14 octubre, 2010

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Introducción

Con gran alegría, tras las últimas buenas noticias acontecidas, es que nace esta historia, con mucho cariño y respeto, haciendo posible el milagro de un encuentro inesperado, pero tan grandioso a su vez, como es, la vida.

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La máquina de afeitar sonaba discreta entre las profundidades de un crujiente roquerío. La luz artificial y un espejo desgastado y manchado señalaban el momento de la liberación. Con nerviosismo impaciente y lleno de ansiedad, retocaba su mentón, afinando y puliendo su rostro lavado, sumido en sus últimos pensamientos ante su pronta salida. Escuchaba a lo lejos el ruido constante de un motor a setecientos metros de altura, que era opacado por la distancia y el estrepitoso despliegue funcional de los cables de seguridad que jalaban su único transporte disponible.

Estaba acostumbrado a la soledad, al silencio, al calor, a la dureza del terreno, al constante crujir de las rocas, que ya en su último momento, se permitió saboreó un instante más, aquella situación que le llenaría de fama, sin pretenderlo. Ya nada sería igual, saldría, a la luz pública en breves minutos, sin embargo no estaba preparado para ver el mundo con otros ojos que no fuesen los de un trabajador esmerado y sacrificado.

Cuando terminó, tocó su rostro para revisar una vez más su trabajo, momento en el cual detuvo su mano por algunos segundos, dejando su vista perdida en la nada. Recorrió todo lo que fue su vida en cuestión de segundos, un último vistazo a cada detalle, a cada momento de su historia, de su existencia, de su aventura. No dijo nada, hasta que uno de sus compañeros palmoteó su hombro diciendo: - Despierta hombre, es tu turno.

Con cierta ansiedad contenida por su riguroso entrenamiento, siguió el protocolo al pie de la letra. Se adentró en el carro que lo llevaría a la luz en una noche cálida y fría a la vez, provisto de sus anteojos oscuros, correas de seguridad y bien puesto su casco. Era un trayecto breve, de apenas unos cuantos minutos, pero toda una odisea, donde no habría mas espacio que el estrecho despliegue de sus pensamientos.

Mientras el carro subía, miró hacia arriba, sólo vio la oscuridad de un túnel estrecho, interminable, progresivamente curvo, como un tubo delineado con la precisión milimétrica, de los rasguños azotados en sus paredes, dando un fiel testimonio de fortaleza y perseverancia. Luego su vista se clavó en las paredes cercanas que iban bajando como líneas abstractas de múltiples formas y colores, cruzó entonces sus manos y esperó paciente que lo subieran. El olor irrespirable era apenas sostenible por cualquiera no acostumbrado a tales inclemencias, asfixiante, desesperante, para cualquier mortal no adaptado a vivir entre las rocas y la tierra húmeda.

Pero su deseo de libertad era más persuasivo. Pensaba en muchas cosas, y recordaba otras, detalles que él solamente tendría para los suyos, para sus amigos. Sabía que la pesadilla quedaría a tras, más no contaba con un último pasajero que le seguiría sin más.

Entre las sombras de sus recuerdos, estaba aquel rostro, el propio, el de sus compañeros, más un otro, que estuvo siempre presente, observando, tranquilo y sereno.

Ninguno sabía quién era, suponía que sólo el le había visto, puesto que nadie comentaba el tema, pero a ciencia cierta, cada uno se daba cuenta de que todos le presintieron. Seguramente, algún interludio farandulero les induciría a comentar en el exterior aquella experiencia, como si fuese una anécdota curiosa derivada de la intensa situación vivida, tan real como ellos mismos, pero que no obstante, son detalles que se reservarían.

El lugar ya vacío, sólo era acompañado de las luces que permanecían encendidas, a la vez que una cámara de video grababa cada minuto transcurrido los detalles de cada salida. Con el tiempo, la cámara captó cierto movimiento, ya cuando el lugar estaba totalmente vacío, casi del todo imperceptible. Era un último, que se quedó percibiendo la algarabía a lo lejos, desvaneciéndose entre las rocas por un camino distinto, un camino sin precedentes, más allá de la tecnología. Una presencia de la cual sólo quedaría el registro difuso y tenue, en las imágenes, en los sueños, y en el recuerdo eterno de aquellos 33 que fueron 34 un día.


Pd. Lo crean o no, este es sólo un relato, es un cuento, es ficción, es fantasía, pero cabe mencionar que en un milagro tan maravilloso, siempre hay algo más...


Con el tiempo, algún día, lo sabrán.

Estaremos pendientes...


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