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En un asiento estaba, bajo el enclaustramiento de un quehacer cotidiano, apenas algunos minutos para meditar, suficientes como para sintonizar el radio, escuchar un tema lento suave, y relajante, seguir el compás del viento que poco a poco susurraba algo en un lenguaje inexistente pero familiar. Los párpados comenzaban a pesar y las sensaciones le tele transportaban hacia otro mundo, uno donde la libertad deseada era una simple caminata, libre y tranquila, sin calzo en los pies.
De pronto, la sutileza afloró inundando el flujo de su naturaleza, respiró hondo, y sólo se dejó llevar por la nada misma. Por algunos minutos fue nítido todo, muy tangible, hasta el punto de poder sentir un breve cosquilleo inexplicable. Entonces se dijo: - “No, no, no es posible!”.
La desconcentración era inevitable, se apoderaba de sus pensamientos. La lectura fue dejada de lado, a ratos, hasta quedar sólo el espacio vació en su visión perdida, más allá de unas hojas blancas, más allá de lo inimaginable. Definitivamente no hacía falta ver, más que sólo dejar que la influencia incontenible de sus sensaciones se apoderara a voluntad de su ser.
Trató de entender, porque siendo lo que quería, era sin ser, un mareo intenso aferrado a sus designios que alguna vez quiso mantener. Entonces se ofuscó, trató de averiguar, puso en sus manos la razón de sus escritos, y por más que procuró, el manto de una ceguera no le dejaba ver, aquel mundo lejano sin comprender.
De pronto, todo se desvaneció en cuestión de segundos, y la realidad tangible al rededor volvió de improviso con la visión de un letrero entre sus manos, que se resumió en una sola palabra…, casi como una orden, diciendo… Stop!
Entonces, se puso de pie, y constató que todo fluía de nuevo, con la normalidad de siempre, como cada día, sabiendo que de vez en cuando, algo le permitiría detener el tiempo por algunos minutos, y disfrutar de la seductora paz de un influjo poco cotidiano.
De pronto, la sutileza afloró inundando el flujo de su naturaleza, respiró hondo, y sólo se dejó llevar por la nada misma. Por algunos minutos fue nítido todo, muy tangible, hasta el punto de poder sentir un breve cosquilleo inexplicable. Entonces se dijo: - “No, no, no es posible!”.
La desconcentración era inevitable, se apoderaba de sus pensamientos. La lectura fue dejada de lado, a ratos, hasta quedar sólo el espacio vació en su visión perdida, más allá de unas hojas blancas, más allá de lo inimaginable. Definitivamente no hacía falta ver, más que sólo dejar que la influencia incontenible de sus sensaciones se apoderara a voluntad de su ser.
Trató de entender, porque siendo lo que quería, era sin ser, un mareo intenso aferrado a sus designios que alguna vez quiso mantener. Entonces se ofuscó, trató de averiguar, puso en sus manos la razón de sus escritos, y por más que procuró, el manto de una ceguera no le dejaba ver, aquel mundo lejano sin comprender.
De pronto, todo se desvaneció en cuestión de segundos, y la realidad tangible al rededor volvió de improviso con la visión de un letrero entre sus manos, que se resumió en una sola palabra…, casi como una orden, diciendo… Stop!
Entonces, se puso de pie, y constató que todo fluía de nuevo, con la normalidad de siempre, como cada día, sabiendo que de vez en cuando, algo le permitiría detener el tiempo por algunos minutos, y disfrutar de la seductora paz de un influjo poco cotidiano.
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