07 agosto, 2012

Al llegar...

He llegado a casa, un hogar que no es un hogar por ser un lugar, sino porque es un espacio de tiempo sagrado donde después de una larga jornada, por fin se puede estar en paz, lejos de lo absurdo, de la lucha, de la tolerancia, y el ritmo vertiginoso que impone una sociedad que no es sociedad.

Es cierto… hace mucho que no escribo, y es sólo por ese miserable motivo… El tiempo. El tiempo que para ninguno guarda pidedad.
 
Muchas historias circulan por mi mente, mientras otras divagan en la oscuridad, bajo el menoscabo de aquello que siempre nos empuja hacia caminos, que incluso, no queremos cursar (rutina).

El día y la noche se fusionan, y todo parece como un sueño, donde el cansancio se confunde con la ansiedad, las ganas, y toda esa energía, pura y vivaz,  que se desborda en aquel otro mundo donde todo puede pasar (el mudo de los sueños).

Podemos ser seres tangibles, dependientes de logros, de números, incluso de afectos, de diversas cosas o situaciones, pero también podemos ser, pensamientos puros y libres, con mucha imaginación, sueños y emociones, entre árboles, bancas y naranjas, que por siempre nos acompañarán.

Quizás sea sólo eso, quizás sea mucho más. Son los pequeños espacios de tiempo, que recogemos y que cosechamos sin parar.

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