosiguió por la carretera, a una velocidad moderada, logrando llegar a un destino, aún más extraño y desconocido, un pueblo de aspecto rústico y desolado, en medio de un desierto árido, en cuya entrada había un gran letrero, que decía… 

                                                             "Bienvenido a Concierto"

26 junio, 2012

El Seguidor


Era un largo viaje y sol de la tarde comenzaba a desvanecer. Estaba en el último asiento del último recorrido de un bus casi vacío, que curiosamente hacía un desvío por un callejón solitario y sombrío. El conductor, algo obeso, de aspecto rústico y fornido, anunciaba a sus últimos pasajeros que todos debían bajar. Según el, por problemas de la máquina.

EL joven de lentes se encontró frente a frente con una situación que no esperaba, en un lugar desconocido y poco tiempo para llegar a su destino.

Mientras caminaba por el pasillo del bus pensaba en cómo podría continuar su viaje. Tenía que pensar rápido y se acercó al chofer.

-          Perdón, esto es todo. Se suponía que llegaríamos al terminal.

-          Lo siento, hay un problema técnico en la máquina, debo cambiar de bus.

-          ¿Viene algún bus de reemplazo?

-          Jajaja… No.

Mientras este diálogo ocurría, los pasajeros se disgregaban rápidamente en distintas direcciones, seguramente porque alguien les esperaba, o por la sencilla razón de que se encontrarían cerca de sus casas. Sabían perfectamente que aquel lugar no era el más adecuado para quedarse.

En su desesperación el joven insistió con el chofer. Aún quedaba mucho camino por recorrer.

-          Señor, disculpe, pero debo llegar pronto a destino.
-          Lo siento, pero debe hacer el trámite de cambio de máquina, antes que oscurezca.
-          Por qué antes que oscurezca.
-          No querrá estar aquí para entonces, se lo aseguro.
-          Entiendo. – Dijo el joven, dando un rápido vistazo alrededor.

La preocupación encendió sus mejillas y se sintió inseguro, en un lugar tóxico, ajeno y extraño.

-          Le seguiré, si no le molesta. – Insistió el joven.
-          Está bien, pero no me detendré por Ud. Yo camino rápido.

Inmediatamente el hombre obeso se puso en marcha, dejando su máquina a su total descuido. Caminaba muy rápido, y tras unas pocas cuadras se fue entre callejones llenos de mallas de alambre, hasta llegar a unos grandes edificios de rústico aspecto.

Bajó rápidamente por unas escaleras, con una agilidad inesperada. El joven tras el, le siguió con un total dejo de desconfianza. Era poco más de las 20:30 hrs. y si no le seguía, posiblemente no iría a ninguna parte. El hombre gordo, siguió bajando por estrechos pasajes de paredes color crema, llenos de más y más escalones. Viraba con suma rapidez, a la izquierda, luego a la derecha, siempre bajando.

Mientras más bajaba, más le iba perdiendo de vista entre cada esquina que doblaba.

En un momento dado, el joven sólo se quedó con el sonido de los pasos que apenas alcanzaba a escuchar, mientras seguía bajando, cada vez más dudoso.

La sensación del lugar no era muy distinta a la de la superficie, aún así prefirió subir.
Pensó lo peor, mientras recorría toda su vida en su mente, cada detalle, cada pensamiento, cada evento, cada cosa realizada, y cada situación de su existencia.

Definitivamente estaba perdido, y ahora solo. El lugar se hacía cada vez más oscuro, debía salir de ahí, y sólo atinó a seguir su agudo instinto.

-          Izquierda, derecha, una vuelta, arriba, abajo, ¿Por dónde?… Se decía a sí mismo.

La construcción del lugar parecía no tener sentido, porque mientras más intentaba subir, más parecía bajar. Aquel lugar parecía interminable, nunca había estado en un subterráneo tantos pisos abajo. Y a esas alturas, lo único en que pensaba era en sólo salir.

Decidió irse por otro camino, y atravesó un pórtico entre abierto. El pasillo era largo y frío, lleno de puertas en sus paredes, lo más parecido a ciertas escuelas o sanatorios que alguna vez conoció. En cada habitáculo, podía apreciar muchas sillas y mesas unidas, en metal y madera, semejantes a salas de clases o de conferencias, donde se suele tomar apuntes. El lugar estaba vacío.

Al final del pasillo, otro portal de doble hoja, pero que sin embargo estaba cerrado.

Lo examinó minuciosamente, y giró una manilla oxidada que liberó los seguros. Cuando por fin logró abrir, se encontró nuevamente con la calle, una calle totalmente distinta, ya no como un atardecer sombrío, sino con plena luz de día y llena de gente compartiendo en familia en los jardines.

Miró hacia atrás las rústicas puertas que había atravesado, sin encontrar sentido a la situación y aún sin saber dónde estaba.

Delante de el, una delgada mujer, de sobria vestimenta, cabello medianamente corto, le sonrió con un notorio gesto de aprecio y familiaridad, mientras le indicaba a sus dos niños pequeños que fueran a saludar.

El joven, conmovido por la escena, se puso en cuclillas, y recibió a los niños con un fuerte abrazo y extrema ternura, devolviendo el gesto con profunda humildad y emoción.

Era claro lo que sucedía, y no requería de mayor entendimiento, ya que más allá de su comprensión, había encontrado algo que nunca había perdido… a si mismo, tal y cual como siempre quiso, en un universo dónde lo cotidiano no siempre es lo que tan afanosamente creemos, sino, una forma, para encontrarnos con nuestro propio camino, aquel que nos permitirá por fin dejar de ser... “El Seguidor” que siempre hemos sido.