Abrió su intercomunicador entre la muchedumbre en movimiento, levemente apretujado se ubicó en su rincón de costumbre y se dispuso a leer un poco. Centró su vista en las pequeñas letras multicolores que describían con cierto lujo de detalle algo muy personal. Las palabras encendidas y galopantes seguramente buscaban un propósito en sus acalorados descritos, vertidos quizás, por la necesidad de una reacción.
Fueron breves minutos de una total soledad, pese al bullicio de la gente al rededor. Aquella imagen de pureza aún vívida en su mente, se trizaba con palabras que se fueron cabalgando en su mente durante todo aquel día, desquiciando y martirizando su preciado sueño, aquel que nunca diría.
Se sintió extraño, enajenado y absurdo. Lo que pensaba tan sagrado para sí, parecía menoscabar y despreciar aquella niñez que un día encontró, como si fuese la suela de un zapato, que jamás calzó.
Entonces, su sensibilidad se refugió en lo más profundo de su interior, y con un dejo de suma pena, cerró su intercomunicador.
Fueron breves minutos de una total soledad, pese al bullicio de la gente al rededor. Aquella imagen de pureza aún vívida en su mente, se trizaba con palabras que se fueron cabalgando en su mente durante todo aquel día, desquiciando y martirizando su preciado sueño, aquel que nunca diría.
Se sintió extraño, enajenado y absurdo. Lo que pensaba tan sagrado para sí, parecía menoscabar y despreciar aquella niñez que un día encontró, como si fuese la suela de un zapato, que jamás calzó.
Entonces, su sensibilidad se refugió en lo más profundo de su interior, y con un dejo de suma pena, cerró su intercomunicador.
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