18 marzo, 2010

Orden


Aún era verano, caminaba un hombre en pleno centro de la ciudad, como cualquier otro transeúnte. Era un tipo alto y delgado de apariencia normal, tes blanca, pelo negro y largo al igual que su barba, de pocas canas, vestido en forma sencilla, jeans gastados, abrigo y sombrero negro al igual que sus zapatos polvorientos y guantes viejos sin dedos.

En un segundo dado, el hombre se detuvo repentinamente, y muy lentamente dobló sus rodillas hasta quedar en cuclillas, extendió su brazo derecho, abrió su mano y ubicó su dedo índice en contacto con el piso. Estuvo ahí un buen rato, inmóvil, mientras la gente presurosa a su rededor pasaba de largo, hasta que poco a poco algunos curiosos se fueron quedando junto a él, observándole con extrañeza.

Pasó por lo menos una hora, en la cual mucha gente comenzó a rodearlo, dado que muchos se fueron obstaculizando y atascando con los curiosos.

De pronto el hombre miró hacia el cielo, y dijo: - “¡Ya es hora!, todo lo que era ya no será, ¡la renovación ha comenzado!”. Dicho esto, sin desviar su vista desde el punto que tocaba, se levantó y retrocedió unos pasos, mientras en el piso se producía una abertura como una grieta profunda, que poco a poco se fue expandiendo, quedando bajo sus pies.

La gente no se movía de su lugar, intrigada con el fenómeno que ocurría ante sus ojos, hasta que la grieta se fue expandiendo cada vez más, y más rápido. Muchos retrocedieron, otros simplemente se fueron retirando a la vez que la grieta se expandía cada vez más veloz.

Al poco rato, la grieta ya contaba con una dimensión de un par de metros y la gente empezó a alterarse alrededor. En la medida que la grieta se expandía cada vez más y más, la gente iba entrando en pánico, ya que el piso en general se movía como si fuese un sismo.

El movimiento del piso se hacía cada vez más intenso. Muchos se asustaron y comenzaron a correr, otros gritaban presa del pánico puesto que la grieta ya había alcanzado los 10 metros de diámetro.

Lo curioso era que donde estaba el hombre parado, en el centro de la grieta, los sonidos iban desapareciendo, mientras el bullicio a su rededor se transformó en locura colectiva. La grieta ya había alcanzado una dimensión de más de 100 metros.

La grieta avanzaba cada vez más y más rápido y se hacía cada vez más grande, ya cuando abarcaba los 1000 metros, modificaba los vehículos, los edificios, las plazas, y a todos sus habitantes. Los edificios se hacían más delgados, la estructura metálica que lo sostenían y el concreto era purificado, haciéndose más resistentes, las paredes simplemente no eran más gruesas que un milímetro, y todos los artefactos cambiaban en su interior bajo las mismas características.

El uso de la energía era alterado radicalmente, ya nada funcionaba por combustión, electricidad o algún medio conocido, simplemente todo marchaba con el magnetismo terrestre. La gravedad también fluctuaba, haciendo que todo fuese más liviano. La misma temperatura se transformaba en algo grato al ambiente.

Las personas que eran alcanzadas por el fenómeno, dejaban de correr, y su apariencia era modificada en su totalidad. Los mismos atuendos que vestían eran alterados, modificando la composición de los tejidos, la piel en las personas era más tersa, las dolencias de algunos simplemente desaparecían, así como las manchas, las arrugas, las cicatrices, lo excesos producto de la obesidad desaparecían, la inteligencia se incrementaba consecuencia de los mismos cambios, las descomposturas de las ropas, la decoloración, el desgaste, todo, absolutamente todo iba siendo renovado.

Rápidamente, el planeta completo era cubierto por la grieta, desapareciendo en apariencia, quedando todo en el mismo lugar en que estaba pero mejorado, estructuralmente y tecnológicamente. El conocimiento del manejo de las cosas seguía claro en la mente de las personas, ya que las funcionalidades de los aparatos se mantenían según lo que recordaban. Todos se sentían bien y entendían mejor las cosas.

Después de varias horas, con la eficiencia que ahora les permitía las nuevas facultades, todo era más eficiente y más rápido. Así, los noticieros llegaron prontamente al lugar dónde se encontraba aquel hombre de sombrero, único ser en el planeta que aún mantenía su apariencia rústica. Haciendo un círculo a su rededor, la expectativa crecía en torno a él, producto de lo ocurrido.

Con cierta timidez, uno de los reporteros se acercó a distancia que consideró prudente y le preguntó: - ¿Quién es Ud.? A lo cual, el hombre volteó a mirarle y con voz serena, extendió su brazo derecho, abrió su mano ante todos y dijo: - “Soy lo que se encuentra en la palma de mi mano, y ahora tienen un conocimiento valioso que no recordarán”.

Dicho esto, empuño su mano con fuerza y todo volvió a su condición original.

Todos se quedaron perplejos, mirándose atónitos unos con otros, sin entender ni recordar porqué estaban conglomerados en aquel lugar, por lo que en cuestión de minutos, siguieron su camino, y su acostumbrada rutina.

El hombre se quedó parado un instante en el mismo lugar en que estaba, movió su cabeza con un dejo de tristeza mientras miraba el piso, intacto bajo sus pies, como antes. De pronto, entre la muchedumbre, una sensación lo conmovió. Sin levantar su mirada aún clavada en el piso, observó unos pies pequeños frente a el, que se acercaron despacio, calzado de charol negro, una falda escocesa, impecablemente vestida, una niña pequeña estaba frente a el. Poco a poco levantó su cabeza y pudo ver el rostro de la niña, de no más de ocho añitos, que le observaba con la misma melancolía reflejada en su ser. Luego de unos segundos, la niña dijo: - “Yo si recordaré”.

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